En muchos aspectos, El Salvador es un símbolo. Hay una broma que dice que como El Salvador fue enviado por Dios para juzgar al mundo, estamos todos en serios problemas; y es cierto. Sin embargo, a menos de dos semanas de un proceso electoral histórico, el 15 de marzo de 2009, El Salvador tiene la […]
En muchos aspectos, El Salvador es un símbolo. Hay una broma que dice que como El Salvador fue enviado por Dios para juzgar al mundo, estamos todos en serios problemas; y es cierto. Sin embargo, a menos de dos semanas de un proceso electoral histórico, el 15 de marzo de 2009, El Salvador tiene la oportunidad de convertirse en un nuevo tipo de símbolo.
El Salvador es un ejemplo clásico de los resultados de la intervención sistemática de EE.UU. en el contexto de la «guerra de baja intensidad» de la Guerra Fría. EE.UU. apoyó en ese país a un aparato de escuadrones de la muerte (hoy convertido en el partido político gobernante, la Alianza Republicana Nacional – ARENA,) y a un Estado militarizado que, en conjunto, fueron responsables de 85% de las violaciones a los derechos humanos durante los 12 años de la Guerra Civil (1980 -1992) que dejó 79.000 muertos. Pero muchas veces hasta allí llega el análisis de la intervención de EE.UU. en El Salvador en la década de los ’80. De hecho, una intervención estadounidense sistemática en el tejido socio-económico facilitó la cohesión de una «Nueva Derecha», liderada por el partido ARENA y el tanque de pensamiento FUSADES, que estableció la hegemonía del sector privado, e insertó a El Salvador en los circuitos mundiales del comercio y de las finanzas.
La intervención estadounidense prosiguió a través de los Acuerdos de Paz y hasta la actualidad, bajo el pretexto de «la promoción de la democracia», que se manifiesta en tres principios rectores: las políticas de ajuste estructural neoliberal (la privatización, la liberalización del comercio, la desregulación de las inversiones, los recortes del gasto social, etc.), la propaganda a favor del actual orden socioeconómico, y campañas de terror en contra de las alternativas que pudieran amenazar el orden existente. Luego de 20 años de gobiernos de ARENA, ningún país de América Latina (salvo Colombia) ha llegado a reflejar mejor estos principios.
Para los conservadores, El Salvador es visto como un ejemplo brillante de la paz, la democracia y el desarrollo; pero una «paz» combinada con los traumas de la guerra no resueltos que han devastado el tejido social salvadoreño. El gobierno afirma que la pobreza está en 38%, pero estimados realistas que tienen en cuenta las graves disparidades entre el costo de la vida (alrededor de $ 350 por mes para una familia urbana) y el salario mínimo (alrededor de $ 195 al mes) ubican la pobreza entre el 60 y el 70%. Este hecho es causa de un éxodo masivo de migrantes salvadoreños indocumentados a EE.UU. (500 a 700 personas salen a diario). Las remesas que envían a sus familias previenen el colapso de la economía salvadoreña (17% del PIB). Los conflictos económicos y la desintegración de la familia se juntan para hacer de El Salvador el segundo país más violento del mundo (sólo detrás de Irak), con 68 homicidios por cada 100.000 personas. Las autoridades públicas culpan de casi todos los actos de violencia a las pandillas, pero un gran número de homicidios es cometido por escuadrones de la muerte. Sin embargo (quizás convenientemente), el Fiscal General sólo pudo resolver el 4% de los homicidios cometidos en El Salvador en 2007. Basta añadir los $ 1,2 mil millones robados de las arcas públicas y otros 25 millones de dólares en evasión de impuestos en más de 20 años de gobiernos de ARENA, para evocar una imagen de «estado fallido».
A pesar de la brutal realidad de «la paz y la democracia» en El Salvador, ARENA vende una imagen diferente del país, tanto al pueblo salvadoreño, como al resto del mundo. El actual presidente Tony Saca ha calificado su administración como el «Gobierno con sentido humano», destacando su inversión social; sin embargo, entre septiembre de 2006 y febrero de 2008, 104.000 salvadoreños ingresaron en el rango de la pobreza. Como respaldo a sus declaraciones, Saca recibió el Freedom Award 2007 del International Republican Institute y el Camino a la Paz 2008 del «Observador Permanente de la Santa Sede» ante las Naciones Unidas. La presidencia de Saca, en primer lugar, se debe en gran parte a la intervención de EE.UU. en las elecciones presidenciales salvadoreñas de 2004. Saca devolvió el favor mediante el envío de tropas salvadoreñas a Irak. Mientras tanto, los medios de comunicación masivos satanizan el FMLN y los movimientos sociales independientes, mientras que ARENA utiliza la reciente Ley de Lucha contra el Terrorismo para reprimir a las fuerzas de la oposición y la protesta social.
Este modelo no había sido seriamente amenazado, hasta el actual ciclo electoral de 2009, en el que todos los puestos de elección popular están en juego. Mauricio Funes, el candidato presidencial del ejército guerrillero transformado en partido de oposición -el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)-, está adelante en las encuestas independientes. Funes, un ex periodista de gran popularidad, promete instituciones que funcionen, la reactivación del sector agrícola, el aumento del gasto social y una política exterior independiente; teniendo al frente al débil candidato presidencial de ARENA, Rodrigo Ávila, ex jefe de la Policía Nacional Civil, en cuyo mandato se registró un alarmante aumento de la violencia.
