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Birmania, la centralidad de los márgenes

Fuentes: Rebelión

Durante años hemos visto como el Tatmadaw, como se conoce al ejército birmano, con la complicidad del ahora derrocado Gobierno de la Liga Nacional para la Democracia (LND) que desde las sombra controlaba la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Ky, ahora presa por corrupción, llevó a cabo una limpieza étnica en el estado de Rakhine contra la minoría musulmana rohingya, la que tras asesinatos masivos, el incendio de sus aldeas y persecuciones se vio obligada a abandonar el país rumbo a Bangladesh, donde ahora se hacinan cerca de 1.200.000 rohingyas en diferentes campos de refugiados en la provincia de Cox´s Bazar sabiendo que es prácticamente imposible que puedan volver a sus tierras en los próximos años. Hay que incluir a los casi 30.000 alojados en los asentamientos de la poco propicia isla de Bhasan Char, de terrenos fangosos y en plena ruta de los monzones.

Para la ejecución de aquel holocausto, iniciado en 2012 y concretado cinco años después, cuando más de 700.000 rohingyas debieron abandonarlo todo y huir como ya lo habían hecho varios cientos de miles a Bangladesh, a las junglas o lanzándose al mar, no solo se necesitó el acuerdo de políticos y militares, sino también del clero budista y de gran parte de la sociedad civil, que nunca ha querido aceptar a los rohingyas como connacionales ya que siempre han sido considerados inmigrantes ilegales, por lo que carecen de cualquier derecho. Hoy quedan en Rakhine unos 600.000 rohingyas que tras las turbulencias del golpe del 2021 se encuentra en una situación todavía más precaria.

Si bien esta situación nunca se revirtió y nadie podría tener esperanza que pueda resolverse, desde el primero de febrero del año pasado la situación se ha hecho crítica para los 54,5 millones de de birmanos que hoy se debaten entre el terror, la persecución, la cárcel, las desapariciones forzadas y también el hambre.

Se estima que cerca de 2.000 personas ya han sido asesinadas por las autoridades, aunque se desconoce el número de detenidos y desaparecidos, al tiempo que medio millón han tenido que desplazarse debido a que en muchas regiones del país los militares han bloqueado el suministro de alimentos y medicinas para evitar que puedan filtrarse armas a los grupos de resistencia vinculados al Movimiento de Desobediencia Civil (CDM), que tras el golpe ha buscado paralizar la administración del Estado, de la junta, intervenir el sector energético y alentar las deserciones del ejército, al Gobierno de Unidad Nacional (NUG) formado por legisladores derrocados tras el golpe, que buscan una fachada formal para volver una vez que los militares renuncien al poder, lo que en verdad nunca han hecho desde que el país se ha constituido como tal y además cuentan con las Fuerzas de Defensa del Pueblo, milicias conformadas tras el golpe.

Muchos de los desplazados han optado por refugiarse en las junglas y bosques, y vivir en condiciones inhumanas, antes que permanecer en sus lugares al alcance de las constantes olas represivas de los militares. Se ha conocido que el Tatmadaw ha practicado arrestos indiscriminados, torturas, violaciones masivas contra mujeres, quema de viviendas y sembradíos y saqueos. Mientras, también se han perpetrado ataques aéreos contra aldeas aisladas, sospechadas de estar albergando grupos insurgentes.

Es cierto que ningún Gobierno birmano desde la independencia en 1948, ha conseguido tener el control total de sus siete estados y sus siete regiones, llegando en algunas oportunidades a controlar sólo los grandes centro urbanos, áreas vecinas y su infraestructura administrativa, mientras el resto del territorio se ha encontrado de manera intermitente en disputa o bajo el control de los diferentes grupos armados que han creado grandes enclaves que funcionan como verdaderos estados, administrando esas zonas en las que brindan servicios como salud y educación, legislan, mantienen el orden, cobran impuestos y realizan el resto de las tareas propias de un verdadero estado.

