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Entrevista con Paul Nicholson (Vía Campesina)

«El fracaso de la Ronda de Doha es una gran victoria para el movimiento social»

Fuentes: Gara

Paul Nicholson ha participado en Ginebra en la escenificación del rechazo a la Ronda de Doha de la OMC, que mantenía como principal premisa incidir, aun más, en la liberalización de los mercados en favor de las multinacionales. La división entre los bloques ha provocado la paralización de ese proyecto. La lucha del movimiento social […]

Paul Nicholson ha participado en Ginebra en la escenificación del rechazo a la Ronda de Doha de la OMC, que mantenía como principal premisa incidir, aun más, en la liberalización de los mercados en favor de las multinacionales. La división entre los bloques ha provocado la paralización de ese proyecto. La lucha del movimiento social ha sido fundamental en favor de la soberanía alimentaria de los pueblos del planeta.

Ha aparecido un leve rayo de esperanza para los movimientos sociales a nivel mundial para desplazar el protagonismo de la Organización Mundial del Mercado (OMC)y paralizar de forma definitiva la Ronda de Doha, que profundiza en el neoliberalismo económico y ahoga a los pueblos de la tierra. El fracaso de Doha, confirmado por el secretario general de la OMC, Pascal Lamy, deja tocados, una vez más, a los poderosos. Paul Nicholson, representante de EHNE y de Vía Campesina, ha estado en el centro del debate en Ginebra y cree que se abre una oportunidad para «enterrar» la OMC. No es una utopía porque, incluso, indica que funcionarios de esa organización del comercio mundial «temen ya por sus puestos de trabajo ¡qué buena noticia!». Los movimientos sociales continuarán trabajando para conseguir dar pasos a favor de la soberanía alimentaria de los pueblos.

­¿Qué valoración hace del fracaso de la Ronda de Doha impulsada por la OMC y el grupo de los seis ­G-6: Unión Europea, Estados Unidos, Brasil, India, Australia y Japón­?

Entendemos que es un fracaso no solamente de la ronda de negociaciones, sino del modelo de economía, de privatización y de liberalización que han querido imponer en los últimos once años con más intensidad. Todos los estudios están demostrando que la pobreza aumenta, que la ruina se está cebando en las comunidades locales de la agricultura y la pesca sostenible.

­¿Es un paso atrás en la liberalización que pretende el G-6?

Sí, es el fracaso de las políticas de liberalización. Técnicamente se está diciendo que es una suspensión indefinida. Queremos hacerla definitiva y queremos enterrar la OMC y lo que representa. Tenemos la oportunidad de presentar nuestras alternativas, como la soberanía alimentaria de los pueblos como eje principal sobre el cual se deben desarrollar las políticas de futuro. Todos los informes de la FAO y prestigiosos institutos americanos están demostrando que el impacto de la liberalización sobre la economía de los pueblos es de destrucción. Los únicos beneficiarios de este proceso son las multinacionales que controlan los recursos naturales, los alimentos y la industria local.

­¿Cree que es posible iniciar una nueva etapa tras este nuevo fracaso?

Entre el jueves y el viernes ha habido muchas entrevistas. Por ejemplo, la primera entrevista que ha dado Pascal Lamy, director general de la OMC, ha sido a Vía Campesina. Hemos tenido entrevistas con otros negociadores y hemos comprobado que hay dos realidades: por un lado, los que quieren reempezar el proceso de negociación, pero no es posible al menos en el plazo corto. Y los hay que realmente empiezan a decir que aquí el problema es de fondo: qué se está negociando y no cómo. El problema de fondo es que las políticas de liberalización distorsionan y destruyen las economías y, por lo tanto, hay más resistencias.

También hemos tenido contactos con funcionarios de la OMC que empiezan a temer por su trabajo, ¡qué buena noticia!, pero también hay los que opinan que hay que reempezar por narices, y otros que cuestionan el modelo y que tenemos que dejar todo y poner las bases a la globalización, sobre otro, en un contexto que no sea la pretensión neoliberal destructiva.

