Este texto está basado en una conferencia que el autor pronunció el pasado mes de junio de 2009 en el Instituto de Estudios Europeos e Internacionales de Luxemburgo.Traducido para Tlaxcala y Rebelión por Paloma Valverde***
El binomio «gran juego», introducido por Rudyard Kipling en el siglo XIX, en el cual participaban la India británica y la Rusia imperial para conquistar la India y las cálidas aguas del Mar de Arabia, aún continúa en vigor. Hoy en día muchos nuevos jugadores se han incorporado, pero el juego sigue siendo el mismo. No hay que olvidar que durante los primeros tiempos del colonialismo Gran Bretaña fue uno de los grandes jugadores en la Hindukush y por la Hindukush. No fue, por lo tanto, ninguna sorpresa que el 28 de enero de 2010 el gobierno de Londres celebrase una conferencia internacional sobre Afganistán. Esto confirma de modo inequívoco el interés que los británicos siguen teniendo en esta zona geopolítica estratégica.
Implicación de USA en la zona
Durante el siglo XIX, USA tuvo poca implicación en la zona y en el siglo XX empezó a tenerla a través de sus aliados. Esta presencia indirecta se manifestó a través de las relaciones que la CIA mantuvo con los servicios de inteligencia de Pakistán (ISI) y con la venta secreta de armas a los muyahidines afganos para que Rusia «tuviese su Vietnam», como declaró Zbigniev Brezinski, asesor desde 1977 hsta 1981 del Consejo Nacional de Seguridad del gobierno de Carter. Tras lo sucedido el 11 de septiembre de 2001, USA pasó a ser el principal artífice de la política internacional para Afganistán durante el siglo XXI.
Círculos concéntricos del conflicto
En 2010, la profundización de las crisis en Afganistán y Pakistán se extendió a una zona geográfica más amplia. Existe un círculo exterior al conflicto, en el cual una OTAN dirigida por USA se enfrenta a la resistencia que Rusia y China, miembros claves de la Organización de Shanghai para la Cooperación (SOC, por sus siglas en inglés), oponen a su política en Afganistán y Pakistán. La SOC es una alianza regional a la que pertenecen la mayor parte de los países del Asia Central junto con India, Pakistán, Irán y Mongolia.
La doctrina de la OTAN de 1999, así como las subsiguientes revelaciones de que la seguridad energética es un elemento fundamental de la política de la OTAN, han intensificado el enfrentamiento con Rusia y China. Los dos países rechazan con firmeza el acoso y la interferencia occidental en lo que ellos consideran su tradicional área de influencia.
Existe, además, un círculo interior del conflicto, cuyo centro es Afganistán y Pakistán. Es aquí donde las divisiones étnicas en Afganistán y la controversia histórica entre Afganistán y Pakistán sobre el «Pastunistanato» determinan la política local y fronteriza. El tratado de 1893 entre la India británica y la Rusia imperial dejó su legado en forma de frontera artificial que divide a la comunidad hablante del pastún. Cualquier gobierno de USA que se acerque a este círculo interior del conflicto ha de tener un conocimiento detallado del paisaje étnico de la zona.
Conocer la situación local
Además de las circunstancias mencionadas, hay que tener en cuenta otras de carácter regional. Entre ellas, la desconfianza de los dirigentes locales hacia la autoridad central en Kabul, Peshawar e Islamabad. Las autoridades pakistaníes de Islamabad no han olvidado que en la época de la independencia, en 1947, la Provincia Fronteriza del Noroeste quería optar por India en lugar de por Pakistán. Las divisiones religiosas entre la Sunna y la Shía han sido tradicionalmente más importantes en Afganistán. Los chiíes de la zona de Hazara, en el centro de Afganistán, y los de la provincia de Helmand y de otras zonas del suroeste de Afganistán están desde siempre en conflicto con los suníes, que son mayoritarios en Kabul.
El feudalismo, la pobreza y la corrupción [1] han sido parte inherente a la vida en la zona afgano-pakistaní. Con la crisis actual, estos tres elementos han tenido una influencia considerable en ambos países.
