Los últimos ensayos armamentísticos de Corea del Norte durante las primeras semanas del 2022 han supuesto una sorpresa para muchos analistas y diplomáticos occidentales.
Más allá del debate sobre los supuestos objetivos (bases norteamericanas en Corea del Sur y Japón, así como las propias fuerzas militares de estos dos países) y de algunos análisis que se han centrado en la capacidad militar que podrían presentar las nuevas armas utilizadas por Pyongyang, detrás de este movimiento se nos presenta un abanico de mensajes que los dirigentes norcoreanos dirigen a diferentes actores. Es decir, conviene realizar una lectura técnica y política de los acontecimientos y de las motivaciones.
Las pruebas con nuevas armas y sistemas han podido suponer una forma de ejercitar y actualizar todo el sistema militar de Corea del Norte, no se trata sólo de mantener, sino también demostrar que está operativo al cien por cien. De esta forma también busca normalizar ante la opinión pública mundial la capacidad del músculo militar que tendría.
El uso de múltiples misiles y de plataformas de lanzamiento, y el desarrollo del programa de pruebas puesto en marcha el pasado otoño, muestra por un lado un sistema más difícil de detectar y atacar, dotándolo de una mayor capacidad producción. Y por otro lado, la mejora del sistema de abastecimiento de combustible lo que acelera la capacidad y velocidad de lanzamiento.
Junto a ello, Pyongyang también ha lanzado varios mensajes en clave interna y externa. Tras un largo período de sanciones económicas impulsadas por Estados Unidos y sus aliados, y unido todo ello a las dificultades y restricciones surgidas al hilo de la pandemia COVID-19, que están teniendo consecuencias negativas en el comercio con países vecinos, sobre todo con China, estos lanzamientos de misiles pueden pretender levantar el ánimo de la población norcoreana.
Obviamente, los ejercicios militares han vuelto a poner nerviosos a los dirigentes estadounidenses y a sus aliados locales, fundamentalmente Japón y Corea del Sur. De cara Estados Unidos, Pyongyang podría estar tanteando la posibilidad de retomar a medio plazo las negociaciones.
Es evidente que tras el fracaso de las conversaciones con Trump en 2019 en Hanoi, Y con la actual política que parece manejar Biden y que no abre la puerta a contactos estrechos a corto plazo, los dirigentes norcoreanos estarían diseñando una estrategia encaminada a un objetivo que a medio o corto plazo posibilite la materialización de una nueva mesa de negociación.
A la hora de analizar la situación que se crea entorno a las tensiones en la península de Corea (al igual que deberíamos hacer cuando intentamos analizar y comprender coyunturas complejas y alejadas de nuestro mundo occidental) convendría quitarse las lentes distorsionadas que muchas veces utilizan la clase política y los medios de comunicación en Occidente.
Son muchas las voces que en ese sentido dicen no entender el momento elegido por Corea del Norte para llevar acabo estos ensayos y estas pruebas. En un momento, donde la atención política internacional y mediática está centrada mayoritariamente en Ucrania, y en menor medida entorno a los acontecimientos de Taiwán, para esos analistas los movimientos norcoreanos obedecerían a un guión que ya hemos visto en ocasiones anteriores, y que tal vez careciera de sentido en esta coyuntura.
Sin embargo, una vez más, esas voces parecen ignorar que lo que los dirigentes norcoreanos vuelven a mostrar a la llamada comunidad internacional, es que ellos tienen su propio cronograma, y que ellos deciden los tiempos y los impulsos del mismo.
Las próximas semanas se van a suceder una serie de acontecimientos en la región, y tal vez ubicando los mismos en una fotografía más amplia podríamos entender la estrategia de Corea del Norte.
Así, en unos días se inaugurarán los Juegos Olímpicos de invierno en Beijing. Este acontecimiento viene marcado por un llamamiento al boicot diplomático de Estados Unidos y de sus aliados occidentales, y son estos mismos protagonistas los que se atreven a sugerir que las maniobras militares norcoreanas podría ser contraproducentes para China, aliada de Pyongyang. Nuevamente, parecen olvidar que hace ya algún tiempo que el mundo ha dejado de girar únicamente entorno a sus designios e intereses. La presencia de altos dirigentes políticos de China, de Rusia y de otros importantes estados puede ser una oportunidad para que los dirigentes norcoreanos presenten discretamente su agenda diplomática.
Tampoco conviene olvidar que durante el mes de marzo se celebrarán las elecciones presidenciales en Corea del Sur, una ocasión que Pyongyang nunca ha desaprovechado de cara a posicionarse ante los futuros dirigentes del país vecino. Además, en esas mismas fechas Washington y Seúl tienen programadas unas importantes maniobras militares en la región. Con la demostración de poderío y músculo militar de estas semanas, Corea del Norte lanza también un mensaje ante los citados movimientos militares.
La estrategia múltiple que presenta Corea del Norte conviene por tanto enmarcarla tanto en la coyuntura actual cómo los objetivos a largo plazo de ese país asiático. La disuasión militar, y sobre todo nuclear, es uno de los activos más importantes para Pyongyang de cara unas hipotéticas conversaciones o negociaciones que en el futuro puedan abordar el fin oficial de la guerra de Corea, la salida de las tropas estadounidenses de la península y la reunificación de ambas Coreas.
Txente Rekondo. Analista internacional.
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