­¿Lamy qué os dijo?

Que está todo parado. Está en hibernación.

­¿Es bueno que se mantenga en reposo?

Sí, es bueno. Creo que es bueno. No es todo lo bueno que quisiéramos, pero es bueno. Hemos conseguido parar el proceso. Es una oportunidad para para lanzar la movilización social a favor de la soberanía alimentaria. En ese sentido, ya tenemos preparado un proceso a nivel regional y a nivel internacional, es decir toda una serie de iniciativas sobre soberanía alimentaria. En febrero de 2007, vamos a tener una conferencia organizada por los movimientos sociales en la que van a participar también las instituciones y los gobiernos favorables a la soberanía alimentaria para lanzar un plan de acción que la haga posible a nivel local y a nivel político para relanzar la actividad económica de los pueblos que están sufriendo con la liberalización económica.

­Esta marcha atrás de Doha, que lleva debatiéndose desde 2001, ¿ha dado alas a los movimientos sociales a pesar de que creo que será consciente de que detrás de la misma están los más poderosos de la tierra?

No cabe duda. En Seatle conseguimos frenarlo; en Cancún, lo seguimos haciendo; luego llegó Hong Kong y… ahora aquí en Ginebra. Que las multinacionales y los gobiernos quieran imponer esta negociación choca con la realidad de los pueblos. Lo que sí es decepcionante para nosotros es que, muchas delegaciones, especialmente de Africa, reclaman que se retomen estas negociaciones diciendo que son ellos los que han perdido. Nosotros decimos claramente que aquí los perdedores no somos nosotros, somos los ganadores. Sabemos que estas negociaciones de la OMC destruyen nuestra economía y nuestra realidad social y cultural. El fracaso de las negociaciones es una gran victoria. Hay instituciones y algunas ONGs que dicen que los grandes perdedores son los pobres.

­¿Usted no lo cree?

La realidad es que en los últimos once años han sido las comunidades rurales y pesqueras las principales dañadas en el proceso de liberalización económica existente, por lo que profundizar en esa vía nos ahoga más. No somos los perdedores y debe quedar claro.

­¿Se ve un rayo de esperanza para poder parar la actividad esquilmadora de las multinacionales que campan a sus anchas por el planeta?

Es una oportunidad. Para poner nuestras opciones, propuestas y para retomar el debate sobre la gobernabilidad de las políticas teniendo el objetivo prioritario en el interés de los pueblos y sus ciudadanos, los trabajadores, los campesinos y los pescadores. Es una oportunidad que ha surgido y estamos trabajando en reuniones para conseguir alianzas para ir elaborando planes de acción de cara a los años siguientes para frenar la actividad destructora de las multinacionales. Así es.

­¿La unión de los pueblos hará doblegar a las trasnacionales?

Bueno, la unión de los pueblos moviliza. Aquí entran los intereses y las realidades de muchos agentes diferentes. No somos únicamente nosotros, pero es claro que las contradicciones entre los países hegemónicos, Estados Unidos y la UE ha permitido para crear condiciones en las que hemos avanzado.

­¿Cuáles son las contradicciones entre el gobierno estadounidense y el europeo?

Una primera contradicción: Estados Unidos y la política neoconservadora ha generado unas políticas militares y económicas absolutamente prepotentes y belicistas. No cabe duda que la guerra en Irak y en Afganistán, el conflicto de Palestina y Libano debilitan lo que es su capacidad de imponer su ley y su mando en todas las esferas en el planeta. Eso está ocurriendo hoy. Es decir, que hay una reacción de resistencia mayor por países, ante la imposición de las políticas de imposición de Estados Unidos. En ese sentido, mantenemos la absoluta necesidad de solidaridad con los ciudadanos de Irak, Palestina y Libano en su lucha contra las políticas militares hegemónicas. Estados Unidos, hoy, no puede ocupar todos los espacios y eso significa que en la Ronda de Doha en la OMC ha fracasado al intentar imponer los acuerdos.

