La primera semana de abril no será apta para cardiacos, ni en las bolsas de valores ni en los frentes de guerra, primordialmente en la más importante fractura tectónica de la geopolítica: el golfo Pérsico. El segmento bursátil ruso-israelí del oligarca Boris Berezovsky, exiliado en Londres, filtró la creación de una «OPEP del gas», el […]
La primera semana de abril no será apta para cardiacos, ni en las bolsas de valores ni en los frentes de guerra, primordialmente en la más importante fractura tectónica de la geopolítica: el golfo Pérsico.
El segmento bursátil ruso-israelí del oligarca Boris Berezovsky, exiliado en Londres, filtró la creación de una «OPEP del gas», el 9 de abril, en Doha (ver Bajo la Lupa, 25/3/07), es decir, tres días después de la fatídica fecha que seleccionó el general ruso Leonid Gregorievich Ivachov, anterior jefe de estado mayor y ahora vicepresidente de la Academia de Ciencias Geopolíticas (Novosti, 21/3/07), como la más probable para el bombardeo de Estados Unidos contra instalaciones estratégicas de Irán, quizá con armas nucleares tácticas.
De Defensa (25/3/07), centro de pensamiento estratégico europeo, considera la postura del general Ivachov como «semioficial». Sus argumentos suenan muy persuasivos y los ha adoptado el presidente Hugo Chávez. Dice haber detectado las inequívocas señales tanto en el «pase» subrepticio de Nancy Pelosi, la lideresa del Congreso, quien en el presupuesto militar no puso ningún obstáculo a un ataque contra Irán, como en la reciente reunión del poderoso grupo cabildero israelí-estadunidense (AIPAC, por sus siglas en inglés) -donde, por cierto, el principal ídolo de los israelíes paleobíblicos, el fundamentalista televangelista John Hagee, con sede en San Antonio (Texas, obviously!), reclamó en forma delirante un Armageddon nuclear contra Irán. Según el general Ivachov, la «vida sería paralizada» en Irán mediante la «creación del pánico y la instauración de un clima de caos e incertidumbre» -que Estados Unidos sabe hacer muy bien. Se busca atizar las luchas intestinas entre iraníes para luego «instalar un gobierno proestadunidense». Como que suena muy hollywoodense.
Las advertencias del general Ivachov pudieran formar parte de las intensas presiones que sufre Irán para ceder en su proyecto nuclear. No hay que perder de vista los antecedentes: EU, en la etapa de su aliado el Sha, a quien luego desechó sin perturbarse, inicia el proyecto nuclear iraní para «disuadir» a los soviéticos en el mar Caspio. Ni a la URSS ni a la Rusia contemporánea les encantaría tener misiles provistos con armas nucleares en su frontera marítima compartida con Irán, sea laica o chiíta.
Tampoco se pueden soslayar las querellas sobre el atraso en el pago iraní a Rusia por la terminación de la planta atómica de Bushehr, ni la contribución alegre de Moscú en la reciente ronda de sanciones. El mismo general Ivachov comentó que Rusia no irá a una guerra por Irán. Ya lo sabíamos.
¿Y que tal si Rusia y China, tras bambalinas, le han tendido una trampa a Estados Unidos para empantanarse sin redención en todo el golfo Pérsico, para luego colectar lo que quede de su naufragio?
Bajo la Lupa mantiene la hipótesis de que si la catástrofe militar estadunidense en Irak (combinada con las operaciones bélicas fallidas en Afganistán y en la costa oriental del mar Mediterráneo, en conjunción con sus aliados de Gran Bretaña e Israel) constituyó las exequias del efímero imperio unipolar, el bombardeo, sobre todo nuclear, contra Irán marcará su epitafio.
En un juego muy cerrado de siete actores -los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, sumados de Alemania, frente a Irán-, con intereses entrecruzados, cuando no antagónicos, en varios planos, no es sencillo detectar las intenciones verdaderas. El problema es que el reloj de la colisión se encuentra cinco para la medianoche, y se puede acelerar por un milimétrico error impredecible.
