Durante estas dos décadas del siglo XXI Turquía se ha convertido en una potencia regional muy influyente en todo el Medio Oriente. Este país tiene una población de 84 millones de personas, solo superada por Egipto. El PIB de Turquía alcanzó los 744 mil millones de dólares (lo que convierte a este país la segunda economía más grande de toda la región después de Arabia Saudita). El ejército turco es el segundo ejército más grande de la OTAN después del ejército de los Estados Unidos y la posición geográfica y estratégica del Estado turco le proporciona un control privilegiado sobre las rutas más importantes que conectan a Europa con Asia. Además, Turquía ha creado bases militares en países como Irak, Siria, Qatar y Somalia. También ha construido una poderosa marina y está desarrollando una industria de alta tecnología junto con la tecnología nuclear. Se espera que el complejo militar-industrial turco cubra el 75 % de las necesidades del ejército y llegue a generar ingresos por 10,3 mil millones de dólares al exportar sus armas a otras partes del mundo para el 2023.
En un principio Turquía estuvo muy ligada a Occidente, pero con el fin de la Guerra Fría los turcos comenzaron a ganar bastante libertad para maniobrar por su cuenta y comenzaron a ser conscientes de sus propias ambiciones geopolíticas. Ankara intenta convertirse en el líder del mundo musulmán. Los turcos participan activamente en la Organización de Cooperación Islámica y también han promocionado la creación de un G8 islámico que agruparía a los países musulmanes más industrializados y desarrollados como lo son Turquía, Pakistán, Nigeria, Egipto, Malasia, Bangladesh, Irán e Indonesia. La alianza con Qatar le ha permitido a Turquía el despliegue de una estrategia de “poder blando” por medio de la influencia financiera de este país, sin contar varios proyectos educativos turcos o el apoyo que brinda Turquía a movimientos sociales y políticos que son considerados como «terroristas» por los países occidentales. Tal es el caso del movimiento palestino Hamás.
El Partido Justicia y Desarrollo ha estado en el poder desde el 2002 y es liderado por Recep Tayyip Erdogan. Erdogan busca fortalecer la autoridad política internacional de Turquía en todo el mundo, eliminar la herencia kemalista en su país y hacer que la sociedad retorne a sus fundamentos religiosos. Muchos observadores dicen que, incluso de producirse un cambio de liderazgo en Ankara, estas reformas de Erdogan son irreversibles. Muchos opinan que las reformas de Ataturk simplemente no consiguieron sobrevivir y Turquía ahora está regresando a sus antiguos valores islámicos. Por otra parte, la política exterior turca mantendrá sus mismos objetivos.
¿Renacimiento del Imperio otomano?
Este cambio de actitud de Turquía hacia el orden internacional actual se nota muy especialmente en las tensas relaciones que ahora tiene con Estados Unidos. Estos dos países han sido aliados muy cercanos desde hace muchas décadas. El ejército turco ha participado como aliado de Estados Unidos en guerras como las de Corea, Kosovo y Afganistán. Sin embargo, se ha ido produciendo un gran distanciamiento entre Ankara y Washington durante los últimos años. Turquía compró los modernos sistemas de misiles S-400 ruso, algo que contraria por completo las políticas de la OTAN. Además, ha atacado los territorios del Kurdistán sirio que son apoyados por fuerzas proestadounidenses, sin hablar de sus relaciones con China que buscan desarrollar las rutas comerciales que pasan por Europa y Asia.
Todas estas acciones han enfurecido a la Casa Blanca. Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, amenazó públicamente con destruir la economía turca. Mientras tanto, Joe Biden, actual presidente norteamericano, reconoció oficialmente el genocidio armenio. Aunque Biden ha afirmado que este genocidio fue perpetrado por el Imperio otomano y no por la actual república turca, los líderes de Turquía afirman que trata de una declaración extremadamente hostil que ha causado un grave daño a las relaciones turco-estadounidenses. Por otro lado, muchos observadores dicen que es una forma en que Estados Unidos presiona a Ankara frente al enfrentamiento que tiene este país con China. Washington está tratando de impedir que Pekín firme acuerdos con terceros países y de ese modo exige un reconocimiento incondicional de su dominio sobre todos los demás.
Además, las relaciones entre Turquía y la UE se encuentran muy deterioradas. Europa nunca había enfrentado un desafío tan grande (en lo económico, cultural, político y demográfico) por parte de los turcos desde la época en que Solimán el Magnífico fundó el Imperio otomano. En un plazo de veinte años Turquía ha dejado de ser el candidato “eterno” a ser miembro de la UE y se ha convertido en su principal rival geopolítico.
Primero que todo, Bruselas se encuentra preocupada por el conflicto que existe entre Turquía y dos de sus miembros: Grecia y Chipre. El presidente turco Erdogan visitó en noviembre del 2020 la parte turca de la isla de Chipre. Allí dijo que apoyaba la creación de un puerto en la playa de la ciudad fantasma de Varos, que fue abandonada por la población griega después de que estallara la guerra de 1974. Por su parte, el Parlamento Europeo pidió que se abandonaran tales pretensiones y exigió que se iniciaran medidas para sancionar a Turquía. Todo esto no hace sino complicar las futuras negociaciones con respecto al futuro de Chipre.