Naciones Unidas señala a Afganistán como uno de los países más pobres del mundo, con un promedio de vida de tan sólo 42 años, una tasa de alfabetismo del 28% y una tasa de mortalidad infantil de 297 por mil en niños menores de cinco años. El panorama del cinturón tribal de Pakistán junto a la frontera afgana no es muy distinto.
India nunca ha aceptado por completo que tres de sus provincias occidentales (Sind, Baluchistán y la Provincia Fronteriza del Noroeste), así como partes del Punjab, pasaran en 1947 a pertenecer a lo que hoy es Pakistán. Esto explica de alguna manera el interés que India ha demostrado desde entonces en mantener un fuerte control político en Afganistán.
No sólo China y Rusia influyen en el desarrollo en la zona afgano-pakistaní desde el círculo exterior, sino que además existen otros actores que, de forma abierta o secreta, actúan también dentro del círculo interno de influencia.
Para añadir mayor complejidad en la crisis afgano-pakistaní nos encontramos con la mentalidad mercantilista de los Estados del Asia Central. Por cuestiones monetarias y de otra índole, los gobiernos de esos Estados han iniciado una relación de regateo con Rusia y USA y, por lo tanto, se han convertido en actores impredecibles, en quienes no se puede confiar. Las recientes negociaciones de Kirguistán sobre la base aérea de Manás [2] sirven de ejemplo. Rusia y USA trataron mutuamente de dejarse fuera, pero al final fue la nación americana quien hizo la mejor oferta.
El mundo musulmán en la zona, Oriente Próximo y otras áreas geográficas se opone a los planes expansionistas de USA. La mayor parte de las personas que habitan en la región del Asia Central profesan el credo musulmán. Esto constituye un factor importante que el gobierno de Washington ha de considerar. El presidente Obama tenía que haberlo tenido en cuenta cuando pronunció su discurso conciliatorio en El Cairo en junio de 2009, dirigido a los musulmanes. Afganos y pakistaníes por igual habrán tomado nota de su énfasis sobre el derecho a la libertad religiosa y al desarrollo económico y, sobre todo, de su opinión respecto a que ningún sistema de gobierno de ningún país debe imponerse a otros.
Grandes retos para USA
Incluso en las mejores condiciones, USA y sus aliados se enfrentan a grandes retos para llevar a cabo sus planes en la zona afgano-pakistaní. El problema es que no hay «mejores» circunstancias. En primer lugar, hay una absoluta falta de confianza entre los habitantes de la zona afgano-pakistaní en la OTAN, dirigida por USA, y en los gobiernos implicados. Las operaciones secretas se han convertido en un enfrentamiento abierto; en la zona no se olvida que USA cooperó con Osama ben Laden y reclutó, armó y adoctrinó a las milicias contra Rusia. Los amigos muyahidines de ayer son los enemigos muyahidines de hoy. En una entrevista concedida al periódico alemán Der Spiegel en junio de 2009, el ex presidente Pervez Musharraf afirmó: «[…] Hoy en Pakistán se odia a los usamericanos. USA nos dejó 30.000 muyahidines, a los que compraron y entrenaron ellos mismos.»
Como en Iraq, la falta de preparación ajena a lo militar y de conocimiento de USA para comprender y manejar la complejidad de las situaciones locales explica mucho del fracaso de su intervención. En la psique usamericana está profundamente imbricada la percepción de que USA está llamado a extender, en cualquier momento, su liderazgo global en todos los aspectos y por todos los medios. A pesar de la nueva retórica desplegada por el actual gobierno de Washington, lo que permanece es la impresión de que el gobierno de Obama no se ha desprendido de esa percepción. Elementos de la mentalidad bipartidista del Proyecto para el Nuevo Siglo Usamericano de la década de 1990 continúan visibles y no auguran nada nuevo para el desarrollo de la región afgano-pakistaní.