­Sí, pero la UE y Estados Unidos han hecho reformas agrícolas que van en la misma línea de industrialización.

Hay intereses enfrentados entre ambos bloques. La política agraria es importante. Estamos diciendo ahora que Estados Unidos y la UE han hecho reformas de la Política Agraria a favor de un modelo industrial de la agricultura para ser y controlar los mercados alimentarios a nivel internacional. Supone un sacrificio de un modelo más social y más sostenible, que se queda en nada.

­¿UE y Estados Unidos deben reconsiderar su política en el sector primario?

Sin duda. Deben avanzar hacia un modelo sostenible y una agricultura social, con un mantenimiento de una agricultura familiar y sostenible. Eso no ha hecho la Unión Europea, que ha derivado la política agraria hacia el marco de la OMC y de los mercados internacionales, que es la causa principal de los precios bajos, del dumping y la crisis de la agricultura familiar, por ejemplo, en Euskal Herria. Todo esto tiene un impacto para nosotros. Decimos que hay que reformar la política de la OMC pero no en base a una reforma neoliberal, sino en base a las necesidades propias de la sociedad europea y sus agricultores.

­¿El rechazo a la OMC obligaría a la UE a revisar o retirar a la PAC?

Bueno. Lo hemos planteado, pero la comisaria europea de Agricultura dice que todo sigue igual. Dice que no ha cambiado, pero nosotros decimos que todo ha variado, que es una oportunidad para retomar la política agraria en función de la prioridad más social para la ciudadanía y los campesinos europeos.

­¿Hay temor desde los movimientos sociales que haya una reacción contraria de Estados Unidos como ya hizo hace poco con el acero?

La dinámica de Estados Unidos es diferente, porque tienen unos tiempos políticos que dependen de las elecciones y llega el últimos año de presidencia de George Bush, que condiciona las actuaciones durante 2007. Nuestro contacto con las organizaciones sociales americanas es que también es, para ellos, un balón de oxígeno, aire fresco que les posibilita introducir unos debates de otra manera en Estados Unidos. Allí cada vez se cuestiona más la política gubernamental neoconservadora. No sólo por las guerras, sino por la deslocalización del tejido productivo.



«Los gobiernos de Euskal Herria deben dar marcha atrás»

Paul Nicholson considera que, lo mismo que la UE debe dar marcha atrás en la Política Agraria Común (PAC), también lo deben de hacer los gobiernos de Euskal Herria.

­¿Euskal Herria debería de cambiar la política agraria?

Por supuesto. La política agraria que se practica en Euskal Herria por el Gobierno vasco, el navarro y los diferentes de Iparralde son seguidistas de la UE, manteniendo la lógica competitiva y neoliberal.

­Quiere decir que debemos mirar a una necesidad propia.

Esta es una oportunidad para que desarrollemos políticas mirando a las necesidades propias, a la priorización de los mercados propios con un modelo de agricultura que mantenga una cultura familiar productiva, sostenible y muy dispersa. Y no una política agraria intensiva, especializada y que exige cada vez mayores dimensiones de las explotaciones y la disminución del número de agricultores sobre el territorio. Es una lucha para mantener un tejido social, económico, de la economía local, de la cultura local, un empleo rural de baserritarras sobre el territorio.

­¿Les puedes transmitir esperanza y optimismo a los agricultores?

Sí. Tenemos una oportunidad que la tenemos que coger. Debo decir que la alimentación y la agricultura no son cuestiones de los agricultores y pescadores, sino que son cuestiones de la ciudadanía, porque los alimentos son de todos, como el medio ambiente y el territorio.

­¿Cómo llegamos a la soberanía alimentaria?

La soberanía alimentaria tiene un marco, un derecho universal básico de los pueblos, el derecho a poder decidir políticas agrarias y alimentarias y pesqueras. Un segundo, de lucha en contra de la privatización de los recursos naturales, del agua, la tierra y las semillas y la cuestión energética. Y el marco ciudadano, que podamos decidir lo que comemos, cómo se produce. Tenemos que generar alianzas para activar esa lucha.