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Bush y los cómplices de su política terrorista

Fuentes: Rebelión

Nos encontramos a tan solo tres meses de distancia de que se cumpla el quinto aniversario del 11-S y en un encuentro como este parece obligado hacer un balance de lo que ha sucedido en este último lustro. Y el balance no puede ser más aterrador. El retroceso que han sufrido las libertades democráticas y […]


Nos encontramos a tan solo tres meses de distancia de que se cumpla el quinto aniversario del 11-S y en un encuentro como este parece obligado hacer un balance de lo que ha sucedido en este último lustro. Y el balance no puede ser más aterrador. El retroceso que han sufrido las libertades democráticas y los Derechos Humanos en el mundo, allí donde llegó, de forma directa o indirecta, esa mal llamada guerra contra el terror lanzada por el emperador Bush hijo, ha sido atroz.

En el último informe anual sobre el Estado de los Derechos Humanos en el Mundo 2006 que presentó en mayo pasado una organización tan poco sospechosa de apoyar a cualquier Eje del Mal como es Amnistía Internacional, se hace especial hincapié, al igual que lo vienen haciendo sus informes desde 2002 y también los de Human Rights Watch, a las denuncias contra la Administración Bush y la de Tony Blair. Esto llega a tal punto de convertirlas en eje central de sus textos, de las introducciones de los mismos y de las ruedas de prensa ofrecidas simultáneamente en numerosas capitales del mundo el 23 de mayo. Y estamos hablando de un informe de 500 páginas sobre 150 países. Sin embargo, organizaciones como Amnistía, se han visto obligadas a dedicar más espacio a EE.UU., por ejemplo, que a cualquiera de los países que Bush demoniza día tras día y sobre los cuales pone su dedo acusador.

Pocos días después de presentado ese informe, George W. Bush recibía en la Casa Blanca a su máximo aliado mundial, Tony Blair, y juntos, y con cara circunspecta, en un momento en que ambos se encuentran en sus respectivos mínimos históricos de popularidad, intentaban explicar en rueda de prensa, que en gran medida ello se debía a que estaban pagando caro los abusos contra los prisioneros de Abu Ghraib, a pesar, claro, de haber sido «unos casos aislados», unas perversiones realizadas por un puñado de policías militares de la América profunda.

Dos años y un mes después de que salieran a la luz las humillaciones, torturas y asesinatos de Abu Ghraib, que fueron solo la punta visible de un inmenso iceberg extendido por todo Iraq, Afganistán y Guantánamo, tal como quedó ampliamente demostrado por los miles de documentos que finalmente pudieron ser desclasificados, gracias a la labor de algunas organizaciones defensoras de los derechos civiles estadounidenses, Bush y Blair se permitían todavía lamentarse del daño producido por el puñado de soldados perversos.

LOS ‘MY LAI’ DE IRAQ

Pero, para revestir de más patetismo y cinismo su rueda de prensa, en el mismo momento en que Bush y Blair ponían caras compungidas en la Casa Blanca, los telediarios de las propias televisiones de EE.UU., que no se suelen caracterizar precisamente por mostrar a la población cosas desfavorables a los intereses patrios, abrían con un tema que aguaba sus palabras: la filtración de la investigación interna llevada a cabo por US Naval Criminal Investigative Service el Servicio de Investigación Criminal de la Marina de EE.UU. sobre la matanza de 24 civiles desarmados protagonizada por el 3er. Batallón del 1er. Regimiento de la 1ª. División de Infantería de Marina. El 19 de noviembre de 2005, en la localidad de Haditha, de forma brutal, los marines mataron a mansalva a los habitantes de varias viviendas cercanas al lugar donde un humvee que formaba parte de un convoy militar que voló por los aires por una mina, muriendo uno de los soldados. El batallón quiso así vengar a su compañero, castigando a una población indefensa, como lo ha hecho antes en Faluya, en Ramadi y tantos otros lugares, al considerar que son reductos donde la guerrilla contra la ocupación se mueve como pez en el agua.

Los militares intentaron falsear los hechos para que no se supiera realmente lo que sucedió, pero, el comandante en jefe, Bush, prometió un castigo ejemplar para los culpables, «si se comprueba que se ha quebrantado la ley». Habían pasado muy pocos días de estos sucesos, el 2 de junio de 2006, cuando la BBC emitía un video en el que se veía una nueva matanza de 11 civiles iraquíes por parte de tropas de EE.UU. en Iraq, que sucedió el 15 de marzo pasado en la localidad de Ishaqi, cerca de Samarra, a unos 100 kilómetros, al norte de Bagdad. En esta ocasión los asesinados eran cinco adultos y cinco menores y los responsables, miembros de la 101º División Aerotransportada de EE.UU. En las horas transcurridas entre ambos sucesos, el 29 de mayo pasado, en otro frente bélico abierto por el emperador, en Afganistán, 14 civiles afganos morían en una violenta revuelta contra las tropas de EE.UU. en Kabul. Vehículos militares de EE.UU. habían atropellado accidentalmente y matado a cinco personas y esto colmó la ira acumulada que ya tiene la población contra el ocupante, protestas que fueron sofocadas a su vez a tiros, muriendo así otras 14 personas, lo que demuestra cómo está llevando la paz, la libertad, la Justicia y la democracia EE.UU. y sus aliados a Iraq y Afganistán.