El gobierno de Bush en la región: historia de un fracaso
Después de los atentados en Nueva York contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, la implicación secreta de USA en la contrainsurgencia se convirtió abiertamente en operaciones contraterroristas en Afganistán y se intensificó la ayuda militar usamericana a Pakistán. Los objetivos del gobierno de Bush eran triples: derrotar a Al Qaida, destruir el apoyo de las bases a los talibán y una ciega determinación de llevar la democracia a Afganistán y al mundo árabe. Detrás de esas aspiraciones generales, el gobierno bajo mandato de George W. Bush nunca tuvo una estrategia para Afganistán o Pakistán y, menos aún, una estrategia afgano-pakistaní.
Al igual que en Iraq, se produjo más experimentación táctica que implicó despliegue de tropas, la mezcla de operaciones militares con ayuda humanitaria y la petición de apoyo a los grupos locales. Durante estos años, se ha invertido cada vez más tiempo y dinero para la seguridad de las propias tropas. La desconfianza y el odio hacia la presencia extranjera, en especial hacia el ejército de USA, ha ido en aumento. La información que se filtra sobre el cruel tratamiento que reciben los presos afganos retenidos en la base aérea usamericana de Bagram -el equivalente de Guantánamo en Afganistán- se convirtió en el motor para combatir a las tropas de USA. El reciente ataque terrorista contra un enclave de la CIA en Kost, cerca de la frontera afgano-pakistaní, llevado a cabo por un miembro del ejército de Afganistán, que se saldó con la muerte de siete miembros de la inteligencia usamericana y de un periodista canadiense, es la prueba del profundo odio que se ha acumulado en el país contra los invasores extranjeros.
Lo que no ha debido de constituir una sorpresa para Washington fue la facilidad con la que los rebeldes pastunes iban y venían en las zonas fronterizas afgano-pakistaníes. Para ellos su territorio está a ambos lados de la frontera. La respuesta usamericana fue llevar a cabo operaciones con fuerzas secretas especiales y preparar un despliegue de aviones de combate sin piloto contra el cinturón tribal de Pakistán. Esto puso de manifiesto el riesgo y la complejidad de la crisis. La clase gobernante pakistaní perdonó a duras penas esas incursiones. El premio fue la ayuda económica y armamentística prestada por Washington, ambas necesarias para fortalecer el ejército al gobierno de Pakistán contra la oposición cada vez mayor del presidente Asif Ali Zadari y el gabinete del primer ministro Yousaf Raza Gilani. Este planteamiento ha sido la norma durante décadas en la cooperación entre USA y Pakistán. Esta vez lo que cambia es únicamente la magnitud de las ayudas recibidas.
El sentimiento de la gente, tanto en Afganistán como en Pakistán, ha ido haciéndose cada vez más hostil a medida que el número de víctimas aumenta. La manifestación del odio de la población son los ataques tan bien planificados contra los centros logísticos de la OTAN en la zona de Peshawar y contra los convoyes militares en ruta desde Pakistán hacia Afganistán. Para complicar aún más las cosas, el servicio de inteligencia pakistaní, el ISI, continúa haciendo un doble juego al cooperar tanto con las autoridades usamericanas como con los grupos locales en el norte de Pakistán y en la frontera con Afganistán.
¿Cuál ha sido la función de Naciones Unidas en la crisis afgano-pakistaní? En el seno del Consejo de Seguridad no se ha producido ningún debate y Naciones Unidas únicamente se ha limitado a enviar ayuda humanitaria y apoyo para la reconstrucción. Naciones Unidas y sus organismos han estado muy activos en la búsqueda de personas desplazadas a ambos lados de la frontera. Tanto los dirigentes de Naciones Unidas como de la OTAN han agradecido la cooperación entre la Alianza y la ONU. Kai Eide, el valiente enviado especial para Afganistán que deja su puesto en marzo, manifestó ante el Consejo de Seguridad el pasado diciembre de 2009 que, en su opinión, Afganistán y su espiral de guerra estaba a punto de ser inmanejable. En el plano político, la función de Naciones Unidas no ha servido más que para legitimar la presencia de la OTAN en Afganistán durante los años del gobierno de Bush. Esto no constituye ninguna sorpresa, puesto que el ex presidente Bush nunca tuvo mucho tiempo para el multilateralismo, ni en Iraq ni en Afganistán.
