En realidad un burgués -mi padre–, me permitió estudiar Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires cuando todavía era la mejor de América Latina. Terminé mis estudios en 1965. El año siguiente el Gral. Onganía, en la noche de los bastones largos, comenzó a desangrar el intelecto que era compartido y trasmitido a los alumnos. […]
En realidad un burgués -mi padre–, me permitió estudiar Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires cuando todavía era la mejor de América Latina. Terminé mis estudios en 1965. El año siguiente el Gral. Onganía, en la noche de los bastones largos, comenzó a desangrar el intelecto que era compartido y trasmitido a los alumnos. Conseguí al poco tiempo una beca para hacer un postgrado en Ciencias Aplicadas en la Universidad Católica de Lovaina (que en esa época no era tan católica que digamos, con profesores como Ernest Mandel y otros notables marxistas ateos). Todo esto no es más que vanidad de vanidades. Lo cuento solo para compartir con los jóvenes mi experiencia que realmente fue muy valiosa ya que me permitió sobrevivir en este mundo loco y competitivo hasta esta mi edad de adulto mayor.
La clave más importante fue la que mis profesores me inculcaron. «Nunca crea nada «a priori», dude de todo. Sólo cuando usted mismo verifique lo que dicen incorpórelo a su acerbo científico».
Esa recomendación me sirvió de mucho. A los teoremas los redemostraba , desarrollando en mi intelecto la capacidad de demostrar, tal como al correr todos los días unos kilómetros uno se prepara para la maratón de barrio.
Un profesor me descubrió y me hizo investigador. Me fue muy bien. Lo que me hizo mal es querer volver a mi medio: el Tercer Mundo, concretamente a Argentina, mi país de origen. Naturalmente que no pude seguir investigando. Según el Decano de Ciencias Exactas de Buenos Aires el Dr. Zardini, Lovaina en 1972 era muy zurda y así se me fueron cerrando puertas. No quería dejar la investigación y me dediqué a la docencia y en mis ratos de ocios continuaba con mi tesis de doctorado -que dicho sea de paso nunca defendí–. Me llamaron de la OEA para enseñar matemática aplicada en un proyecto en Paraguay. Así caí a este pozo que es Paraguay, en manos del coloradísimo hace 60 años y con 25 años de dictadura de de Stroessner. Desde su derrocamiento se habló de transición hacia la democracia pero no hay nada mejor que esa palabra para definir caos sin Stroessner pero con otros corruptos y otros señores feudales. Pero tal como los cátaros, los maniqueos y antes los mazdeístas percibí que este mundo estaba dominado por el Demonio (con mayúsculas) y conciente de que no era un Paraíso seguí adelante tratando de crear pequeños Paraísos para sobrevivir.
Paraguay es un país extraño. Hay gente muy hospitalaria y amigable pero los poderosos, los burgeses, en su gran mayoría no depasaron las costumbres de la sociedad feudal anterior a 1789 en Europa. Con toda naturalidad le dicen a uno: «si no le gusta se va, hay 10 esperando afuera». Es fácil decirlo ya que como en los comienzos de la Revolución Industrial en Inglaterra, la Revolución Agrícola; agrotóxicos y siembra directa, deja sin trabajo a 150.000 paraguayos por año, que convergen como en la antigüedad a las grandes ciudades, creando un colchón de desocupados, pasto fácil para la explotación capitalista. Eso es capitalismo salvaje y si uno no tiene otra salida muere, mata (la violencia no es mágica, tiene sus razones) o emigra (como gran parte de la población que está en Argentina o España y cuyos envíos a sus familiares superan el millón de dólares diarios, cifra superior a los royalties por la venta de energía de Itaipú y Yacyretá).
Esto es barbarie, y esta barbarie debe terminar por razones puramente humanitarias. Paraguay es signatario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y según la Constitución un acuerdo ratificado por el Congreso solo es depasado en orden de prelación por la propia Constitución Nacional.
Militando en el tiempo que me queda, después de buscar la pitanza que me permita vivir, haciendo traducciones para el CADTM (Comité por la Anulacón de Deuda del Tercer Mundo), dirigido en Bélgica por el lúcido y querido Eric Toussaint; y en los colectivos Rebelión y Tlaxcala como traductor del francés al español (en fin no puedo ser tan ignorante al haber dado clases en francés en Lovaina), consigo mantener una relativa sanidad mental. Pero debo luchar. No es posible que en las Universidades Privadas los profesores entremos en un mercado. Eso es absurdo, pero es así. La desregulación y la inmoralidad de las Universidades nos convirtieron en tornillos fáciles de cambiar. No hay carrera docente (a mí me costaron 9 años llegar a profesor adjunto), acá los recién egresados pueden ser profesores con el mismo salario que un veterano como yo con 42 años de experiencia. Los sueldos son los mismos que hace 10 años pese a una inflación del 45% en el período. ¿Cómo no voy a comprender a los que preconizan el socialismo del siglo XXI? Claro, muy claro, esto es un atraso formidable respecto a las conquistas proletarias de la época de oro del capitalismo (1945-1975) que Cornelius Castoriadis califica como conquistas de la lucha de clases sin tomar el poder[1]. Creo que el proletariado debe tomar el poder pero hoy sin violencia tal como lo vemos con regocijo en Venezuela, en Ecuador, en Nicaragua y en Bolivia.
¿Pero dónde están los consejos del proletario que figuran en el título?
Muy simple: luche amigo por la toma del poder la vía electoral (controladas, por supuesto, nada de urnas electrónicas como las que usaron Bush y Calderón, y la presencia masiva de observadores internacionales), esa forma de tomar el poder es «democrática» según las normas internacionales. El referéndum es soberbiamente democrático cono para convocar a una Asamblea Constituyente (recuerde al mártir de Salvador Allende tratando de gobernar como socialista con leyes burguesas), para derogar las leyes absolutamente burguesas y dar lugar a la propiedad social, al principio, en convivencia con la propiedad privada, pero esta deberá humanizarse o sucumbir.
En Paraguay hay una gran posibilidad, esa posibilidad está en manos del ex obispo Fernando Lugo. Controlé personalmente el diseño de las últimas encuestas. Si no hay trampas Lugo gana (35% a 23%). Si bien la Alianza Patriótica (de Lugo) aloja a muchos no patriotas y va desde la izquierda radicalizada como Tekojojá hasta el PLRA, partido de las elites capitalistas, siendo Lugo ex obispo, el consejo es: «Ama y haz lo que quieras».
Los sesenta años de coloradismo hicieron que un partido con bases populares se transformase en una cueva de ladrones. Unos años en el llano nada mal le vendrían.
Notas:
[1] Hablando con Cornelius Castoriadis.
http://www.topia.com.ar/articulos/castoriadis.htm
Guillermo F. Parodi es escritor, profesor universitario, miembro del Observatorio Internacional de la Deuda y de los colectivos de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala ( www.tlaxcala.es ), la red de traductores por la diversidad lingüística. Este trabajo se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar la fuente, el autor y el corrector.