M.H.: Tus dos últimos artículos hablan del ascenso de China y el declive de EE UU.
E.L.: El dato central de toda la situación internacional es la declinación del imperio, mes a mes, año tras año, va acentuándose esa declinación, no solo en términos económicos sino en términos políticos.
No es una declinación en términos militares, porque el poderío militar de EE UU supera al de todas las demás naciones juntas. Hay una contradicción muy flagrante entre la declinación del imperio y el poderío militar que lo sostiene. De ahí que todos los movimientos internacionales de EE UU, con cualquiera de los gobiernos, tengan un fuerte poderío geopolítico, tiene bases mercantiles imperiales que están apoyadas por intervencionismo militar y un despliegue de fuerzas para operativos conjuntos, por ejemplo, la IV Flota en América Latina.
Pero el dato central es ese y si había un momento para acentuar esa declinación ha sido la toma del Capitolio el 6 de enero pasado, buscando que el Senado no reconociera el triunfo de Joe Biden, en una cuestión que fue alentada directamente desde la presidencia de Donald Trump. Ese hecho hizo emerger un “fascismo societal” (término de Boaventura de Sousa Santos) que se expresa en múltiples formas en EE UU.
Trump sacó el 47% de los votos, en una elección que batió récords de participación, perdió por muy poquito y además el 80% de esa gente que lo votó considera que hubo fraude en las elecciones. Con esto quiero decir que el trumpismo sigue, con o sin Trump. Y es una situación con la que van a tener que lidiar los Demócratas y la izquierda también en la situación interna de EE UU.
M.H.: Señalás que hay una restructuración de un poder mundial en transición.
E.L.: La contrapartida de este declive imperial es el ascenso de China que tiene epicentro en la alianza del bloque Asia-Pacífico, porque es China y todo lo que la rodea, un núcleo donde apunta la recomposición del poder mundial. El ascenso fuerte es China, pero Asia-Pacífico apunta a esa remodelación.
En los últimos tiempos China ha avanzado, por un lado, hizo el acuerdo de libre comercio más importante de la historia cuando firmó con los 10 países de la ASEAN más Japón y otros países, incluso dejaron el terreno abierto para que entre la India. Es el acuerdo de libre comercio más importante y con más proyección de futuro. Ocupó los espacios que dejó vacantes la administración Trump cuando anuló el Acuerdo Transpacífico que reformuló Obama, cuando reformuló el tratado con México y Canadá y también cuando intentó trabar o desactualizó el acuerdo con la UE. Toda esa estrategia de Obama era para frenar el avance de China.
Trump liquidó esos acuerdos y China aprovechó. Esto ha sido ratificado por un nuevo paso adelante que ha dado China con Europa, ha firmado un acuerdo de reciprocidad en cuanto a la protección de inversiones tanto en China como en Europa, que es de una envergadura muy importante.
Europa es el socio más sólido de China, intercambian 740.000 millones de dólares anuales, es el mayor intercambio del mundo. Ahora dieron a conocer este acuerdo que va más allá de los contenidos económicos. Para la UE después del Brexit, plantea objetivos que vienen de hace tiempo, que se le respete la propiedad intelectual de sus empresas, que en China a todo eso no le daban importancia; mejora su posicionamiento para negociar con EE UU y finalmente el tercer poder del mundo que es la UE intenta tener una voz propia entre las dos potencias.
Al mismo tiempo la República Popular China tiene acceso a los mercados europeos, se asocia con un aliado histórico de los EE UU, que en los 4 años de Trump trató muy mal a Merkel, a Macrón, inclusive los amenazó con desfinanciar la OTAN.
Trump le dejó el terreno libre a China. No en vano pocos días antes de que se firmara el acuerdo, Joe Biden pidió postergarlo hasta tanto él asumiera la presidencia. Biden trataba de ganar tiempo, pero Europa no esperó. Y que Europa no haya esperado tiene que ver con Alemania, que tiene una doble dependencia muy fuerte, depende del mercado interno de China, es donde coloca casi la totalidad de sus productos industriales y depende de Rusia para la provisión de energía a través del gasoducto, entonces Alemania tenía mucho interés en este acuerdo.
M.H.: ¿Cómo juega el triunfo demócrata en esta coyuntura?
E.L.: Por un lado, el triunfo demócrata ya adelantó que va a volver al Acuerdo climático de París. Algo que en China estaba ganando espacio también, si bien China es el principal país contaminante del mundo, al que sigue EE UU; China tiene una política progresiva en cuanto a tratar de eliminar la contaminación.
