Vladimir Putin no ha logrando buena prensa en Estados Unidos o en Europa occidental durante más o menos el último año. Se le ha acusado de ser autoritario, de intentar recrear el control imperial de Rusia sobre sus vecinos y de revivir el obstruccionismo propio de la guerra fría en Naciones Unidas. Así es que, […]
Así es que, con alguna sorpresa, uno lee los comentarios de Jean Claude Killy, gran campeón olímpico de Francia y actual miembro del Comité Olímpico Internacional (COI). El organismo se reunió el 7 de julio de 2007 en la ciudad de Guatemala para decidir la sede de los juegos olímpicos de invierno en 2014. Había tres contendientes: Salzburgo, en Austria; PyeongChang, en Corea, y Sochi, en Rusia. Salzburgo argumentaba que era una sede segura y libre de riesgos. PyeongChang sostenía que elegirla impulsaría la paz y la reconciliación en la península de Corea. Sochi hizo arreglos para que Putin asistiera personalmente a la reunión y presentara su caso.
La sede coreana era la favorita y de hecho estuvo a la cabeza durante la primera ronda. Pero cuando Salzburgo quedó eliminada, Sochi ganó la segunda y definitiva ronda. Según Killy cuenta la historia, fue el carisma personal de Putin lo que hizo la diferencia. Habló en inglés y en francés, algo que nunca hace en público, y usó su encanto, lo que Killy llama su carisma. Con toda seguridad las victorias en la toma de decisiones del COI pueden ser gratificantes y simbólicas, pero después de todo son un asunto secundario que reflejan influencia política, más que crearla.
Por tanto, uno debe preguntar ¿es éste el único sitio donde Putin ha estado ejerciendo su carisma?, y la respuesta tiene que ser no. Primero que nada está su fuerza política interna en Rusia. Sí, ha molestado a buena parte de la intelectualidad, pero hay muchos indicios de que es bastante popular con la mayoría de los rusos, a diferencia de otros presidentes de Estados importantes. Parece que los rusos lo ven como alguien que ha hecho mucho por restaurar la fortaleza del Estado ruso, tras lo que consideran como un humillante deterioro durante la era de Boris Yeltsin. En general, sabemos que lo que una persona llama autoritarismo, otra persona con frecuencia le llama restablecimiento del orden. Este es un conflicto de interpretación bastante extendido, aun en los países del Atlántico norte. Recientemente, Nicolas Sarkozy ha sacado ventaja de esta doble perspectiva.
Sin embargo, lo más importante son los logros políticos de Putin en el escenario mundial. Ha resistido, hasta ahora con éxito, todos los intentos de Estados Unidos de obtener la autorización de Naciones Unidas para emprender acciones punitivas reales contra Irán, Corea del Norte y Sudán. Ha frenado cualquier movimiento que se encamine hacia la independencia de Kosovo.
Con toda seguridad las posiciones rusas han sido las mismas de China en estas cuestiones, así que Rusia no está sola. Pero en los años 90 del siglo XX, eran impensables posturas tan fuertes y hasta ahora tan efectivas por parte de Rusia.
Luego están los tratos de Rusia con Europa. Putin se ha opuesto a los planes estadunidenses de instalar estructuras antimisiles en Polonia y la República Checa, y obtuvo respaldo (tal vez callado) para su postura por parte de Europa occidental.
Ha utilizado el control del gas y las exportaciones de crudo de Rusia misma y de los países de Asia central y del Cáucaso no sólo para obtener mayor renta para Rusia (y como tal, mayor poder mundial), sino también para más o menos imponerle a Europa occidental sus términos en asuntos de energía.
Si un réferi le asignara puntos a Putin por sus acciones en alguna escala de consecuencias positivas/negativas para Rusia, pienso que un observador justo diría que Putin lo ha hecho bien como jugador geopolítico. Llámenle carisma, llámenle como quieran, la victoria de Sochi en la ciudad de Guatemala refleja esta calificación positiva y la refuerza.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein