
El antigitanismo es una losa, una lacra estructural enraizada en unas instituciones y una sociedad que cuando se le plantea el problema suele mirar hacia otro lado. Se trata de un pulpo con tentáculos gruesos y largos que abarcan todas las capas sociales y todos los ámbitos: educación, cultura, sanidad, sistema habitacional, etc. Los medios no están exentos de este antigitanismo; es más, contribuyen de manera, tanto consciente como inconsciente, a extenderlo.