Si el objetivo del presidente Hugo Chávez fue provocar a la cúpula de Estados Unidos, puede regresar a Caracas y anunciar: misión cumplida. Cuando el miércoles subió al podio y declaró «huele de azufre» porque George W. Bush había hablado desde ese mismo lugar 24 horas antes, y para rematar dijo que ese señor «es […]
Si el objetivo del presidente Hugo Chávez fue provocar a la cúpula de Estados Unidos, puede regresar a Caracas y anunciar: misión cumplida.
Cuando el miércoles subió al podio y declaró «huele de azufre» porque George W. Bush había hablado desde ese mismo lugar 24 horas antes, y para rematar dijo que ese señor «es el diablo», se escucharon sonidos de asombro mezclado con risas en la Asamblea General y la ovación más larga a todos los oradores, hasta ahora.
Los noticieros de televisión repitieron la escena dos días y los medios impresos se enfocaron casi exclusivamente en ese ataque verbal. La cúpula política estadunidense reaccionó de inmediato: el embajador ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) calificó los comentarios de «algo de tira cómica», la secretaria de Estado Condoleezza Rice reprobó la agresión personal y voceros del Departamento de Estado dijeron que los «ataques personales» no son apropiados entre jefes de Estado en esa organización.
Pero figuras del Partido Demócrata, incluso algunos que antes habían expresado su simpatía para Chávez, también se vieron obligados a reprobar al presidente. «Hugo Chávez se cree un Simón Bolívar de estos tiempos, pero es sólo un bandolero común», declaró la representante Nancy Pelosi, lideresa de la minoría demócrata en la Cámara baja en Washington. Su colega Charles Rangel, quien representa a Harlem en el Congreso, emitió una declaración para expresar «su gran desagrado» con Chávez al «atacar al presidente de manera tan personal y detractiva», y señaló que Bush es el presidente de todo estadunidense y «un ataque contra él es contra todos nosotros».
Otros legisladores liberales se sumaron al coro de desaprobación, como el senador Chuck Schumer, de Nueva York, quien consideró los comentarios «despreciables y repugnantes», y el senador Christopher Dodd los calificó de «destructivos para Naciones Unidas como institución». Jesse Jackson, quien se entrevistó con Chávez, expresó su preocupación y opinó que el venezolano, como Bush, deberían reducir el tono de sus comentarios de uno contra el otro.
Hasta el propio ex presidente Bill Clinton, al ser consultado por los medios, dijo que las declaraciones de Chávez podrían revirarse en su contra, ya que «lo hacen verse pequeño y socava su efectividad».
Los noticieros de televisión nacionales se enfocaron en el ataque verbal como la nota de apertura de sus programas del miércoles. El New York Daily News, entre otros tabloides, lo utilizó como su portada durante dos días seguidos, no ocultando su posición editorial de que era tiempo de que Chávez «go home» y se llevara la ONU con él.
El Boston Herald publicó hoy una nota sobre cómo un miembro del concilio municipal de Boston está promoviendo una medida para retirar un famoso anuncio de Citgo -la petrolera venezolana- y sustituirlo con una bandera estadunidense. «Debido al odio a Estados Unidos demostrado por el dictador Hugo Chávez, sería más apropiado ver una bandera estadunidense cuando uno maneja por Kenmore Square», declaró el legislador local Jerry P. McDermott. Otros amenazan con un boicot contra Citgo.
El asunto llegó también a los programas de comediantes televisivos. El Daily Show, de Jon Stewart, noticiero ficticio de gran popularidad, «entrevistó» al Diablo, quien declaró «Yo no soy Bush», pero agregó que sí tiene un lugar apartado «aquí abajo» para el presidente, junto con otros más.
Aunque Chávez ya se fue, sus palabras continuarán circulando más tiempo por este país. Time publicará en su próxima edición una entrevista con el mandatario donde éste declara que «Bush me ha llamado peores cosas, tirano, dictador populista, narcotraficante, sólo para nombra algunas. No estoy atacando a Bush; simplemente estoy contratacando. Bush ha estado atacando al mundo, y no sólo con palabras: con bombas. Creo que las bombas que ha arrojado en Bagdad y Líbano hacen mucho más daño que cualquier palabra pronunciada en la ONU».
