Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En las últimas semanas, el presidente Obama ha estado considerando el futuro de las operaciones militares de EE.UU. en Afganistán. También ha estado pregonando los efectos de sus políticas en el interior, informando de que la Ley de Recuperación de este año no sólo ahorró puestos de trabajo, sino que fue «la mayor inversión en infraestructura desde que [el presidente Dwight] Eisenhower construyó el Sistema Interestatal de Carreteras en los años cincuenta.» Al mismo tiempo, está en marcha un auge mucho menos publicitado de infraestructura financiado con dineros públicos. Éste en Afganistán.
Aunque Washington ha invertido fondos modestos en proyectos civiles en Afganistán durante este año – que van de centrales eléctricas en pequeña escala a «letrinas públicas» a un mercado de carne – el verdadero auge de la construcción es de naturaleza militar. El Pentágono ha estado canalizando sumas de dinero del tamaño del estímulo a contratistas de la defensa para impulsar notablemente su infraestructura militar en ese país.
En el año fiscal 2009, por ejemplo, el organismo civil Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU. (USAID, por sus siglas en inglés), otorgó 20 millones de dólares en contratos para trabajo en Afganistán, mientras que sólo el Ejército de EE.UU. asignó 2.200 millones de dólares – 834 millones de esa suma para proyectos de construcción. En los hechos, según Walter Pincus del Washington Post, el Pentágono ha gastado aproximadamente 2.700 millones de dólares en construcción durante los últimos tres años fiscales» en ese país y, «si se aprueba su solicitud como parte de la ley de apropiaciones para la defensa para el año fiscal 2010, gastará otros 1.300 millones de dólares en más de 100 proyectos en 40 emplazamientos en todo el país, según un informe del Senado sobre la legislación.»
Empantanados en Bagram
En ninguna parte ha sido más evidente el auge de la construcción que en la Base Aérea Bagram, un emplazamiento militar crucial utilizado por la Unión Soviética durante su ocupación de Afganistán en los años ochenta. En su encarnación estadounidense, la base ha sido expandida significativamente desde sus viejos días soviéticos y, sólo en los últimos dos años, la población del complejo de más de 2.000 hectáreas se ha duplicado a 20.000 soldados, aparte de miles de soldados de la coalición y contratistas civiles. Para continuar con su crecimiento exponencial, se han planificado o están en progreso actualmente más de 200 millones de dólares en proyectos de construcción sólo en la sección de la Fuerza Aérea de la Base. Chuck Crumbo de The State informó recientemente que «siete días a la semana, camiones hormigoneros circulan por la polvorienta carretera del perímetro de esta base aérea mientras aplanadoras y excavadoras mueven la tierra rocosa.» «Cientos de jornaleros colocan argamasa sobre ladrillos para construir barracones y oficinas. Cuatro plantas de hormigón en la base han trabajado continuamente durante 18 meses para satisfacer las necesidades de la construcción,»
La base ya tiene a los favoritos de la comida chatarra Burger King, una combinación de Pizza Hut/Bojangles, y Popeyes así como un spa diurno y tiendas que venden joyería, teléfonos y, claro está, alfombras afganas. En un futuro cercano, señala Pincus, «los militares planifican la construcción de un terminal de pasajeros y una instalación adyacente de carga por 30 millones de dólares para manejar el flujo de soldados, muchos de los cuales llegan a la base al norte de Kabul antes de irse a otros sitios.» Además, según Associated Press, el comando de la base va a «adquirir más terrenos el próximo año al lado este para expandir» aún más.
Para manejar el flujo de soldados que ya están siendo enviados por el gobierno de Obama (y más que se esperan una vez que el presidente decida sobre sus planes de guerra a largo plazo) se levantarán «nuevos dormitorios» en Bagram, según David Axe de Washington Times. La población de la base también aumentará en un futuro cercano, gracias a un proyecto recientemente descrito en The Freedom Builder, una publicación del Cuerpo de Ingenieros del Ejército: la MILCON Bagram Theatre Internment Facility (TIF) que está siendo construida actualmente a un coste de 60 millones de dólares por un equipo de más de 1.000 filipinos, indios, cingaleses y afganos. Cuando sea completada, consistirá de 19 edificios y de 16 torres de control, hechas para contener a más de 1.000 detenidos de la creciente base que hace tiempo es tristemente célebre por la tortura e incluso el asesinato de prisioneros dentro de sus muros.
Aunque EE.UU. insiste oficialmente en que no está estableciendo bases permanentes en Afganistán, la escala y la permanencia de la construcción emprendida en Bagram parece sugerir, por lo menos, una estadía muy prolongada. Según informes publicados, las nuevas instalaciones de la terminal para el complejo recién serán operativas en 2011.
