Recomiendo:
0

Conflicto violento: protegiendo la salud de la población civil

Fuentes:

Traducido por Manuel Talens

Mientras el mundo contempla los terribles acontecimientos que tienen lugar en Gaza, otras zonas conflictivas del planeta continúan ignoradas. Desde que la ofensiva aérea y terrestre de Israel contra el régimen de Hamás en Gaza atrajo la atención política y mediática internacional, cientos de personas -400 en un solo día- han sido asesinadas en la República Democrática del Congo y muchas más carecen de los cuidados médicos que tan desesperadamente necesitan.

Las enormes dificultades existentes para asistir a las personas afectadas por conflictos armados son uno de los rasgos más prominentes de los diez desastres humanitarios más olvidados, que Médicos sin Fronteras compila año tras año. De acuerdo con esa organización, los desplazamientos forzados y masivos de poblaciones civiles, la violencia y las necesidades médicas no satisfechas en Somalia, que encabeza la lista por tercer año consecutivo, en la República Democrática del Congo, Iraq, Sudán y Pakistán son algunas de las peores emergencias humanitarias y médicas en el mundo.

Es una lacra social que algunas vidas sigan siendo más importantes que otras, en especial cuando se las observa a través de una lente distorsionada por la política, la economía, la religión y la historia. El supuesto valor de un país -incluido su valor económico, comercial y político- y el grado de cobertura mediática no deberían determinar el valor de las vidas de sus ciudadanos perdidas por la guerra. Por desgracia, pocos dirigentes políticos comparten esta opinión con coherencia y Naciones Unidas ha fracasado miserablemente a la hora de imponer su principio fundador de que todas las vidas tienen igual valor.

Ban Ki-moon, el secretario general de Naciones Unidas, dijo en un reciente discurso: «No hemos sido capaces de proteger a personas inocentes de la violencia». Incluso si una admisión como ésta es una desusada honradez, no hace más admisible este hecho deplorable. El secretario general y los dirigentes políticos han hecho repetidas llamadas para que cese el fuego en dichos conflictos sin resultado alguno. La credibilidad de Naciones Unidas está seriamente lastrada por la ausencia absoluta de cualquier mecanismo capaz de pedir cuentas a quienes vulneran el Derecho Internacional. ¿Como podría, si ni siquiera intenta hacer respetar códigos internacionales concertados, como son proteger a la población civil, asegurar que los heridos y enfermos durante los conflictos armados reciban cuidados médicos y que el personal sanitario, los establecimientos, el trasporte y el material sean respetados? Los gobiernos implicados en conflictos recientes y actuales han mostrado repetidamente un desprecio flagrante de tales principios y, sin embargo, no han recibido el menor castigo. Además, los acontecimientos en Gaza y la insurrección del año pasado en Burma, brutalmente reprimida, muestran que la organización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde unos pocos poderosos pueden tomar decisiones unilaterales favorables a sus propios intereses políticos, es vergonzosamente inadecuada.

Quizá en los próximos días, conforme el mundo continúa recuperándose del impacto del desastre político y humanitario en Gaza, la comunidad internacional pueda utilizar esta catástrofe como catalizador del cambio que mejore la respuesta médica y humanitaria durante los conflictos armados. La reafirmación global de la Declaración Universal de Derechos de la Persona, que consagra la igualdad de toda vida humana, y la Convención de Ginebra, que protege a las poblaciones civiles y al personal médico durante los conflictos, podrían ser un buen punto de partida. Aunque esta sugerencia no necesita reinventarse, valdrá la pena hacerlo si se asocia con la revolucionaria noción de que los países, los territorios, las regiones y los líderes que no respeten tales códigos deberían rendir cuentas ante la justicia. Las organizaciones no gubernamentales y los grupos de la sociedad civil podrían representar un importante papel en dicha propuesta. Pero quizá vaya siendo hora de que un grupo distinto dé un paso al frente y se constituya en guardián y abogado de las necesidades sanitarias y humanitarias de las poblaciones civiles atrapadas en conflictos. ¿Y quién mejor para ello que la profesión médica?

La medicina, al igual que Naciones Unidas, nació para compartir la humanidad. El juramento hipocrático y sus populares equivalentes modernos sitúan el cuidado y la igualdad de los seres humanos en el eje de su existencia. Seguramente no son sólo los escasos y valientes profesionales sanitarios que ejercen su profesión en el frente de batalla quienes tienen la responsabilidad de aportar cuidados médicos a las poblaciones civiles heridas en el conflicto. Médicos sin Fronteras no debería ser el nombre de una organización médica humanitaria. Si el juramento hipocrático significa algo, todos los médicos, sea cual sea su situación, especialidad o experiencia, deberían hacer honor a lo que juraron exigiendo a sus gobiernos nacionales y a la comunidad internacional -quizá a través de sus organizaciones médicas nacionales- que aseguren que las poblaciones civiles heridas o afectadas por conflictos armados reciban la atención médica que necesitan, en cualquier lugar del mundo en que se encuentren. Estos cuidados no son humanitarios, sino lo que cualquier miembro de la profesión médica tiene el deber de prodigar.

The Lancet, Volume 373, Issue 9658, Page 95, 10 January 2009 [doi:10.1016/S0140-6736(09)60015-5].

El escritor y traductor Manuel Talens es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.