Pero también el Pentágono aseguró que investigaría los hechos de Afganistán…como investigó los de Abu Ghraib, claro.

LA IMPUNIDAD IMPERIAL

El malestar provocado en algunos sectores de las propias Fuerzas Armadas por la revelación de las fotos de Abu Ghraib y el temor a nuevos destapes en medios de comunicación, decidieron al Pentágono a llevar a cabo una serie de investigaciones internas, de las cuales se dio posteriormente información parlamentaria. ¿Qué decían esas investigaciones? A pesar de que se acotó al máximo su campo de acción, evitando que pudiera llegarse a fondo en el tema, las responsabilidades de la Administración Bush eran más que evidentes. Viendo no solo la parte semipública que se conoció en su momento, sino fundamentalmente los cientos de ficheros secretos donde hay testimonios escalofriantes, comprobamos cómo desde la propia cúpula de la Casa Blanca y el Pentágono se articuló un amplísimo plan para autorizar la tortura a niveles masivos y para justificar que no le fueran reconocidos los derechos de prisioneros de guerra tal como establece las Convenciones de Ginebra, a los talibán ni a ninguno de los sospechosos de ser Al Qaeda que se capturen en el mundo. Supuestamente porque no forman un ejército regular.

-En las decenas de memorandos internos del Pentágono, en sus consultas con letrados militares, se ve claramente cómo urden todo un plan siniestro para impedir que ni el torturador de base ni el interrogador de la Inteligencia militar, el mercenario o agente de la CIA o el propio comandante en jefe, es decir, el mismísimo Bush, dado que se habla explícitamente de él, puedan ser juzgados por torturas o crímenes de guerra o genocidio ante un tribunal federal. Para completar ese blindaje a nivel internacional, EE.UU., que tiene tropas en más de 140 países, viene firmando, a través del chantaje, acuerdos bilaterales con decenas de países de todo el mundo, para que estos se comprometan a que en ningún caso llevarán a soldados de EE.UU. acusados de crímenes de guerra ante el tribunal de la Corte Penal Internacional, que tiene competencias precisamente a nivel universal sobre temas de genocidio, crímenes de guerra o contra la humanidad.

Varios de los países que han rechazado firmar estos acuerdos han visto cortados ayudas económicas o planes de apoyo a la lucha contra las drogas o hasta planes de lucha contra el terrorismo, paradójicamente. En cambio, aquellos que aceptan firmarlos, tienen garantizados todo tipo de ayudas. De esta manera, EE.UU. garantiza, ya que no pudo impedir que naciera la CPI que al menos en lo que a sus hombres compete, hay decenas y decenas de países que jamás denunciarán a sus tropas, ni a sus agentes ni diplomáticos.

La impunidad, por lo tanto, es total y realizada con todo descaro y con fachada supuestamente legal. En el caso concreto de Abu Ghrabi, el informe final interno del Pentágono, que concentró el resultado de una decena de investigaciones distintas, tiene 15 000 páginas, y a pesar de las innumerables pruebas que estas contienen sobre las responsabilidades de la Casa Blanca y el Pentágono, solo fueron condenados 11 militares de bajo rango, el último de ellos estos días, el sargento Santos Cardona, uno de los que arrojaba los perros contra los prisioneros, quien fue condenado…a 90 días de trabajo forzado, 7 200 dólares de multa y una degradación en el escalafón. Ese es el tipo de «castigo ejemplar» del que nos habla Bush, al tiempo que Donald Rumsfeld promete cursos de moral para los Marines para que no se repitan masacres como las de Haditha. ¿Pero quiénes les darán cursos de moral a él y a Bush?

VUELOS Y CÁRCELES SECRETAS DE LA CIA

Pero esto no es todo. Paralelamente a su actuación en los frentes de guerra, a través de sus llamadas guerras preventivas, EE.UU. lleva a cabo desde el 11-S otro tipo de accionar, por medio de la CIA, de forma autónoma en muchos casos, aunque en otros sus acciones están coordinadas con distintas ramas de las Fuerzas Armadas u otras de las agencias controladas por el superdirector de Inteligencia, el tristemente célebre John Negroponte.

