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USA empuja a Líbano hacia la guerra civil

Desarman a Hizbolá, desestabilizan Damasco

Fuentes: CounterPunch

Desde la retirada siria de Líbano en marzo de 2005, el gobierno de USA ha jugado un papel cada vez más imperioso en Líbano, exacerbando las divisiones en un país que ya sufre terribles discordias sectarias. Ante un fondo de atentados con bombas y asesinatos que han llenado el vacío de la seguridad que dejó […]

Desde la retirada siria de Líbano en marzo de 2005, el gobierno de USA ha jugado un papel cada vez más imperioso en Líbano, exacerbando las divisiones en un país que ya sufre terribles discordias sectarias.

Ante un fondo de atentados con bombas y asesinatos que han llenado el vacío de la seguridad que dejó Damasco, Líbano está ahora extremadamente polarizado en dos campos: uno resueltamente opuesto a la creciente presencia usamericana en su país, el otro unido en su oposición a Siria.
Hizbolá, el mayor partido político de Líbano, aliado con el otro principal grupo chií Amal y una colección de izquierdistas/arabistas, rechazan el estrangulamiento usamericano. La respuesta menos que indignada de este grupo a las afirmaciones de que Damasco estaba detrás de una serie de ataques contra personalidades anti-sirias ha creado una tremenda animosidad contra la gran comunidad chií de Líbano, que según ahora se sabe incluye entre un 40 y un 50 por ciento de la población.
Los principales aliados libaneses de Usamérica: el séquito fundamentalmente suní del asesinado ex primer ministro Hariri aliado con el líder druso Walid Jumblatt, izquierdistas financiados por el campo de Hariri y los restos de la extrema derecha cristiana de Líbano, encabezan el campo anti-sirio.
La reunión de George W. Bush el viernes pasado con el hijo de Hariri, Saad, que dirige la mayoría parlamentaria pero que técnicamente es sólo miembro del Parlamento, no tiene precedentes en la historia del protocolo de la Casa Blanca e indicó en qué medida él y el imperio de su padre son esenciales para el control de Líbano por USA.
Aunque pocos libaneses se entristecieron ante la partida de los sirios y su régimen asesino de seguridad, muchos no están dispuestos a aceptar que Washington reemplace a Damasco.
Mientras Bush hablaba extasiado de la victoria de la «Revolución del Cedro» sobre Siria, muchos libaneses pensaron que era absurdo que se hablara de una lucha por la soberanía de Líbano mientras se adula a los invasores de Iraq y Afganistán, para no mencionar a los principales patrocinadores de la invasión israelí de Beirut y la ocupación del sur de Líbano durante 25 años.
El 8 de marzo del año pasado el campo anti-usamericano, en su mayoría chií, muy mal representado en los medios internacionales y los locales dominados por Hariri, salió a las calles con lo que fue un récord multitudinario para rechazar la interferencia extranjera y mostrar su solidaridad con Siria cuando se preparaba para retirarse bajo la presión internacional. En lo que entonces fue considerada como una de las mayores movilizaciones en la historia libanesa, unos 600.000 manifestantes, en su mayoría chiíes, expresaron su rechazo de la resolución 1559 inspirada por USA que había pedido el retiro de Siria y que también exige el desarme de Hizbolá.
La reacción de la multimillonaria maquina mediática de relaciones públicas anti-Siria que ha estado impulsando lo que algunos consideran como el movimiento popular mejor mercantilizado de la historia, fue declarar que los cientos de miles de manifestantes no eran libaneses: eran todos sirios, y si no eran sirios: pues eran ganado. Cuatro días después, marcharon a la Plaza de los Mártires de Beirut las que fueron conocidas como las Fuerzas del 14 de marzo, con un total de cerca de un millón de personas, para reiterar los llamados por la retirada de los sirios.
Algunos han descrito posteriormente la masiva manifestación como anti-chií, un intento por debilitar la nueva trascendencia y la clara unidad de la pluralidad de Líbano, que históricamente ha sido menos que firme.
El campo anti-sirio, que logró un verdadero impulso con el estallido de dolor popular después del asesinato de Hariri, ha sido representado en los medios occidentales como un fenómeno auténticamente nacionalista, unido, más allá de las fronteras sectarias. En realidad está muy dividido, unido en gran parte por los atentados contra personalidades anti-sirias y la alarma ante la creciente dominación chií en el Líbano y sus vínculos con un Irán cada vez más importante.
