«Cuando estaba mi esposo Néstor, que falleció hace tres meses, me cargaba y me decía: Todavía quiere aprender la abuelita». Inés, a los 64 años, decidió que estaba a tiempo de aprender a leer y escribir. La oportunidad la encontró en un centro del barrio Malvinas, donde vive. «Tenía ganas de leer un poquito, por […]
«Cuando estaba mi esposo Néstor, que falleció hace tres meses, me cargaba y me decía: Todavía quiere aprender la abuelita». Inés, a los 64 años, decidió que estaba a tiempo de aprender a leer y escribir. La oportunidad la encontró en un centro del barrio Malvinas, donde vive. «Tenía ganas de leer un poquito, por eso vine», cuenta.
Como ella, otras cuatro alumnas de entre 25 y 70 años, motivadas por diferentes razones y situaciones, concurren dos veces por semana a una parroquia, cedida por un pastor local, para abandonar definitivamente el analfabetismo.
Hay otros cinco centros en La Plata que se dedican a combatir esta carencia: están en Ensenada, barrio Nuevo y Altos de San Lorenzo. Y se abrirán otros seis en el transcurso de este año en Berisso, Melchor Romero, Tolosa y San Carlos.
El programa lo aplican cuatro organizaciones sociales afines al kirchnerismo, y proviene del ministerio de Educación de la Nación. Se trata del Movimiento Evita (Emilio Pérsico), la Federación de Tierra y Vivienda (Luis D’Elía), Barrios de Pie (Jorge Ceballos), y Transversales.
El sistema que se introduce en los centros es el de Educación Popular, un concepto del pedagogo brasileño Paulo Freire, que se propuso erradicar el analfabetismo entre los «oprimidos» y generar una conciencia crítica sobre la situación social y política que produce la exclusión de la educación.
«Hay una relación directa entre analfabetismo y pobreza», agregan Sebastián y Claudia, los dos coordinadores generales de los centros de alfabetización del MTD Evita.
Malvina y Mirta, dos mujeres del barrio Malvinas, son las que se encargan de instruir a los que llegan al centro. Les enseñan a leer y escribir en cinco meses, con un mecanismo de palabras generadoras.
Se trata de carteles que apuntan a rescatar los conocimientos previos «que todo ser humano tiene», dicen. La primera palabra es educación, ya que contiene todas las vocales. «Desde allí intentamos generar un debate sobre por qué no pudieron acceder a la educación. Por lo general, los analfabetos se echan culpas y sostienen que son vagos. Pero nosotros creemos que la gente que quedó afuera del sistema educativo es consecuencia de la destrucción política y económica que se generó en la década del ’90», cuenta Sebastián.
Aclara que la idea es generar conciencia política, y que los alumnos se den cuenta que desde su posición pueden hacer algo para cambiar esa realidad de exclusión. «La idea es generar organización», precisa.
Casi todos los que han pasado por estos centros (en el barrio Malvinas comenzaron el año pasado) son beneficiarios de los planes Jefes y Jefas de Hogar.
Una vez que ingresan al programa, se insertan en un círculo que, a lo que apunta, es a la inclusión social. Blanca, por ejemplo, otra de las alumnas, contó a Hoy que ahora trabaja en una cooperativa de reparación de veredas del MTD Evita, que suscribe sus convenios con la Provincia o el municipio. «Trabajo y estudio. A mí no me dio vergüenza venir, siempre hay tiempo para aprender», comenta. Y agrega que hasta se lleva «los libros de mis hijos» para estudiar.
«Nosotros no podemos terminar con el analfabetismo sólo enseñando a leer y escribir», grafica Sebastián sobre la necesidad de crear conciencia política y social.
Los coordinadores afirman que el sistema de Educación Popular se basa en ver cuáles son los problemas del pueblo. «Hay que generar organización para aportar al movimiento nacional. Hay que incluir a compañeros que estuvieron por décadas excluidos. Los analfabetos se sienten excluidos totalmente de la vida», cuenta Claudia.
Probablemente, la alfabetización funcione como primer paso para dejar atrás la exclusión.