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China

El Año del Perro y la cultura del dinero

Fuentes: IPS

En la celebración del Año Nuevo lunar, la fecha más importante del calendario chino, un creciente sentimiento de pérdida de identidad cultural se percibe en las grandes ciudades que son escaparates del milagro económico nacional.

A pesar del clima de decorada excitación que colorea el fin del invierno en Beijing, muchos hacen el duelo por la desaparición de rasgos típicos y populares que en otros tiempos definían esta capital como una metrópoli religiosa única, a la misma altura que la occidental Roma.

Esa pérdida fue, por cierto, impulsada por la mismas fuerzas del mercado que alentaron el éxito económico.

«Somos una sociedad perdida», se lamentó el crítico literario Zhang Ning. «Todo lo que queda es una cultura meramente consumista.»

El emperador Huang Ti introdujo el primer ciclo del zodíaco de acuerdo con el año lunar en el 2600 antes de Cristo. El que comienza este domingo 29 es el Año del Perro, 4704.

Después de 25 años de «mercantilización» y avance material, la cultura china del dinero adoptó –y adaptó– tradiciones del Año Nuevo como el opíparo banquete, las oraciones a divinidades taoístas y budistas y el obsequio de dinero a niños y niñas.

«Cada día de nuestra vida es una fiesta y todo los días que podemos sentarnos a la mesa es un nuevo banquete. Pero sin las ceremonias tradicionales de oración a dioses y ancestros, todo es consumo y entretenimiento comercial», dijo Zhang.

En los viejos tiempos, todo día del calendario lunar tenía alguna significación marcada por un ritual, fiesta o servicio religioso en alguna u otra parte de Beijing.

Las «3.000 normas de comportamiento» gobernaban toda área de la vida y la mayoría de los pekineses vivían en grandes viviendas familiares.

El Año Nuevo Chino, que marca la llegada de la primavera, era entonces la ocasión más adecuada para una gran celebración familiar.

En la medianoche, todos los miembros de la familia formaban una fila y se inclinaban («kow tow») ante el jefe y la jefa del hogar. En la Hora del Tigre, entre las tres y las cinco de la mañana, realizaban el rito triple, para honrar al Cielo, la Tierra y los ancestros.

Después de un ayuno de 24 horas, interrumpido por platillos vegetales, toda la familia se sentaba en torno a una opípara mesa. En el banquete de Año Nuevo, cada platillo tenía un significado especial y simbolizaba los deseos para los meses que se sucederían.

Las bolas de arroz, cuya denominación en chino era en la antigüedad la misma que la del dinero («jiaozi»), representa la fortuna y las bendiciones celestiales. La torta «nian gao» llama a la buena suerte. El arroz frito simboliza la armonía y la plenitud.

Pero las modernas obligaciones urbanas restaron tiempo a la preparación de la miríada de platillos requeridos por la tradición. Aquellos que se precian de tradicionalistas y tienen el dinero necesario disfrutan el banquete en un restaurante, o incluso en un hotel de cinco estrellas.

Este año, por ejemplo, el Hotel Hilton de Beijing se promociona como el mejor lugar para disfrutar el «yu sheng» (ensalada de pescado crudo), que simboliza la prosperidad porque las palabras chinas que significan pescado y superávit suenan de manera similar.

La «torta de los ocho tesoros», hecha de arroz, nueces y frutos secos seleccionados por su color para semejar joyas, es la especialidad del restaurante Din Tai Fung, uno de los más lujosos de Beijing.

«No me importa la tradición y quiero celebrar, pero evito pasar días enteros de compras, limpieza y cocina», dijo Amy Tang, empleada de una firma inmobiliaria extranjera. Amy y su novio cenarán en el restaurante Made in China, en el hotel Grand Hyatt.

«Tienen una cocina abierta y podemos ver allí cómo preparan los platillos», se ufanó la joven.

Para jóvenes adinerados chinos que disfrutan la nueva cultura del dinero, el precio de la cena no es disuasiva, aunque sobrepasa el salario promedio de un trabajador urbano, que asciende a 1.200 yuan (unos 150 dólares).

Muchos creen que las nuevas ideas impusieron apartamientos aun más viciosos de las tradiciones, como un cambio en el espíritu del «yasuiqian», el obsequio de dinero a niños en sobres rojos.

«Antes, el ‘yasuiqian’ significaba protección a los niños contra los malos espíritus. Pero hoy los niños esperan sólo el dinero», dijo Lui Kuili, de la Sociedad de Cultura Folklórica China.

Una encuesta informal realizada por el portal en Internet Sohu, uno de los principales de Chian, sugirió que los fajos de billetes en los yasuiqian habían engordado dramáticamente.

Más de la mitad de quienes respondieron a la encuesta en Beijing afirmaron que obsequiarían a sus hijos e hijas más de 1.000 yuan (120 dólares).

Pero la destrucción de la tradicional cultura china y su colorido escenario medieval no comenzó con el consumismo desatado en los últimos años, sino mucho antes.

En los años 20, el partido nacionalista Kuomintang y el Partido Comunista lanzaron sistemáticos embates para destruir las tradiciones. Tanto unos como otros creían que el pasado debía enterrarse en aras de la modernización.

La destrucción se agravó en los años 50, con la Revolución China (comunista) recién instaurada. Y llegó al punto culminante con la Revolución Cultural de los años 60, cuando el Partido Comunista demolió varios templos y proscribió algunos ritos tradicionales.

El gobierno apuntó contra todo lo que oliera a viejo, de bodas a funerales, de la medicina a la música.

En los viejos tiempos, los chinos visitaban festivales de Año Nuevo en los templos, con equilibristas, acróbatas, narradores orales y forzudos. Los niños y niñas se vestían de rojo para ahuyentar a los malos espíritus.

«Los festivales eran espectaculares, más coloridos y llenos de actividades que ninguna otra cosa. Entrar en el templo era como ingresar en un mundo de fantasía», escribió el periodista Xiao Qian en su autobiografía.

Con miles de templos y santuarios de más de 1.500 años de antigüedad, Beijing era uno de los grandes centros espirituales de China. Pero en los años 80, apenas quedaban algunos. Y en 30 años de comunismo de línea dura no hubo ningún festival en ellos.

Con las reformas de mercado lanzadas en 1979 por Deng Xiaoping, el Partido Comunista admitió el renacimiento de algunas tradiciones. El primer festival fue en 1985, en el Templo de la Gran Campana en Beijing.

Pero con la promoción del éxito y la riqueza como nueva religión secular de la China moderna, las viejas tradiciones perdieron poder de convocatoria.

«En los últimos años, de hecho, hubo un renacimiento cultural», dijo el investigador Wang Xuetao, del Instituto de Literatura de la Academia China de Ciencias Sociales.

«Lamentablemente, este autodenominado ‘renacimiento’ no responde a un respeto genuino por nuestro legado cultural sino por el mercantilismo. Hay dinero y lucro en estos festivales.» ( (FIN/2006)

http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=36461