Las llamadas extraordinary renditions o «entregas extraordinarias» de prisioneros secuestrados en distintos países, que la CIA traslada a «sitios negros» propios o a los controlados por servicios secretos aliados de los países más disímiles para torturarlos con total impunidad, lejos de constituir unas prácticas excepcionales de su particularísima «cruzada» contra el terror, han pasado a ser la esencia misma de esa lucha. Cerca de 1 000 de esos vuelos han pasado por el espacio aéreo europeo desde el 11-S hasta fines de 2005, según pudieron comprobar las autoridades aeroportuarias y confirmaron investigaciones del Consejo de Europa, organismo garante desde hace medio siglo de la Convención Europea contra la Tortura. A pesar de que al menos 25 de esos vuelos transportando secuestrados han hecho escalas en aeropuertos civiles de Mallorca, las islas Canarias, Málaga y Barcelona, no solo durante el Gobierno Aznar, sino también lamentablemente durante el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, este último ha obstaculizado sistemáticamente toda la investigación sobre el tema, negándose durante meses a comparecer ante las propias Cortes y llegando a ser criticado por el propio Consejo de Europa por la limitada información suministrada sobre los mismos cuando le fue requerida por la Comisión de investigación abierta por el fiscal Dick Marty.

El programa de las extraordinary renditions es el arma por excelencia aportada por la CIA a la Administración Bush para poder combatir a un enemigo tan atípico como la red Al Qaeda, una organización con miles de cabezas, diseminada cada vez por más países, que no requiere de un gran presupuesto ni de una importante logística para actuar ni para operar y que se puede mover como pez en el agua en una comunidad de 1 200 millones de fieles musulmanes.

A pesar de que muchos medios de comunicación, e incluso algunas organizaciones humanitarias internacionales difundieron la versión según la cual este tipo de programa de la CIA habría nacido después de los atentados del 11-S, en realidad hay precedentes antes de esa fecha, si bien es cierto que se convierte en una práctica sistemática a partir de la misma. El mismo nombre de rendition proviene de la primera fórmula legal utilizada durante la era Reagan, en los años 80, cuando, como parte del comienzo de la imposición de la extraterritorialidad de las leyes estadounidenses, el presidente republicano comenzó a presionar a ciertos países, especialmente de América Latina, para que le entregaran a determinados capos del narcotráfico, a los que la DEA, la agencia antinarcotráfico de EE. UU., acusaba de inundar su territorio con droga.

Ese chantaje fue incluso una de las armas favoritas usadas desde ese momento por Washington para decidir si daba a cada uno la «certificación» anual de país que luchaba contra las drogas o no, y de eso dependía la ayuda económica, militar, etcétera que recibía del imperio. Colombia, especialmente, pero también Perú, Bolivia y México, fueron los países sobre los que más presión se ejerció.

Posteriormente, la rendition, o «entrega» adquirió incluso una cara inusitada. Los «jueces» se vistieron de militares, de marines más concretamente en el caso de Panamá, en 1989, para invadir el país, tirar abajo su Gobierno, secuestrar a su presidente, el general Manuel Noriega, llevárselo por la fuerza en avión a Florida, donde un tribunal lo juzgó por narcotráfico, lo condenó y lo dejó encerrado en una cárcel de por vida.

PRECEDENTES EN LA ERA CLINTON

En los años 90, las rendition comenzarían a experimentar su mutación, hasta terminar siendo las extraordinary renditions tal como hoy las conocemos. De cómo fue el origen de todo esto nos enteraríamos mucho después de conocer algunos de los secuestros que comenzó a realizar la CIA tras el 11-S, los vuelos, etcétera. Tendríamos confirmación de cómo se fraguó realmente el programa solamente cuando el hombre que lo creó en los años 90, durante la Administración Clinton, un tal Michael Scheuer, decidió contarlo públicamente. Esto sucedió el 14 de noviembre de 2004, en el programa 60 minutes de la cadena CBS. Ante la cámara, el barbudo Scheuer, un hombre de cuarenta y tantos años, que solo una semana antes había dejado la CIA tras trabajar en ella cerca de veinte años, reivindicó con orgullo haber sido el responsable de la célula encargada de buscar y capturar a Osama bin Laden, después de que Al Qaeda atentara contra las Torres Gemelas en 1993, matando a cuatro personas.

La fiscal Mary Jo White consiguió una orden contra Bin Laden y supuestamente era Scheuer el encargado de capturarlo en algún lugar del planeta, para, al igual que antes se había hecho con Noriega, ponerlo en manos de un tribunal federal. El sonriente Scheuer explicó sin embargo que en la práctica todo eso era muy complejo tratándose de Bin Laden. Al salir a la luz Scheuer supimos también que él era el autor de varios libros publicados los años precedentes, como Through our enemies’ eyes (A través de los ojos de nuestros enemigos) bajo la firma de «Anonymous» donde demostraba conocer al detalle a la «presa» a la que buscó infructuosamente durante tantos años.

