El gobierno de Estados Unidos trata de definir su posición frente a la revuelta popular que tiene en jaque al régimen de Egipto, el aliado árabe más importante de Washington, mientras decenas de miles de manifestantes siguen protestando en las calles de El Cairo y otras grandes ciudades del país. El presidente de Estados Unidos, […]
El gobierno de Estados Unidos trata de definir su posición frente a la revuelta popular que tiene en jaque al régimen de Egipto, el aliado árabe más importante de Washington, mientras decenas de miles de manifestantes siguen protestando en las calles de El Cairo y otras grandes ciudades del país.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, convocó a una inusual reunión con altos funcionarios de seguridad para este sábado.
Tras la conversación telefónica que mantuvo en la víspera con el anciano presidente de Egipto, Hosni Mubarak, Obama declaró que le dijo que «se necesitan medidas concretas para proteger los derechos del pueblo egipcio, un diálogo significativo entre el gobierno y sus ciudadanos y un cambio político que otorgue mayores libertades, más oportunidades y justicia para la gente».
«Claramente Washington está en un modo de gestión de crisis, no de resolución», señaló Robert Danin, ex asesor para Medio Oriente del gobierno de George W. Bush (2001-2009), en una videoconferencia organizada por el Consejo de Relaciones Exteriores.
No se sabe qué medidas concretas adoptará el gobierno de Estados Unidos, pero la incapacidad de la policía egipcia para controlar las masivas manifestaciones en El Cairo y otras grandes ciudades convenció a numerosos analistas estadounidenses de que el régimen de Mubarak de tres décadas tiene los días contados, pese a nombrar este sábado un nuevo gabinete.
Al ser consultada sobre la situación en ese país, la secretaria de Estado (canciller), Hillary Rodham Clinton, dijo el viernes que «lo que ocurra en Egipto es cuestión de los egipcios», cuando el martes había declarado que estaba «estable». «El asunto sobre el que tenemos que concentrarnos es cómo podemos ayudar a que los egipcios tengan un futuro acorde con sus expectativas», indicó. También urgió a El Cairo a hacer «todo lo que esté en su poder para contener a las fuerzas de seguridad» y entablar un diálogo con «el pueblo».
Poco después, el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, sugirió, por primera vez, la posibilidad de que Washington pueda usar su nada despreciable asistencia a Egipto para hacer que Mubarak avance en esa dirección.
Desde los acuerdos de Camp David de 1979 con Israel, Washington otorga a Egipto unos 1.300 millones de dólares al año en apoyo militar y a la seguridad y otros 800 millones de dólares en ayuda económica, aunque esta última se redujo en los últimos tiempos, lo que hizo de ese país el mayor receptor de la asistencia de Estados Unidos, detrás del estado judío.
La ayuda militar es especialmente importante porque el ejército de ese país se convirtió en un factor clave en definir el destino del régimen. De hecho, aAltos comandantes egipcios estuvieron en Washington para su reunión anual con sus contrapartes estadounidenses y regresaron a su país el viernes. «Revisaremos nuestra asistencia en función de lo que ocurra los próximos días», declaró Gibbs, quien, al igual que Clinton, llamó a Mubarak a restablecer la conexión a Internet, cortada el jueves de noche para impedir que se organicen manifestaciones masivas como la que finalmente ocurrió 12 horas después.
El vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, también remarcó la importancia de que haya reformas políticas y económicas, pero recordó que Mubarak «fue de mucha ayuda en varios asuntos vinculados a Medio Oriente». «No lo llamaría un dictador», apuntó Biden.
Sus comentarios, así como los de Clinton y Gibbs, muestran lo que numerosos analistas en Washington califican de «doble discurso» de la Casa Blanca para lidiar con las crisis actuales. «Por un lado, ha tratado de afirmar su continuo apoyo al régimen de Mubarak, que ha sido amigo de Estados Unidos. Por otro, pretende articular principios conmensurables con los reclamos de los manifestantes», indicó Danin. «El problema es que llegó tarde y es muy difícil conciliar ambas posiciones», añadió.
Numerosos analistas de este país consideran que Washington, que parece avanzar lentamente en esa dirección, necesita expresarse con mayor claridad a favor de los reclamos democráticos de los manifestantes, un esfuerzo que parece vislumbrarse con la declaración de Obama tras su conversación telefónica con Mubarak. «Espero que cuando hable con Mubarak, Obama no se concentre en la necesidad de estabilidad, sino en dar respuesta a los reclamos de libertad», señaló antes del discurso del presidente Steven Cook, especialista en Medio Oriente del Consejo de Relaciones Exteriores, quien regresó el viernes de El Cairo. «Mubarak debe comprender que no vamos a permitirle que haga cualquier cosa para recuperar el control», añadió.
«Obama debe reconocer que Washington no ha escuchado lo suficiente a los pueblos de la región», dijo, por su parte, Helena Cobban, especialita en Medio Oriente.