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Contra Irán, el imperio siempre ha intentado ser monarca

Fuentes: VenezuelaNews

Winston Churchill fue nombrado Primer Lord del Almirantazgo en 1911, convirtiéndose en el jefe civil de la Marina Real Británica e iniciando importantes reformas y modernizaciones en la Royal Navy. Ya se presentía la Primera Guerra Mundial, que se daría entre 1914-1918. Una de las decisiones más destacadas de Churchill fue la transición de los buques del carbón al petróleo, con lo cual la geoestrategia mundial empezó a cambiar radicalmente.

Aunque ese imperio ya estaba en decadencia, Su Majestad seguía decidiendo en una buena parte del mundo, directa o indirectamente, principalmente en las regiones donde el petróleo estaba tan presente como el aire: Medio Oriente, donde ahora solo faltaba ponerle decisivamente la mano para que moviera al mundo. Esto lo fue haciendo en unión con su excolonia, que era el imperio que iba emergiendo, Estados Unidos.

Terminada esa Guerra, como si fueran momentos de ocio, mientras veía desaparecer el humo de sus tabacos, Churchill empezó a crear naciones y reconfigurar fronteras, según los intereses económicos de Su Majestad, y los pedidos que había aceptado de varios príncipes amigos. En complicidad con Francia, así nacieron Irak, Jordania, Siria, Líbano y el Mandato Británico de Palestina.

Las realidades étnicas, tribales, religiosas y hasta de idioma no importaron o simplemente los expertos en Londres y París no lo sabían, lo único necesario es que respondieran a sus intereses. Esto trajo no pocos conflictos, como los conocemos hasta el día de hoy, a esta hora.

Churchill apoyó desde 1917 la idea de un “hogar nacional judío” en Palestina, entonces bajo control del Imperio Otomano. En el gobierno británico era raro quien se opusiera a ello y es durante su visita a Jerusalén en 1921, como importante aliado y defensor del sionismo, que Churchill se declaró a favor de esa causa: “Mi corazón está lleno de simpatía por el sionismo. El establecimiento de un Hogar Nacional Judío en Palestina será una bendición para todo el mundo”. Claro, bajo protección británica.

Comienzo del calvario palestino

Luego, Churchill participó en la definición de las fronteras, pero también de las bases administrativas del futuro Estado. La creación formal de Israel ocurriría el 14 de mayo de 1948, cuando el liderazgo judío en Palestina proclamó la independencia, un día antes de la retirada británica del Mandato de Palestina.

Y empezó el calvario para el pueblo palestino y la desestabilización de la región debido a la extrema y violenta gula por el poder territorial que encierra el sionismo, que es muy diferente al ser judío.

Tras el descubrimiento de un gran yacimiento petrolífero en Masjed Soleiman, Persia, actual Irán, se fundó la Anglo-Persian Oil Company el 14 de abril de 1909. Cinco años después Londres adquirió el 51% de las acciones de la empresa, asegurando su control. Ya estaba garantizado el suministro de petróleo para la Armada Real Británica y los socios que Su Majestad decidiera, durante la Primera Guerra. Esta empresa inauguró la extracción de petróleo en Irán que, en 1935, pasaría a llamarse Anglo-Iranian Oil Company y más tarde British Petroleum, BP.

El gobierno británico mantuvo una posición dominante en la empresa durante décadas, influyendo en sus operaciones y en la política petrolera en Irán. No se movía una hoja en Irán si a Londres no le convenía.

Nacionalización e inicio de la guerra integral

Todo iba muy bien para los intereses británicos y sus socios en Irán, hasta que fue elegido democráticamente como Primer Ministro a Mohammad Mossadegh, en abril de 1951. Este cometió un pecado imperdonable: nacionalizar la industria petrolera. O sea, una medida soberana que exigía el pago del real costo del petróleo y sus derivados, pues existía la costumbre británica de llevarse todo como si fuera de ellos, sin darle cuenta a nadie en Irán.

Los británicos le pidieron colaboración a Washington, quién delegó en la recién creada Agencia Central de Inteligencia, CIA, el derrocamiento de Mossadegh. Entre el 15 y el 19 de agosto de 1953 llevó a cabo el golpe de Estado en Irán, con el apoyo de MI6 británico.

