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Brutalidad policial en México

Fuentes: ZNet

Traducido por Fernando D. Sánchez y revisado por Miguel Montes Bajo

San Salvador Atenco, México. A las 7 a.m. del pasado miércoles, 3 de mayo, la policía estatal le impidió a 60 vendedores de flores instalar sus puestos en el mercado local de Texcoco, en el Estado de México, a unos 30 km al este de la Ciudad de México. La policía golpeó y arrestó a aquellos que se resistieron. Los vendedores de flores llamaron a los residentes del vecino poblado de San Salvador Atenco para que los ayudaran y éstos bloquearon la carretera que pasa por San Salvador Atenco y lleva a Texcoco.

La respuesta de la policía fue abrumadora: cientos de policías estatales y federales, la mayoría granaderos, llegaron para levantar el bloqueo. Atenco resistió con machetes, palos, cohetes y bombas Molotov. La policía intentó levantar el bloqueo cinco veces en el transcurso de ese mismo día y cinco veces fueron repelidos.

La violencia fue extrema. Fotografías publicadas en los periódicos locales muestran a los manifestantes de Atenco golpeando a un policía caído, a la policía golpeando a decenas de manifestantes caídos. Golpizas graves. Los manifestantes patearon a un oficial de policía caído en la cara, los grupos de policías pulverizaron a decenas de manifestantes con rocas y toletes.

La policía también atacó a fotógrafos tanto de la prensa nacional como internacional. Los fotógrafos y los camarógrafos de Associated Press, Reuters, Milenio, La Jornada y Televisa, todos reportaron golpizas e intentos de confiscar las cámaras. Las fotografías y los videos de las golpizas fueron publicados en internet y mostrados en televisión nacional. Sin embargo, los noticieros locales e internacionales no mencionaron la violencia sistemática de la policía en contra de los reporteros.

Todo esto sucedió el miércoles. Cerca de 50 personas fueron heridas y 100 fueron detenidas por la policía. Los manifestantes tomaron a once policías como rehenes, pero los entregaron a la Cruz Roja en la noche. A un chico de 14 años le dispararon en el pecho y murió en la tarde. Los medios locales dijeron que el chico había muerto por proyectiles de los manifestantes, pero el certificado de defunción dijo otra cosa: una bala lo hirió en el pecho.

Atenco es famoso en todo México por haber resistido en 2002 al desplazamiento forzado de su comunidad para abrir paso a un nuevo aeropuerto en la Ciudad de México. Los habitantes, en su mayoría pequeños campesinos, formaron el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y, empuñando sus machetes, se volvieron un símbolo de la protesta popular en México.

Organizadores del Frente de Pueblos han asistido a varias reuniones de la Otra Campaña de los zapatistas y dieron la bienvenida al Subcomandante Marcos en su llegada a Atenco. Durante su visita, Marcos se comprometió a que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se solidarizaría con la lucha de Atenco. El Frente de Atenco, con machetes en mano, fue el encargado de proveer seguridad a Marcos durante la marcha del día del trabajo, el 1º de mayo, en el Zócalo de la Ciudad de México, donde el líder del Frente, Ignacio del Valle, habló ante decenas de miles de personas ahí reunidas.

Dos días después de ese acto, los granaderos irrumpieron en la casa en donde Del Valle se había estado escondiendo debido al ataque del que eran objeto en Texcoco. En ese momento, el camarógrafo de Televisa estaba afuera de la casa filmando la operación de la policía cuando aproximadamente cinco oficiales se le acercaron y lo golpearon varias veces con toletes. En consecuencia, no hay una cobertura televisiva del asalto de la policía.

Muchos fotógrafos de periódicos, sin embargo, lograron tomas de la llegada a la cárcel de Del Valle, varias horas después, en la noche. Fue llevado por un oficial de policía encapuchado, que lo agarraba de la cabeza y quien, en las fotografías, señala a los fotógrafos que despejen el área. Otro oficial encapuchado camina detrás de Del Valle agarrándolo por la espalda. Los dos oficiales enmascarados llevaron a Del Valle a través una valla de cientos de granaderos con cascos y escudos antimotines. La cabeza de Del Valle está cubierta con una toalla en la fotografías, pero se alcanza a apreciar su cara hinchada y ensangrentada. También es visible una mancha de sangre del tamaño de un puño en la entrepierna de sus pantalones de mezclilla, evidenciando varios golpes a los testículos.

