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Chaharsanbe suri, la primavera roja de Irán

Fuentes: lascuentasdelguayabo

Todos los años ocurre algo insólito en Irán. Es la noche de Chaharsanbe suri, la noche de las hogueras. El último miércoles antes de que empiece la primavera, el pueblo se echa a las calles para celebrar el equinoccio, el día en que las horas de luz son tantas como las de oscuridad. Cuatro o […]

Todos los años ocurre algo insólito en Irán. Es la noche de Chaharsanbe suri, la noche de las hogueras. El último miércoles antes de que empiece la primavera, el pueblo se echa a las calles para celebrar el equinoccio, el día en que las horas de luz son tantas como las de oscuridad. Cuatro o cinco días después empieza el año nuevo del calendario persa.

Desde que Khomeini llegó al poder en Irán en 1979, aupado por la CIA ante el peligro de que la antigua Persia entrara en la órbita soviética, su principal obsesión fue acabar con cualquier manifestación de la cultura popular. Prohibió las fiestas paganas, prohibió la música, prohibió el color en los vestidos, prohibió la alegría. Pero no pudo prohibir el Chaharsanbe suri.

En una de sus primeras muestras espontáneas de resistencia ante el embate fascista de Khomeini, el pueblo iraní siguió saliendo a celebrar su primavera en el año de 1980. De nada sirvieron las recriminaciones apocalípticas del Führer islámico, porque la gente siguió saltando sus hogueras en la noche de San Juan iraní. Con los años, el Ministerio de Guía Islámica tuvo que dar su brazo a torcer: el día del equinoccio de primavera, los basiyíes, la policía militar, los camisas negras, hacen la vista gorda, e incluso la televisión pública, desde mediados de los años 80 hasta el año 2010, se limita a hacer llamamientos a sus ciudadanos para que reinen el orden, la contención y la mesura en nombre de Allah.

Pero nada parecido al orden ocurre en la inmensa ciudad de Teherán la noche de las hogueras, y cada vez menos. Igual que en el Túnez prerrevolucionario los jóvenes acababan sus fiestas de fin de semana con terribles reyertas, expresando así la ira que la represión del Estado policial les impedía canalizar por la vía política; igual que en la Cuba colonial, en la fiesta del Día de Reyes, los negros esclavos se pintaban la cara de blanco y se vestían con los trajes de los capataces y los señoritos españoles, imitando sus ademanes y su estúpida barbarie; igual que eso, la noche de Chaharsanbe suri, el generoso pueblo iraní se disfraza de sus verdugos. La gente fabrica petardos, bombas incendiarias y cócteles molotov en sus casas, para lanzárselos los unos a los otros. El último año, el de 2010, el tirano Khamenei habló en un discurso televisado de que prender hogeras en esa noche era «haram», de que lanzarse objetos de fuego los unos a los otros causaba daño y era una muestra inequívoca de «fesad» (el pecado). Los hospitales se llenaron de heridos. Hubo varios muertos.

Este año de 2011 puede que el escenario haya cambiado para siempre. Los líderes de la oposición, Karroubi y Mousavi, han sido encerrados en la cárcel de Heshmatiye. Desde la web oficial del Movimiento Verde, www.kaleme.com, se conminaba ayer al pueblo a intentar reunirse hoy por la noche en los alrededores de la plaza Azadi, al grito de «Dios es grande»:

http://www.kaleme.com/1389/12/06/klm-49084/

Si no lo lograban, porque los miles de policías y de basiyíes motorizados se lo impedían, entonces el Movimiento Verde se reservaba para la noche de Chaharsanbe suri. Muy inteligentemente, la hora de la convocatoria de hoy coincidía con la salida del público del Estadio de Azadi, que está a tiro de piedra de la simbólica plaza del mismo nombre. Hoy casualmente en Teherán se celebraba el derbi entre los dos principales equipos de la capital, el Persépolis y el Esteghlal. A pesar del bloqueo de las comunicaciones en Irán, las redes sociales y el importantísimo blog balatarin.com han conseguido informar de que los espectadores del partido de fútbol han acudido en masa a la manifestación, que el pueblo ha tomado la plaza de Azadi, bloqueando las calles aledañas con sus coches para que la policía no pudiera entrar a matarlos, que en la autopista Niayesh han colgado una enorme pancarta diciendo «Dictador, saluda tu fin», y que a medida que el sol se va poniendo la gente se envalentona más, las consignas son más altas, las bocinas de los coches no van a parar.

Mañana sabremos que ha habido muchos detenidos otra vez, que se desconoce el número de muertos, porque la gente ha desoído las recomendaciones y no ha salido a gritar ni «Dios es grande», ni mucho menos «gol», sino «¡Muerte al dictador!» («Marg bar, diktator!») y «Mubarak, Ben Ali, el próximo es Seyyed Ali» (Seyyed Ali Khamenei, el líder espiritual).

Para el 25 de esfand de 1389 faltan exactamente 15 días y 14 noches. Es muy posible que en esa fecha empiece la revolución en Irán, y que una vez que la gente haya medido sus fuerzas, y haya visto que el poder que le otorga su voz en la calle es mayor del que le otorgan a sus tiranos las armas, entonces ya nadie se vaya a conformar. Es muy probable que el semáforo del Movimiento Verde cambie radicalmente de color, siguiendo el modelo de la Qasba de Túnez, y después de esa noche ya la gran mayoría de los iraníes no reconozca como líderes a Karroubi ni a Mousavi, vástagos de la misma serpiente. El pueblo altivo de Irán querrá mucho más.

Hasta el próximo 16 de marzo los ideólogos de la izquierda latinoamericana, sus intelectuales, tienen el tiempo suficiente para pensar lo que van a decir sobre la noche de las hogueras de Irán. Tal vez imiten a los dictadores de Túnez, Egipto y Libia en sus cantos de cisne, y digan que Irán no se parece a ninguno de aquellos. Que en Irán hay baluchíes, hay azeríes, y hay kurdos. Que no sólo en la antigua Persia viven gentes de religión musulmana, también hay los bahaíes, los judíos, e incluso algunos zoroástricos, con sus templos donde no se ha apagado el fuego desde hace miles de años. O tal vez no. Tal vez por fin vean que no hace falta oponerse mecánicamente a lo que diga el Imperio a través de la voz genocida de Hillary Clinton. Que vale más adelantarse, porque el Imperio siempre hará lo contrario de lo que ellos digan, y lo contrario en este caso le conviene al pueblo de Irán para sacar adelante sus legítimas reivindicaciones de justicia social, libertad y fin de la tiranía capitalista que los oprime.

En definitiva, que afilen sus lapiceros los socialistas del siglo XXI, los comunistas del XX, los demócratas directos y los directamente demócratas. En mi pueblo, la noche del solsticio de verano, cada cual escribe su deseo en un papelito, lo echa al fuego y, si se atreve a saltar la hoguera, se le cumple. Pero cuidado: sólo hay dos formas de saltar un buen fuego. Una cogiendo carrera y mirando al frente, y la otra con miedo, atacando las llamas por un lado. En ese último caso la gente siempre se quema.

http://www.lascuentasdelguayabo.blogspot.com/?zx=afebe1bc179f5ab4