En Fort McMurray, Alberta, Canadá, como sitio de toda explotación de recursos naturales, hay una estructura de relaciones de producción y su cultura que involucra a la gente del lugar -ya sea quienes han vivido allí o quienes llegan buscando oportunidades económicas. Fort McMurray es un centro urbano pequeño, con apenas sesenta y dos mil […]
En Fort McMurray, Alberta, Canadá, como sitio de toda explotación de recursos naturales, hay una estructura de relaciones de producción y su cultura que involucra a la gente del lugar -ya sea quienes han vivido allí o quienes llegan buscando oportunidades económicas. Fort McMurray es un centro urbano pequeño, con apenas sesenta y dos mil habitantes, pero se han transformado en el nuevo «Dorado» al vivir uno de los auges económicos más importantes del presente, con inversiones que llegan a sumar los 80 mil millones de dólares, hasta el año 2015, y que involucran a los más grandes consorcios de la industria petrolera del mundo interesados en las arenas bituminosas. Se calcula que esta área cuenta con reservas de 1,7 billones de barriles de petróleo sintético. Hoy, cinco plantas y numerosas minas a tajo abierto están en funcionamiento y en expansion, mientras se construyen cuatro nuevas plantas.
Estas nuevas infractructuras industriales han generado un movimiento de miles de trabajadores directamente involucrados en estos nuevos proyectos, otros miles que hacen funcionar las plantas existentes y otros tantos que proveen servicios y afines en el centro urbano local, Fort McMurray, que dista unos 500 kilómetros de la capital provincial, Edmonton.
Los trabajadores directamente involucrados en la construcción, mantenimiento y operación de estas plantas, son en su mayoría obreros especializados dirigidos por profesionales -generalmente ingenieros y una minoria de administradores, técnicos y trabajadores de servicios básicos. El auge de esta producción le ha dado relevancia, en particular, a los obreros especializados por su papel en levantar estas gigantescas plantas y por su número. Se necesitan miles de trabajadores especializados para tamaña empresa en áreas de construcción civil y mecánica. Los trabajadores especializados, organizados en sindicatos por oficios, tiene precio hora alto. Las compañias constructoras, ayudadas por el gobierno derechista de la provincia, han logrado contratar un número importante de trabajadores no sindicalizados con una maniobra por la que el gobierno permite a contratistas particulares funcionar sin someterse a la juridicción de los sindicados.
El sindicalismo y los obreros
A principio del siglo 20, en Canadá y Estados Unidos, nacen los sindicatos por oficios que tras muchos años de negociación de contratos colectivos por separado logran, en los años 80, unirse y negociar en conjunto sobreponiéndose al creciente ataque antisindicalista que crece en norteamérica patrocinado por poderosos intereses empresariales y expresado en los medios de información, la prensa en particular.
En Canadá los obreros especializados, mecánicos industriales, albañiles, operadores de máquinas pesadas, electricistas, caldereros, pipefitters, soldadores de estructuras y alta presión en cañerias, mecánicos y técnicos en instrumentación, insuladores, trabajadores de estructuras metálicas y otros, forman equipos unidos por su especialidad. Entre los sindicalizados los equipos de trabajo tienen no más de 10 obreros bajo la supervisión de un capataz, supervisado por un capataz general que es supervisado a su vez por el superintendente del area. Son cuatro niveles de mando que organizan al personal de construcción; todos tienen el mismo oficio pero diferente nivel de responsabilidad y experiencia. Generalmente, quienes supervisan gente tienen además de su especialización un grado técnico que el mismo sindicato otorga. La responsabilidad general en la obra está a cargo de un ingeniero, mientras que otro ingeniero de terreno está a cargo de cualquier modificación. La capacidad de los obreros en cuando a ocupar mandos medios eficazmente y con actitud menos jerárquica se debe al nivel de instrucción y entrenamiento, ambos certificados por el Estado.
En los últimos años, el número de mujeres en la construcción ha aumentado considerablemente y particularmente en la operación de plantas de petróleo. También ha aumentado el número de canadienses de origen aborigen empleados en los proyectos debido a que las tierras del area pertenecen a comunidades aborígenes que han sabido negociar con las compañías y el gobierno su inclusión a través de un sistema de cupos que les beneficia, favoreciendo el desarrollo de una sociedad más igualitaria. Estos nuevos trabajadores no están a salvo de perjuicios racialies ni de sexismo y sin embargo es evidente que los más jóvenes se adaptan más facilmente a tener compañeras de trabajo aunque no necesariamente a tener compañeros aborígenes.
