Supongamos que el lector, llevado por simple curiosidad informativa, desea saber cuál es el territorio en guerra que más puede afectar a las unidades militares españolas desplegadas en el extranjero, en esas misiones que nuestro Ministerio de Defensa denomina «de paz» en su página electrónica. Le facilitaré el trabajo. Abra su atlas por la página […]
Supongamos que el lector, llevado por simple curiosidad informativa, desea saber cuál es el territorio en guerra que más puede afectar a las unidades militares españolas desplegadas en el extranjero, en esas misiones que nuestro Ministerio de Defensa denomina «de paz» en su página electrónica.
Le facilitaré el trabajo. Abra su atlas por la página de Asia y busque la línea que representa la frontera entre Pakistán y Afganistán. Localice también la capital de este último país, Kabul. Trace una línea que, en el sentido de los meridianos, baje desde Kabul hasta la frontera y, marque el punto de intersección de ambas líneas: ese es el centro de una zona de muy alta peligrosidad actual y de previsible agravamiento a corto plazo.
Los soldados españoles de ISAF (siglas de lo que en nuestro idioma se traduce como «Fuerza internacional de asistencia para la seguridad en Afganistán»), en número algo superior al medio millar de efectivos, se despliegan en Afganistán en tres destacamentos bastante alejados de la zona citada, aunque en Kabul también hay algunos militares en los órganos de mando que la OTAN tiene allí establecidos. La relativa lejanía es garantía de cierta seguridad, pero nadie pude predecir el alcance de lo que se está gestando más al sur.
Tanto en la provincia afgana de Ghazni, situada justo al norte del punto antes definido, como en la región pakistaní de Waziristán, al sur, la situación se está agravando día a día. Los talibanes, nunca erradicados a pesar de la guerra continuada que EEUU sostiene allí desde que invadió Afganistán en el 2001 -como represalia por los ataques terroristas del 11S-, recuperan gradualmente su ascendencia entre la población y amenazan con un largo conflicto. La guerra civil, nunca liquidada en Afganistán, se extiende ahora también a las zonas fronterizas del territorio pakistaní, donde el Gobierno de Musharraf se revela incapaz de aniquilar definitivamente la resistencia talibana.
Los enormes errores estratégicos cometidos por EEUU desde que invadió Iraq han hecho olvidar, por su ingente magnitud y por la atención que han suscitado, el fracaso a largo plazo de la invasión y ocupación de Afganistán. Fracaso cuyos resultados son más evidentes al paso de los días.
Los talibanes han amenazado con una continuada ofensiva que hará que el año 2006 sea «el año de la derrota final del enemigo» en Afganistán, según advierten en sus comunicados de propaganda. Pero también refuerzan su influencia en el vecino Pakistán. En la citada región de Waziristán, los talibanes dictan las normas de vida: prohibición de música y cine, ataques a las peluquerías, imposición de los códigos islámicos más estrictos. Un general pakistaní admitía hace pocos días que en esos territorios, tradicionalmente llamados «tribales» pues en ellos el poder se ejercía por los jefes de cada tribu, son las fuerzas islámicas radicales las que empiezan a suplantarles.
Los diplomáticos occidentales acreditados en Islamabad opinan que tanto el material y el armamento utilizados por el ejército pakistaní, como su preparación y los medios de comunicaciones son inadecuados para la tarea emprendida. Se considera que habrá unos 5.000 talibanes desplegados en las zonas montañosas fronterizas, enfrentados a unas 45.000 tropas regulares y paramilitares.
Los talibanes han aprendido las lecciones de la ocupación de Iraq. Más de un centenar y medio de personalidades progubernamentales han sido asesinadas en el 2005, en muchos casos por decapitación. Obtienen fondos mediante la venta en países islámicos de cintas de vídeo que reproducen la ejecución de los tenidos por colaboracionistas con EEUU.
Algunas autoridades afganas atribuyen al Gobierno pakistaní cierta complicidad, aunque sea pasiva, en tolerar la insurgencia talibana. El gobernador de una provincia fronteriza manifestó: «El ISI [equivalente pakistaní de la CIA] no está interesado en un Afganistán próspero y pacífico. Lo prefieren débil», seria acusación que dejaría en entredicho al Gobierno pakistaní. No está de más recordar que fue precisamente en la zona a la que se refiere este comentario donde se formaron los muyahidines que en los años ochenta fueron apoyados por la CIA, financiados por Arabia Saudí y ayudados por el citado ISI, para combatir la ocupación soviética de Afganistán.
La Historia, como se ve, sigue caminos muy poco rectilíneos. El bumerán que lanzaron de forma combinada EEUU, algunos países árabes y Pakistán contra la desaparecida Unión Soviética, después de que sus tropas invadieran Afganistán en la Nochebuena de 1979, parece estar cerrando el círculo y puede golpear a quienes irreflexivamente lo hicieron volar sin pensar en el futuro y atendiendo sólo a las necesidades del momento. Y también a otros países que poco tuvieron que ver con su lanzamiento, como es el caso de España, aunque apoyaran con entusiasmo todo lo que Washington decidía por aquel entonces para tener a raya al temido imperio del mal moscovita. Es de esperar que nuestros soldados allí estacionados sepan agacharse a tiempo.
* General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)