No sólo fue la primera acción encubierta de Estados Unidos para derrocar a un gobierno extranjero: con la “Operación Ajax”, como se le conoció, se estrenó “la guerra integral” en tiempos de paz. Desde esa ocasión, hasta la hora en que escribo este texto, ella, acomodada a las necesidades y perfeccionada, se ha utilizado por todo el mundo, muy especialmente en América Latina contra gobiernos democráticos que no son del agrado de Washington.

La guerra integral utiliza los medios de prensa para desvirtuar los logros y objetivos de un gobierno; la psicología para ganar las mentes y corazones de las gentes. Se juega con las necesidades básicas, sobornos a políticos y militares; de ser necesario acciones terroristas y utilización de paramilitares y, muy importante, la movilización de manifestantes pagados por la CIA para crear disturbios y justificar la intervención, incluyendo organizaciones y partidos de izquierda.

Período oscuro

Luego instalaron a Mohammad Reza Pahlavía como emperador, cuyo gobierno fue marcado por una creciente autocracia y una entrega total de Irán a Londres y Washington, principalmente. Mientras el monarca se convertiría en uno de los hombres más ricos del mundo, Irán se llenó de pobres y excluidos.

Entretanto, desde su exilio en París, el Ayatola Jomeini lograba el apoyo de un número cada vez mayor de iraníes que veían la occidentalización propuesta por el monarca como un insulto al islam. Los discursos y sermones, grabados en cientos de casetes, circulaban clandestinamente por el país, siendo escuchados por obreros, campesinos, estudiantes, o sea, los desheredados de esa rica nación.

La represión, la acumulación de tensiones sociales, políticas y religiosas desembocó en la Revolución iraní de febrero 1979, que puso fin a la dictadura de 37 años del “rey mimado de Occidente”. Así llegó la actual República Islámica de Irán.

Y empezó la ira de Occidente, cuya primera acción fue utilizar todos los medios de prensa para atacar, día a día, la imagen del nuevo gobierno para hacerlo ver como un Estado terrorista, repleto de locos fundamentalistas islámicos. Casi lo ha logrado.

Como era de esperar, durante el régimen del Shah las relaciones entre Irán e Israel fueron cordiales, con vínculos diplomáticos y comerciales. Después de Turquía, Irán fue el segundo país de mayoría musulmana en reconocer al Estado de Israel. Lógico que esta alianza se debía en buen parte a que ambos eran aliados de Washington y Londres.

Época de soberanía iraní

Todo cambió con la Revolución Islámica. El nuevo Gobierno consideró a Israel como un «régimen ilegítimo» y opresor del pueblo palestino, entregando la embajada israelí en Teherán a la Organización para la Liberación de Palestina, OLP. Irán adoptó una postura abiertamente antisionista, recordando el origen sionista de Israel, pero también se opuso al “imperialismo” estadounidense.

En ese contexto, Irak invadió sorpresivamente a Irán, septiembre de 1980. Su pretexto fue las disputas territoriales y la mal influencia que podría tener la revolución en el vecindario. Washington, muy preocupado por el inmenso flujo de petróleo que había perdido en Irán, había empujado a su gran socio Saddam Huseim para que hiciera una guerra por delegación. Sería algo rápido porque al régimen de Bagdag se le darían armas, información de inteligencia e imágenes satelitales.

Le incluyeron armas químicas, que fueron usadas contra miles de inocentes y la prensa gritó que Irán era el culpable, por lo que la imagen de Teherán siguió degradándose. Años después, cuando se supo la verdad, ya la prensa no se interesó.

Todo ello, más el aislamiento internacional que Occidente había logrado sobre Irán facilitaría las cosas. Pero no fue así: duró ocho años la guerra, al encontrar una resistencia iraní más fuerte de lo esperado.

Análisis posteriores han demostrado que Irán resistió gracias a la movilización popular y la estructura de los Guardianes de la Revolución, pues Irak tenía el apoyo de otros países árabes y, especialmente, de Estados Unidos y sus aliados occidentales.

Ellos mismos lo han repetido: Estados Unidos no tiene amigos, solo intereses. Aunque Henri Kissinger lo dijo más clarito: ser nuestro enemigo es malo. Ser nuestro aliado es fatal.