Una de las compañías privadas involucradas en el fortalecimiento y aumento de las instalaciones de Bagram es Contrack International, una firma internacional de ingeniería y construcción que, según antecedentes del gobierno de EE.UU., recibió más de 120 millones de dólares en contratos en 2009 por trabajo en Afganistán. Según el sitio en la red de Contrack, está, entre otras cosas, diseñando y construyendo un nuevo «punto de control de ingreso» – una entrada fortificada – así como un nuevo «punto de suministro de munición» en la base. También es responsable por «el diseño y construcción de pistas de rodaje y aparcamientos para aviones; mejoras de la iluminación del aeropuerto y de ayuda a la navegación; y construcción de nuevos aparcamientos para aviones» para la masiva infraestructura en expansión de operaciones aéreas de la base. El auge de la construcción en Bagram (que por lo menos ha recibido una modesta atención en la prensa dominante de EE.UU.) es, sin embargo, sólo una fracción de la historia de cómo los militares de EE.UU. – y Contrack International – se están estableciendo en todo Afganistán.
Reseñas entusiastas para Kandahar
En marzo, según documentos del Pentágono, Contrack obtuvo un contrato por 23 millones de dólares para «el diseño y construcción de una rampa de Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento, aeropuerto Kandahar, Afganistán.» El año pasado, en Washington Post, Pincus informó que una expansión planificada del aeropuerto, también utilizado otrora por los soviéticos y que ahora es una importante base de EE.UU. y la OTAN, debe recibir aviones que trabajan para una Fuerza de Tareas ODIN – una versión basada en Afganistán de la unidad del ejército que utilizó drones y helicópteros para atacar a insurgentes que colocaban artefactos explosivos improvisados en Iraq. Actualmente, la Fuerza de Tareas ODIN-Afganistán – el acrónimo significa «observar, detectar, identificar y neutralizar,» con un saludo al principal dios escandinavo – está en funcionamiento y, según se informa, todavía parte de «Bagram en una de dos pequeñas estaciones de control en tierra.» Todavía no está claro si aviones de ODIN también operan desde el aeropuerto en Kandahar – como tantas informaciones sobre los militares de EE.UU. en Afganistán. Ciertamente, sin embargo, muchos más aviones de la OTAN y de EE.UU. saldrán de la base una vez que Contrack, como señala en su sitio en la red, complete su «diseño y construcción de pistas de reemplazo de aterrizaje con áreas de asfalto por pavimento de hormigón» y la «rehabilitación de 6 pistas de rodaje existentes,» según otros proyectos.
El contrato de Contrack en Kandahar debe ser completado a fines de diciembre, pero como Bagram, la base ya muestra todo su aspecto de permanencia. «Es una de las pistas de aterrizaje más atareadas del mundo,» dijo recientemente el capitán Max Hanlin de la 5ª Brigada Stryker de la 2ª División del ejército de EE.UU. a Agence France-Presse. Construida originalmente para albergar a 12.000 soldados, la base aérea Kandahar ahora apoya a un personal de la OTAN y de EE.UU. de 30.000 o más. Algunos combaten en el terreno inhóspito de la región circundante, mientras otros nunca han estado afuera y pasan su tiempo en los cafés y pequeños negocios de la base (donde, según se informa, los soldados pueden comprar, entre otras cosas, vestidos para bailarinas de vientre), lo pasan bien en el «Dutch corner,» juegan hockey sobre patines en la plaza central de la base, o pasan la noche del sábado bailando en una fiesta. «Agitan tubos fosforescentes como si no tuvieran idea de las minas y de la guerra afuera,» dijo un oficial estadounidense, mientras contemplaba a los soldados en la pista de baile.
En los últimos días, las fuerzas de EE.UU. anunciaron una disminución de los privilegios recreativos y la imposición de circunstancias más austeras – las noches de salsa y karaoke ya han sido reducidas en Kandahar – causando preocupaciones de los aliados de la OTAN de que sus instalaciones recreativas sean invadidas por soldados de EE.UU. a la busca de distracción.
Una multitud de bases operacionales avanzadas
Parece que nadie fuera del Pentágono sabe exactamente cuántos campos, bases operacionales avanzadas (FOB, por sus siglas en inglés), puestos de combate avanzados, bases de patrulla y otras instalaciones fortificadas son utilizados o construidos actualmente por los militares de EE.UU. en Afganistán. Y aunque los estadounidenses han abandonado recientemente algunas de sus instalaciones, cediendo efectivamente la provincia nororiental de Nuristán a las fuerzas talibanes, en otros sitios se ha iniciado un auge de construcción de bases.