Y en ese libro precisamente, «Anonymous» Scheuer, reconstruyendo la vida de Bin Laden, y tras recordar el abierto apoyo político, económico, y de EE.UU. a los muyaidin en Afganistán para luchar contra las tropas soviéticas, reconocía que incluso antes de terminar la guerra, en 1988, Osama bin Laden, comenzó a diseñar Al Qaeda (La Base, en árabe) para evitar que una vez terminada esa primera yihad contemporánea todos los combatientes musulmanes que habían luchado juntos se dispersaran.

No solo es por tanto, que EE.UU. ha recibido veinte años después el boomerang que lanzó en aquel momento otro republicano, Ronald Reagan. Es también, que ante ese boomerang precisamente, a las consecuencias que provocó años después con aquella yihad que paradójicamente ayudó a lanzar, reclutando, financiando, instruyendo y armando, junto a Arabia Saudí, Paquistán y otros países, a miles y miles de integristas radicales de distintas regiones del mundo,

EE. UU. ha debido organizar en pleno siglo XXI, lejos ya de aquella Guerra Fría, otra gran operación encubierta, la de las extraordinary renditions y sus cárceles secretas o sitios negros.

La CIA se dedica ahora a cazar precisamente a aquellos muyaidin veteranos de Afganistán de los 80 o a los que heredaron sus ideales y crearon allí La Base (Al Qaeda) gracias en gran parte a Washington.

Scheuer explicaba en aquel programa de 2004 y en posteriores entrevistas que aquellas buenas intenciones de seguir el protocolo de capturar a un individuo en el extranjero acusado por un tribunal federal norteamericano y llevarlo ante este, pronto se descartaron.

El 13 de septiembre de 1995 llevan a cabo el primer secuestro, en Zagreb, Croacia, del egipcio Talat Fuad Qasem, quien había sido sentenciado a muerte en rebeldía tiempo antes en su país, acusado por la muerte de Sadat. Tras ser torturado durante días a bordo de un buque anclado en el Adriático, es trasladado a una cárcel en Egipto, donde se supone que terminó siendo ejecutado. Tres años después, en el verano de 1998, en Tirana, Albania, agentes de ese país y de la CIA secuestran a cinco militantes fundamentalistas egipcios, entre los que se encontraba Shawiki Salama Aitya, al que se relacionaba con Zawahiri, lugarteniente de Bin Laden. Los cinco fueron trasladados a Egipto, donde se sospecha que fueron ahorcados.

Esos son al menos los dos precedentes conocidos de ese tipo de operaciones, previas al 11-S. Se tomaron como experimentales. A partir del 11-S, de declararse abiertamente la guerra contra Al Qaeda y de comprender que el fenómeno había ido muy lejos, que se les había escapado totalmente de las manos, que desde el primer atentado de las Torres Gemelas, habían habido muchos atentados de Al Qaeda, en Arabia Saudí, contra el destructor US Cole frente a las costas de Yemen, contra las embajadas de Tanzania y Kenia y que todo demostraba que cada vez tenía más ramificaciones, se da luz verde a la CIA para que lance una gran operación encubierta a nivel mundial.

En realidad este trabajo de la CIA se da paralelamente al del Pentágono en los escenarios de guerra, en Afganistán y en Iraq, pero en muchos casos, en aquellos de los llamados prisioneros de «alto valor», se coordinan las acciones, se traspasan prisioneros. En esos vuelos, que se realizan en aparatos civiles, a veces alquilados a empresas civiles legales preexistentes, y en la mayoría de los casos directamente pertenecientes a empresas fantasma de la CIA, creadas ad hoc., a veces se traslada a la víctima desde una cárcel iraquí o afgana, o desde la base de Guantánamo, hacia un lugar donde estará aún más fuera de todo control de cualquier observador inoportuno de la Cruz Roja Internacional. En otros casos se los lleva a su destino desde el mismo lugar donde es secuestrado, en cualquier parte del mundo, con o sin complicidad de las autoridades locales. Hay registrados secuestros de este tipo en lugares tan disímiles como Marruecos, Malasia, Filipinas, Indonesia, Sudán, Gambia, Malawi, Arabia Saudí, Pakistán, o en el propio aeropuerto John Ftzzgerald Kennedy de Nueva York. El canadiense de origen sirio Maher Arar fue detenido el 26 de septiembre de 2002 cuando su avión hizo escala en EE. UU. de vuelta a su casa en Canadá de un viaje de vacaciones y las autoridades, no contentas con el interrogatorio al que lo sometieron durante días, sin dejarle comunicarse con un abogado ni con la embajada canadiense, decidieron embarcarlo en uno de los aviones civiles de la CIA rumbo a Jordania y desde allí por tierra a Siria, donde fue entregado a los servicios secretos de ese país. Cuando tras meses de torturas sin obtener ningún resultado los sirios devolvieron a Arar a sus colegas de la CIA, la Administración Bush alegó que habían obtenido «garantías» escritas de que no lo torturarían.

