A fines de marzo de 2021, 120 propietarixs tradicionales de 40 pueblos originarios pasaron cinco días en el National First People’s Gathering on Climate Change [Encuentro Nacional de los Primeros Pueblos sobre el Cambio Climático] en Cairns (Australia).
Hablando sobre el impacto de la crisis climática sobre los pueblos originarios, Gavin Singleton de las y los propietarios tradicionales Yirrganydji explicó que “Desde los cambios en los patrones climáticos a las transformaciones en los ecosistemas naturales, el cambio climático es una amenaza evidente y actual para nuestro pueblo y nuestra cultura”.
Bianca McNeair de lxs propietarixs tradicionales de Malgana en Gatharagudu (Australia) dijo que quienes asistieron al encuentro “hablaron sobre cómo han cambiado los movimientos de las aves en todo el país, lo que está produciendo cambios en las songlines que han estado cantando por miles y miles de años, y cómo eso está afectando a la comunidad y la cultura”. “Somos un pueblo muy resiliente, así que es un desafío que estábamos dispuestos a asumir. Pero ahora estamos enfrentando una situación que no es predecible, no es parte del patrón medioambiental natural”, dijo McNeair.
Lxs propietarixs tradicionales Yirrganydji viven en la zona costera australiana, frente a la Gran Barrera de Coral. Ese arrecife majestuoso está al borde de la extinción producto del cambio climático: entre 2014 y 2017, un período de años consecutivos de blanqueamiento del coral amenazó con matar esta preciada especie, durante el cual la fluctuación de temperaturas hizo que el coral expulsara algas simbióticas que son cruciales para su salud nutricional. Científicxs reunidos por las Naciones Unidas descubrieron que el 70% de los arrecifes de coral de la Tierra están amenazados, con un 20% ya destruido “sin esperanza de recuperación”. De los arrecifes amenazados, una cuarta parte está en “riesgo inminente de colapso” y otra cuarta parte está en riesgo “debido a amenazas a largo plazo”. En noviembre de 2020, un informe de la ONU titulado Proyecciones de las futuras condiciones de blanqueamiento de los corales sugería que, a menos que se controlen las emisiones de carbono, los arrecifes morirán y las especies que sustentan también. La Autoridad del Parque Marino de la Gran Barrera de Coral señala que “el cambio climático es la mayor amenaza para la Gran Barrera de Coral y los arrecifes de coral de todo el mundo”. Por ello, lxs propietarixs tradicionales Yirrganydji crearon lxs Indigenous Land and Sea Rangers [Guardianes de la tierra y los mares indígenas] para cuidar el arrecife contra viento y marea.
“La mayor parte de nuestras tradiciones, nuestras costumbres y nuestra lengua provienen del mar”, afirma Singleton, “por lo que perder el arrecife afectaría a nuestra identidad. Estábamos aquí antes de que se formara el arrecife, y aún conservamos historias que se han transmitido de generación en generación: de cómo el mar se elevó e inundó la zona, la ‘gran inundación’”. Los guardias Yirrganydji, señala Singleton, “tienen su corazón y su alma” en el arrecife. Pero están luchando contra todo pronóstico.
Poco después de la clausura del Encuentro Nacional de los Pueblos Originarios, el Grupo Intergubernamental de Expertxs sobre el Cambio Climático (IPCC por su sigla en inglés) publicó su sexto informe. Basado en el consenso de 234 científicxs de más de 60 países, el informe señala que “múltiples líneas de evidencia indican que los recientes cambios climáticos a gran escala no tienen precedentes en un contexto multimilenario, y que representan un esfuerzo de escala milenaria para los elementos de respuesta lenta del sistema climático, lo que resulta en la pérdida de hielo en todo el mundo, el aumento del contenido de calor de los océanos, el aumento del nivel del mar y la acidificación profunda del océano”. Si el calentamiento sigue alcanzando los 3 °C (para 2060) y los 5,7 °C (para 2100), la extinción humana es segura. El informe llega tras una serie de fenómenos meteorológicos extremos: inundaciones en China y Alemania, incendios en el Mediterráneo y temperaturas extremas en todo el mundo. Un estudio publicado en el número de julio de la revista Nature Climate Change concluye que “los extremos que baten récords” serían “casi imposibles en ausencia de calentamiento”.
Es importante destacar que el 6º informe del IPCC muestra que “las emisiones históricas acumuladas de CO2 determinan en gran medida el calentamiento hasta la fecha”, lo que significa que los países del Norte Global ya han llevado al planeta al umbral de la aniquilación antes de que los países del Sur Global hayan podido alcanzar necesidades básicas, como la electrificación universal. Por ejemplo, 54 países del continente africano solo representan el 2-3% de las emisiones mundiales de carbono; la mitad de los 1.200 millones de africanxs no tienen acceso a electricidad, mientras que muchos fenómenos climáticos extremos (sequías y ciclones en el sur de África, inundaciones en el Cuerno de África, desertización en el Sahel) se producen ya en todo el continente. Publicada en el Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio) y producida con la Jornada Internacional de Lucha Antiimperialista, nuestra Alerta Roja nº 11 explica con más detalle la dinámica científica y política de la crisis climática, las “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, y lo que se puede hacer para cambiar las tendencias.