La mayor parte de los trabajadores de la construcción en Fort McMurray vive en campamentos, y los menos en hoteles, apartamentos o cuartos arrendados por sus empleadores. Esto es una precondición del trabajo temporal. Por otra parte aquellos que operan las plantas y el personal de mantenimiento, son estables y viven mayormente en la ciudad en forma estable. Los campamentos son edificaciones temporales con comodidades mínimas, entre ellos algunos tienen más tiempo y mayor comfort. Juntos tienen capacidad de albergar entre mil y dos mil trabajadores. Cuentan con salones para gimnasia, mesas de juegos, salas con televisores, computadoras, máquinas de café y jugo. La disciplina ha mejorado pero aún abunda el consumo de alcohol y drogas, en particular entre los más jóvenes. Los trabajadores del campo son considerados privilegiados por otros, porque tienen sus gastos de estadía, alimentación y transporte cubiertos e incluídos en su salario -que es de entre 24 a 34 dólares la hora promedio, o sea entre unos 65 a 70 mil dólares anuales antes de los descuentos por impuestos, seguro de empleo y pensión de un 35 por ciento. Salarios logrados con contratos colectivos, que alcanzaron su máximo en los 70 y que desde entonces han perdido beneficios.
Los trabajadores de estos proyectos vienen de todas partes del Canadá, de toda Alberta y particularmente del este donde la tasa de desempleo es más alta debido al cierre de minas y papeleras y al decrecimiento de la industria general. Algunas constructoras no sindicalizadas han traído incluso trabajadores extranjeros con visa temporal y no porque sea necesario sino como estrategia contra los sindicato, estrategia favorecida por el gobierno provincial y federal con la excusa de que faltan trabajadores especializados -todo alimentado también por la prensa. Los trabajadores del este canadiense, usan mucho el francés como primera lengua. Su mayoría viene de comunidades pesqueras y mineras -actividades casi extintas hoy. Son gente que se distingue por su caráter amistoso, alegre, auténtico y menos individualista que el resto. Los inmigrantes sindicalizados son cada vez menos en la construcción -de los 200 mil inmigrantes que arriban a Canadá anualmente, la mayoría se establecen en las grandes ciudades dedicados a trabajos de servicios menos remunerados.
La media en edad de los trabajadores de la construcción varía, hay muchos jóvenes aprendices y también hay retirados que se reintegran al trabajo aprovechando la demanda y que al hacerlo continúan un ritmo alto de consumo. Hay casos extremos, como el de un soldador que conozco que tiene 85 años de edad, fue soldado y prisionero en la Segunda Guerra Mundial y todavía trabaja. No es dificil encontrar trabajadores que bordean los 70 años desempeñando trabajos menos pesados. Pertenecen a una generación que se integró al trabajo tempranamente, a los 12 o 14 años de edad y que puede no sepan vivir sin trabajar porque esto ha sido su vida, y es lo que los mantiene saludables y hace sentir valiosos, por lo tanto no quieren retirarse.
Entre los trabajadores más jóvenes se observa falta de conciencia política y sindical; muchos ven al sindicato como agencia de empleo -y esto no porque el resto de los trabajadores sea particularmente conciente, pero las nuevas generaciones son notables en su poco valorar el oficio y de su papel en la sociedad. Generalmente, toman menos responsabilidad frente al trabajo y son en extremo crédulos del sistema, que los agobia con simplismo y arribismo. Pese al buen nivel de sus ingresos no acumulan ahorros; todo se gasta sin tomar en cuenta que para el trabajador expuesto a temperaturas límites la vida laboral promedio es limitada pues se desgasta. No se planea ni para el futuro cercano: los beneficios mayores de los pasajeros boom económicos son cortos. Los sindicados son parte responsables de esto porque resaltan la disciplina y la productividad pero no concientizan. Incluso en forma cómplice con el capital, ignoran la lucha política que es la única que puede brindar las herramientas necesarias para defender la propia existencia del sindicalismo canadiense. Y esto, cuando todo indica que los dueños del capital han de seguir atacando los beneficios laborales y el estado de bienestar social. Entonces, ¿quienes habrán de defenderlos?
