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China impulsa la pérdida hegemónica de Estados Unidos

Fuentes: HispanTV

El poderío chino en materia económica, influencia política internacional y sobre todo al prestigio que obtiene en su pugna contra Estados Unidos, sitúa hoy al gigante asiático como blanco de ataques permanentes de Washington, que constata inevitablemente, que la otrora supremacía global va cuesta abajo en la rodada.

Desde el renacimiento hasta el inicio de este siglo XXI, tomando en ello el calendario occidental, la hegemonía de occidente se había mantenido sin grandes sobresaltos – tal vez con algo de disputa en la supremacía desde fines de la segunda guerra mundial (SGM) cuando la ex Unión Soviética adquirió el rango de superpotencia, hasta la caída de los socialismos reales, Pero, eso sólo fue un lapso, efímero en el conjunto del dominio occidental.

Durante el último medio milenio, el trono hegemónico se ejerció, principalmente, por un número muy reducido de naciones occidentales. Primero, en el marco atlantista europeo, con predominio en amplios y extensos territorios, en todos los continentes, a manos de España, Francia y que en el caso del Imperio británico logró mantener cierta supremacía hasta la segunda década del siglo XX. En esa etapa, marcada por el fin de la SGM comienza, con todo su ímpetu económico y militar, a imponerse Estados Unidos, que consolida, tras el derrumbe de Europa y Japón, la impronta de superpotencia y con ello encabezar la conformación de un Nuevo Orden Mundial, centrado en intereses y valores emanados de una visión de mundo imperialista, en grados jamás vistos en la historia de la humanidad.

Efectivamente, esa omnipotencia se verifica en múltiples aspectos: número de bases militares en el mundo, que en el caso estadounidense alcanza las 800 bases militares y bases Navales en todos los continentes. Invasiones, ya sea parar derrocar o afianzar gobiernos afines. Procesos de desestabilización, para concretar el dominio de recursos naturales como petróleo, gas, uranio, rutas de navegación. Instalación de entidades políticas, como es el caso del sionismo, para así crear cabezas de playa en Asia Occidental. Conformación de bloques regionales, dominio de instituciones y recursos financieros, que le permiten diversificar como no lo habían hecho imperios anteriores, la sujeción de gran parte de países dependientes. Manejo de medios de información y el encauzar el proceso de globalización, como la expresión máxima de un modelo neoliberal y una fase de Macdonalización del mundo (1) que expresa la ideología dominante.

En todo caso, hablo de una cultura mediocre, basada, principalmente en el consumo y donde elementos como la posesión de armas, el hedonismo, la ignorancia social suelen imponerse. Resulta sintomático, por ejemplo, el desprecio del presidente estadounidense Donald Trump a los intelectuales, los científicos, todo lo que huela a cultura. Un ejemplo de ello es su consejo que para “desinfectarse” del virus Covid 19 había que tomar productos desinfectantes como Lysol y otros productos de limpieza, que matarían en el interior del organismo a los contagiados. Los medios consignaron que “pese a las alertas lanzadas por médicos y expertos estadounidenses, algunos ciudadanos se tomaron al pie de la letra las palabras del magnate neoyorquino, pensando que así se curarían, cuando en realidad se estaban envenenando.

Esa misma ignorancia, en un país donde sus mandatarios no suelen brillar por su altura intelectual, permite que se acuse a China por ejemplo de ser el causante de la pandemia global producto del Covid 19. El presidente Donald Trump, cuyo país al cierre de este artículo exhibe cifras gigantescas, en cuantos a contagiados, un millón doscientas mil personas y 70 mil muertes, en una treta dirigida a desviar la atención sobre la inoperancia de su administración en el combate al virus, asignándole a China la responsabilidad de un mal que aqueja al conjunto del planeta.

Trump acusa a China de haber creado el Covid 19 en un laboratorio de Wuhan (ciudad donde se sitúa el origen del primer contagio), llamándolo incluso Virus Chino y sumando en esta línea confrontacional a países aliados como Francia y Gran Bretaña. Igualmente, Trump se ha enfrascado en una agria disputa con la Organización Mundial de Salud (OMS) a la cual acusa de haber actuado en forma complaciente con el gobierno de Beijing y dar malos consejos de cómo enfrentar la pandemia. Tanto a China como a la OMS, el gobierno estadounidense responsabiliza de la pandemia y la crisis sanitaria en su país, no hay autocrítica respondan de sus actos, una vez terminada la pandemia, amenazando incluso con medidas judiciales pues las económicas, en el caso de la OMS ya las tomó al suspender el aporte financiero que Estados realiza y que representa el 16% del presupuesto total de este organismo internacional.