Trump era un negacionista, Biden intenta recuperar ese espacio. También anunció una vuelta al multilateralismo. Está intentando retomar algunas de las políticas de Obama, no necesariamente todas porque, por ejemplo, ha sacado la idea del “compre nacional” que es una idea que viene del trumpismo, no va a ser todo Obama, va a ser un mix. Muchas de las cosas que hizo Trump van a quedar.
A Biden le toca lidiar con un período muy difícil, sabiendo que va a ser presidente por única vez, no creo que tenga una reelección, por la edad lo digo, creo que está condicionado. Además, tiene una vicepresidencia muy joven, muy fuerte y muy activa. Los demócratas van a tratar de posicionarse en esta situación. Hay que ver hasta dónde pueden hacerlo, porque eso no significa que se va a frenar la caída. En la toma del Capitolio uno de los temas centrales a nivel político/ideológico que era sentirse la cuna de la democracia liberal, que ellos ayudaron después de la Segunda guerra mundial a imponerla en todo el territorio occidental, está en crisis, porque tanto las instituciones como los poderes de EE UU fueron puestos patas para arriba el 6 de enero.
Esto también venía de antes, porque durante toda la segunda mitad de 2019 hubo una oleada de resistencias en todo el mundo, desde Hong Kong, Argelia, Egipto, Túnez, Ecuador, las movilizaciones en Chile, todos cuestionamientos al régimen de la democracia liberal, por distintos caminos, pero es eso.
La democracia liberal tal como fue concebida a la salida de la Segunda guerra mundial ya no alcanza para contener las fuertes contradicciones impuestas por el neoliberalismo. Ese es un punto que va en contra de los EE UU. De todas maneras, Biden se propone recuperar liderazgo internacional pero primero debe recomponer la situación política interna. En todos los países la cuestión internacional tiene que ver con cómo se compone la política interna. Biden tiene que recomponer la situación interna que está muy fracturada en EE UU. Y después veremos porque Biden ha retomado, sin perder tiempo, los ataques a Venezuela y está demorando el volver al pacto nuclear con Irán, que Trump desafectó. Al mismo tiempo todo esto tiene que ver con este pasaje, este intento de reconfiguración del poder mundial que estaba en EE UU y ahora está en declinación. Pero en este momento no aparece un poder alternativo que reemplace al poder hegemónico de EE UU. Estamos en un limbo internacionalmente.
Esta situación de vacío es la que permite que aparezcan liderazgos autoritarios como Putin, Erdogán en Turquía, Orban en Hungría, el propio Trump en EE UU, etc. Es ese vacío que se ha creado porque hay un imperio en declinación y no hay otra fuerza política que lo pueda reemplazar. Sobre todo, porque EE UU se mueve con concepciones geopolíticas donde el poder militar tiene un peso muy importante y donde trata de meter el estilo de vida norteamericano en todos los países. Y por otro lado China se mueve con posiciones geoeconómicas, no pone en juego para nada la cuestión militar porque sabe que en ese terreno lleva las de perder y tampoco trata de exportar su modelo de vida, de control, ese capitalismo de mercado con autoritarismo de Estado; no tratan de exportarlo para nada, es un mecanismo de avance internacional. Están en oposición estos dos modelos, pero no hay quién lo reemplace.
M.H.: ¿Cuál es la relación de China con Rusia?
E.L.: Cada vez se acercan más. Hay una razón fundamental, la economía rusa está muy mal y la china muy bien, pero China no tiene fuerza militar y Rusia sí. Rusia es un poder militar muy fuerte y EE UU lo sabe, se ha visto en Oriente, en Ucrania y toda esa zona. Rusia ha avanzado varios casilleros en ese sentido. Está volviendo a armar el grupo de los Brics con Brasil, India, China, Sudáfrica y Rusia. Y eso está en función de las alianzas con China. El tablero internacional está en pleno movimiento en este momento.
En 2028 la economía china será la mayor del planeta
M.H.: “En 2028 la economía china será la mayor del planeta”. ¿Coincidís con este análisis?
