El anuncio de la reanudación de relaciones diplomáticas entre China y Chad, realizado el pasado día 6, ha desatado una nueva tormenta política en Taipei. En medio de una grave crisis política originada por los escándalos de corrupción en el entorno presidencial, la oposición, liderada por el Kuomintang, acusa ahora al gobierno de ser incapaz […]
El anuncio de la reanudación de relaciones diplomáticas entre China y Chad, realizado el pasado día 6, ha desatado una nueva tormenta política en Taipei. En medio de una grave crisis política originada por los escándalos de corrupción en el entorno presidencial, la oposición, liderada por el Kuomintang, acusa ahora al gobierno de ser incapaz de proteger el limitado espacio internacional de Taiwán.
El intercambio de embajadores entre China y Chad se produce justamente pocas semanas después de que el ministro de asuntos exteriores taiwanés, James Huang, realizara una gira por el continente africano, con la que pretendía reaccionar al enorme despliegue que la diplomacia china ha venido realizando en los últimos meses.
A resultas de ese viaje, James Huang sugirió la posibilidad de implementar una nueva estrategia diplomática basada no en la competencia con China en cuanto a la oferta de dadivas a los países extranjeros, sino en la diferenciación de su política, asentada en una mejor explotación de sus ventajas (potencia económica y comercial, capacidad tecnológica y militar, etc.) y en las desventajas derivadas del entendimiento con China (pérdida del control de las materias primas y del petróleo, destrucción de la industria africana, aumento del desempleo, etc.).
Pero la realidad nos muestra que, en el caso africano, por ejemplo, los intercambios y las relaciones con China avanzan a un ritmo imparable. Las exportaciones del continente africano a China han aumentado en 2005 un 72% (frente al 30% en relación a los socios europeos). Los intercambios comerciales en el mismo año han sumado 40 mil millones de dólares frente a los 4 mil millones de 1995. Cuando Taiwán exalta el valor de su ayuda en materia de agricultura, sanidad, educación, infraestructuras, etc., China recuerda que para facilitar el comercio con África, ha suprimido los derechos de aduana de 190 productos de 28 países africanos menos desarrollados.
Con la pérdida de Chad, Taiwán se queda con cinco aliados diplomáticos en este continente: Burkina Faso, Gambia, Malawi, Santo Tomé y Príncipe, Swazilandia, y 24 en todo el mundo. Algunos de ellos están en la cuerda floja.
La normalización diplomática con Chad es fiel reflejo del crecimiento de la influencia china en África, un hecho que no solo preocupa a Taiwán, sino también a los países occidentales. En lo que va de año, Hu Jintao ha visitado Marruecos, Nigeria y Kenia. Su primer ministro, Wen Jiabao, ha visitado Egipto, Ghana, Congo, Angola, África del Sur, Tanzania y Uganda. Dejando atrás el mesianismo ideológico de otras épocas, sus intereses de hoy se centran en las riquezas del continente y en la potenciación de las relaciones Sur-Sur. En África compra petróleo, manganeso, algodón y otras materias primas. Sus productos made in China están presentes en todas partes. Su turismo empieza a hacer acto de presencia (50% de aumento en 2005 en relación a 2004). Sus técnicos y trabajadores construyen buena parte de las principales obras públicas de muchos países.
La sinización (1) de África está en marcha ante la perplejidad de unos países occidentales que ahora se lamentan de que la diplomacia china se lave las manos y no se inmiscuya en los asuntos internos de algunos países, avale a dictadores y sus guerras o sacrifique los derechos humanos de la población africana. Y es que la presencia de los países occidentales se ha caracterizado siempre por prestar suma atención a dichos aspectos y desplegar una actividad inconmensurable exenta de cualquier asomo de cinismo. Y nos lo creemos a pies juntillas.
(1) Sinología es el estudio de las lenguas y culturas de China.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China (Casa Asia-IGADI).