SECUESTROS Y VUELOS EN SUELO EUROPEO

A pesar de que el espacio europeo fue el más utilizado durante los últimos cuatro años para los cerca de 1 000 vuelos que se estima realizó la CIA, y de que varios de los secuestros y de los «sitios» negros han tenido lugar en el viejo continente, los distintos gobiernos, cómplices pasivos o activos de ese programa, se han ocupado de que el tema mantuviera el más bajo perfil posible tanto a nivel político como en la cobertura de los medios de comunicación.

Es así que la mayoría de los ciudadanos europeos y de los propios movimientos sociales parecen no haber tomado hasta ahora conciencia plena de la magnitud y gravedad del tema.

El primer secuestro de este tipo en suelo europeo del que al menos se tenga noticia se produjo en Suecia el 18 de diciembre de 2001, es decir, tres meses y días después del 11-S, y las víctimas, capturadas por agentes de la CIA en colaboración con agentes de la SÄPO (Policía de Seguridad sueca) paralelamente en dos ciudades distintas de este país, fueron dos ciudadanos egipcios, Ahmed Agiza y Mohammed al-Zari, dos solicitantes de asilo. Los dos fueron transportados en uno de los aparatos civiles de la CIA a Egipto, donde también, como en el caso del ciudadano sirio Arar, Suecia y EE. UU. habrían recibido «garantías» de que no sería torturado. Los dos fueron brutalmente torturados y permanecieron años en prisión. Sobre su historia se realizaría posteriormente el documental sueco Promesa rota.

Cronológicamente, el segundo caso conocido de secuestro conocido de secuestro protagonizado por un total de 22 agentes de la CIA en suelo europeo, tuvo lugar en pleno centro de Milán, el 17 de febrero de 2003. La víctima fue un imam radical egipcio, conocido como Abu Omar, capturado cerca de su mezquita tras ser inmovilizado con un spray paralizante. La impunidad con la que actuaron los secuestradores fue tal que utilizaron para sus comunicaciones los mismos móviles italianos que usaron también para hablar con familiares e incluso, en el caso de algunos de ellos, para informar a sus jefes…de la embajada de EE. UU. en Roma. Esto permitió a los fiscales, a través del control de las llamadas producidas en el área del secuestro que proporcionó el operador telefónico, identificar a los titulares de las líneas y conocer que varias de las llamadas realizadas posteriormente fueron hechas desde la base aérea norteamericana de Aviano. Desde esa base, la misma que ha utilizado el Pentágono para lanzar sus bombardeos contra Afganistán e Iraq, partió el avión civil de la CIA con su víctima hacia una base militar norteamericana en Alemania y desde allí hacia su destino, en Egipto. Este país reconoció finalmente que lo tenía preso, meses después.

El gobierno de Silvio Berlusconi desmintió haber dado luz verde a

EE. UU. para que sus agentes actuaran impunemente en territorio italiano, pero hasta ahora el gobierno se ha negado a tramitar el pedido de extradición de los 22 agentes de la CIA solicitado por el fiscal.

El tercero de los casos de secuestros en Europa conocidos públicamente al menos, es el de Jaled el Masri, alemán de origen libanés, residente en Alemania desde los años 80. El Masri fue retenido el 31 de diciembre de 2003 en un control fronterizo en Skopje, Macedonia, fronterizo con Serbia, cuando los guardias retuvieron su pasaporte por considerarlo sospechoso de pertenecer a Al Qaeda. Según la versión inicial, los guardias tenían una lista de la CIA en la cual figuraba un supuesto miembro de Al Qaeda con un nombre muy similar a la de Jaled el Masri, aunque hace algún tiempo se comenzó a especular que los propios servicios secretos alemanes podrían haber facilitado a la CIA información sobre algunas relaciones «inconvenientes» que mantenía El Masri en Alemania y se habría aprovechado el hecho de que se encontraba fuera de Alemania para llevar a cabo ese secuestro.

Esa variante está siendo actualmente investigada por una comisión parlamentaria. El hecho es que El Masri fue retenido ilegalmente en Macedonia, sometido a interrogatorios y torturas y después de varias semanas fue trasladado a Afganistán donde siguieron los tormentos durante varios meses. Finalmente fue liberado sin ningún tipo de explicaciones.

