Sarajevo festejó el arresto y traslado al Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, del antiguo dirigente serbio Radovan Kadradziz. Sin embargo, Bosnia es incapaz de reformar las instituciones que le impiden funcionar, mientras que la proclamación de independencia de Kosovo, el 17 de febrero, reavivó los temores de una secesión de la «entidad […]
Sarajevo festejó el arresto y traslado al Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, del antiguo dirigente serbio Radovan Kadradziz. Sin embargo, Bosnia es incapaz de reformar las instituciones que le impiden funcionar, mientras que la proclamación de independencia de Kosovo, el 17 de febrero, reavivó los temores de una secesión de la «entidad serbia».
A fines de septiembre de 2006, pocos días antes de la últimas elecciones generales, se reunió en Sarajevo un puñado de militantes de una oscura asociación de la pequeña ciudad de Kakanj, en Bosnia central. Ante la mirada sorprendida de los transeúntes, los manifestantes lanzaron bombas de pintura contra la fachada de la presidencia del Estado, antes de ser controlados de manera muy violenta por la policía. Ese «acto desesperado», dirigido al parecer a denunciar el inmovilismo y el bloqueo de las instituciones bosnias (1), generó una pequeña corriente de simpatía en los círculos democráticos de Sarajevo. En los días siguientes, varias manifestaciones denunciaron la brutalidad de la reacción policial, aunque esas movilizaciones solo estuvieron compuestas por algunos centenares de personas.
No obstante, esos demócratas de Sarajevo no pierden una oportunidad para salir a las calles. En el invierno y en la primavera (boreales) de 2008 se registraron numerosas manifestaciones a raíz del salvaje asesinato de un adolescente en un tranvía. Ese trágico crimen ofreció una nueva ocasión para denunciar la impericia y la irresponsabilidad de los dirigentes municipales de Sarajevo. En general esas iniciativas reúnen a muchachos muy jóvenes y a jubilados, algunos de estos con retratos del mariscal Tito… Un tímido despertar de la opinión pública, que contrasta con el letargo que prevalece en la clase política.
Sin embargo, las elecciones generales del 1 de octubre de 2006 marcaron un giro en la historia reciente del país. Nacidas en 1990, al producirse la fragmentación de Yugoslavia, las «viejas» formaciones nacionalistas -el Partido de la Acción Democrática (SDA), el Partido Democrático Serbio (SDS) y la Comunidad Democrática Croata (HDZ)- dejaron por primera vez el primer plano, pero sin que ello produzca una mejora en la calidad del debate político.
¿Qué estatus para la Republika Srpska?
El SDA sigue siendo el principal partido «bosniaco musulmán», pero su candidato a la presidencia colegiada del Estado, Sulejman Tihic, fue derrotado por el carismático Haris Silajdzic. Este último, que fuera Primer Ministro durante la guerra, es un disidente del SDA. Su agrupación, el Partido para Bosnia-Herzegovina (SBiH), reclama «una Bosnia-Herzegovina sin entidades», es decir, reorganizada a la manera de un Estado unitario. Durante mucho tiempo ese discurso le valió a Silajdzic una cierta simpatía en los círculos democráticos y antinacionalistas. Su victoria se explica también por el apoyo abierto que le brindó el reis-ul-ulema Mustafa efendi Ceric, la mayor autoridad del islam en Bosnia-Herzegovina
En el bando serbio, el SDS fue barrido por Milorad Dodik y su Partido de los Socialdemócratas Independientes (SNSD). Dodik, diputado en el Parlamento serbio de Bosnia durante la guerra, jamás participó directamente en el sistema de poder instaurado por el SDS de Radovan Karadzic, detenido el pasado mes de julio luego de trece años de estar prófugo, y trasferido al Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia. Su relativa «virginidad» política hizo de él, una vez restablecida la paz, un «demócrata» muy presentable, rápidamente «seleccionado» y apoyado por los occidentales -en particular por Estados Unidos- que querían ver en él una «alternativa serbia».
En los primeros años de la posguerra, Dodik se acercó efectivamente a las oposiciones democráticas. Después de un primer paso por el gobierno, entre 1998 y 2001, soportó una breve travesía del desierto. Luego, durante la campaña para las elecciones de 2006, no dudó en hacer propias todas las reivindicaciones clásicas del nacionalismo serbio en Bosnia, exigiendo en particular el derecho a la autodeterminación para la Republika Srpska, y prometió un referéndum sobre el tema. Fue una estrategia exitosa: su partido aplastó a sus rivales: no sólo obtuvo la mayoría absoluta en Republika Srpska, sino que también se impuso como la primera fuerza política a escala del Estado.
