Así nos dijo Digna (bromeando con que su apellido es De Lastima), cuando platicamos el sábado en su casa de Ciriboya, a donde viajamos para asistir al acto más trascendental en la historia del pueblo Garifuna: la Inauguración de su Primer Hospital Popular. Digna nos conmovió cuando nos contó como llegó a esa conclusión. Primero […]
Así nos dijo Digna (bromeando con que su apellido es De Lastima), cuando platicamos el sábado en su casa de Ciriboya, a donde viajamos para asistir al acto más trascendental en la historia del pueblo Garifuna: la Inauguración de su Primer Hospital Popular.
Digna nos conmovió cuando nos contó como llegó a esa conclusión. Primero
-nos explicó- llegaron los médicos cubanos. Ellos, nos dijo, no son como los nuestros. Si tienen que ir a pie, hundiéndose en el lodo hasta los tobillos, en mula o montados en una camioneta o en cayuco, no les importa, van donde los necesiten. Los nuestros, si no tienen transporte, no se mueven, sin importar la gravedad de la enfermedad o la dolencia que aqueje a nuestra gente. Después vinieron los primeros médicos Garífunas graduados en Cuba: una bendición. Los hijos de nuestras propias familias. También los otros que están estudiando en la ELAM, algunos, medicina y otros, especialidades médicas. Y ahora, como si fuera poco, tenemos un Hospital, que además, lo construimos con nuestras propias manos. Son demasiados milagros juntos. Es por eso que «Dios tiene que ser Garifuna». La frase no puede ser más elocuente, ni más conmovedora. ¿Cuanto tiempo había olvidado Dios a su pueblo? Pero por fin se acordó y ahora salda su olvido con creces.
Digna nos habló también de sus cincuenta madres solteras que luchan por sacar adelante a sus hijos. Nos contó de sus grandes dificultades y de sus enormes esperanzas. De la idea de procesar el casabe y exportarlo algún día al Japón. Ella tiene seis hijos. Una de las mayores estudia en la universidad EARTH en Costa Rica. Por estos días irá a Tela, donde, junto a unas compañeras, van a procesar la yuca para hacer Casabe y venderlo. Necesita con urgencia doscientos dólares para enviárselos. Solo tiene media beca y no le ajusta para vivir y estudiar. Ella es su esperanza. Digna -entre otras cosas- es la presidenta del patronato de Ciriboya. De acuerdo a la tradición del pueblo Garifuna, la participación de las mujeres es muy frecuente y es común que sean mujeres las dirigentes mas destacadas de muchas de sus comunidades.
Nos ofrecieron café, pan de coco, frijoles, huevos, macheteadas, baleadas y queso. Platicamos y también bromeamos. Una de las cualidades más lindas del pueblo Garifuna es que no conocen la pena ni la tristeza. Recién conocen a un forastero, lo integran tan rápido, que en minutos lo tratan con la confianza de viejos amigos. Así transcurrieron las primeras dos horas. Poco después nos fuimos al Hospital, donde un bullicioso y enérgico grupo de jóvenes, mujeres y hombres caminaban, hablaban en voz alta, organizando cosas, dando órdenes para colocar este rotulo aquí, esa pancarta allá, la bandera Cubana, la de Honduras y la del Estado de California. Sin darnos cuenta, ese torbellino de actividad nos envolvió.
Poco a poco fue llegando la gente. Unos a pie, otras en bus, en bicicleta, camionetas, motocicletas, cayucos, pangas, tuc – tuc. Los niños fueron invadiendo con su alegría los alrededores del hospital. La lluvia, algo más que común en los territorios costeros amenazó, más de una vez, con boicotear el evento, pero al igual que con los otros milagros, dio paso a un hermoso sol que vino a acompañar a su gente. En medio del bullicio y la febril actividad podían distinguirse a Garífunas, Médicos Cubanos, pobladores, alguno que otro gringo y ladinos también.
Lo que empezó como el sueño del profesor Lombardo Lacayo, es hoy una realidad. Es algo que va más allá de la salud del pueblo Garifuna. Es un lugar de encuentro, de concientización. De muestra que cuando se tiene claro lo que significa un sueño y se está dispuesto a alcanzarlo, no hay imposibles. Es una cosa hermosa. Las caras pensativas de la gente, la alegría y contagiosa energía con la que entonaron Yurumei [1] a continuación del himno nacional, solo fueron un presagio de lo que vendría después.
Intercalados entre los discursos, se escucharon las ancestrales danzas y cantos Garífunas. Remembranzas de un pueblo que jamás sufrió la esclavitud. De un pueblo guerrero que ha luchado por sus derechos desde sus primeros tiempos. Sus cantos recogen las vivencias, narran las historias de los Garífunas en su natal San Vicente. De sus primeros días en Roatán y en la costa caribe de Honduras. De sus esperanzas para retornar a su paraíso perdido. De sus sueños de cambio.
