En los últimos meses uno de los temas más recurrentes en los medios de prensa internacionales es la preocupación creciente acerca de una eventual guerra de Estados Unidos e Israel contra Irán a partir de las percepciones sobre el programa nuclear desarrollado por esa nación del Medio Oriente. Lógicamente la posibilidad de un conflicto en […]
En los últimos meses uno de los temas más recurrentes en los medios de prensa internacionales es la preocupación creciente acerca de una eventual guerra de Estados Unidos e Israel contra Irán a partir de las percepciones sobre el programa nuclear desarrollado por esa nación del Medio Oriente. Lógicamente la posibilidad de un conflicto en esta explosiva y estratégica región del mundo suscita innumerables puntos de vista y consideraciones de diversa índole. Sin embargo, ningún esfuerzo es vano para tratar de evitar una nueva confrontación de imprevisibles consecuencias en nuestro ya agobiado planeta. He aquí cinco razones por las cuales Estados Unidos y sus aliados más cercanos deberían abstenerse de iniciar tal conflagración:
1. En este sentido el primer elemento que habría que tener en cuenta es que Irán posee el ejército convencional más importante del Medio Oriente y que su situación geográfica y demográfica le plantea desafíos de guerra más complejos a Washington que los que representaron las invasiones recientes llevadas a cabo por el Pentágono en diversas partes del mundo.
Irán es un país de más de 70 millones de habitantes con una configuración montañosa que domina la casi totalidad de su territorio y que resulta óptima para el desarrollo de la guerra irregular. Las Fuerzas Armadas iraníes cuentan con un millón de efectivos distribuidos entre el Ejército de Tierra, la Fuerza Aérea, la Marina y el Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI). La doctrina y la estrategia de defensa militar iraní prevé la movilización, en caso de necesidad, de un «Ejército islámico» de 20 millones de personas. Los Guardianes de la Revolución Islámica tienen bajo su mando a las milicias voluntarias (mujaidines), que cuentan con unidades de combate y un sistema de movilización permanente en todas las localidades.
Todos estos elementos anteriores indican que la posibilidad de una invasión y ocupación militar de ese país medioriental se considere como una meta de difícil realización, incluso para los ejércitos más modernos y mejor equipados del orbe.
2. Una de las cartas más importantes que Irán tiene en sus manos ante un ataque norteamericano-israelí, es la capacidad de bloquear el estrecho de Ormuz a través del cual transita alrededor del 45% de la producción mundial de petróleo. Sin dudas, tal paso tendría consecuencias económicas globales devastadoras, pues podría llevar a un abrupto incremento de los precios del petróleo, lo que a su vez provocaría un colapso de la economía mundial muy aquejada aún por la recesión. En este escenario los países desarrollados de Europa y Asia, extremadamente dependientes del crudo del Medio Oriente, serían profundamente golpeados; sin embargo, debido a los efectos de la interdependencia habría también una incidencia muy negativa sobre Estados Unidos, ya que estas dos regiones son cruciales como destino de las exportaciones e inversiones norteamericanas.
Neutralizar un eventual bloqueo del estrecho de Ormuz por parte de Irán pudiera resultar una opción elevadamente compleja desde el punto de vista militar, incluso para Estados Unidos, puesto que las naves iraníes sembradoras de minas consisten básicamente en una multiplicidad de embarcaciones pequeñas difíciles de anular simultáneamente.
3. Un ataque norteamericano-israelí a Irán podría además desatar contraataques directos de Teherán sobre objetivos norteamericanos en todo el Medio Oriente y sobre el propio territorio israelí y desencadenar además una respuesta múltiple de aliados y simpatizantes del país persa en toda la región.
Tal es el caso de las fuerzas de Hezbollah, que desde el Líbano podrían atacar Tel Aviv o los efectos derivados de una reforzada insurgencia de la población palestina en Cisjordania y Gaza, particularmente en esta última zona dominada por el movimiento Hamas. Habría que ver si Israel tiene la capacidad de neutralizar simultáneamente los ataques directos provenientes de Irán, además de las posibles acciones originadas desde el Líbano, Cisjordania y Gaza.
Particularmente, la situación de Estados Unidos en Irak pudiera experimentar consecuencias indeseables a raíz de un asalto a Irán. Es conocido que los chiitas constituyen la principal comunidad religiosa de Irak, la cual posee estrechos vínculos y canales de comunicación con la nación y el gobierno persas, debido a esto la situación interna en Irak puede ser abiertamente desequilibrada desde Teherán, sobre todo después de una agresión. En ese contexto ante una embestida contra Irán no sería descartable un escenario de un Irak profundamente desestabilizado a partir de un incremento de la hostilidad de la comunidad chiita contra los objetivos militares norteamericanos y contra otros grupos religiosos y étnicos del ocupado país árabe. Las posibilidades de éxito de tal resultado se han potenciado tras la salida reciente de Irak de una parte considerable del contingente militar estadounidense.
Otro escenario posible de hostilidades es Afganistán. Desde el territorio iraní es viable golpear los destacamentos militares de la OTAN de las vecinas provincias afganas de Herat, Nimruz, Farah, Helmand y Kandahar, particularmente los de estas tres últimas, donde están desplegados parte de los efectivos estadounidenses en ese país centroasiático. En esta situación no sería ilógico prever también una escalada aún mayor de las acciones de los ya fortalecidos talibanes contra las fuerzas internacionales de ocupación.
4. La estrategia implementada hasta el momento por Washington contra Irán está basada en una combinación de presiones económicas, diplomáticas y la amenaza del uso de la fuerza militar. El objetivo principal de la misma es incrementar las tensiones internas en la república islámica y forzar un cambio de régimen desde adentro. Hasta el momento esas medidas no parecen haber logrado los efectos esperados, a pesar de que muchos analistas reconocen la existencia de significativas tensiones internas de carácter político en aquel país. No obstante, si Estados Unidos decide pasar a la agresión, es muy probable que las consecuencias sean diametralmente inversas, pues los sentimientos nacionalistas y religiosos iraníes se reforzarían ante la intromisión extranjera y consolidarían la base política de las fuerzas gobernantes. 5. A través de la historia se ha visto cómo ejércitos poderosos y modernos de grandes potencias han sido derrotados por países pequeños, pero determinados a defender su independencia y soberanía a cualquier costo. Estados Unidos debería tener en cuenta esos antecedentes antes de atacar a Teherán. Las tropas norteamericanas aún se encuentran inmersas en Afganistán, un conflicto donde los pronósticos no son nada favorables y han salido parcialmente de Irak sin haber logrado plenamente sus objetivos ¿Qué sentido tendría que Washington se involucre en un tercer escenario de guerra cuando los resultados de su presencia en los dos primeros son todavía inciertos? ¿No sería esto acaso un enorme error de cálculo que traería terribles consecuencias para el Medio Oriente y para el mundo en general, aún sin la certidumbre de que los mismos propósitos de Estados Unidos puedan ser alcanzados?
* Nelson Roque Valdés es periodista especializado en temas internacionales del canal televisivo Cubavisión Internacional.
NOTAS
1. Ver el artículo de Manuel Freitas, ¨ La guerra por otra vías Caballo de Troya: Cómo funciona el «golpe de la CIA» en Irán.¨ (IAR Noticias), 15 de Junio de 2010.
2. George Friedman, ¨ Rethinking American Options on Iran. ¨ Stratfor, August 31, 2010
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