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Se impone el espacio cada vez más privado y abierto a gobiernos y partidos

Dos espacios, dos foros diferentes

Fuentes: Diagonal

Las tensiones entre los diferentes mundos posibles que los foros suelen albergar se pudieron observar claramente en las dos sedes donde se celebró. Tras cuatro ediciones en Porto Alegre (2001, 2002, 2003 y 2005), una en India, la compleja edición de 2006 entre Mali, Pakistán y Venezuela, la polémica de Kenia en 2007 y la […]

Las tensiones entre los diferentes mundos posibles que los foros suelen albergar se pudieron observar claramente en las dos sedes donde se celebró.

Tras cuatro ediciones en Porto Alegre (2001, 2002, 2003 y 2005), una en India, la compleja edición de 2006 entre Mali, Pakistán y Venezuela, la polémica de Kenia en 2007 y la apuesta descentralizada de 2008; el FSM llega en 2009 a Belém (Amazonía), debatiendo, entre otras cosas, su propio futuro.

No es una cuestión nueva, ya que desde su primera edición se debatía, con perspectiva de futuro, cómo construir una alternativa al modelo hegemónico, así como la validez del Foro como espacio para tejer esta alternativa. El FSM es un espacio de experimentalismo político-social que, con su evolución, ha ido cambiando su cara. Como la propia política, el FSM está sujeto a una reinvención continua. Se redefine de acuerdo con dónde se celebra y está muy influenciado tanto por la correlación de fuerzas existentes como por la coyuntura local, nacional, regional e internacional.

Con 97.000 personas, 2.400 actividades inscritas y 5.176 delegaciones oriundas de más de 150 países, según datos de la organización, en Belém se han vuelto a reproducir dinámicas anteriores, adornadas de especificidades propias de la región. Bajo la bandera del «otro mundo posible» convivieron, una vez más, muchos mundos posibles, que a menudo destapó tensiones, entre ellas, la de los movimientos sociales y la institucionalidad; y, en otra perspectiva, la de la visibilidad de los indígenas frente a la invisibilidad de la población pobre de Belém.

Estas tensiones se pudieron observar en los dos espacios principales que acogieron el evento: la Universidad Federal de Pará (UFPA) y la Universidad Federal Rural de la Amazonía (UFRA). Dos espacios que, al transitar por ellos, parecían foros distintos. El primero con un elevado grado de actividades institucionales y stands que bien podrían estar en un centro comercial.

El segundo con un aire más autogestionado, con acampadas, talleres espontáneos e indígenas orgullosos de desfilar su identidad en un entorno donde habitualmente se les criminaliza. No obstante, a la entrada de ambos espacios convergía un aspecto común bastante llamativo: un despliegue policial superior a 10.000 hombres, que cínicamente ofrecían ‘protección’ frente a la «inseguridad local».

En contra de su Carta de Principios, redactada en 2001, el FSM es cada vez menos un «espacio abierto de reunión» (así como en Kenia, los precios de entrada impidieron el acceso a una buena parte de la población local); es cada vez menos «nogubernamental» (con Lula y otros cuatro presidentes latinoamericanos a la cabeza); y es cada vez menos «no-partidista».

Sin embargo, la fuerza pujante de estos frentes y el nuevo perfil que van adquiriendo los foros, no lograron nublar uno de los momentos más destacados de esta edición: el día de la panamazonia, que dotó de protagonismo a los pueblos indígenas, actores principales de una discusión centrada en las múltiples crisis, el cambio climático, modelos energéticos, soberanía alimentaria, violencia y criminalización de los movimientos sociales e integración regional.

Este artículo se ha escrito bajo el calor del Foro, antes de la Asamblea de Movimientos Sociales, realizada el último día. Pero, aunque los resultados de dicha Asamblea son lo que suele trascender, se comprueba que lo más relevante de este espacio en movimiento no son las declaraciones, sino el intercambio de experiencias y la articulación de los diferentes movimientos para la lucha social. Si el FSM sigue siendo un espacio útil o si los foros temáticos y regionales son más fructíferos, es tema para otro debate, pero lo que sí se puede decir es que siguen siendo retratos reveladores de los encuentros y desencuentros de un amplio espectro de la izquierda.

Brno Bringel, del Komité de Apoyo al MST