Haleh Sahabi es la última mártir Sahabi murió al parecer de un paro cardiaco el miércoles 1, cuando las fuerzas de seguridad intentaban interrumpir el funeral de su padre en Teherán. Había obtenido un permiso para salir de prisión, donde cumplía una condena de dos años por defender los derechos humanos, para ir al entierro. […]
Haleh Sahabi es la última mártir
Sahabi murió al parecer de un paro cardiaco el miércoles 1, cuando las fuerzas de seguridad intentaban interrumpir el funeral de su padre en Teherán.
Había obtenido un permiso para salir de prisión, donde cumplía una condena de dos años por defender los derechos humanos, para ir al entierro.
La imagen en la que se la ve llevando una fotografía de su padre, el conocido activista de derechos humanos Ezatollah Sahab justo antes de su muerte, se convirtió en uno de los varios iconos del descontento que hierve en Irán.
El papel de las mujeres en las manifestaciones en Medio Oriente sorprende y se expande. De la plaza Tahrir, de El Cairo, a la de Azadi, en Teherán, han marchado codo a codo con los hombres, o delante de ellos, gritando consignas en defensa de la democracia y en reclamo de una mayor libertad personal.
Desde que estallaron las protestas en la República Islámica hace dos años, tras las disputadas elecciones presidenciales, 10 por ciento de las personas detenidas por motivos políticos han sido mujeres, indicó Hadi Ghaemi, director de la Campaña Internacional por los Derechos Humanos en Irán.
Cien de los 500 iraníes procesados y cumpliendo condena son mujeres, además de otras 500 detenidas que aguardan la realización del juicio, señaló.
Varias de las personas que perdieron la vida en enfrentamientos callejeros o fueron ejecutadas por el régimen en los últimos dos años fueron mujeres. La más conocida es Neda Agha-Soltan, una estudiante de filosofía de 27 años, quién recibió un disparo mortal el 20 de junio de 2009 en Teherán.
Imágenes de su muerte circularon entonces en redes sociales de Internet.
Entre los presos políticos más conocidos se encuentra Nasrin Sotoudeh, abogada de 48 años condenada en enero a 11 años de prisión por su desempeño profesional.
La semana pasada escribió a su esposo, Reza, una carta que apareció en sitios de Internet de la oposición en la que decía que lejos de sentirse sola en la cárcel, vivía un «nuevo ambiente» creado por sus compañeras.
«La existencia es a veces feliz y débil, a veces tranquila y recatada y a veces vigilante y analítica, pero siempre tolerante y dispuesta al compromiso. Una tolerancia que puede ayudarnos a lograr nuestros objetivos», reza la misiva.
Las mujeres participaron y murieron en los grandes levantamientos políticos de Irán, de la Revolución Constitucional de 1905 a 1911 a la Revolución Islámica de 1978 a 1979.
Pero antes solían caminar detrás o separadas de sus esposos, indicó Haleh Esfandiari, directora del programa para Medio Oriente del Centro Internacional Woodrow Wilson. En 2009 estuvieron al frente con ellos, sino incitándolos.
Esfandiari, quien estuvo cuatro meses presa en 2007 por dudosas acusaciones de promover una «revolución de terciopelo» en Irán, señaló en su libro «Vidas Reconstruidas», de 1997, que las mujeres tuvieron que reinventarse tras las Revolución de 1979.
No gozan de igualdad legal, pero han sabido ser las proveedoras del hogar y tomar decisiones si sus maridos pierden el trabajo, están muy deprimidos o fueron enviados a pelear en la guerra con Iraq, de 1980 a 1988.
Alentadas, y hasta obligadas, a formar parte de manifestaciones favorables al gobierno, las mujeres se acostumbraron a participar en política. Tuvieron un papel destacado durante las campañas presidenciales de 1997 y 2001 del clérigo reformista Mohammad Jatami.
También participaron en la de Mir Hossein Mousavi, exprimer ministro que se enfrentó al actual presidente Mahmoud Ahmadineyad.
Mousavi prometió terminar con la desigualdad en el derecho de herencia, de testimonio judicial y de custodia de los hijos, restricciones impuestas a las mujeres por el régimen islámico. La participación de su talentosa esposa Zahra Rahnavard, expresidenta de la Universidad, en la campaña fue un factor importante que le valió el apoyo femenino.
Otras mujeres como la abogada de derechos humanos Shirin Ebadi, quien en 2003 se convirtió en la primera musulmana en ganar el premio Nobel de la Paz, luchó por recuperar la igualdad.
La Campaña de Internet por un Millón de Firmas fue iniciada en 2006 por defensoras de los derechos legales de las mujeres.
La mayor participación de las iraníes obedece a numerosos factores, indicó Farzaneh Milani, profesora de literatura persa y de estudios sobre mujer y género, de la estadounidense Universidad de Virginia.
Los derechos de las mujeres se vieron coartados desde 1979, pero también experimentaron «beneficios colaterales», señaló.
Mujeres de familias religiosas tradicionales que evitaban la educación terciaria, en la época del Shah se volcaron a las universidades cuando las obligaron a llevar velo y los lugares públicos fueron discriminados según el sexo.
En la actualidad, 64 por ciento de los estudiantes universitarios son mujeres, indicó Milani. «No fue el objetivo de las autoridades, sino el resultado», remarcó.
Las paradojas y las contradicciones de la sociedad iraní respecto de las mujeres fomentan el activismo.
«Las mujeres pueden votar y ser candidatas para altos cargos, pero deben observar un código de vestimenta obligatorio. Pueden manejar automóviles personales, incluso taxis, camiones de bombero, entre otros, pero no andar en bicicleta», escribió Milani en su último libro sobre escritoras iraníes, «Palabras, no espadas».
«Entraron al escenario mundial como Premio Nobel, activistas de derechos humanos, escritoras, directoras galardonadas de cine y nominadas al Oscar de la Academia de Hollywood, pero no pueden ingresar a las oficinas públicas por la misma puerta que los hombres», remarcó.
El hecho de que haya tantas mujeres presas en Irán muestra que son una amenaza creciente para el régimen, indicó Milani. «Nadie puede detener a este movimiento. El genio está fuera de la botella», concluyó.