Al otro lado del boom
Del otro lado quedan los trabajadores que llegan a vivir a la ciudad que es centro del auge y no tienen gran beneficio. Podriamos considerar tres tipos de trabajadores en este contexto. El primer grupo llega a solucionar problemas de desempleo y muchos de ellos no tienen ni especialidad ni oficio y han trabajado en otro tipo de industria (pesquera, manufacturera, servicios). Cuando llegan con familia el gobierno federal les subsidia gastos (pasaje, primer mes de renta). No tienen grandes expectativas de dinero pero buscan estabilidad laboral; después de un tiempo sus expectativas aumentan pues viven en una sociedad capitalista competitiva, pero encuentran trabajo en los servicios, transporte y construcción urbana con salarios de hasta la mitad de los salarios de quienes trabajan en las arenas.
El segundo grupo lo forman trabajadores que llegan a la ciudad por mejoramiento económico y el boom. Son obreros especializados, técnicos y tecnologistas, que consiguen salarios mejores de los que tenían pero encuentran que el costo de vida del lugar es también mucho más alto. El último grupo los forman profesionales y semi-profesionales (médicos, maestros, enfermeras, trabajadores sociales) empleados del gobierno provincial o federal contratados o trasladados, que llegan a Fort McMurray ganando los mismos sueldos que ganaban y están desinteresados del boom de la zona pero pagan su costo.
Los tres grupos sufren los altos costos del lugar, pues no hay regulación de alquileres, que cuestan el doble de lo que cuestan en Edmonton. El precio promedio de una casa es el segundo más alto de Canadá, el primero es Vancouver -y es de unos 450 mil dólares promedio. La vivienda, de arriendo o compra venta, está en manos de especuladores. Por lo que hay personas sin hogar, y la alcaldesa de la ciudad pide reiteradamente ayuda ecomómica al gobierno provincial para ampliar la infratructura de la ciudad (accesos, calles) y los servicios de salud y asistencia social, teniendo en cuenta que Fort McMurray es la capital de la droga en Canadá, en consumo y venta por habitante. Los servicios de agua potable, recolección de basura y otros se sabe harán crisis el 2007. Las compañias involucradas en la explotación de las arenas, que han ganado miles de millones de dólares gracias al alto precio del crudo y pagan muy bajos derechos al Estado por los recursos extraídos, son indiferentes a los problemas que enfrentan la ciudad y sus habitantes.
Históricamente los auges económicos en el mundo han tenido características similares, el auge del oro, la plata, el azúcar, el caucho, el cobre, el salitre, el carbón, generaron tanto el sufrimiento y explotación masiva de trabajadores como el enriquecimiento de inversionistas, instituciones finacieras y especuladores. En muchos países del llamado primer mundo surge, a partir de la segunda guerra mundial, el estado de bienestar que promueve reivindicaciones laborales y acepta la sindicalización tanto como asegura un mínimo de bienestar social. Los trabajadores en el primer mundo, influenciados por la guerra fría, pierden consciencia política y de clase. Hoy, aunque el estado de bienestar aún existe está en peligro. Sin embargo, los trabajadores sindicalizados que fueron quienes aumentaron sus ingresos notablemenmte, o la clase media que alcanzó un nivel de vida mejor (mientras los más ricos continuaron acumulando riqueza), no ven la conección entre sus beneficios y el estado que los aseguró. No porque exista un auge en el norte de Alberta debemos creer que el desmantelamiento del estado de bienestar se ha detenido. Una población dormida y no participante, colabora con este desmantelamiento al no mostrar ni interés ni capacidad de lucha para defenderse. El consumo dominay muy pocos cuestionan a quienes detentan el poder. El bienestar que vivimos los últimos cincuenta años ha favorecido una sociedad mas igualitaria, menos opresiva y jerárquica (con la excepción del trato discriminatorio contra los aborigenes en el país) pero ningún logro está a salvo. La falta de conciencia de los trabajadores aún bién pagados, contiene una ironía: quienes ganan en una semana lo que un obrero del tercer mundo gana en seis meses siguen insatisfechos, gastan recursos en mercancias, entretenimiento y, a veces, drogas.