Entre los invitados especiales, no podía faltar el Embajador Cubano. Y es que no se puede dejar de mencionar el extraordinario apoyo y el tremendo compromiso que el mismo Fidel, a traves de su embajador, el gobierno y pueblo cubano, especialmente su brigada medica, han hecho por este hermoso proyecto. Sin su apoyo, esto seria imposible. También vino el vice gobernador de California. Invitado por uno de los sindicatos de trabajadores de California que han financiado buena parte de la obra. En su discurso, lo que más resaltó es la mención de que la hermosa obra se debía en su mayor parte a la voluntad y compromiso del gobierno cubano. En estos tiempos en que arrecia la campaña mediática y el bloqueo contra Cuba, estas palabras dan esperanza y muestran caminos diferentes.
Otros oradores y oradoras fueron haciendo sus discursos. Todos, sin excepción, resaltaron lo maravilloso del proyecto y la esperanza por acabar con la mortalidad y mejorar la salud de su pueblo. El objetivo del Hospital y de la Fundacion LUAGU HATUADI WADUHEÑU (Por la Salud de Nuestro Pueblo), es no dejar morir a ninguna persona por enfermedades o patologías prevenibles en toda la región. Algo digno de imitar en el resto del país, pero aún hoy, un sueño lejano.
Pero el plato fuerte fue, sin lugar a dudas, el discurso de Luther Castillo. Este joven médico, hizo su discurso en tres idiomas. Sus palabras fluyeron en español, Garifuna e Ingles. También cantó canciones Garífunas. Historias de la abuela quien llego al hospital después de viajar muchas horas y el medico le dijo que iba a meter su ficha en el expediente y que la iba a atender al día siguiente. Ella indignada le contesto que hoy le iba a escuchar su voz. Que venia de muy lejos y que si no la atendía seria un asesino. Escuchar a Luther cantar y a su pueblo corear la canción fue maravilloso. Su pueblo lo sigue porque el está comprometido con ellos. Y su compromiso es a prueba de todo. Es una simple prueba de incondicional alianza. También siguieron su discurso cuando alzó la voz para denunciar las injusticias y exclusiones a las que han sido sometidos por más de un siglo y medio.
Contó como llegó a la recepción que el Alcalde de San Pedro Sula, el Sr. Padilla Suncery y los oligarcas sampedranos, ofrecieron al Sr. John Garamendi, Vice Gobernador de California. Luther vestido con una camiseta con la leyenda «Yo apoyo a los médicos hondureños graduados en Cuba», dio también un discurso. Empezó diciendo que iba a hablar de las dos Honduras: la de quienes tienen derecho a la salud y la de quienes no lo tienen; la de quienes tienen derecho a la educación y las que no lo tienen. Mencionó que el Sr. Padilla se fue enrojeciendo, encolerizando por escuchar las crudas verdades que le decía, frente a tan ilustre visitante. Luther celebró la decisión del Sr. Garamendi -a pesar de los ofrecimientos de sus helicópteros de más de un oligarca, intentando que este no constatara la realidad de exclusión y aislamiento del pueblo garifuna- de viajar a Ciriboya por tierra. También denunció al Colegio Medico por defender el mercantilismo que ha llenado las bolsas de médicos inescrupulosos, sin un ápice de ética, que confundieron el apostolado que significa la profesión médica con un acto de piratería en pleno siglo veintiuno y que olvidaron el juramento hipocrático, el que hicieron con los dedos cruzados hacia atrás, el día de su graduación, comerciando con la salud y la vida de los mas pobres.
El Hospital Popular Garifuna de Ciriboya tiene el merito de haber juntado a gente de muchas procedencias y perspectivas. Ver al Embajador de Cuba sentado al lado del Vice Gobernador de California trabajando juntos nos renueva la esperanza por un mundo mejor, en el que podemos, mas allá de nuestras diferencias, velar porque las injusticias, las discriminaciones y la exclusión sean cosa del pasado.
Por todo esto, tal como nos lo dijo Digna, Dios tiene que ser Garifuna y yo le agrego, tiene que ser mujer. Digna ya no tiene que seguir bromeando diciendo que su apellido es De Lastima, sino que debe de llamarse de ahora en adelante las mas ¡Digna de todas las Dignas!
Nota:
[1] Himno del pueblo Garifuna que narra sus vivencias cuando fueron deportados de la isla de San Vicente en el caribe hacia la isla de Roatán y la costa caribe hondureña.