Pero aun entre los que comparten su posición contra Bush, e incluso entre simpatizantes del régimen venezolano, su manera de presentarlo ha provocado un debate sobre si el «ataque personal» acabó desviando la atención del resto de su mensaje y dañando los esfuerzos por generar mayor apoyo en este país para las iniciativas venezolanas.
Un líder político estadunidense que simpatiza con la revolución bolivariana dijo a La Jornada (bajo condición de anonimato) que «en un mundo unipolar, la única manera de enfrentar al poder de Estados Unidos a largo plazo es mediante alianzas con algunos sectores de Estados Unidos, y Chávez perdió algunos aliados esta semana al decidir atacar al presidente. Podría haber trasmitido su crítica y posición más efectivamente sin haber atacado personalmente a Bush».
Pero otros opinan que es hora de romper con los protocolos, los esquemas del «debate político» según las reglas establecidas, a pesar de los costos.
Algunos analistas y funcionarios estadunidenses estiman que lo más preocupante es el hecho de que Chávez no está solo -aunque tal vez sea el más atrevido- y que, como reportó Los Angeles Times, las expresiones antiestadunidenses esta semana en la ONU registran una creciente ira del tercer mundo hacia este país, «no vista desde los años 80». El Times cita a un alto funcionario de Estados Unidos -«hay un nuevo sentido de los oprimidos contra los opresores»-, y señaló que aunque hay grandes divisiones entre voces de diversos países, «lo que tienen en común es su odio a Estados Unidos, y eso ha creado esta solidaridad a través de las fronteras del tercer mundo».
El mismo funcionario declaró al Times que los crecientes contactos entre diversos líderes del tercer mundo «crean la impresión de que todos se están levantando contra los estadunidenses, y eso es un problema».
Nile Gardner, analista del Heritage Foundation, el influyente centro de estudios conservador en Washington, indicó al diario Los Angeles Times que «el Movimiento de Países No Alineados arrojó el guante al poder global estadunidense, esta semana. Lo anterior es un desafío enorme para la diplomacia pública, pero también una amenaza estratégica». Añadió que las palabras del presidente Chávez fueron «el ataque más fuerte en décadas de cualquier líder extranjero en territorio estadunidense».
Todavía no hay consenso de si ese desafío al poder estadunidense es sólo «una impresión» o si se está volviendo cada día más una realidad. En ese punto, tanto el venezolano como el ala conservadora estadunidense creen que es una realidad, pero no sobre lo que implica. Chávez dijo que es un «amanecer»; los conservadores creen que más bien es un anochecer, o como suelen decir, «una amenaza estratégica».
Opinión de muchos en el mundo
Mientras tanto, la influencia de Chávez en Estados Unidos se comprobó en otro rubro, como reportó La Jornada ayer: su recomendación de leer el libro Hegemonía o Sobrevivencia continuó generando ventas sorprendentes, y se agotó en varias librerías. Hoy, Noam Chomsky dijo al diario The New York Times que aunque no hubiera empleado el mismo vocabulario que usó el gobernante venezolano, éste sólo estaba expresando la opinión de muchísimas personas en el mundo. También consideró que la ira de Chávez es fácil de entender: «La administración Bush apoyó un golpe de Estado para derrocar a su gobierno. Supongan que si Venezuela hubiese apoyado un golpe que derrocara al gobierno de Estados Unidos, ¿pensaríamos que es una broma?
Añadió el lingüista que «me han interesado mucho sus políticas. Personalmente, creo que muchas de ellas han sido constructivas», pero lo más importante, subrayó, es que el gobernante venezolano parece tener el apoyo abrumador de su pueblo, ya que «ha pasado por seis elecciones muy supervisadas». Agregó que estaría contento si se pudiera entrevistar con Chávez.