El limitado conocimiento geoestratégico del gobierno de Washington tuvo como resultado la grave infravaloración del peso político de Rusia y de los vecinos de Afganistán, como China, Irán y los países del Asia Central. El gobierno de Bush pensó de manera simplista que la superioridad militar de USA era suficiente para promover la causa de Afganistán, extender el pluralismo en la zona y marginar a Rusia. Carente de estrategia, los objetivos políticos USA fueron muy limitados. El gobierno de Bush pretendió incrementar el tamaño del ejército afgano y de la policía y entrenar más a ambos. Esto no se diferencia en nada fe lo que pretendió en Iraq. Además, desplazaron hasta Afganistán a analistas más capacitados para ayudar a la captura de combatientes de Al Qaida y de los talibán.
Durante esos años la producción de opio en Afganistán alcanzó un nuevo récord. La oficina de Naciones Unidas para la droga y el delito en Viena calculó que, en 2008, los campos afganos de amapolas produjeron unas ocho mil toneladas de opio. La reacción de USAfue osciló entre el laisez-faire y la destrucción de las cosechas y los laboratorios. Apenas se hizo nada para promover la sustitución de las cosechas y nada en absoluto para reducir el consumo del opio afgano fuera del país. Se ignoró por completo el bienestar y las tradiciones de los agricultores afganos.
El gobierno de Obama en la región: oportunidades para una solución
Es demasiado pronto para llegar a una conclusión definitiva sobre las políticas del nuevo gobierno en Afganistán y Pakistán. Lo que sí se puede afirmar es que el listón de la ambición usamericana está más bajo. En su declaración de El Cairo de junio de 2009, Obama señaló que «[…] ningún país puede imponer ningún sistema de gobierno a otro país». Nada se dijo sobre llevar la democracia, la libertad y los Derechos Humanos a Afganistán. Los otros objetivos -declarados- del gobierno Obama, no muy diferentes de los del gobierno de Bush, son destruir, desmantelar y derrotar a Al Qaida y a los talibán y asegurarse de que los paraísos para esos grupos en Afganistán y Pakistán ya no son una amenaza para USA.
Es importante señalar que la retórica del actual gobierno de Washington y la sensibilidad en las relaciones con la región son mucho más importantes y constructivas que la mantenida por los anteriores gobiernos usamericanos. Hay conversaciones con los talibán moderados, sea esto lo que sea. Los días del «los encontraremos allá donde se encuentren» se han terminado. Además, está la aleccionadora declaración de Hilary Clinton, Secretaria de Estado de Exteriores: «[…] la gente contra la que luchamos hoy es la que establecimos hace veinte años. Seamos cuidadosos: se recoge lo que se siembra.»
Lo que resulta destacable es un endurecimiento usamericano en las conversaciones con el gobierno de Karzai en Kabul. Un punto crucial de la crítica de USA es la corrupción que aqueja al gobierno afgano y la creciente burocracia. Ya no queda ni resto de las videoconferencias a dos bandas entre los presidentes de USA y Afganistán que tuvieron lugar en los días del gobierno de Bush.
«[…] Tenemos que escuchar las voces afganas», insiste el presidente Obama. Y las voces afganas no faltan. No hace mucho, un vecino afirmaba, «queremos amigos, no patrones. Las prioridades deben ser las prioridades afganas. Lo importante para nosotros ahora es la agricultura y la educación.» En una carta al presidente Obama, un talibán afgano le escribió: «queremos que repudie las políticas de agresión de los gobiernos usamericanos anteriores y que ponga fin a las guerras inhumanas en Iraq y Afganistán». También hay voces pakistaníes en esta crisis. Un chitrali [3], que vive en las proximidades de la frontera afgana, decía con bastante enfadado: «[…] Por favor, distinga entre actos de terrorismo, crímenes y actos de protesta local por las promesas incumplidas por el gobierno durante décadas, en las que se reivindica un mejor abastecimiento de agua, instalaciones sanitarias y la solución a las disputas por la tierra». También se oyen voces pakistaníes en el gobierno y en el ejército que exigen a USA que comprenda los intereses de seguridad de Pakistán y rectifique su política de favorecimiento a India.
