Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
prominente arresto por el ejército afgano de un grupo de combatientes paquistaníes a mediados de abril en la intranquila provincia afgana de Helmand y su subsiguiente entrega a la OTAN para su interrogatorio sacó a la luz una red yihadí que llega al corazón de Pakistán urbano.
En el curso de los interrogatorios, los combatientes confesaron que fueron reclutados, entrenados y luego enviados a Helmand después de pasar algún tiempo en sitios como la ciudad portuaria sureña de Karachi y Quetta, capital de la provincia Baluchistán.
También dieron detalles sobre sus dirigentes paquistaníes y sus actividades, incluyendo cómo podían moverse libremente y cómo poseían inmensos establecimientos religiosos.
El informe del interrogatorio de los combatientes, circulado a todos los sectores del comando de la OTAN, incluido el máximo comando militar y diplomático, provoca preguntas inmediatas sobre la competencia y el compromiso del gobierno paquistaní en el control de los combatientes.
Este evento ocurrió cuando ya había acaloradas discusiones entre Islamabad y capitales occidentales sobre el manejo de los combatientes, especialmente en el Valle Swat, donde hay una especie de tratado de paz entre el gobierno y los combatientes.
En EE.UU., el presidente Barack Obama, el jefe del Comando Central, general David Petraeus y el jefe del ejército, almirante Mike Mullen, plantean todos preguntas sobre la competencia del gobierno paquistaní, mientras expresan aprecio por las fuerzas armadas.
Mullen visitó Pakistán dos veces en 10 días y se reunió con el presidente Asif Ali Zardari, el primer ministro Syed Yousuf Raza Gillani, el jefe del ejército general Ashfaq Parvez Kiani y el líder de la oposición Nawaz Sharif, entre otros. Dejó en claro el mensaje que es a todo Pakistán al que se le acaba el tiempo, y no a una sección particular de la sociedad o el gobierno. Por ello, toda la dirigencia nacional paquistaní debería actuar muy rápido para enterrar sus diferencias políticas a fin de combatir contra la amenaza de los talibanes.
Las declaraciones no indicaban el apoyo a un golpe en Pakistán, sino una clara advertencia para toda la dirigencia nacional paquistaní, sea en la oposición o en el gobierno. Responsables estadounidenses ya han hablado en detalle de la necesidad de que desarrollen un consenso exhaustivo sobre la política nacional contra los combatientes. Esto involucraría la eliminación de sus bloques mentales respecto a los talibanes – sea a favor o en contra o por inclinaciones políticas. En breve, se instó a los dirigentes a mantenerse concentrados en la «guerra contra el terror» dirigida por EE.UU.
Contactos bien ubicados han confirmado a Asia Times Online que como resultado de esos mensajes de advertencia de funcionarios estadounidenses, Sharif aceptará en los próximos días una fórmula para compartir el poder y unirse al gobierno dirigido por el Partido Popular de Pakistán (PPP) de Zardari para combatir a los talibanes.
En términos de dicho acuerdo, se ofrecerían puestos políticos al grupo Liga Musulmana de Pakistán Nawaz (PML-N). En principio, el ex primer ministro Sharif ha aceptado los términos y sumará el peso de su partido a la batalla contra los talibanes. Alternativamente, si el PML-N o el PPP se niegan a aceptar la fórmula, podría establecerse un gobierno tecnocrático interino bajo los auspicios de las fuerzas armadas paquistaníes.
Esta situación prepara la escena para una nueva batalla contra los talibanes en Pakistán. Y, por primera vez, consejos de comando talibanes en la provincia sudoccidental de Baluchistán y a través de la frontera en Helmand y Kandhar han advertido a sus cuadros que se preparen ante posibles cambios en Islamabad.
Pillados por sorpresa
Mientras funcionarios de EE.UU. viajaban de un lado al otro a Pakistán, siete jóvenes fueron capturados por el Ejército Nacional Afgano (ANA, por sus siglas en inglés), en el distrito Gramsir de la provincia Helmand.