Los gobiernos se reunirán en octubre en la 15ª Conferencia de las Partes (COP15) en Kunming (China) para debatir los avances del Convenio sobre la Diversidad Biológica (ratificado en 1993), y en noviembre en la 26ª Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático de la ONU
(COP26) en Glasgow (Reino Unido) para debatir sobre el cambio climático. La atención se centra en la COP26, en la que el poderoso Norte Global volverá a presionar para que las emisiones de dióxido de carbono sean “cero neto” y, por tanto, rechazará recortes profundos de sus propias emisiones, a la vez que insistirá en que el Sur Global renuncie al desarrollo social.
Mientras tanto, se prestará menos atención a la COP15, cuyo programa incluirá la reducción del uso de plaguicidas en dos tercios, la reducción a la mitad del desperdicio de alimentos y la eliminación del vertido de residuos plásticos. En 2019, un informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Servicios de Diversidad Biológica y de los Ecosistemas mostró que la contaminación y la extracción de recursos habían amenazado con la extinción a un millón de especies animales y vegetales.
La relación entre el asalto a la diversidad biológica y el cambio climático es clara: la sola destrucción de humedales ha liberado a la atmósfera reservas históricas de carbono. Es necesario reducir drásticamente las emisiones y mejorar la gestión de los recursos.
Curiosamente, justo cuando el IPCC publicó su informe, la administración del presidente estadounidense Joe Biden pidió a la Organización de Países Exportadores de Petróleo que aumentara la producción de petróleo. Esto es una burla a la promesa de Biden de reducir el 50% de las emisiones de efecto invernadero de Estados Unidos para 2030.
Un artículo publicado recientemente en Nature demuestra que la aprobación del Protocolo de Montreal de 1987 sobre las sustancias que agotan la capa de ozono prohibió el uso de los clorofluorocarbonos (CFC), cuya eliminación gradual de los aerosoles, los refrigerantes y los envases de espuma de poliestireno evitó el agotamiento de la capa de ozono. El Protocolo de Montreal es importante porque —a pesar del lobby de la industria— fue ratificado universalmente. Ese tratado ofrece la esperanza de que una presión suficiente por parte de los países clave, impulsada por los movimientos sociales y políticos, podría dar lugar a regulaciones estrictas contra la contaminación y el abuso del carbono, así como a un cambio cultural significativo.
Los lugares asociados a las negociaciones mundiales para salvar el planeta incluyen ciudades como Kioto (1997), Copenhague (2009) y París (2015). Entre ellos debiera estar Cochabamba (Bolivia), donde el gobierno de Evo Morales Ayma celebró la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra en abril de 2010. Más de 30.000 personas de más de 100 países acudieron a esta histórica conferencia, en la que se aprobó la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra. Se debatieron varios puntos, entre ellos las siguientes demandas:
- Que los Estados del Norte Global reduzcan sus emisiones al menos en un 50%.
- Que los países en desarrollo reciban una ayuda sustancial para adaptarse a los efectos del cambio climático y abandonar los combustibles fósiles.
- Que se protejan los derechos de los indígenas.
- Abrir las fronteras internacionales a los refugiados climáticos
- Que se cree un tribunal internacional para perseguir los delitos climáticos.
- Que se reconozca el derecho de las personas al agua, y que las personas tengan derecho a no estar expuestas a una contaminación excesiva.
“Nos enfrentamos a dos caminos”, dijo el expresidente Morales, “el camino de la Pachamama (Madre Tierra) o el camino de las multinacionales. Si no tomamos el primero, los amos de la muerte ganarán. Si no luchamos, seremos culpables de la destrucción del planeta”. Gavin Singleton y Bianca McNeair sin duda estarían de acuerdo.
También lo haría el poeta y educador de la etnia Yorta Yorta, Hyllus Noel Maris (1933-1986), cuya “Canción espiritual del aborigen” (1978) despierta la esperanza y pone la banda sonora a quienes marchan para salvar el planeta:
Soy un hijo de la gente del tiempo del sueño
Parte de esta tierra, como el nudoso árbol de la goma
Soy el río, que canta suavemente
Cantando nuestras canciones en mi camino hacia el mar
Mi espíritu es los demonios del polvo
Espejismos, que bailan en la llanura
Soy la nieve, el viento y la lluvia que cae
Soy parte de las rocas y de la tierra roja del desierto
Roja como la sangre que corre por mis venas
Soy águila, cuervo y serpiente que se desliza
A través de la selva tropical que se aferra a la ladera de la montaña
Desperté aquí cuando la tierra era nueva