En segundo lugar, Turquía puso en entredicho la soberanía griega sobre el Mar Egeo al firmar un tratado con el Gobierno de Acuerdo Nacional de Libia. Este tratado ignora por completo los derechos griegos sobre los yacimientos de gas. Los barcos turcos empezaron a buscar gas natural cerca a la costa de Chipre durante el 2020, así como alrededor de varias islas griegas. Esto cesó después de que aparecieran buques de guerra franceses en las costas griegas. Todo esto desencadenó varios conflictos que llevaron a Grecia, Chipre, Israel y Egipto a reclamar sus derechos de explotar los yacimientos de gas que se encuentran en el Mediterráneo Oriental.
Francia expresó su profundo descontento hacia el hecho de que los turcos suministraran armas a los rebeldes sirios y el gobierno de Macron terminó apoyando a Grecia y Chipre. París también rechaza la ayuda militar que los turcos le están prestando al gobierno de Trípoli y el hecho de que tropas y equipo militar turco estén siendo desplegados en Libia. Recordemos que Francia fue el principal instigador del derrocamiento del presidente Muammar Gaddafi en el 2011. Los franceses consideran que Libia y otros territorios del Norte de África forman parte de su zona de influencia geopolítica.
Por último, las relaciones entre Ankara y Tel Aviv se han ido deteriorando bastante. Turquía fue uno de los pocos Estados musulmanes que estableció estrechos vínculos económicos y políticos con Israel casi desde su fundación. Durante la década de 1990 estos dos Estados también contaban con importantes vínculos militares. Pero desde que Erdogan se hizo con el poder, las tensiones han aumentado entre estos dos países. Esto ha causado que se “expulsaran” en múltiples ocasiones a los embajadores de ambas naciones. Erdogan ha apoyado abiertamente la lucha del pueblo palestino contra Israel y reaccionó muy negativamente ante la declaración de que Jerusalén fuera la capital de este país. Erdogan recordó que esta ciudad santa fue parte del Imperio otomano durante siglos. Desde el 2019 Israel ha comenzado ha extraer gas del mar Mediterráneo, lo que ha llevado a la creación de una «coalición anti-turca» que reúne a Egipto, Chipre, Israel y Grecia que tienen la intención de explotar los yacimientos de gas que les pertenecen.
Posible estrategia para contener la expansión de Turquía
Muchos expertos han señalado que Turquía tiene numerosos choques geopolíticos con Rusia e Irán en territorios como Siria y el Transcáucaso, además de enfrentarse con China debido a la represión en contra de los uigures. Pero en ninguno de estos enfrentamientos se han producido declaraciones hostiles o «discursos de odio» como si ha sucedido en sus conflictos con Washington o París.
Esto nos lleva a suponer que se está produciendo una ruptura total de las relaciones de Turquía con los países occidentales. No obstante, no todo es tan sencillo. Turquía es uno de los miembros más importantes de la OTAN y los militares de este bloque militar jamás permitirían que este país abandone la alianza. Turquía también es muy importante para Israel, pues este país le proporciona agua dulce y gas natural. Por lo tanto, podemos concluir que existen importantes actores internacionales que están dispuestos a negociar con Ankara y evitar una ruptura total de las relaciones con Turquía. Las relaciones que tiene Turquía con Occidente son muy parecidas a las que tiene con Rusia: están siempre a punto de romperse debido a las contradicciones geopolíticas que existen, pero cuando eso sucede las partes encuentran un modo de negociar y mantener su mutua interdependencia.
Vale la pena recordar que, a pesar de la naturaleza polivalente y la agresividad turca, la misma Ankara intenta evitar cualquier clase de retórica otomana y no quiere restaurar el Califato.
Ante esta realidad, los israelíes han propuesto una forma de «contener» a Turquía mediante la formación de varios bloques político-militares que sean capaces de frenar las ambiciones de Ankara en varios niveles estratégicos. Los profesores israelíes Ephraim Imbar y Eran Lerman del Instituto de Estrategia y Seguridad de Jerusalén plantean que estos bloques de contención se dividen en: a) un bloque regional compuesto por Grecia-Israel-Egipto-Emiratos Árabes Unidos; b) los países de los Balcanes que fueron una vez parte del Imperio Otomano y que temen su resurgimiento, entre estos figurarían Rumanía, Bulgaria, Serbia, Kosovo y Albania; c) Rusia, ya que sus intereses chocan abiertamente con Turquía tanto en Siria como en el Cáucaso. Otros modos de influir sobre Turquía incluyen a Estados Unidos y a la comunidad judía dentro de Turquía.
Otro «talón de Aquiles» de Turquía es la economía. Erdogan ha conseguido un amplío apoyo a su política exterior gracia al milagro económico del que ha sido testigo su país en las últimas dos décadas. Pero desde el 2019 la lira no ha dejado de caer. Además, ha aumentado la deuda externa y se esta produciendo una desaceleración del crecimiento económico. La pandemia del coronavirus ha complicado muchísimo la situación económica, especialmente debido a la desaparición del turismo. Sin hablar de que Trump amenazó con destruir la economía turca. Occidente cree que debe concentrar sus esfuerzos en el campo económico con tal de contener a Ankara.
Aunque un enfrentamiento militar con Ankara parece muy peligroso y realmente es indeseable, Israel ha considerado usar su poder militar contra Turquía, especialmente después de lo sucedido con la flota por la paz y el barco «Mari Marmara» en 2010, un conflicto que pudo desencadenar un enfrentamiento militar. Sin duda esto implica que Israel está dispuesto a usar sus fuerzas de choque en caso de un conflicto con Turquía.
Traducido del ruso por Juan Gabriel Caro Rivera
Fuente: https://katehon.com/ru/article/tureckiy-vyzov-dlya-zapada