E.L.: Hay varios análisis, unos muestran que, si se mide de acuerdo a la capacidad del poder adquisitivo, China ya es la principal potencia económica mundial. Desde el punto de vista del PBI, se dice que en 2028, a partir de una serie de investigaciones que hicieron en Londres, porque el año pasado China fue el único país del mundo que creció 2,3%, este año se calcula entre un 8 y un 9%, mientras que EE UU cayó casi el 5%, este año va a recuperar una parte y después va ir creciendo muy lentamente. Entonces esas proyecciones, que hay que ver porque dependen de muchas variables, inclusive de la pandemia, de si se distribuye a tiempo la vacuna y si es efectiva. Hay una serie de interrogantes, pero siguiendo esas proyecciones se dice que en 2028 China superaría económicamente a EE UU, lo que significa un adelanto de 4 o 5 años con proyecciones anteriores.
M.H.: Estamos ubicados en un eje Asia-Pacífico, con China como epicentro. ¿Cómo influye eso en la política mundial?
E.L.: Está influyendo a nivel mundial y ahora a partir del cambio de administración en EE UU que veremos cómo funciona. En muchos ámbitos se ha dicho que hay una vuelta a la época de la Guerra fría, esta vez entre EE UU y China en lugar de Rusia. Pero en aquella época era muy distinta la situación. Y hoy no es una Guerra fría, es una disputa comercial, que en realidad es por quién encabeza el 5G, el avance de la nueva tecnología, el caño que lleva la información, la inteligencia artificial.
China está superando a EE UU en pappers académicos y muchas otras cuestiones. Pero todo es relativo, porque la mayoría de las grandes empresas instaladas en China son norteamericanas y además China es un gran productor de electrónicos terminados, pero muchos componentes los importa de EE UU. Es un estado de competencia e interdependencia entre las dos potencias. No hay que olvidarse que China es el principal acreedor de EE UU y eso juega también.
M.H.: Hay un tema que me interesa que desarrolles, ese tratado de libre comercio que China tiene con los países del área Asia-Pacífico, representa un 30% del PBI mundial y un 28% del comercio.
E.L.: Es como todo tratado de libre comercio una rebaja arancelaria muy importante, eso le permite tanto a los países que forman parte de la ASEAN, como Japón, Vietnam y otros países circundantes, tener acceso a precios equivalentes a toda la producción china y además China tiene la posibilidad de acceder a productos primarios que elaboran estos.
Además, como en China hay un ascenso del movimiento sindical muy importante, hay muchas fábricas que están saliendo de China a Vietnam y a otras zonas de Asia. China trata de mantener la hegemonía en esa región. Además, ha lanzado la idea de una ruta, que le llaman “la ruta de la seda” que es un gran proyecto de inversiones en toda la zona, tanto de carreteras como de puertos para la salida de los productos chinos, pero también para colocar los excedentes financieros que tiene China que son muy grandes.
El balance comercial de China es superavitario, todos los movimientos que hizo Trump fueron inútiles para contener eso, a pesar de todo lo que hizo el balance comercial de EE UU con China sigue siendo deficitario. Eso le provoca un excedente dinerario a China que le genera inflación, entonces busca dónde colocarlo. Lo hace en América Latina también donde ya es un inversor importante. Ya ha invitado a varios países, incluso Argentina está discutiendo su ingreso a la Ruta de la seda, que no sé cómo sería, pero la propuesta está y la discusión también. China juega un papel importante, está teniendo cada vez más peso en la política internacional.
M.H.: ¿Podemos hablar de un pasaje del modelo anglosajón al asiático-pacífico?
E.L.: Sí. El modelo que hubo desde la Segunda guerra mundial hasta ahora, fue EE UU triunfante, con su cabecera en Inglaterra, un modelo anglosajón que dominó el mundo durante todos estos años. Ahora eso está virando hacia China y el sudeste asiático. Eso va a tener influencia acá porque en América Latina se fortalecen los países del Pacífico, que eran todos proyectos neoliberales, Colombia, Chile, Perú, etc. Con lo cual el Mercosur queda descolocado, porque nuestros países que son todos exportadores de nuestro producto primario a China, es vía Atlántico.
Se crea un problema adicional para América Latina. Y al mismo tiempo no puede tener una posición equidistante de China, porque no solo es el principal comprador, sino que es un gran proveedor de inversiones. Está todo muy complejo y al mismo tiempo América Latina sigue siendo el patio trasero de EE UU, que vamos a ver cómo reacciona a todo esto. Está todo en movimiento. Para analizarlo tenemos la ventaja y el problema de estar inmersos en ese movimiento. Por ejemplo, tenemos que esforzarnos para adelantarnos a los acontecimientos y comprenderlos, pero al mismo tiempo corremos mucho riesgo de equivocarnos.