En abril, Contrack obtuvo otro contrato por 28 millones de dólares para trabajo en aeropuertos – a ser realizado en sitios no especificados en Afganistán. En junio, IAP Worldwide Services, basada en Florida, recibió un contrato por 21 millones de dólares para mejorar la distribución de energía eléctrica en la todavía creciente FOB de los marines, Leatherneck, en Helmand, provincia que es un baluarte talibán. El proyecto, cuya finalización está programada para junio de 2010, es sólo parte del trabajo de IAP, que ha tenido que ver con «casi dos docenas de centrales eléctricas en bases del ejército de EE.UU. en Afganistán e Iraq» que, según la literatura promocional de la compañía, sus equipos han «entregado, instalado, operado y mantenido.»
FOB Dwyer, también en la provincia Helmand, se está convirtiendo rápidamente en un «hub» para apoyo aéreo en el sur de Afganistán, según el capitán Vincent Rea del 809 Escuadrón Expedicionario Red Horse de la Fuerza Aérea. Con ese fin, personal del Cuerpo de Marines y de la Fuerza Aérea construyen pistas de aterrizaje para aviones y helicópteros para recibir cada vez más aviones y helicópteros en la base. Los dos servicios colaboraron en la construcción de una pista de 1.300 metros capaz de recibir gigantescos aviones de transporte Hercules C-130 que aumentan la capacidad de EE.UU. de apoyar a más soldados en más bases en áreas remotas.
«Con la llegada más frecuente de C-130, más marines pueden viajar en un momento dado y definitivamente ayudarán a reforzar Camp Dwyer y otros FOB y COP (puestos avanzados de combate),» dice el capitán Alexander Lugo-Velazquez del Escuadrón 169 de Marines de Helicópteros Ligeros y de Ataque. En septiembre, la Fuerza Aérea informó sobre el fin de la primera fase de un proyecto de construcción en seis fases en FOB Dwyer que terminará por incluir pits adicionales para combustible y pistas de rodaje, un aumento del espacio asfaltado, y la prolongación de la pista de despegue a 1.800 metros. En octubre, según documentos del gobierno, el ejército también comenzó a pedir ofertas – en el rango entre 10 y 15 millones de dólares – para la construcción de instalaciones de almacenamiento y distribución de combustible en FOB Dwyer. Éstas, como las mejoras de infraestructura en Bagram, recién están programadas para terminación durante 2011.
En Helmand, así como en las provincias Farah, Kandahar, y Nimruz, sólo la Brigada Expedicionaria de Marines-Afganistán, ha establecido entre junio y septiembre cuatro nuevas FOB, «10 puestos avanzados de combate, seis bases de patrullas, y cuatro posiciones auxiliares de operación, zonas de aterrizaje de helicópteros y un aeropuerto expedicionario.» En octubre, el contratista de la defensa AECOM Technology firmó un contrato de extensión por 6 meses con el ejército de 78 millones de dólares, para «suministrar mantenimiento general de apoyo así como la operación de instalaciones de mantenimiento, alojamientos y oficinas en dos bases militares de EE.UU. así como en FOB y ubicaciones satelitales» en Afganistán.
El gigante de la contratación de defensa, Fluor, también ha estado trabajando duro. Obtuvo contratos lucrativos en Afganistán. En marzo, el ejército informó que, de acuerdo con la ‘oleada’ primaveral de tropas del presidente Obama, el Comando Regional Este en Afganistán ha encargado a Fluor la expansión de cuatro FOB existentes y, si fuera necesario, la construcción de otras nueve adicionales.
En el Comando Regional Sur, se informó que «trabajo de emergencia para expandir ocho FOB ha sido emprendido después de ser otorgado bajo competencia a Fluor según LOGCAP IV.» Se trata de la versión actual de un programa militar instituido originalmente por el Pentágono en 1985. Ha sido el medio principal a través del cual funciones de logística militar y suministro han sido trasferidas a contratistas privados. (La versión anterior del programa, LOGCAP III, fue otorgada sólo a Kellogg, Brown and Root Services o KBR, en aquel entonces una división del gigante de los servicios petroleros Halliburton, primordialmente en apoyo a las operaciones de EE.UU. en Iraq, Afganistán, y Kuwait y estuvo plagada de escándalos.)
Es obvio que compañías como Fluor se están estableciendo firmemente en Afganistán. Fluor se describe como «co-ubicada con el ejército de EE.UU. en Afganistán, donde el equipo coordina, provee supervisión, e implementa el plan de ejecución de Fluor de proveer los recursos y el trabajo necesarios para cumplir esta misión» de «proveer apoyo multifuncional de base y apoyo a servicios de combate (CSS) a las Fuerzas de EE.UU. y de la Coalición en Afganistán.»
La compañía «construye y administra simultáneamente la expansión de ocho FOB… en el sur de Afganistán. Esto incluye la construcción de una FOB para alojar entre 17.000 y 20.000 militares.» Fluor, sin duda, espera estar «co-ubicada con el ejército de EE.UU. en Afganistán» durante mucho tiempo. En julio de 2009, el gigante de la defensa recibió un contrato de 1.500 millones de dólares para servicios de LOGCAP IV en Afganistán; en octubre, el ejército informó que el programa LOGCAP tenía la responsabilidad de erigir 6.020 unidades de alojamientos containerizados conocidos como edificios reubicables (o RLB por sus siglas en inglés) en el Comando Regional Sur.
