Cincuenta años después de levantar sus puños en señal de protesta en los Juegos Olímpicos México-1968, los ecos desencadenados por John Carlos y Tommie Smith siguen retumbando con fuerza hoy en día en el mundo del deporte. La imagen de los atletas afroamericanos sobre el podio el 16 de octubre de 1968, con la cabeza […]
Cincuenta años después de levantar sus puños en señal de protesta en los Juegos Olímpicos México-1968, los ecos desencadenados por John Carlos y Tommie Smith siguen retumbando con fuerza hoy en día en el mundo del deporte.
La imagen de los atletas afroamericanos sobre el podio el 16 de octubre de 1968, con la cabeza abajo y un puño con un guante en alto se convirtió en una de las postales más icónicas del siglo XX.
La protesta redefinió el concepto de activismo en el deporte, entremezclándose con un anticuado movimiento olímpico entonces liderado por el presidente Avery Brundage y las protestas políticas y culturales alrededor del planeta en 1968.
Estados Unidos ya había vivido en ese año la conmoción en dos ocasiones por los asesinatos de Martin Luther King en abril y del candidato presidencial Robert F. Kennedy en junio. Entre medias, sangrientas manifestaciones irrumpieron en Chicago.
Grandes protestas contra la Guerra de Vietnam ganaron protagonismo el mismo año en el que en Francia la defensa de los derechos civiles, liderada por estudiantes, sumieron al país en un clima de caos.
Y así, durante los Juegos, el febril estado anímico alrededor del globo llegó a Ciudad de México.
Unos días antes del arranque de las competencias, fuerzas gubernamentales del país latinoamericano aplastaron las protestas, dejando según informes independientes entre 300 y 500 muertos, miles de heridos y 2.000 arrestados.
Bajo esa sangrienta represión, los atletas se dieron cita en unos Juegos que pasaron a la historia por el «Black Power», ilustrado por el saludo de Smith y Carlos.
Durante la mañana del 16 de octubre, Smith se llevó la victoria en la prueba de los 200 m estableciendo entonces un nuevo récord del mundo (19.83), con Carlos colgándose el bronce por detrás del australiano Peter Norman.
Por la tarde, durante la entrega de las medallas, Smith y Carlos procedieron con su protesta, preparada desde antes del comienzo de los Juegos.
Los dos atletas habían sido activistas desde su etapa en la Universidad Estatal de San José, en California, donde pertenecían al Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos (OPHR por sus siglas en inglés) creado por el sociólogo Harry Edwards.
Los dos deportistas recibieron sus preseas descalzos, para simbolizar la pobreza de los negros en Estados Unidos.
Smith se atavió con una bufanda negra para reflejar el orgullo negro mientras Carlos llevaba colgado un rosario para representar «a esas personas que fueron linchadas o asesinadas y nadie dijo una oración por ellas».
En un principio, ambos habían planeado llevar un par de guantes cada uno pero Carlos se olvidó los suyos, por lo que decidieron compartir los de Smith.
Los tres, Carlos, Smith y Norman, llevaron insignias del OPHR.
«La gente empezó a aplaudir con fuerza y, de repente, supongo que decidieron que no les gustaba lo que estaban viendo y (los aplausos) se tornaron en veneno e ira», explicó Carlos en un simposio en Ciudad de México el mes pasado.
«Eso me llevó a una especie de estado de shock. Dejé el podio al final de ese día con la sensación de haber nacido el 5 de junio de 1945 para estar ahí ese 16 de octubre de 1968. Ese era mi propósito en la vida».
Las repercusiones hacia Smith y Carlos fueron duras. Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), pidió enfurecido que se echara a ambos de los Juegos por lo que un portavoz describió como «una violenta brecha del espíritu olímpico».
En dos días, el Comité Olímpico de Estados Unidos aceptó la demanda del COI y Carlos y Smith fueron enviados a casa, donde fueron recibidos como parias, con amenazas de muerte incluidas.
Carlos atribuyó el suicidio de su esposa Kim en 1977 a las turbulentas consecuencias de aquella controversia, calificándola como la «mayor tristeza» de su vida.
Mientras ambos deportistas vivían con las consecuencias de su protesta, el mundo del deporte ya había sufrido alteraciones.
Dave Zirin, editor de deportes de la revista The Nation y autor del libro «The John Carlos Story: The Sports Moment that Changed the World» (La historia de John Carlos: El momento deportivo que cambió el mundo), cree que la protesta de 1968 otorgó mayor poder a los atletas en el mundo del deporte.
«Esos puños en alto y las revueltas de los atletas negros asustó mucho al mundo del deporte», dijo Zirin a la AFP.
«Todo lo que ves en la década de los 70, con la agencia libre y salarios más altos, se puede remontar a aquel momento de 1968. Y eso llevó a grandes fortunas de varias generaciones de atletas negros», agregó.
«El factor de miedo que engendró, y la manera en la que los atletas dijeron ‘espera un momento, estos Juegos son sobre nosotros y vamos a imponerles nuestra voluntad política'».
Para Zirin el reciente activismo de deportistas como el ex mariscal de campo de los San Francisco 49ers Colin Kaepernick está directamente relacionado con Carlos y Smith.
«Muchos atletas citan 1968 como su piedra de toque, para decir ‘Oye, esto ha pasado antes, este es nuestro legado como atletas que protestan y no vamos a renunciar a él'», apuntó.
«Así que cuando ves a atletas agachados, hincando la rodilla con el puño en alto, lo están haciendo por la conexión con Tommie Smith y John Carlos».
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