Las tensiones en el campo de la Marcha 14 son frecuentes, las banderas partidarias sectarias se destacan en cada una de sus manifestaciones, y en las últimas semanas muchos cristianos han protestado por la sumisión de sus aliados suníes y drusos hacia Arabia Saudí.
En realidad, el tan elogiado nacionalismo libanés parece manifestarse sólo en un estrecho odio contra los sirios. Desde la muerte de Hariri ha habido 40 asesinatos no aclarados de trabajadores sirios.
Mientras tanto USA, que sabe que el hostil Hizbolá legitimado por su rol en el gabinete impedirá en gran parte un control efectivo sobre el país, dicta ahora explícitamente al gobierno la forma en la que debe actuar.
El Subsecretario Adjunto de Estado de USA, David Welch, apareció hace poco en la televisión libanesa declarando a los televidentes que Hizbolá, que es apoyado por una parte importante del país, no es una milicia, ni un grupo de resistencia, sino una organización terrorista que no debería formar parte del gabinete.
Estas observaciones fueron hechas después de una continua crisis del gabinete que comenzó el 12 de diciembre, cuando los ministros chiíes se retiraron de una sesión del gabinete en señal de protesta por no haber sido consultados respecto a un tribunal internacional sobre los recientes asesinatos y por lo que consideraron como la creciente sumisión de la mayoría del gabinete hacia Usamérica.
Se informa que varios intentos exitosos de mediadores saudíes y egipcios – los patrocinadores más fuertes del clan Hariri – por reconciliar la división y hacer volver a los ministros al gabinete fueron echados por tierra por el embajador de USA en Líbano, Jeffrey Feltman, que ha estado presionando al primer ministro para que mantenga a Hizbolá fuera del gabinete.
La participación de Hizbolá en el gobierno dificulta que sus oponentes lo califiquen de milicia, lo que burla efectivamente los intentos de desarmarlo mediante la Resolución 1559. Los analistas de Hizbolá dicen que es el principal motivo por el que el grupo se unió al gobierno, así como para asegurar que el gabinete no embrolle demasiado a Líbano con los planes usamericanos o israelíes para la región.
La semana pasada se reforzaron los temores de que la nueva intimidad de Líbano con USA acerque a Israel a recuperar su control en Líbano, cuando Jumblatt declaró a un entrevistador de la televisión: «Israel no es hoy mi enemigo, Siria es mi enemigo.»
A medida que se profundiza el cisma, cada lado busca el apoyo clave del recién retornado ex comandante del ejército, el general Michel Aoun, que se mantiene fuera del campo anti-sirio y que critica frecuentemente la inconsecuencia de sus posiciones.
Aoun, que goza del apoyo de la mayoría de la comunidad cristiana de Líbano, cada vez más marginada, tiene su mira fija directamente en la presidencia. A pesar de hacer campaña en una lista multi-confesional, es generalmente identificado como líder cristiano.
Aunque propugna el desarme de Hizbolá, Aoun considera que existe una continua amenaza de Israel y comparte las posiciones políticas del grupo sobre la corrupción y la reforma política.
Mientras continúan las manifestaciones y las contra-manifestaciones, el grito unificador del campo anti-sirio:»libertad, soberanía e independencia» se hace cada vez más superfluo, ya que los libaneses interpretan estos conceptos de dos maneras radicalmente diferentes.
Un campo saluda la intromisión usamericana y francesa, pero considera que las relaciones con Siria e Irán son una violación de la soberanía. El otro ve la participación de USA en el contexto de un asalto pro-israelí contra la causa palestina y sus últimos aliados Siria e Irán.
Mientras USA se consolida en la política libanesa, sus planes de desarmar a Hizbolá y posiblemente desestabilizar el régimen en Damasco sólo pueden profundizar la división e impulsar aún más al país hacia el caos.
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Clancy Chassay vive en Beirut. Para contactos: [email protected]
http://www.counterpunch.org/chassay01312006.html

Traducido del inglés al castellano por Germán Leyens, miembro del colectivo de traductores de Rebelión y asimismo de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística ([email protected]). Esta traducción es copyleft.