China, a través de una declaración pública, no se guardó palabras ni historia para responder a Trump. Lo pudo en su lugar en materia sanitaria y criticando su línea de andar exigiendo responsabilidades, como si el gobierno chino y tuviese un plan destinado a perjudicar a Estados Unidos. El Portavoz de la cancillería china, Geng Shuang sostuvo que “Hemos declarado en varias ocasiones que el tema del Covid 19 es una cuestión que se debe estudiar por los médicos y los científicos y no debe ser politizada. Por ahora la OMS y la mayoría absoluta de los expertos consideran que no existe ninguna prueba de que el nuevo coronavirus fuera inventado en un laboratorio”.

Geng Shuang trajo a colación temas que el oportunismo de Trump oculta. El alto funcionario chino afirmó con contundencia “¿Alguien culpó a Estados Unidos por el SIDA? El año 2009 la gripe HINI estalló en una gran área de los Estados Unidos y se propagó por una decena de países causando la muerte de 200 mil personas. ¿Alguien pidió a Estados Unidos que pagase por ello? En la década de los 80 del siglo XX el SIDA se detectó por primera vez en los Estados Unidos y se extendió por el mundo. ¿Cuántas personas padecen SIDA hoy? ¿Alguien culpó a Estados Unidos por eso? Los virus son enemigos comunes de toda la humanidad y pueden aparecer en cualquier país en cualquier momento. China, como otros países ha sido atacada por el virus. China es una víctima no una cómplice del virus. Todos deben tener claro que el enemigo es el virus, no China”.

El temor estadounidense a China

¿Por qué ese empecinamiento de Estados unidos por desacreditar a China, por responsabilizarla de una pandemia cuyo origen merece ser estudiado sin prejuicios? China ha señalado, por ejemplo, que soldados estadounidenses que asistieron a los V Juegos Militares mundiales en octubre del año 2019 en la ciudad de Wuhan fueron los portadores del virus, cuya traza se ha encontrado en fallecidos y examinados post mortem por causas respiratorias en los Estados Unidos. Por más solicitudes que se han hecho, Washington no ha dado respuesta a esta información. Se habla de laboratorios vinculados a la guerra biológica y una alianza entre Washington y Tel Aviv para propagar el virus, que tampoco ha sido desmentida por el binomio mencionado. Conjeturas hay muchas y “lo claro es la poca claridad” existente frente al origen primario de este Covid 19. Sobre acusaciones se puede escribir varios tomos.

La respuesta a tanto empecinamiento estadounidense en culpar a China radica en factores políticos, económicos y de fuerte confrontación hegemónica, en momentos que el predominio estadounidense está siendo cuestionado en todo el planeta. Una preeminencia que sucumbe a la par del deterioro de la autoridad del mandatario estadounidense convertido en una caricatura de sí mismo. China está golpeando las bases de lo que ha sido el poderío estadounidense tras el fin de la SGM. Estableciendo alianzas comerciales con gran parte de los países del mundo, sin invasiones, ni agresiones militares ni chantajes en el seno de los organismos internacionales.

China ha entrado de lleno en África, con 250 mil trabajadores de esa nacionalidad, miles de empresas. Con inversiones que han pasado de 85 millones el año dos mil a 400 mil millones de dólares en la actualidad, considerando en ello sólo en los países subsaharianos, diversificado en infraestructura ferroviaria, represas, oleoductos, carreteras y donde los llamados metales estratégicos son una fuente valiosísima para las industrias tecnológicas modernas: oro, coltán, vanadio, manganeso, uranio, cromo, entre otros. Una presencia marcada además por diferencias notables con relación a las antiguas metrópolis y la de Estados Unidos. La diplomacia china “en medio siglo ha dado un cambio notable respecto a su relación con África. Se ha desprendido del pasado ideológico para acometer con enorme pragmatismo y un marcado sesgo económico su política exterior en el continente sobre principios como la confianza mutua, beneficio recíproco, igualdad de las partes, la no injerencia en asuntos internos y la coordinación”. Frente a ello Estados Unidos tiene muy poco que ofrecer.

Una forma de trabajo similar es la que ha llevado a cabo la República Popular China en Latinoamérica. Un Estados Unidos que tras la guerra civil estadounidense en la segunda mitad del siglo XIX comenzó a penetrar en los países al sur del Río Grande, hasta consolidar su poderío político, económico y militar tras el fin de la primera guerra mundial, convirtiendo a Latinoamérica en lo que despectivamente se denominó “el patio trasero estadounidense”. Un mercado como plaza de negocios privilegiada para Washington, cerrada para cualquier eventual competidor. Y, sin embargo, sobre todo en la última década China ha entrado de lleno en materia de inversiones, infraestructuras e incluso en apoyo a gobiernos enemigos de Estados Unidos como es el caso de la República Bolivariana de Venezuela, con la cual mantiene fluidas relaciones políticas, comerciales y estratégicas, vinculadas a la industria del petróleo y el oro.