Reagan y la venta de armas

Durante esa guerra Irak-Irán, el presidente Ronald Reagan insistía e insistía de todas las formas posibles, apoyado en su pasado de mal actor, que Irán y su guía espiritual el Ayatola Jomeini eran el vivo demonio. Según él y sus aliados que repetían como loros, de Irán podrían salir todas las desgracias para el futuro de la humanidad.

En noviembre de 1986 una noticia estremeció los cimientos del poder en Washington, señalando directamente a Reagan, a su vicepresidente Bush y a todo su equipo del Consejo Nacional de Seguridad. La había publicado un periódico libanés de poca difusión: Estados Unidos le estaba vendiendo armas al “diablo”. Para rematar: muchas de ellas llegaron a ese “demonio” por intermedio de Israel.

Si Reagan pudo terminar su mandato fue por un compromiso con el Partido Demócrata y otros poderes en ese país, pues las pruebas eran irrefutables. Era otro escándalo, pero muchísimo peor que aquel que le había costado la presidencia a Richard Nixon. Esto ya era demasiado para la cacareada democracia de esa nación.

Aunque Reagan y los suyos justificaron que la venta de armas era para facilitar la liberación de ciudadanos estadounidenses, secuestrados por milicias chiitas en el Líbano, supuestamente aliadas de Irán. Pocos creyeron en eso.

Se quiso también argumentar, sin mayor éxito, que con ello se evitaría que la Unión Soviética expandiera su influencia en Irán. Que esas relaciones clandestinas le permitirían a Estados Unidos volver a tener cierta presencia en ese país clave en la región y rico en petróleo.

La cosa hoy parece simple, pero como lo expuso la investigación del Senado estadounidense, en lo que se ha conocido como Irangate o IranContras, si fue grave para la opinión nacional y mundial, al interior del poder del Estado fue más que un terremoto.

Vinculación con Nicaragua

En 1979 los sandinistas habían terminado con la dictadura de los Somoza, otros consentidos de Washington, tomándose el poder. Un año después Reagan llega al gobierno y decide su derrocamiento como prioridad: el comunismo de la Unión Soviética llegaría a Texas desde Nicaragua, repite en la TV, todos le creen. Conforma “La Contra”, un grupo paramilitar, entrenado y financiado por ellos, pero el Congreso le prohíbe enviarle ayuda que no sea “humanitaria”. Reagan se siente maniatado y ya ve desfilar al Ejército Rojo por Washington.

Entonces en su Consejo Nacional de Seguridad se decide, desde fines de 1981, negociar con los iraníes: les vendemos las armas que pueden necesitar en la guerra declarada por Irak. Aunque con recelo, Irán acepta. Por intermedio de traficantes de armas y asesores del Consejo Nacional de Seguridad, desde 1984 ese intercambio dio inicio, a pesar del embargo de armas impuesto ese mismo año por el Congreso estadounidense, después que se designara a Irán como Estado patrocinador del terrorismo.

La participación de Israel empezó a darse al año siguiente. La operación fue altamente secreta y dirigida por un super comité israelí encabezado por el entonces primer ministro Shimon Peres. Como en la Casa Blanca se ignoró a sus propios controles internos, la CIA y el Mossad ejecutaron la venta de armas. Esta venta incluía misiles antitanque y antiaéreos, repuestos para aviones y otros poderosos equipos militares.

Lo que sobrara de la venta de ese armamento, se iría clandestinamente a la guerra contra el gobierno sandinista. Esto solo se detuvo con el escándalo político desatado.

Participación de Israel

¿Por qué Israel participó en ello? Porque veía a Irak como una amenaza para su propia seguridad y no tanto a la Irán revolucionaria. ¡Cómo cambian los tiempos! En ese momento Irak era considerado el país árabe militarmente más poderoso y no se mostraba muy amigo de Israel, aunque Hussein era otro dictador consentido de Washington. Una victoria de Irak lo fortalecería como potencia regional. Ayudar a Irán era, por tanto, parte de su propia seguridad.

Curiosamente, en pleno escándalo Irangate, Israel y Estados Unidos empezaron a contar la historia y los loros a repetirla, que Irán estaría en capacidad de producir bombas atómicas.

Fuente: https://venezuela-news.com/contra-iran-el-imperio-siempre-ha-intentado-ser-monarca-por-hernando-calvo-ospina/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.