Con esas palabras ha definido el primer ministro indio Manmohan Singh el terremoto que ha asolado Jammu&Kashmir, la zona de Cachemira ocupada por India. Sin embargo, la verdadera calamidad que lleva años sufriendo el pueblo cachemir es la ocupación y división de su territorio entre tres estados poderosos de la región, India, Pakistán y China. […]
Con esas palabras ha definido el primer ministro indio Manmohan Singh el terremoto que ha asolado Jammu&Kashmir, la zona de Cachemira ocupada por India. Sin embargo, la verdadera calamidad que lleva años sufriendo el pueblo cachemir es la ocupación y división de su territorio entre tres estados poderosos de la región, India, Pakistán y China.
Durante años el eje central de la situación en Cachemira, al menos para las fuentes occidentales, se ha situado en un posible acuerdo entre las dos potencias del sur de Asia, India y Pakistán. En este diagnostico se cometen importantes errores de bulto de cara a una verdadera resolución del conflicto. En primer lugar se da por hecho, a través de un olvido intencionado, que la parte ocupada por China no entra en la ecuación programada. En segundo lugar, se ciñe el supuesto problema a un asunto entre los dos estados vecinos ya mencionados, otorgándoles todo protagonismo a los mismos. Y en tercer lugar, el error más importante, está la postura ante el propio pueblo cachemir, al que se le niega la posibilidad de decidir libremente su futuro y ejercer el derecho de autodeterminación que viene reivindicando desde hace décadas.
Las secuelas del terremoto han puesto sobre la mesa estos días uno de los males endémicos de estos estados, la corrupción. Cuando se analizan las causas naturales de este tipo de catástrofes se suele omitir la parte de responsabilidad que recae sobre los dirigentes y el sistema político del país. En el caso de Pakistán, una visita a la zona afectada te permite descubrir las dificultades geográficas del terreno, pero al mismo tiempo también descubres los casos que han permitido cometer errores en la construcción de viviendas. En muchos de estos pequeños pueblos las reglas básicas de respeto a las condiciones orográficas se mantenían durante años, basados principalmente en la experiencia que te proporciona vivir en lugares tan propensos a los movimientos sísmicos. Sin embargo la intervención de especuladores, con el visto bueno de funcionarios estatales, ha variado esa tónica. Un ejemplo claro de ello es la capital de Azad Kashmir (la zona ocupada por Pakistán), Muzaffarabad, d
onde el crecimiento urbanístico se ha saltado todas las reglas habidas y por haber.
Otro aspecto que nos está llegando estos días es el creciente rechazo a los militares, los dirigentes políticos y demás VIPs de esos dos estados. La población de Cachemira ha tenido la ocasión facilitada por las terribles circunstancias de manifestarse directamente ante los medios occidentales para que por primera vez en mucho tiempo nos lleguen las opiniones y deseos de esa población. Probablemente esta situación no durará mucho tiempo, los estados occidentales pronto acallarán esas voces que no coinciden con la «realidad» que nos venden y sobre todo con sus intereses en la región.
Seguramente, el rechazo a esos actores tendrá una rápida extensión por todo el país. De momento en las zonas del norte de Pakistán han mostrado su indignación ante la petición del gobierno de ayuda extranjera en forma de helicópteros, cuando sobre sus pueblos y aldeas el ejército pakistaní lleva meses llevando ataques con helicópteros en su colaboración con estados Unidos y la llamada «guerra contra el terror».
Frente a esa situación , destaca el papel que están jugando las fuerza locales, tildadas de «terroristas» por los estados ocupantes. Tanto las organizaciones de carácter islamista como las de tendencia laica están trabajando sin descanso junto a su pueblo para intentar paliar, a pesar de sus precarias condiciones ya que ellos también han sufrido los efectos del terremoto, el sufrimiento de su pueblo.
Algunos analistas han señalado la hora de crear ciertos paralelismos con el tsunami de diciembre del 2004 y las situaciones que se produjeron posteriormente en Aceh y en el conflicto entre Sri Lanka y los tamiles. En esas zonas, los resultados no han sido idénticos. Mientras que de momento en el primer caso parece que se ha encaminado hacia una vía de resolución, el caso de los tamiles no permite hacer la misma lectura. En Cachemira es evidente que cada vez son más las voces que se levantan contra la ocupación y en demanda del derecho a decidir su futuro, sin ingerencias de los estados ocupantes o de cualquier otra potencias exterior. Las secuelas y las primeras imágenes del terremoto subrayan una vez más «la verdadera calamidad que tienen que soportar los pueblos bajo el dominio de estados extranjeros», según las palabras de un profesor cachemir que reside en la región.
GAIN