Fue a partir de datos aportados por él posteriormente acerca del avión en el que había sido trasladado, un Boeing 737 N313P (que también usa la matrícula N4476S) e investigaciones periodísticas posteriores, que se pudo confirmar que ese aparato, antes de recogerlo en Macedonia había hecho escala en aeropuerto Son Sant Joan de Palma de Mallorca, a donde había llegado a su vez desde Argel.

Después de dejar a El Masri en Afganistán, el mismo Boeing volvió a hacer escala en Palma de Mallorca. En el primer trimestre de 2005, gracias fundamentalmente a la investigación de medios locales de Mallorca y las islas Canarias se conocía ya que los aparatos más conocidos de la CIA habían hecho escala en más de veinte ocasiones en sus aeropuertos. En algunos casos, por las escasas horas que permanecieron, es de suponer que llevaban «carga», que transportaban a algún prisionero. En otros, sin embargo, sin duda eran escalas que formaban parte del «reposo del guerrero», dado que los tripulantes de los aviones permanecían hasta dos y tres días, y por las facturas que pagaron en los hoteles de lujo donde se albergaron no se privaban de nada.

En marzo de ese año, 2005, un partido español, Izquierda Unida, presentó su primer reclamo de explicación sobre el tema al Gobierno de Rodríguez Zapatero, cuando éste ya llevaba casi un año en el poder. Desde entonces hasta la fecha esa formación política presentaría, cada vez con más detalles, preguntas sobre el tema, incluso en mayo de ese año en la propia sesión de control a Rodríguez Zapatero (sin que este se dignara a contestar) y pediría una y otra vez la comparecencia de los ministros competentes.

A ese primer reclamo de IU a nivel estatal le seguiría un planteamiento de varios partidos en el Parlament Balear, el Parlamento regional de las islas Baleares, en abril de ese mismo año, pero ¡oh sorpresa!, por una vez el PSOE y el PP hicieron frente común para impedir que se votara la propuesta de pedir al Gobierno central explicaciones sobre los vuelos de la CIA. Las escalas de los aviones de la CIA en España (y los secuestros, torturas y violación del Derecho Internacional que conllevan) comenzaron en 2002 y hay constancia de que siguieron al menos hasta noviembre de 2005, es decir, afectan tanto al gobierno de José María Aznar como al de José Luis Rodríguez Zapatero. Se retiraron las tropas de Iraq, sí, pero no se anularon algunas de las polémicas cláusulas incluidas en el Protocolo de Enmienda al Convenio de Cooperación para la Defensa, que se firmó entre España y EE. UU. el 10 de abril de 2002, que daría un salto en las relaciones militares y de Inteligencia que mantienen los dos países ininterrumpidamente desde 1953, es decir, desde la dictadura franquista. El ministro de Defensa de José María Aznar, lJosé Bono, ratificó también el Comité Bilateral de Defensa de Alto Nivel creado durante la era de su predecesor, Federico Trillo, con su contraparte, Donald Rumsfeld, para regular un sinfín de consultas y «autorizaciones» militares y de Inteligencia.

EL BOICOT DEL GOBIERNO ZAPATERO

Y los parlamentarios españoles tendrían que pasar todavía muchos meses más, exactamente siete más, hasta noviembre de 2005, para que el gobierno delegara en su ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, la responsabilidad de dar su posición oficial sobre el tema de los vuelos, algo acerca de lo que ya se empezaba a hablar en toda Europa. Y esa respuesta no pudo ser más patética.

Durante esos meses miembros de la Comisión de Derechos Humanos del Colegio de Abogados de las islas Baleares presentaron una denuncia ante los tribunales de Mallorca, y poco después, a título individual, 11 ciudadanos presentaron una querella criminal por detención ilegal, secuestro y tortura relacionados con siete operaciones concretas en las que estaban involucrados aparatos de la CIA que habían hecho escala en esa isla española. La Fiscalía Balear decidió abrir una investigación. La parte sustancial de ese expediente lo constituye el informe presentado al fiscal Barceló por la 1701ª Comandancia Illes Balears Compañía Puerto-Aeropuerto Palma, que lleva fecha 23 de marzo de 2005. En sus 127 páginas se comprueba que la Guardia Civil en ningún momento subió a los aviones denunciados, a pesar de que siguieron haciendo escala en dicho aeropuerto, sino que se limitaron a interrogar, siguiendo un cuestionario de un folio, a los responsables locales del mantenimiento de esos aparatos. Las preguntas son de este tenor: «¿Ha notado usted alguna modificación estructural en el interior del aparato»?, como si para trasladar a un detenido hiciera falta montar una celda con barrotes. Otra de las preguntas que se lee en el informe es: «¿Tiene usted conocimiento que esta aeronave y sus ocupantes realizaran actividades ilegales?» o «¿Conoce la actividad que desarrolla la aeronave y sus ocupantes?». En todos los casos las respuestas son negativas. El cuestionario al que se sometió a algunos de los periodistas que investigaron el tema, para saber sus fuentes, sin embargo no fue de un folio, sino de cinco.