En un artículo escrito hace un lustro mencionaba el inmenso empuje que China estaba impulsando con Latinoamérica y que significó, que entre los años 2005 al 2014 la República Popular China otorgara 120 mil millones de dólares a países de la zona, estableciendo además un fondo de inversión para la cooperación bilateral en áreas de biotecnología, minería y proyectos de infraestructura que superaron los 15 mil millones de dólares. En el decenio 2016 al 2026 se definió un proceso de inversión de 250 mil millones de dólares. Un crecimiento de inversiones de un 70% frente al 20% menos de Estados Unidos que va en franco retroceso y menor influencia. China ocupa hoy el espacio que Washington ha dejado en función de sus propias realidades, ya sea porque sus preocupaciones de superpotencia lo tienen con la mira puesta en sus intereses en Europa, Asia occidental y la zona en disputa del mar meridional de la China. Una visión estratégica de los gobernantes estadounidenses con una miopía en aumento tan grande como sus desafortunadas intervenciones en guerras de agresión en el Magreb y Asia Occidental. Unido a sus problemas internos, con una sociedad dividida y un presidente que genera tensiones y desconfianza en todos los continentes.

Es esta pérdida de influencia global, junto a la necesidad de desviar la atención sobre sus problemas sanitarios y políticos internos el que explica la política de Trump y su administración de enfocar la dirección de sus críticas contra China. País al cual Washington responsabiliza de la producción y propagación del Virus. Una acusación que se da, además, en el marco de guerra comercial y un fuerte cuestionamiento a la hegemonía en decadencia estadounidense. Un país más empeñado en cercar a la República Islámica de Irán, imposibilitar el desarrollo y ampliación a occidente de la Federación Rusa y tratar de impedir el desarrollo de China en el comercio global, tratando de sumergirla en conflictos como es el caso del Mar Meridional de la China, donde ha incitado a sus socios de la región, para presionar y tensar las relaciones con Beijing.

Donald Trump, al ser electo, dejó claramente establecido que “nuestro enemigo es China” y así lo ha concretado en su mandato, incluso generando un fuerte sentimiento antichino en la población, generando querellas impulsadas por abogados estadounidenses, que pretenden hacer pagar a China millonarias indemnizaciones por “propagar el virus y ser culpables de miles muertes en Estados Unidos”. Se ha generado, igualmente, la petición por los sectores más extremistas de la sociedad estadounidense de imponer decisiones migratorias, que impidan la entrada de estudiantes y trabajadores chinos. El llamado viene de políticos influyentes, como es el caso de Tom Cotton senador republicano por Arkansas, que ha llamado al gobierno a impedir no sólo que las mentes más brillantes de China sean entrenadas por Estados Unidos, sino que se impida que Beijing robe la vacuna contra el Covid 19 en una acusación que demuestra el temor atávico que se tiene con China.

La sinofobia está desatada en Estados Unidos y el mismo Cotton ratificó sus denuncias estereotipadas y que hunden sus raíces desde que los primeros inmigrantes chinos se instalaron en el oeste norteamericano a mediados del siglo XIX. Cotton afirma que «Los servicios de inteligencia chinos están tratando activamente de robar la propiedad intelectual de Estados Unidos en lo que se refiere al virus que lanzaron al mundo, porque, por supuesto, quieren ser el país que atribuya el mérito por encontrar los fármacos o la vacuna, y luego usarla como influencia contra el resto del mundo». A pesar de estos ataques, que esconden el profundo temor de Washington ante el avance global chino, el Dragón chino sigue despierto y con ansias de no dormirse en los laurales, que lo sitúan hoy como una de las principales potencias mundiales.

Geng Shuang, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, ha sido enfático en dar a conocer la posición de su gobierno: «Estas demandas estadounidenses son muy absurda y no tienen ninguna base legal. Desde que comenzó el brote, China ha actuado de manera abierta, transparente y responsable, y el gobierno de EE. UU. debería desestimar tales litigios vejatorios». Mientras los contagios y las muertes sean una constante en Estados Unidos los ataques contra China se van a intensificar, para Trump la búsqueda de un enemigo que oculte su pésima administración es prioritario.

Nota:

  1. Uso este concepto en el sentido asignado por la pensadora chilena Marta Harnecker, quien sostiene que: “Tras la caída del socialismo ha cambiado radicalmente la correlación de fuerzas y nos encontramos en una etapa ultra reaccionaria…la Globalización plantea tres problemas fundamentales: la polarización creciente de la sociedad, el desastre ecológico hacia el que camina la humanidad y la expansión del modelo cultural estadounidense, que denominaré la Macdonalización de la cultura”. Harnecker Marta. Entrevista de Amelia Castilla. Diario El País. Sección Cultura. Madrid. España. Sábado 26 de febrero del año 2.000. Página 5. El pensador Alain Touraine, señala que la globalización no es otra cosa que, “la máxima expresión salvaje del capitalismo” y mirado así, el adoptar corrientes culturales como la expresada por la macdonalización resulta tan preocupante que se afirma que si a esa tendencia no se pone fin estamos en camino a convertirnos en apátridas, o en autómatas de la globalización

Fuente: https://www.hispantv.com/noticias/opinion/465352/eeuu-coronavirus-pekin