En julio, bajo un contrato existente de LOGCAP IV, el contratista de la defensa afectado por escándalos Dyncorp International, junto con sus socios CH2M Hill y Taos Industries, recibió un pedido por un año de 643,5 millones de dólares para «suministrar a bases existentes dentro de Afganistán Sur AOR (área de responsabilidad) con apoyo de operaciones y mantenimiento, incluyendo pero sin estar limitado a: administración de instalaciones, energía eléctrica, agua, alcantarillado y administración de desechos, operaciones de lavandería, servicios alimentarios y operaciones de pool automóvil de transportes,» así como «servicios de construcción para instalaciones adicionales.» Mirando hacia el futuro, el Pentágono ha incluido cuatro opciones de un año cada una en el contrato que, si son aceptadas, tendrían un valor calculado en 5.800 millones de dólares.
Sólo hace poco, los militares australianos indicaron que también se están preparando para una larga estadía, al anunciar una mejora de 37 millones de dólares de su base principal cerca de Tarin Kowt en la provincia Oruzgan, a ser completada a mediados de 2011. Como en otras instalaciones de la OTAN, cantidades crecientes de tropas estadounidenses han estado operando desde Tarin Kowt recientemente y, a fines de septiembre, la compañía basada en EE.UU. Kandahar Constructors firmó un contrato por 25 millones de dólares con el Pentágono para mejoras de la pista de aterrizaje, también a ser completada en 2011.
El lenguaje de la ocupación
Sólo en 2009, después que muchos miles de millones de dólares ya habían sido invertidos en la construcción, expansión y mantenimiento de bases de EE.UU. en Afganistán, se pidió a los contribuyentes estadounidenses que pagaran por más de 1.000 millones de dólares en contratos de construcción – y sobre la base de evidencia disponible, incluyendo esas opciones futuras, podría ser sólo una gota en el cubo proverbial.
Todo esto ha estado sucediendo sin un plan claro presentado en Washington para el futuro de las operaciones militares estadounidenses en ese país, sin un gobierno nacional legítimo en Kabul, y desde luego a pesar de la falta de reparaciones de la infraestructura necesitadas en EE.UU. Los estadounidenses interesados en informarse sobre el auge de la construcción afgana del Pentágono fuera de Bagram habrán encontrado poco en las noticias vespertinas o en los principales periódicos. Ha sido esencialmente realizado en las tinieblas, lejos, y con sólo el más modesto interés periodístico.
Olvidad por un momento los «debates» en Washington sobre la política de la Guerra Afgana y, si sólo os concentráis en la actividad de construcción y en el flujo de dinero a Afganistán, lo que veis es una guerra que, desde el punto de vista del Pentágono, no va a terminar pronto. De hecho, el auge de la construcción de los militares de EE.UU. en ese país sugiere que, en el noveno año de la Guerra Afgana, el Pentágono tiene planes para guarnecer de tropas ese país durante mucho más tiempo, si no permanentemente, no importa cuál sea el camino decidido en Washington. Alternativamente, sugiere que el Pentágono está dispuesto a desperdiciar dineros públicos (que podrían haber reforzado la deficiente infraestructura en EE.UU. y creado una plétora de puestos de trabajo) en lo que será tarde o temprano pistas de despegue, zonas de aterrizaje y bases avanzadas de operación abandonadas.
La construcción y fortificación de bases en Afganistán no es la única señal de que los militares de EE.UU. se están implantando para una estadía aún más prolongada. Otro indicador clave puede encontrarse en un contrato del Pentágono otorgado a fines de septiembre a SOS International, Ltd., una «compañía de apoyo a operaciones» de propiedad privada que suministra todo, desde «servicios de asesoría cultural» a «análisis y capacitación en inteligencia y contrainteligencia» a numerosas agencias federales. Ese contrato, primordialmente para servicios lingüísticos de apoyo a operaciones militares en Afganistán, tiene una fecha estimada de finalización de septiembre de 2014.
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Nick Turse es editor asociado y reciente ganador de un Premio Ridenhour por Distinción en Reportajes, así como un Premio James Aronson de Periodismo por la Justicia Social. Ha escrito para Los Angeles Times, San Francisco Chronicle, Adbusters, the Nation, y regularmente para Tomdispatch.com. Una edición en rústica de su primer libro: The Complex: How the Military Invades Our Everyday Lives, una exploración del nuevo complejo militar-corporativo en EE.UU., ha sido recientemente publicada. Su sitio en la red es: Nick Turse.com
Fuente: http://www.zcommunications.