Jóvenes paquistaníes de las áreas tribales y de las ciudades han sido frecuentemente arrestados o muertos por tropas de la OTAN en Afganistán. La mayoría de esos jóvenes fueron al país por el ardor del yihad, y usualmente podían ser vinculados a puntos de contacto aislados.
Esta vez fue diferente.
Tres de los hombres fueron identificados como Enyatur Rahman (Provincia de la Frontera Noroccidental – NWFP), Saeed (NWFP) e Imran (Panyab). Cuando fueron aprehendidos junto con los otros cuatro, un comandante talibán paquistaní llamado Mansoor, basado en Helmand, consciente de la posibilidad de que denunciaran una importante red yihadí dentro de Pakistán, hizo todo lo posible por negociar con el ANA para impedir que cayeran en manos de la OTAN.
Pero un cierto problema llevó al ANA a entregarlos a la OTAN.
Existe un acuerdo entre los talibanes y el ANA en todo el sur de Afganistán, especialmente en las provincias Khost, Paktia, Paktika, Helmand y Ghazni.
Según ese acuerdo, cuando los soldados del ANA son enviados a las áreas talibanes, pagan a los talibanes para evitar que los maten. El precio es en armas, munición o cohetes, que son entregados y luego se informa que fueron perdidos durante un encuentro con los talibanes.
Por su parte, cuando el ANA arresta a algún combatiente talibán, pide dinero en efectivo por su liberación. Si los combatientes con paquistaníes, o no-afganos, el ANA tarda un poco más en negociar, pero si los combatientes son afganos, el personal del ANA no corre riesgos innecesarios. O llega a un acuerdo en el lugar y libera a los combatientes talibanes, o dentro de algunos días los entrega a la OTAN. El motivo es evitar una confrontación directa con los talibanes afganos y sus apoyos tribales, que pudieran causar problemas en cualesquiera negociaciones prolongadas.
Bajo este acuerdo, como los siete hombres eran paquistaníes, Mansoor inició negociaciones con el ANA por la liberación de sus hombres. El ANA pidió 200.000 dólares, Mansoor respondió con una oferta de 2 millones de rupias (25.000 dólares), que fue rechazada. Mansoor entonces organizó el pago de 10 millones de rupias, pero ya que habían pasado 10 días, el ANA entregó los paquistaníes a la OTAN.
Mansoor manejó mal la situación desde dos puntos de vista. Primero, no involucró al comando talibán afgano, y segundo, tardó demasiado en llegar a una cifra aceptable.
Al parecer, los jóvenes comenzaron rápido a hablar al ser interrogados. En particular, dieron detalles de una red yihadí conocida por su asociación en el pasado con el difunto Jaish-e-Mohammad. También dieron detalles sobre sus antecedentes y sobre cómo habían sido reclutados y estado en diferentes centros urbanos paquistaníes, donde los dirigentes de su red dirigían abiertamente establecimientos religiosos. Esa información fue compartida con círculos paquistaníes concernidos, pero para entonces todos los altos comandantes talibanes paquistaníes habían pasado a la clandestinidad. Desde una perspectiva más amplia, sin embargo, el incidente suministró a Washington la munición que necesitaba para ir en pos de la dirigencia nacional de Pakistán y advertir que todo el país tenía que erguirse unido para luchar contra todas las secciones y grupos talibanes en el país. Recordaron que el tiempo se acaba no para un gobierno o partido político en particular, sino para el Estado de Pakistán.
Es donde entraría al juego un nuevo gobierno conjunto con la participación de Sharif, y Pakistán volvería a bailar según el ritmo estadounidense.
Es obvio que los talibanes paquistaníes y sus aliados de al-Qaeda, no se quedarán atrás. El comando de al-Qaeda ya ha preparado planes para provocar una reacción en todo el país – se llamará a las masas a mostrar su lealtad de un extremo a otro.
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Syed Saleem Shahzad es jefe del Buró Pakistán de Asia Times Online. Para contactos, escriba a:
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