La retorica del presidente Obama se hace eco de esas voces. Su reto es pasar de las palabras a los hechos. No obstante, está garantizado que las operaciones de USA en la región afgano-pakistaní no va a ser el talón de Aquiles de Obama. USA y la OTAN singuen buscando una estrategia para la región, pero la opción de la retirada no se vislumbra. Desde que el nuevo gobierno usamericano tomó posesión, el general Lute, consejero de Seguridad Nacional, el almirante Mullen, comandante en jefe del Estado Mayor y el general Petraeus, jefe del Comando central usamericano, han llevado a cabo tres estrategias militares, una tras otra. Entretanto, el número de tropas desplegadas ha aumentado en 30.000, al igual que el número de bajas, que también ha crecido y, a mediados de enero, la cifra se situaba en 1000 soldados muertos. El mando usamericano en Afganistán finalmente ha decidido minimizar las bajas civiles. «[…] El asesinato accidental de afganos es una de nuestras mayores vulnerabilidades», afirmó el año pasado Robert Gates, el Secretario de Defensa. Bien podía haber incluido el norte de Pakistán en esta observación. Según un asesor del general Petraeus «[…] los bombardeos en la zona fronteriza han creado más enemigos que los que han eliminado». Se desconoce el número exacto de civiles muertos por los aviones de combate teledirigidos, pero desde luego donde más se producen es en las zonas tribales del norte de Pakistán.
Las guerras en Iraq y Afganistán han llevado al límite la capacidad militar usamericana. La crisis global económica y financiera, además, ha desactivado la libertad de acción de USA. Figuras de peso en la política usamericana, incluido el presidente Obama, han insistido -sin referirse directamente al crecimiento de la incapacidad de Washington para actuar- que el gobierno de USA espera de Europa un incremento significativo del apoyo militar y económico para las operaciones en la zona afgano-pakistaní. Estas expectativas van a poner a prueba la duración de las relaciones trasatlánticas, puesto que es casi seguro que Europa defraudará a USA. Los aliados europeos de la OTAN están ya sometidos a una gran presión política para que reconsideren su participación en la aventura afgano-pakistaní.
Justo antes de la conferencia sobre Afganistán, Theodor zu Guttenberg, ministro de Defensa alemán, señaló que Alemania presentaría en la conferencia una estrategia unilateral para Afganistán con «[…] más apoyo para la reconstrucción nacional y entrenamiento». Guido Westerwell, el ministro de Exteriores, incluso amenazó con boicotear la conferencia si la reunión de Londres se limitaba a un debate sobre un despliegue adicional de tropas. Con anterioridad había afirmado en el Parlamento alemán que sólo cuando los objetivos y la estrategia se hubieran definido claramente se podría considerar «el contenido» (en lenguaje coloquial, la cuestión del aumento de tropas). Aquí lo interesante es que con esta declaración se refería, además, al asunto caliente de una posible retirada de Afganistán. No sería una sorpresa si tras la conferencia de Londres resultase que sus declaraciones no hubieran sido otra cosa que un quiebro político del gobierno de Alemania para preparar al pueblo alemán a un futuro incremento del número de tropas alemanas desplegadas en Afganistán.
Hay que señalar que aún está por ver si el presidente Obama puede encontrar colaboradores con conocimiento específico de la zona. Richard Holbrooke, su enviado especial, ya ha demostrado que no los tiene. No resulta muy halagüeño el hecho de que un asesor de seguridad, responsable de Afganistán, no hace mucho ni siquiera conociese la existencia de la línea Durand (la frontera en disputa entre Afganistán y Pakistán), que lleva este nombre en honor de Sir Mortimer Durand, secretario de Exteriores en la India Británica en 1893.
Dos gobiernos en Washinton, ¿uno para entrar y otro para salir?