Miguel Ángel Moratinos se basó en su comparecencia fundamentalmente en ese informe -que queda muy por detrás de la investigación ya aportada por los medios de investigación- y en las «garantías» dadas por EE. UU. de que «en ningún momento se violaron los acuerdos bilaterales» ni la soberanía española. Y con ello, tras siete meses de espera, el gobierno dejó zanjado el tema.

Posteriormente, cuando gobiernos como el de la conservadora Ángela Merkel al menos tímidamente pidieron explicaciones a EE. UU. sobre el tema de los vuelos, al «descubrir» que por el espacio aéreo alemán habían pasado al menos 400 de los 1 000 vuelos registrados por las autoridades aeroportuarias como realizados por los famosos aparatos de la CIA, el Gobierno español no abrió la boca. Ante la presión mediática existente en distintos países europeos, la Unión Europea se vio incluso obligada a pedir «explicaciones» a EE. UU. sobre el tema y fue así que George W. Bus decidió enviar de gira a Condoleezza Rice a Europa en diciembre de 2005. La secretaria de Estado «convenció» a sus aliados de la OTAN y de la UE de que todos estaban en el mismo barco en la lucha contra el terror y todos salieron convencidos de que todo se hacía «respetando el Derecho Internacional».

Moratinos no acudió a la cita con Rice, estaba de gira por África, pero el representante español en ese encuentro, Bernardino León, secretario de Estado para Asuntos Exteriores, fue, paradójicamente el más entusiasta con los resultados de la reunión: «Condoleeza Rice dejó claro que no se torturó y que la legislación internacional se aplica en EE. UU. como en el resto de la comunidad internacional«. El cinismo de esas palabras adquiere más gravedad si cabe, si se tiene en cuenta que en esos mismos días la prensa daba cuenta que Administración Bush intentaba por todos los medios impedir que en la Cámara de Representantes prosperara una enmienda presentada por el senador McCain para que taxativamente se prohibiera la tortura a los prisioneros bajo custodia de EE. UU. El gobierno estadounidense pretendía que se hiciera una «excepción» con las operaciones en el exterior, con aquellos prisioneros sospechosos de pertenecer a Al Qaeda, dado que el verse obligados a respetar el estatus de prisioneros de guerra, según las Convenciones de Ginebra, podría «obstaculizar» la lucha contra el terrorismo.

Tan cínico resulta ese argumento como resulta la actitud que están tomando algunos países europeos al decidir retirar las tropas de Irak y, al mismo tiempo aumentar las que tienen en Afganistán, como está haciendo España, por ejemplo. Es particularmente cínico cuando es de ese país, entre otras cosas, desde donde EE. UU. ha trasladado precisamente, de forma unilateral, a cientos de prisioneros hacia Guantánamo, donde los mantiene en un limbo legal desde hace cuatro años, privados absolutamente de todo tipo de derechos, violando las más elementales reglas de la guerra, de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional. Paradójicamente, una vez más, hay que recordar que una conservadora como Angela Merkel ha pedido a Bush personalmente el cierre de su centro de detención en la base de Guantánamo y hasta el mismísimo Tony Blair, en una suerte de ataque de esquizofrenia, ha dicho que sería conveniente hacerlo. Por supuesto que él no está pensando en que se juzgue con todas las garantías a esos 600 prisioneros y que se los condene o libere, según decidan los tribunales, sino, como podría ser a mediano plazo la nueva política de EE. UU., que se los traslade a nuevas cárceles en Afganistán en algunos casos, o en otros, que se los deporte a sus países de origen, donde pueden volver a repetir su drama.

Esquizofrenia es también la del Parlamento Europeo, órgano donde están representados todos los grupos parlamentarios de Europa, y el mayoritario es el Popular, la derecha, que se ha pronunciado también por el cierre de Guantánamo, pero, como se sabe, sus decisiones no son vinculantes. A pesar de esos reclamos y de los que desde hace años realizan organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, el Gobierno de Rodríguez Zapatero, posiblemente para no irritar al imperio, ofendido todavía por la retirada de las tropas españolas de Iraq, se ha negado hasta el momento a pronunciarse siquiera a favor del cierre de Guantánamo.

