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Sales y soles

El amor después de todo

Fuentes: Gara

El amor se aprende, se hace, se inventa, se contagia… y también se acaba. Queramos o no, dura lo que dura. El amor caduca sin previo aviso y no admite reclamaciones ni devoluciones. El amor es así. Improbable. Impredecible. Improrrogable. Hay amores chispa, los amores chiribita. «Fue bonito mientras duró. / A las once me […]

El amor se aprende, se hace, se inventa, se contagia… y también se acaba. Queramos o no, dura lo que dura. El amor caduca sin previo aviso y no admite reclamaciones ni devoluciones. El amor es así. Improbable. Impredecible. Improrrogable. Hay amores chispa, los amores chiribita. «Fue bonito mientras duró. / A las once me besaste. / A las once y un segundo supe que / estabas casado», confiesa Coloma Fernández Armero en su «Romance de un segundo». Y hay amores estrella, de lumbre perpetua, los amores que toda una vida no agotan.

Jean-Louis Ronzier, un pintor francés de 68 años, se casó a título póstumo el sábado pasado. En la ceremonia, junto a Ronzier, y sobre una silla, el sombrero del año 1900 que la novia ausente había comprado para tan señalado día. Martine Cazenave falleció en setiembre de 2004, dos meses antes de la fecha fijada para su boda. Según el Código Civil francés, el presidente de la República puede autorizar, como en este caso, un matrimonio póstumo «por motivos graves, si uno de los futuros esposos fallece después de cumplir las formalidades oficiales que demuestren sin equívoco su consentimiento». Jean-Louis y Martine, «el amor de mi vida», convivían desde los años 80. «Ella hubiera hecho lo mismo en mi lugar. La quiero mucho y las otras mujeres no me interesan», declaró el recién casado.

Ted Howard y Molly se conocieron en 1948 en una feria de pueblo del Reino Unido. Él tenía 23 años y ella 18. «Fue un amor a primera vista», explica Ted. Se casaron en 1955 y permanecieron juntos 50 años, hasta la muerte de Molly hace tres. Durante los siete años de noviazgo Ted viajó por Europa y en ese tiempo envió 98 cartas de amor a Molly, quien poco antes de casarse descubrió a alguien leyéndolas y decidió destruirlas. En 1993, Ted comenzó a juntar los más de 2.000 diminutos trocitos de esas epístolas y ahora, quince años después y tras una hora diaria dedicada a recomponer palabras, ha concluido su tarea y prepara ya un libro que recogerá todas sus misivas y dedicará a la memoria de su esposa. «Aún echo muchísimo de menos a Molly y mantener estos recuerdos me ayuda», comenta Howard, a sus 82 años.

Quien lo probó, siempre repite. El amor es eterno mientras dura. Una noche. Un día. Siete vidas. En ocasiones resiste tanto que ni la muerte lo separa. «El invencible», lo llama Charo Prados en uno de sus poemas. «Así sea el amor: el de la risa azul, el de la risa. El del tambor y el son, el de los besos. El de la piel y el mar». Así sea el amor: invencible después de todo.