Casi un mes de conversaciones de las Naciones Unidas sobre un tratado internacional para prevenir la proliferación de armamento nuclear concluyó sin consenso en ninguno de los asuntos centrales en debate, empezando por el desarme, desde luego. A los delegados de 188 países se les encomendó revivir el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y […]
Casi un mes de conversaciones de las Naciones Unidas sobre un tratado internacional para prevenir la proliferación de armamento nuclear concluyó sin consenso en ninguno de los asuntos centrales en debate, empezando por el desarme, desde luego.
A los delegados de 188 países se les encomendó revivir el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y hallar caminos para mejorarlo. Tales conversaciones se llevan a cabo cada cinco años, desde que el acuerdo fue firmado en 1970.
«Lamento que la conferencia no haya sido capaz de lograr consenso. No hay recomendaciones», dijo el presidente del encuentro, el brasileño Sergio Duarte, al anunciar la clausura de la conferencia el viernes, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Nueva York.
Frustrados y decepcionados, líderes de la sociedad civil y especialistas independientes en armamento nuclear dijeron que Estados Unidos y otras potencias atómicas no mostraron voluntad política para fortalecer el TNP.
«Estados Unidos tuvo cuatro semanas para mostrar su liderazgo en la cuestión de la no proliferación nuclear. Pero todo lo que mostró fue su déficit democrático», sentenció la activista Susi Zinder, de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad.
«Es como en el salvaje oeste. Total desacato ante la ley», dijo en referencia al papel estadounidense Alice Slater, de Abolition 2000, una red internacional de organizaciones no gubernamentales que promueve la abolición de las armas nucleares.
«Hemos atestiguado la intransigencia de más de un estado en cuestiones clave, sumada a la arrogancia según la cual las prioridades de la mayoría se subordinan a las preferencias de unos pocos», afirmó el delegado de Canadá, Paul Meyer, quien sin nombrarlos se refería a Estados Unidos e Irán, cuyo contencioso dominó las conversaciones.
Estados Unidos, que colocó a Irán en la lista de países del «eje del mal» junto a Iraq y Corea del Norte, exige el desmantelamiento inmediato del programa nuclear iraní, mientras Teherán afirma que seguirá adelante, pues sólo tiene fines pacíficos, como el suministro de energía.
Washington mantuvo una inflexible negativa a cumplir sus obligaciones emanadas del artículo sexto del tratado, que exige a los países firmantes efectuar negociaciones sobre desarme nuclear, un aspecto clave para prevenir la proliferación.
Desde el comienzo de la conferencia, una abrumadora mayoría de países expresó su voluntad de que las potencias nucleares declaradas –Estados Unidos, Rusia, Francia, Gran Bretaña y China- se tomaran en serio sus obligaciones con el TNP efectuando drásticos cortes a sus arsenales.
Pero Washington prefirió mantener el eje de las conversaciones en el presunto de desarrollo de armamento por parte de Irán y Corea del Norte, y por tanto confinó su actuación a enfatizar la importancia de los aspectos de proliferación del TNP.
«Mucho ha cambiado desde que nos reunimos en 2000», dijo a los delegados la enviada especial del presidente George W. Bush, Jackie Sanders, en alusión a la amenaza terrorista, el retiro norcoreano del TNP en 2002 y las presuntas violaciones iraníes al tratado.
Estados Unidos defiende un «abordaje robusto y amplio» del peligro de las armas de destrucción masiva, sostuvo Sanders en referencia a la Iniciativa sobre Proliferación y Seguridad, un intento de detener el flujo de material nuclear fuera del marco del TNP.
Ex diplomáticos y funcionarios estadounidenses que siguieron de cerca las negociaciones, afirman que la cuestión de la no proliferación no puede ser afrontada en forma aislada de las iniciativas de desarme.
«Si el pilar del desarme del tratado no es firme, los otros pilares tampoco lo serán. Esto tiene que cambiar», dijo el presidente de la Alianza de Juristas por la Seguridad Mundial, Thomas Graham, quien encabezó la delegación estadounidense a la conferencia del TNP en 1995.
Graham vinculó la supervivencia del TNP a cuatro cuestiones centrales: negociaciones sobre el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, de 1996 (CTBT por sus siglas en inglés, pendiente de ratificación), un acuerdo para reducir los materiales fisionables, garantías de seguridad para los estados no nucleares y drástico desmantelamiento de los arsenales de las potencias atómicas.
Pero Washington no está dispuesto a suscribir ninguna de estas propuestas.
El ex secretario (ministro) de Defensa de Estados Unidos, Robert McNamara, compartió las preocupaciones de Graham sobre desarme.
«Pese al fin de la guerra fría hace 15 años, las políticas nucleares de Estados Unidos son esencialmente las mismas que estaban en vigor cuando fui secretario de Defensa, 40 años atrás», dijo McNamara a periodistas esta semana.
El ex funcionario caracterizó la actual política estadounidense de «inmoral, ilegal, militarmente innecesaria, muy peligrosa en términos de accidentes o mal uso, y destructiva del sistema de no proliferación».
Estados Unidos ha desplegado unas 6.000 cabezas nucleares estratégicas, cada una de las cuales tiene un poder destructivo 20 veces superior al de la bomba arrojada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima en 1945, que mató de inmediato a unos 10.000 civiles, dijo McNamara.
De esas 6.000 armas, 2.000 están en sistema de alerta instantáneo, listas para ser lanzadas en 15 minutos, dependiendo de la decisión de una sola persona: el presidente de Estados Unidos, agregó.
El 1 de mayo, en la víspera de la conferencia del TNP, sobrevivientes de los ataques nucleares estadounidenses contra Hiroshima y Nagasaki se unieron a decenas de miles de manifestantes frente a la sede de la ONU para reclamar la abolición de estos armamentos. El viernes, algunos de ellos se manifestaron incapaces de entender por qué los diplomáticos les habían fallado.
«Un puñado de países puede torcer la voluntad de la gran mayoría. Ante lo que está en juego para la humanidad, eso es intolerable», dijo el alcalde de Hiroshima, Tadatoshi Akiba, en una carta enviada al presidente de la conferencia.