La policía sitia el poblado. Toman alrededor de 200 prisioneros

Al día siguiente, el jueves, 4 de mayo, México se despertó con las mismas imágenes sangrientas de violencia del día anterior. Atenco despertó con un sitio policial que produjo cientos de heridos y detenidos más.

Cerca de las 6:30 a.m., alrededor de tres mil policías rodearon Atenco y lo invadieron, llenando las calles, derribando a cualquiera en su camino con toletes y con disparos de gas lacrimógeno, tanto para desorientar como para matar. A varios manifestantes se les disparó a muy poca distancia a la cabeza con balas metálicas de gas de 8 cm de largo por 3 cm de diámetro.

En dos horas la policía había ocupado Atenco.

Entonces comenzó el terror. La policía fue casa por casa, rompiendo puertas y ventanas, empujando a la gente a la calle, golpeándolos y después metiéndolos a las camionetas y camiones de la policía. La policía llevaba consigo a un individuo encapuchado, vestido de civil, que señalaba qué casas debían allanarse. Muchas personas que habían participado como oradores en los principales eventos de la Otra Campaña en la Ciudad de México fueron señalados y golpeados. Una mujer que habló en el Zócalo el 1º de mayo fue arrastrada a la calle y pateada varias veces en la entrepierna.

La violencia de la policía el jueves fue indiscriminada. Tanto los reporteros de los medios dominantes como los de la prensa alternativa fueron atacados. Varios miembros de la caravana que ha acompañado a la Otra Campaña por todo el país fueron golpeados y arrestados.

A Samantha Dietmar, una joven fotógrafa alemana que había estado cubriendo la Otra Campaña desde enero, la agarraron en la entrada de su hotel, la golpearon en la cara y la echaron dentro de un camión. Una vecina que presenció el ataque dijo que ella preguntaba por qué la policía se la estaba llevando: «¿Qué hizo ella?» El oficial de policía respondió, según dice la mujer: «Ella hizo lo que yo diga que hizo.»

Dietmar fue llevada a una prisión de mujeres en las afueras de la Ciudad de México. Un abogado de derechos humanos al que le fue permitido entrevistarse con ella dijo que tenía mucho dolor en sus ojos por el gas lacrimógeno y que había sido golpeada en el cuerpo y en la cara. Lo más probable es que Dietmar sea deportada.

El mismo abogado dijo que cinco mujeres fueron violadas en las camionetas de la policía cuando eran llevadas a la cárcel.

Alrededor de 200 y 300 personas fueron detenidas, pero sólo 109 han sido reconocidas por la policía. Una lista con 275 personas que han sido detenidas está circulando en internet, recabada con la información de algunos testigos. Al menos 18 están desaparecidas.

Cientos de personas intentaron esconderse en casas por todo el poblado. En una casa, 23 personas se metieron en un cuarto que medía menos de 4 metros por lado. Afuera del cuarto en el que se escondían, Alexis Benhumea, un estudiante de economía en la ciudad de México, de 20 años de edad, permaneció inconsciente por 12 horas. Poco después de las 6:30 de la mañana, le dispararon en la cabeza, seguramente con una bala de gas. El impacto le rompió el cráneo, abriéndoselo en dos distintas partes, dejando al descubierto el cerebro.

Alexis fue llevado por su padre y dos amigos a una casa para esconderlo. Uno de los manifestantes que se escondió en la casa improvisó un vendaje para que la herida dejara de sangrar. Pero el grueso vendaje ya estaba nuevamente empapado en la tarde. El padre de Alexis y aquellos que se escondieron en la casa temían tanto por la vida de Alexis y por sus vidas que no se atrevieron a dejar el lugar en donde se escondían. De hecho, justo afuera de la casa, la policía estatal y federal bloqueaba ambas salidas de la calle y constantemente patrullaba de un lado a otro de la misma.

«Estaba seguro de que ellos iban a matarlo y a tirarlo en algún lugar si trataba de salir a buscar ayuda médica», dice Ángel Benhumea, el padre de Alexis. «No pensaba que fuera a sobrevivir.»

Después de coordinarse por teléfonos celulares con amigos en la Ciudad de México, corresponsales de Indymedia Chiapas pudieron alquilar una camioneta (que en México operan como autobuses públicos más que como taxis individuales) y hacer un rescate, llevando a Alexis y a su padre a un hospital a 40 minutos de distancia, a las orillas, en la parte este, de la Ciudad de México. Alexis llegó vivo y sobrevivió a una cirugía cerebral intensiva que duró cuatro horas: la hemorragia había ocupado 30 por ciento de su cerebro. Al momento de escribir esto, la condición de Alexis aún es crítica y no se sabe todavía el alcance del daño cerebral.