De hecho, los salvadoreños se encuentran ante una oportunidad singular para marcar un nuevo rumbo a su país y, esto, en un momento oportuno. El actual sistema mundial ha entrado en una crisis económica con una polarización social sin precedentes. Los pueblos de América Latina se han despertado ante esta calamidad y han elegido gobiernos alternativos, que están contrarrestando la hegemonía estructural promovida por el neoliberalismo estadounidense, con procesos autónomos de desarrollo, democratización e integración regional. Un triunfo de Funes PODRÍA desatar un proceso similar de base en El Salvador, en el que estas nuevas fuerzas regionales podrían proporcionar valiosos conocimientos, recursos y apoyo político a un gobierno del FMLN.
Sin embargo, ARENA en 15 años se ha ocupado de construir un sistema electoral muy politizado y estructuralmente sesgado, que podría asegurar su propia victoria, a pesar de la voluntad popular contraria. En primer lugar, no hay «votación barrial», ni hay votación en ausencia para los más de 2 millones de salvadoreños que viven en el exterior. En segundo lugar, el registro electoral se basa en el censo de 1992, y no en el censo de 2007. En tercer lugar, ARENA controla la emisión de los documentos nacionales de identidad (DUI). En conjunto, estos hechos dan a ARENA la posibilidad de reclutar a extranjeros para votar legalmente en las elecciones, como si se tratara de ciudadanos salvadoreños. Ello se constató en las elecciones municipales del 18 de enero de 2009, en el municipio de San Isidro, Cabañas, en la que tal cantidad de extranjeros (principalmente hondureños y nicaragüenses) se presentaron a votar, que los nativos de la zona cerraron el proceso de votación. Por último, no hay ninguna ley que exija que los partidos revelen la fuente de sus fondos de campaña, lo cual facilita campañas extremadamente sucias.
ARENA se ha centrado en dar dádivas en comunidades pobres estratégicas, con promesas utópicas que contradicen sus propias prioridades históricas, y que presentan al FMLN como un partido violento entregado al terrorismo y al comunismo. Funcionarios de ARENA han acusado falsamente al FMLN de tener vínculos con grupos armados ilegales en El Salvador, con las FARC, con Hugo Chávez, con pandillas nacionales salvadoreñas y han sentenciado que si El Salvador fuera gobernado por el FMLN, se restringiría la libertad y se destruirían las relaciones con EE.UU. La red de apoyo transnacional a ARENA, especialmente la ONG con sede en Venezuela Fuerza Solidaria, ha sido crucial para subrayar estas aseveraciones. El director venezolano de Fuerza Solidaria, Peña Esclusa, incluso ha dado charlas a los trabajadores de empresas que operan en El Salvador, advirtiendo que una victoria del FMLN pondría en peligro su empleo. Empleados públicos también han denunciado que se les está obligando a votar por ARENA.
En su campaña no oficial, activistas de ARENA han provocado enfrentamientos en la calle con activistas del FMLN, con el fin de justificar las acusaciones al FMLN de perpetrar violencia. También se han producido decenas de asesinatos por motivos políticos en los dos últimos años contra miembros de organizaciones de oposición, incluidos religiosos, activistas y funcionarios del FMLN. Recientemente, el 28 de enero, Edgar Tobar, un ex coronel del ejército, y miembro del movimiento los «Amigos de Mauricio» (Funes), fue asesinado durante la noche en su casa en Colón, La Libertad.
En suma, las elecciones de 2009 bien podrían dejar a El Salvador como un poderoso baluarte de la derecha, a pesar de las condiciones favorables a la izquierda. Sin embargo, seguramente, tarde o temprano (quizás la misma noche de las elecciones, por ejemplo, si los resultados oficiales no reflejen la voluntad popular), una continuación del gobierno de ARENA provocará una crisis aguda y orgánica de legitimidad, en la que los salvadoreños ya no aceptarán la pobreza y la violencia como su pan de cada día, y podrían tomar las calles.
En consecuencia, el PNUD, EE.UU. y FUSADES están exigiendo que ARENA mejore la atención a los problemas que actualmente ponen en peligro el clima de negocios y la estabilidad social. Bajo esta misma lógica, un gobierno del FMLN que haga mejoras nominales en la lucha contra la corrupción, la violencia y la pobreza, podría ser visto como más beneficioso que un gobierno de ARENA, para la estabilización del actual orden social.
Obviamente, Funes podría iniciar un proceso de radical cuestionamiento al orden social injusto. Pero un gobierno de Funes se enfrentaría a enormes obstáculos, como los medios masivos de difusión y el gobierno municipal de San Salvador, siendo las dos principales armas de ARENA para demonizar y desestabilizarlo. También hay incertidumbre acerca de quién realmente gobernaría en el caso de una Presidencia de Funes: ¿será él, o los numerosos miembros del liderazgo de la línea dura ortodoxa del FMLN, con los que Funes quedaría en deuda? Es más, ¿el FMLN realmente se pondrá al servicio de la mayoría marginada, fomentando el empoderamiento de los movimientos sociales autónomos, o buscará el poder y la riqueza, de una manera similar a ARENA, como algunos simpatizantes de base del FMLN temen?
Quien llegue al poder se enfrentará a los efectos de la crisis económica mundial. Desde ya, las remesas enviadas a El Salvador por familiares en EE.UU. están disminuyendo; el desempleo ha aumentado y el gobierno está casi en la quiebra.
Si las elecciones de 2009 en El Salvador son realmente libres, prácticamente serán como un referéndum sobre este sistema injusto; aunque hay demasiados indicios para considerar que no serán libres.
– Danny Burridge trabaja en El Salvador como Coordinador del Campo para el Movimiento Misionero Voluntario (VMM) y consultor para la Fundación SHARE.