Si comparamos los puntos de vista de Bush y Obama con respecto a Afganistán y Pakistán, se ven claras similitudes, así como significativas diferencias. Ambos gobiernos creen que el liderazgo usamericano es una condición previa para la paz, el bienestar y la democracia. Cualquier alternativa a su liderazgo llevaría a la anarquía internacional. Ambos gobiernos han experimentado con el número de tropas desplegadas, con el equilibrio entre las operaciones militares y civiles y con las negociaciones regionales y locales. La falta de conocimiento geoestratégico ha sido evidente en ambos gobiernos. Sin embargo, el presidente Obama y su equipo son conscientes de ello e intentan hacer algo al respecto. Esto implica la amenaza de un enfrentamiento entre la OTAN y la Organización de Shanghai para la Cooperación, divisiones religiosas en Afganistán y Pakistán, el problema local de la línea fronteriza y, desde luego, los especiales intereses de Irán e India en Afganistán. Para terminar, en ambos gobiernos ha existido la creencia de que el mecanismo del incremento del número de tropas desplegadas aportaría una solución militar. Parece que el gobierno de Obama se ha empezado a cuestionarse si una intervención mayoritariamente militar podrá resolver la crisis en la región afgano-pakistaní. Ambos gobiernos han sido conscientes de la situación potencialmente peligrosa de Pakistán como poder nuclear e implicaron a las autoridades pakistaníes en la labor de aumentar la protección de las instalaciones nucleares en el país.
En el aspecto retórico existen diferencias fundamentales en los puntos de vista de ambos gobiernos. La voluntad del gobierno de Obama por escuchar a los protagonistas es la mayor diferencia con el dirigente anterior en Washington. El diálogo y la diplomacia fueron en algún momento una herramienta aceptable para USA en sus relaciones internacionales; el actual gobierno es también más convincente en pedir el reparto de las cartas políticas, económicas y militares. El presidente Obama tiene una mente mucho más multilateral que su predecesor y le gustaría ver que Naciones Unidas cumpliese una función más importante y se centrara más en el desarrollo de la región afgano-pakistaní y en otros puntos. Las relaciones entre USA y los gobiernos de Asia Central, como Tayikistán, Uzbekistán, Kirguistán y Kazajistán, se han vuelto más complejas con el tiempo. El actual gobierno de Washington es consciente de la delicada naturaleza de dichas relaciones. Como Pakistán se ha convertido en parte integrante del conflicto, USA ahora persigue un acercamiento en el que también se tome en cuenta la necesidad de proteger las instalaciones nucleares de Pakistán.
En la lucha contra el terrorismo se ha abierto un nuevo frente en Yemen. Esto ha ocurrido desde hace tiempo sin el conocimiento público hasta la detención, el pasado 25 de diciembre, de Abdulmutallah, el hijo del banquero nigeriano que intentó hacer estallar un avión usamericano sobrevolando Detroit. Ahora se le ha dicho al mundo que Yemen se ha convertido en un peligroso paraíso y un bastión para Al Qaida, que lo utiliza para entrenar a jóvenes musulmanes como Abdulmutallah. Al añadir USA, y sin duda la OTAN, a Yemen a la lista de puntos calientes alrededor del círculo interior de la zona afgano-pakistaní, la complejidad de las operaciones militares abiertas y secretas en la zona ha aumentado aún más.
El presidente Obama sabe que el reloj político marca la hora en Washington así como en Bruselas y en otras capitales europeas. Una presencia indefinida de USA y sus aliados en la OTAN y el gasto siempre en aumento, la presencia militar y el número de bajas, tanto afganas como extranjeras ya no son aceptables en los parlamentos y, desde luego, no para los ciudadanos de los países de la UE. Recientemente, la prensa citó a un diplomático europeo no identificado que, supuestamente, afirmó: «A puerta cerrada todos decimos que cuanto antes salgamos de Afganistán, mejor». También es seguro suponer que los países en el círculo interno del conflicto, los países del Asia Central, China y Rusia, intensificarán su resistencia a los planes occidentales en Afganistán y Pakistán. Los planes provocadores de la OTAN de expandir su área de influencia y convertir en miembros a los países del Este para rodear a Rusia y a China sólo crearán más conflictos en la zona y, además, promoverán una peligrosa carrera armamentista, incluido el desarrollo de armas nucleares.