Ese resultado le permitió al SNSD concentrar el poder de manera inédita. El partido dispone de la mayoría absoluta en el Parlamento de la Republika Srpska, cuyo gobierno encabeza Dodik, pero también representa la primera fuerza en el seno del Parlamento del Estado de Bosnia, y a ese título, dirige el gobierno bosnio.
Dodik es el nuevo hombre fuerte de Bosnia, sin embargo, no va muy a menudo a Sarajevo, pues prefiere quedarse en su feudo de Banja Luka, capital de la Republika Srpska. Y la vida política bosnia tomó la forma de un enfrentamiento entre Silajdzic y Dodik, cuyas posiciones parecen diametralmente opuestas. Cuando el primero reclama la desaparición de las entidades, el segundo reivindica para éstas mayores poderes, llegando a proponer incluso la secesión de la Republika Srpska.
Ese peligroso enfrentamiento provoca la marginalización de las otras formaciones políticas, particularmente la de los social-demócratas, que no poseen un proyecto político, pero también de la comunidad croata, que ya no tiene un gran peso demográfico ni político. En efecto, se estima que los croatas sólo representan entre un 10% y 11% de la población, contra el 17,5% antes de la guerra (2).
La atracción de Croacia, comparativamente mucho más próspera, podría ser aun mayor dentro de algunos años, cuando ese país se integre a la Unión Europea. Al mismo tiempo, la dirección política croata de Bosnia prácticamente desapareció a raíz de los casos de corrupción, que causaron la marginalización de numerosos cuadros del HDZ y la división de esa fuerza en dos fracciones. En tales condiciones, los partidos croatas de Bosnia sólo son, a nivel nacional, actores políticos marginales, a pesar de que siguen controlando totalmente varios cantones de la Federación.
«Silajdzic y Dodik utilizan el conocido recurso del miedo para movilizar a sus respectivas comunidades. Esa pareja funciona como la que formaban Franjo Tudjman y Slobodan Milosevic», explica Srdjan Dizadarevic, presidente del Comité Helsinki de Bosnia-Herzegovina.
Cabe preguntarse si la unidad de Bosnia-Herzegovina está realmente amenazada. Durante meses, los dirigentes de Belgrado, en particular Vojislav Kostunica, por entonces Primer Ministro, agitaron esa amenaza: si Kosovo alcanza la independencia, la Republika Srpska seguirá el mismo camino. Dodik retomaba el mismo argumento, preguntando en nombre de qué se les impediría a los serbios de Bosnia lo que se le permitía a los albaneses de Kosovo. Sin embargo, luego de la declaración de independencia de Kosovo, el 17 de febrero de 2008, nada ocurrió, fuera de algunas manifestaciones, de alcance bastante limitado, en Banja Luka y en algunas otras ciudades serbias de Bosnia-Herzegovina.
La amenaza tenía sobre todo una función retórica. En realidad, Dodik no tiene ninguna intención de proclamar la independencia de la entidad serbia; sabe perfectamente que de no ser reconocida, llevaría a un callejón sin salida. Además, una integración con Serbia no lo seduce para nada: en tal caso, él -que tiene relaciones complicadas con los dirigentes de Belgrado- no sería más que un jefecillo de provincia… (3).
Sin embargo, la independencia de Kosovo representó una excelente noticia para Dodik, pues dio mayor consistencia a su amenaza de secesión. Al mismo tiempo que utiliza un discurso duro, el hombre de Banja Luka sabe también calmar a los occidentales, prometiéndoles que con él «no se moverá nada», mientras que otros dirigentes serbios podrían efectivamente lanzarse a una aventura sin salida. Beneficios por partida doble: Dodik logró reforzar su posición en las negociaciones, a la vez que convencía a los europeos de que era un factor ineludible de «estabilidad», y que por lo tanto no había que hostigarlo por los casos de corrupción en los que se evoca su nombre. Dodik aprovecha plenamente de su hegemonía política y de la ausencia de oposición creíble en la RS.
El «sistema» instaurado por Dodik se muestra también extremadamente rentable. En dos años logró organizar en su provecho el manejo de la Republika Srpska. Las privatizaciones realizadas, particularmente la de las telecomunicaciones (4) y las de la refinería de Brod, se habrían concretado de manera extremadamente dudosa, permitiendo un enriquecimiento directo de Dodik, de su partido y de sus amigos. Al mismo tiempo, el Primer Ministro aumentó su poder sobre los medios: actualmente controla, además de los canales de televisión públicos, los dos principales diarios de la entidad: Glas Srpske y Nezavisne Novine, otrora periódico independiente.