La sobrextensión del ejército estadunidense lo incapacita para una invasión terrestre, que además perdería en forma humillante, por lo que su única carta consiste en un masivo bombardeo aéreo.
La muy extensa y poderosa literatura propagandística hiperbélica controlada por la banca israelí-anglosajona da por asentado el bombardeo de Estados Unidos, al quequizá se sume Israel, quien sería el principal beneficiario.
La quiebra financiera global de la banca israelí-anglosajona («la gente del dinero de Nueva York», general Wesley Clark dixit) reclama una tercera guerra mundial para intentar cubrir sus enormes pérdidas y reponerse mediante la alquimia de la sangre transmutada al monetarista «papel-chatarra».
La escalada de los juegos de guerra de Washington y Teherán apuntan a la inminencia de la colisión. Pero, a nuestro juicio, en esos cinco minutos cruciales para el destino del género humano pueden suceder muchas cosas, y los iraníes, si no operan en la cosmogonía apocalíptica a la que propende en forma esotérica el chiísmo, se pueden sacar de la manga un conejo de buen tamaño. Tampoco hay que subestimar a los acorralados iraníes.
Llama la atención la imperturbabilidad de la teocracia chiíta iraní. El usualmente moderado Kaveh Afrasiabi (Asia Times, 27/3/07), muy cercano al anterior presidente Jatami y muy crítico de la forma en que Ahmadinejad ha conducido las negociaciones nucleares, celebra el apoyo a Irán de Sudáfrica en el Consejo de Seguridad, al unísono del redivivo «Movimiento de los No-Alineados», lo cual, a su juicio, trastocó la correlación de fuerzas en la ONU. Tampoco concede importancia a las filtraciones del consagrado investigador Seymour Hersh, quien insiste en la inminencia del bombardeo (CNN, 25/3/07). En esta etapa en espiral, según Afrasiabi, la colisión apunta en dirección diferente al bombardeo: «pequeñas escaramuzas combinadas con ataques de aliados interpósitos; captura de rehenes y guerra de servicios de inteligencia» que en forma paulatina podrán desembocar en una conflagración mayor.
Ya se vive el «escenario Afrasiabi» con la serie de secuestros grupales y asesinatos de personajes entre Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña e Irán, que se han escenificado con un toma y daca azorante en Irak, Turquía, Francia y ahora en Shatt-el-Arab.
El «escenario Ivachov» fue planteado antes del audaz secuestro de los británicos quienes, por cierto, llama poderosamente la atención se hayan dejado capturar sin haberse defendido, lo que obliga a plantear, entre las varias hipótesis vertidas, que se puede tratar de un clásico juego de perfidia de Gran Bretaña.
Los británicos, por sus características sicogeográficas exiguas (su territorio es del tamaño de Chihuahua), son pérfidos, pero no tontos, mucho menos suicidas, como los barbáricos fundamentalistas estadunidenses, ni apocalípticos, como los israelíes paleobíblicos.
La jugada no es lineal, sino de geometría variable, y nadie la opera mejor en el Medio Oriente como la antigua Persia, también por sus características sicogeográficas.
En la fase evolutiva del ascenso del «poder ciudadano global», el consciente colectivo de la humanidad no podrá tolerar bajo ninguna circunstancia otro holocausto nuclear al estilo de Hiroshima y Nagasaki, lo cual parece habérsele olvidado tanto a la víctima, el gobierno japonés, como al verdugo estadunidense.
Lo importante no será el 6 de abril, sino «El Día Después», cuando EU e Israel, y quizá Gran Bretaña, se habrán aislado en forma suicida del concierto de la civilización universal y del emergente poder ciudadano global. En todos los escenarios visibles ya perdió Estados Unidos, pero con la guerra, no se diga nuclear, perderá infinitamente mucho más.