Rusia comparte a corto plazo las preocupaciones de Occidente sobre el fundamentalismo islámico, los talibán y las drogas y, por esta razón, da un cierto apoyo a la OTAN. Por ejemplo, está de acuerdo con el transporte de materias peligrosas y no peligrosas por tren y aire a través de Rusia. Esto no entra en contradicción con las objeciones esenciales sobre la presencia de USA y la OTAN en su patio trasero. Los dirigentes de la OTAN deben de tener en mente esto cuando se quejan del apoyo a medias que Rusia les presta en su aventura.
La seguridad y la firmeza de China están obligando a que la Alianza se plantee nuevos retos en Afganistán. El comportamiento de China en la Conferencia de Copenhague de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, su reto a las políticas de USA, la UE e Irán, la audacia de sus programas de inversión civil en Afganistán, sin olvidar su reciente decisión de participar con su marina en las patrullas en aguas somalíes. Todo ello son indicadores de un intervencionismo chino mucho más directo y abierto en las futuras crisis globales, lo cual incluye a Afganistán.
La urgencia del cambio
El gobierno de Obama tuvo un buen comienzo de su política exterior. Sin embargo, las oportunidades de ir más allá de las intenciones en la solución de los conflictos globales, incluidos los que afectan a la zona afgano-pakistaní, no durarán mucho más. Han de actuar con prontitud. En su declaración del 1 de diciembre sobre una nueva política usamericana con respecto a Afganistán, Obama aclara esas intenciones y confirma las políticas previas, tales como impedir la existencia de refugios para Al Qaida y los rebeldes talibán, detener la actividad talibán, evitar el derrocamiento del gobierno afgano y reforzar las fuerzas militares y policiales de Afganistán. 30.000 tropas usamericanas más y una coalición adicional de 7000 tropas se supone que activarán el mecanismo del cambio. La propuesta de Obama de compartir más con el ejército afgano y las autoridades civiles, no sólo con el gobierno central en Kabul, sino con los gobiernos regionales y especialmente con los locales para «[…] Crear las condiciones para la transferencia de responsabilidades a los afganos» e intensificar la relación usamericana con el vecino Pakistán.
Lo que falta es que el gobierno de USA confirme que comprende la importancia vital de reunirse con los círculos externos e internos del conflicto para discutir juntos las alternativas a la fracasada opción militar y cómo se puede avanzar en la reconstrucción de Afganistán con medidas que construyan una confianza duradera.
No sólo la crisis de la región afgano-pakistaní necesita un dialogo total. Que USA y sus aliados occidentales comprendan las causas del fundamentalismo islámico en la zona afgano-pakistaní y en otros lugares ha de ser un requisito previo para avanzar.
Notas:
1. Corrupción es un término que, lamentablemente, en el extranjero se utiliza de forma simplista e indiferenciada. No se toma en consideración que las diversas formas de «corrupción» pueden ir desde el simple favoritismo basado en tradiciones locales hasta actos delictivos. No hay una forma de única tratar el comportamiento afgano al que los políticos extranjeros describen, convenientemente, como «corrupción».
2. Base Aérea que tanto usamericanos como españoles utilizan para dar apoyo a las fuerzas desplegadas en Afganistán [N. de la T.]
3.- Etnia que habita en la zona noroccidental de Pakistán [N. de la T.]
Hans-C von Sponeck (1939, Bremen, Alemania) fue nombrado en noviembre de 1998 por el Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, para dirigir la Oficina del Coordinador de las Operaciones Humanitarias en Iraq de Naciones Unidas (UNOHCI), la estructura establecida por el organismo internacional para la gestión del programa Petróleo por Alimentos. Al igual que su predecesor en Bagdad, Denis Halliday, von Sponeck dimitió de su cargo en febrero de 2000 en protesta por la prolongación de las sanciones contra Iraq. Con anterioridad y desde 1968, von Sponeck había trabajado en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Gana, Pakistán, Turquía, Botswana, India y Ginebra. En España ha publicado el libro Autopsia de Iraq. Las sanciones otra forma de guerra (Prólogo de Carlos Varea. Editado por Ediciones de Oriente y del Mediterráneo con la colaboración de la CEOSI, Madrid 2007).
(Texto publicado por gentileza de IraqSolidaridad)
*Paloma Valverde es traductora y miembro de la Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Iraq (CEOSI, www.iraqsolidaridad.org)