En el estado de Chin al oeste del país, fronterizo con el estado indio de Mizoram, se estima que cerca de 50.000 personas se encuentran desplazadas dentro del mismo estado mientras otras 40.000 se cree que han cruzado a India. Los exiliados birmanos en Mizoram viven en refugios improvisados dispersos a lo largo del estado, aunque ni el gobierno indio ni las agencias de ayuda internacional les ha dado asistencia, por lo que deben sobrevivir con la ayuda de algunas congregaciones religiosas y organizaciones de asistencia civil. En el estado de Chin, el único de mayoría cristiana frente a la que en el país cuenta con casi el noventa por ciento de la población, budista en su versión Theravada –considerada la más ortodoxa de ese credo- los militares han destruido 50 iglesias y edificios religiosos, han matado a seis altos líderes cristianos y donde cuatro pastores han desaparecido.

Mientras, entre las viejas milicias insurgentes de orden político, étnico y religioso, con marcadas diferencias en sus propósitos, niveles de lucha y estrategias, los nuevos grupos armados que se han levantado para resistir al golpe, hay una fuerte tendencia a buscar la unidad para enfrentar al poderoso tatmadaw, al tiempo que la cúpula militar que hoy gobierna está llamando a las viejas organizaciones, con las que siempre ha tenido contactos, para relanzar el Acuerdo Nacional de Cesación de fuego o NCA, por sus siglas en inglés, firmado en octubre del 2015, con ocho de las quince guerrillas que operaban en el país y volver a negociar diferentes acuerdos por organización, según sus reclamos, y evitar así una unidad opositora armada. En la actualidad Birmania cuenta con 21 organizaciones étnicas militarizadas, de las que diez aceptaron iniciar nuevas conversaciones de paz con el ejército. Aunque algunas de las organizaciones más importantes como la Unión Nacional Karen, el Ejército para la Independencia de Kachin, el Partido del Progreso Nacional Karenni, el Frente Nacional Chin y el Ejército de Arakan, los que históricamente han luchado contra la larga dictadura birmana, ahora se han negado a participar en este nuevo llamado a un alto el fuego, en un momento crítico para el poderoso Tatmadaw.

Bloquear a China

La crisis ucraniana parece estar replicando también en el sudeste asiático, ya que la junta militar que gobierna Birmania estaría respaldada por China y Rusia, lo que está llevando a la región un particular interés por parte de Occidente, incluso existen versiones de que los grupos de oposición estarían recibiendo suministros bélicos por parte de las potencias occidentales, sin duda en defensa de un “estado democrático” que nunca existió en Birmania, lo que no molestó jamás a esas misma potencias, aunque ahora sí, tras la fuerte influencia que ha logrado China en el país donde ha desarrollado con el Corredor Económico China-Myanmar (CMEC) que une los puertos birmanos en el océano Índico de Kyaukphyu y Yangon con la provincia china de Yunnan, en el marco de la Iniciativa de la Franja y la nueva ruta de la seda. Bajo ese concepto Beijing ha desarrollado puertos también en el Índico, como los de Gwadar en el Baluchistán pakistaní y el de Hambantota al sudeste de Sri Lanka.

Según Occidente la construcción de estos puertos por parte de China, más allá de lo comercial ya que permitirán a los buques petroleros chinos vitales para su economía evitar el paso por el siempre crítico Estrecho de Malaca, en lo militar la Armada china -parte del Ejército Popular de Liberación (PLAN)-, podrá monitorear las actividades de India en la Bahía de Bengala, lo que no es del agrado de Washington ni de Nueva Delhi, que han intentado bloquear la presencia de Beijing tanto en el Índico como el Pacifico. Más con el anuncio de China de que para el 2030 el PLAN dispondrá de 67 nuevos buques de superficie y doce submarinos de propulsión nuclear, fuerza suficiente para controlar el océano Índico. Según la Inteligencia Naval norteamericana el proyecto chino apunta a que en el 2049 habría desplazado a la armada estadounidense como la más poderosa del mundo.

Intentado evitar esto los Estados Unidos, junto a India, tendrán que jugar todavía más fuerte en el Índico, para lo que necesitarán detonar la situación en Birmania consiguiendo un gobierno adicto que cierre el paso de China al Golfo de Bengala.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.