En Banja Luka, se escuchan cada vez menos voces críticas, como la del periodista Slobodan Vaskovic. Para éste, «el sistema Dodik es peor que el de Radovan Karadzic, pues erigió el robo y la intimidación como método de gobierno». El sistema se basa en una pequeño grupo de una decena de personas directamente vinculadas con Dodik, y originarias -como él- del poblado de Laktasi, situado a unos diez kilómetros de Banja Luka. Los nombres de sus fieles aparecen por todos lados en el complejo organigrama de las empresas controladas por la sociedad Integral Inzenjering, creada por Dodik a comienzos de la década de 1990, y que hoy en día gana todas las licitaciones. «La comunidad internacional creó a Dodik, y ahora se da cuenta, aunque demasiado tarde, que generó un nuevo Milosevic. La única diferencia, es que ya no hay ideología ni nacionalismo: lo único que cuenta es el poder y el dinero», añade Vaskovic.
«Viejos urbanos» y recién llegados
En cuestiones de negocios, Dodik también sabe entenderse con sus rivales políticos de las otras comunidades, particularmente con Silajdzic. Así es que los nombres de ambos aparecen, a veces asociados, a veces como rivales, en el tema esencial de la energía. Bosnia es un verdadero reservorio de agua natural, que ofrece grandes posibilidades para la construcción de centrales hidráulicas. En una región que padece un déficit crónico de energía, resulta tentador edificar represas. Por ahora, una movilización cívica sin precedentes logró bloquear los proyectos de represas en el río Vrbas, aguas arriba de Banja Luka, y en el Tara, en Montenegro, a muy corta distancia de la frontera bosnia. Pero hay otros sitios más en estudio.
Criticar esos proyectos, que tendrían temibles consecuencias ambientales, resulta aun más delicado, en tanto la economía nacional está en punto muerto. La única inversión notable de los últimos años fue la compra de la siderúrgica Zenica, en la Federación croato-bosniaca, par parte del grupo ArcelorMittal. Se estima que el desempleo alcanza a más del 40% de la población activa. Los sindicatos, que también están divididos en líneas étnicas, son incapaces de proponer alternativas o de defender a los trabajadores. En los últimos años, sólo se registraron manifestaciones desesperadas de agricultores o jubilados: unos y otros acamparon durante semanas frente al Parlamento del Estado, en Sarajevo.
A ese sistema parásito le conviene perfectamente el bloqueo político que vive el país. Eso se vio claramente en ocasión de la reciente «reforma» de la policía. Desde 1995 las fuerzas policiales dependen de las entidades, lo que contribuye a reforzar la división del país y hace a menudo aleatoria la prosecución de investigaciones criminales. La reforma -y la unificación- de la policía es un tema recurrente, objeto de ásperas luchas políticas en Bosnia, desde hace años.
Finalmente, en abril pasado, Dodik aceptó una reforma prácticamente vaciada de todo contenido: las fuerzas policiales siguen estando separadas, pero deberán crearse estructuras de «coordinación». El SDA y los social-demócratas, que se negaron a votar esa pseudo-reforma, fueron acusados de «extremismo», mientras que el Alto Representante internacional y los dirigentes europeos se felicitaban por el gran «progreso» logrado por Bosnia, «recompensada» con la firma del Acuerdo de estabilización y de asociación, el 16 de junio.
No caben dudas de que en Bruselas nadie ignora el carácter falaz de ese arreglo de último momento. Pero, a falta de estrategia, la política internacional en Bosnia se resume a una sola palabra: estabilidad. En efecto, las frágiles construcciones que los diplomáticos tratan de levantar en los Balcanes luego de la proclamación de independencia de Kosovo, se basan en el supuesto de que «Bosnia no se mueve». Desde ese punto de vista, Dodik es el hombre ideal, pues logró «neutralizar» el nacionalismo serbio.
Al firmarse los acuerdos de Dayton, en diciembre de 2005, los más optimistas pensaban que el tiempo permitiría cicatrizar progresivamente las heridas aún abiertas y superar los bloqueos políticos. Nada de eso ocurrió. A falta de un proyecto innovador, Bosnia sólo seguirá hundiéndose en el marasmo. Por otra parte, la estrategia europea, tal como parece perfilarse, concede prioridad a la integración de Croacia -prometida para dentro de poco- y de Serbia -que podría verse acelerada- considerada un pilar del equilibrio regional, descuidando esos «márgenes sacrificados» constituidos por Bosnia, Kosovo y Macedonia, país este último que sin embargo posee el estatuto de candidato oficial desde 2005.