BUSH CUENTA CON DEMASIADAS COMPLICIDADES

Si Bush ha podido ir tan lejos en estos casi cinco años de cruzada planetaria contra el terrorismo, violando las libertades democráticas de su propio pueblo, pisoteando e invadiendo países, matando a miles de civiles, al punto de convertir a este mundo en un sitio cada vez más peligroso, ha sido gracias a que ha contado desde el primer momento con muchas complicidades.

En el ámbito interior, contó en primer lugar, con la pasividad, cuando no con la complicidad activa, del propio Partido Demócrata, para sacar adelante esa siniestra Patriot Act, el paquete de medidas antiterroristas que ha tirado por tierra con todas aquellas libertades democráticas de las que se enorgulleció siempre el pueblo estadounidense, retrotrayéndolo a las peores tiempos de la era McCarthy.

Los demócratas apoyaron la nueva Doctrina Militar de las guerras preventivas, autorizando a su comandante en jefe a lanzar más y más guerras de rapiña en cualquier parte del mundo, justificadas con los argumentos más absurdos, como las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Husein, y que en definitiva solo perseguían controlan sus riquezas energéticas, como ahora lo persigue con una eventual nueva guerra en Irán. Los demócratas también le dieron luz verde para su macropresupuesto militar, no levantaron más que tímidamente su voz sobre la terrible situación que representa mantener a cientos de prisioneros privados de todo derecho en Guantánamo, a pocos kilómetros de sus costas, ni tampoco convirtieron en un problema de Estado los escándalos de tortura de Abu Ghraib, o las matanzas en Faluya u otras en otros sitios de Iraq o Afganistán.

Tampoco movieron un dedo frente a las denuncias sobre la existencia de cárceles secretas de la CIA en Europa, o sobre los secuestros de esa agencia y los traslados de prisioneros a terceros países para ser torturados con total impunidad, para burlar precisamente a los propios tribunales federales, a la Constitución y las sacrosantas Enmiendas norteamericanas.

Y si Bush contó con esta complicidad interior por parte de la oposición, no fue menos, como vimos, la que obtuvo en el exterior, por parte de la llamada «comunidad internacional». Ni la ONU, ni la UE, ni la OEA, ni ningún organismo de peso a nivel internacional, alzaron su voz para denunciar todos esos hechos. Alemania, Francia y Rusia, que habían negado apoyo a EE.UU. en el Consejo de Seguridad de la ONU para invadir Iraq, olvidaron esa postura una vez que la guerra se consumó, más preocupados por quedar fuera del reparto del botín de la reconstrucción que por las violaciones de la Carta de la ONU, del Derecho Internacional, de las miles de muertes producidas y de la destrucción de Iraq. El propio secretario general de la ONU, Kofi Annan, que había criticado la intervención inicialmente, terminó por legitimarla, al asignarle a EE.UU. y el Reino Unido el estatus de fuerzas ocupantes que la Carta de Naciones Unidas prevé para guerras reconocidas como «ajustadas a Derecho».

A pesar de esta visión obligadamente pesimista sobre aspectos importantes de la realidad política mundial de estos primeros años del siglo XXI, hay otras realidades en el mundo que nos llaman al optimismo y que nos deben dar fuerza precisamente para poder combatir estas lacras con más energía, para movilizarnos y denunciarlas en todos los foros y medios que podamos a lo largo y ancho del planeta. Y ese optimismo contagioso, que desgraciadamente todavía llega con demasiados filtros interesados a Europa como para que se conozca realmente, sin distorsiones, nos viene de América Latina. Nos viene de este triángulo que ya forman Cuba, Venezuela, Bolivia, y al que confiamos que se sumen a corto y mediano plazo muchos otros países del continente y El Caribe, con sus diversidades, respetando sus distintas realidades, su pluralismo. Hoy por primera vez en la historia contemporánea hay una ola de izquierda en América Latina que no puede desaprovecharse. Por fin las mayorías de muchos países parecen decididas a hacer valer de una vez su dignidad, sus derechos, a reivindicar sus riquezas naturales, a hacer valer la fuerza de su unidad y de sus intereses comunes, para romper las ataduras económicas, comerciales, financieras, políticas y militares que las mantienen dependientes desde hace tantos años del imperio estadounidense, en primer lugar, pero de otras potencias también, y con muchas complicidades locales, con muchas clases políticas corruptas, que se convierten en sus peones y gendarmes de turno.

EE.UU., el Reino Unido y sus tantos cómplices en Europa y muchas partes del mundo representan una cara de la situación de nuestro planeta en estos inicios del siglo XXI, pero a pesar de todo su poder, las cosas cada vez les van peor, mientras que en este triángulo, en esta América Latina, se está construyendo una alternativa. Apoyémosla, ayudemos cada uno dentro de nuestras posibilidades para que se siga consolidando, para que esta esperanza de hoy para sus cientos de millones de habitantes, sea su realidad de mañana.