Alexis Benhumea fue atacado dos veces: primero con una bala que le rompió el cráneo y después con el sitio policial que le hizo imposible a su familia buscar atención médica.

Por la tarde, Atenco era un pueblo ocupado. Los restos de los incendios y los vidrios rotos, miles de policías haciendo guardia, recargados en la entrada de las casas, descansando en las escaleras, recostados en el piso, dormitando a la sombra en la plaza central. Aún el clima era tenso. Cuando tomé una fotografía desde la ventana de un coche a un grupo de policías, uno avanzó rápidamente hacia mí, cargó una bala de gas en su rifle, pero no alcanzó a disparar.

Alrededor de las 5:30 de la tarde, la policía estatal y federal levantaron el sitio, se subieron a sus camiones y se fueron.

La marcha de los zapatistas a Atenco

El jueves por la noche el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y organizaciones sindicales y estudiantiles convocaron a una marcha para el viernes a las 4:00 p.m. de la Universidad de Chapingo a Atenco.

A las 4:00 p.m., Marcos llegó a la universidad, dejando la casa de la Ciudad de México donde había estado rodeado por policías y oficiales de inteligencia desde el miércoles en la tarde. Alrededor de mil personas ya se habían reunido para la marcha a la hora de su llegada.

La marcha salió de Chapingo aproximadamente a las 5:00 p.m. con cerca de 2 mil personas. Pero la marcha continuó creciendo. Subiéndose a algunos lugares elevados, era imposible ver dónde terminaba la marcha, que ocupó la carretera que lleva a Atenco. Las estimaciones entre los reporteros locales van desde cuatro mil a diez mil personas a la hora en que la marcha llegó a Atenco.

Mientras la marcha atravesaba el pueblo de Texcoco, donde la violencia comenzó el miércoles, sus habitantes cerraron las puertas metálicas usadas para cubrir las ventanas de noche, haciendo visible y audible el miedo en este poblado. En los cuatro meses de la Otra Campaña nada como esto había pasado antes. Incluso la policía no esperaba a los manifestantes. Unas pocas motocicletas de la policía del estado fueron delante de la marcha y varios camiones con policía federal a la zaga.

Los manifestantes llegaron a Atenco sin confrontaciones con la policía. En la plaza central, varios líderes de la comunidad y padres de los jóvenes que habían sido golpeados y detenidos hablaron a la multitud que llenó la plaza.

«Mi hijo iba camino a su trabajo cuando lo agarraron,» dice una mujer, «¿eso es justicia?»

El Subcomandante Marcos fustigó la manipulación de los medios de comunicación respecto de la violencia en Atenco, acusando al gobierno de mandar a los directivos de los periódicos, de la televisión y de la radio a que ocultaran las imágenes de la brutalidad policial mientras publicaban y repetían una y otra vez las mismas imágenes de los manifestantes golpeando a la policía.

Marcos sostuvo en el aire cinco cartuchos de escopeta vacíos que los habitantes encontraron después de que el pueblo fue sitiado. «Aquí está la prueba de quién mató al joven», dijo Marcos.

Él ofreció entregar uno de los cartuchos a los reporteros de Televisa y Tv Azteca, los medios dominantes en México, pero los reporteros se rehusaron a identificarse como tales. Marcos dijo que desde ahora concedería entrevistas a cualquier reportero que aceptara publicar la entrevista «sin cortes ni ediciones», marcando un cambio importante en la política de medios que habían mantenido los zapatistas durante la Otra Campaña, que rechazaba de entrada todas las peticiones de entrevistas.

Marcos reiteró el apoyo de los zapatistas a Atenco y a sus prisioneros políticos.

«No están solos», dijo. «Continuaremos llevando a cabo movilizaciones por todo el país hasta que los prisioneros políticos sean liberados.»

También acusó al gobierno de haber planeado la represión: «¿Por qué la policía estaba lista para atacar aquí [en Atenco], si el problema fue en Texcoco?», preguntó. «Porque ellos quieren de nuevo su aeropuerto y vienen por sus tierras.»

Marcos dijo que él y otros participantes en la Otra Campaña se quedarían en la Ciudad de México por tiempo indefinido y llamó a una reunión pública nacional en Atenco los dos días siguientes.

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*Puede verse algunas fotos en el enlace del artículo en inglés. (N. del T.)