A pesar de ese triste panorama, el viajero que recorra las calles de Sarajevo casi no encontrará huellas visibles de la guerra y del terrible sitio que sufriera la capital bosnia. Sin embargo, es necesario superar esa engañadora imagen de «normalidad». La capital bosnia cuenta con unos quinientos mil habitantes, igual que antes de la guerra, pero su estructura demográfica fue profundamente modificada: quedan apenas veinte mil serbios (en lugar de ciento cincuenta mil antes de la guerra). Y un gran número de ciudadanos bosniacos también dejaron su ciudad, durante o luego del conflicto. Esas personas fueron remplazadas por otras, provenientes del campo o de pequeñas ciudades, expulsadas de la Republika Srpska o bien víctimas del éxodo rural. Algunos vienen también del Sandjak, región mayoritariamente bosniaca, compartida por Serbia y Montenegro. Y mientras que antes existía una muy fuerte identidad urbana, actualmente un conflicto latente opone los «viejos urbanos» a los recién llegados.
Hace tres años, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) anunció triunfalmente que el número de refugiados y desplazados que habían regresado había superado el millón. Lamentablemente, esos retornos parecen ampliamente ilusorios. En efecto, generalmente los refugiados sólo regresan a sus propiedades situadas en una ciudad o en una región donde ahora su comunidad es minoritaria, para venderlas enseguida. El Comité Helsinki de Bosnia-Herzegovina registró también frecuentes intercambios de bienes, y habla de «la fase final de la limpieza étnica». Por ejemplo: en la pequeña localidad de Donji Vakuf, en Bosnia central, esos intercambios acabaron consolidando la partición territorial de la comuna entre croatas y bosniacos (5).
Los diferentes partidos nacionalistas siguen monopolizando la dirección de cada uno de los microterritorios mono-étnicos que actualmente forman Bosnia-Herzegovina. Esas pequeñas oligarquías nacionalistas, que proliferaron durante el sombrío periodo de la posguerra, comparten oficialmente el objetivo de integración europea, pero con el requisito esencial y tácito de que tal perspectiva no ponga en tela de juicio su fortuna, su poder y sus prerrogativas. En esas condiciones, Bosnia-Herzegovina parece condenada al inmovilismo, y quienes quisieran hacer progresar el país, a perder toda esperanza.
Por su parte, los diplomáticos y los estrategas occidentales están faltos de estrategia: Bosnia adopta cada vez más el aspecto de un «agujero negro» inmodificable. Asimismo, los efectos perversos de la tutela internacional -que priva a los responsables bosnios de verdaderas responsabilidades, y les permite disfrutar del dudoso placer de la demagogia- son perfectamente conocidos (6), pero cada nueva crisis parece demostrar el carácter indispensable de esa tutela.
Los jóvenes de Bosnia-Herzegovina, por su parte, no se interesan para nada en la vida política: en las sucesivas elecciones apenas poco más del 10% de las personas menores de 25 años participaron del sufragio. Es muy difícil que se produzca un aumento de la movilización en las próximas elecciones municipales de octubre. La mayoría de los jóvenes que han terminado una carrera, sueñan ante todo con abandonar el país. Uno de ellos expresa así su visión de Bosnia: un país demasiado aplastado por el traumatismo de la última guerra para lanzarse en nuevas aventuras violentas, pero demasiado agotado como para que sus ciudadanos tengan la fuerza de imponer verdaderos cambios.
Jean-Arnault Dérens es enviado especial. Jefe de redacción de Le Courrier des Balkans, acaba de publicar Balkans, la mosaïque brisée. Frontières, territoires et identités, Le Cygne, París, junio de 2008.
Traducción: Carlos Alberto Zito
1 Según la terminología vigente, el término bosanak («bosnio») se aplica a todos los habitantes de Bosnia y a todo lo relativo a las instituciones comunes del Estado de Bosnia-Herzegovina, mientras que el de bosnjak («bosniaco») a los de esa nacionalidad y de religión musulmana.
2 Según los últimos datos publicados por el Centro de investigaciones y de documentación de Sarajevo (IDC), la cantidad de victimas identificadas de la guerra de 1992-1995 llegaría a cerca de cien mil, sobre una población que antes de la guerra contaba con 4,1 millones de habitantes.
3 Sin embargo, actualmente mantiene bastante buenas relaciones con el presidente serbio Boris Tadic.
4 En Bosnia-Herzegovina, todos los servicios públicos son administrados a nivel de las entidades. Respecto de las telecomunicaciones fijas o móviles, existen incluso tres redes: bosniaca, serbia y croata.
5 Ver Nidzara Ahmetasevic, «Bosnie: la phase finale du nettoyage ethnique», Le Courrier des Balkans, 6-9-06.
6 Algunos think tanks, como el Center for European Integration Strategies, denuncian desde hace años los efectos de esa tutela, y abogan por una «apropiación» de la democracia, que obligaría a los responsables locales a asumir sus responsabilidades y a comprometerse en la realización de verdaderas reformas. Ver: http://www.ceis-eu.org/index.