Sesenta años después de la Conferencia Tricontinental, su espíritu sigue invitándonos a radicalizar y democratizar nuestras luchas por la dignidad humana y la emancipación colectiva.
Este dossier presenta una selección de afiches de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL), creada en la Conferencia Tricontinental de 1966 en La Habana, Cuba. En las décadas siguientes, OSPAAAL produjo más de 300 afiches que se incluían plegados en las páginas de su revista Tricontinental y se enviaban por todo el mundo con un mensaje de internacionalismo. Le invitamos a leer más sobre los carteles de OSPAAAL y su papel en la batalla de ideas en el dossier n.º 15, El arte de la revolución será internacionalista.

En 1966 tuvo lugar en La Habana, Cuba, la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, conocida popularmente como la Conferencia Tricontinental. El encuentro, celebrado hace 60 años, da nombre a nuestro instituto. Para conmemorar la conferencia y su legado, hemos dedicado el dossier nº 95 a una evaluación del espíritu tricontinental. Este espíritu no se manifiesta de la misma manera que en 1966, porque la cuestión de la liberación nacional a través de la lucha armada no es el centro de atención de nuestro tiempo (aunque a ciertas luchas de liberación nacional en nuestra época se les impone la represión armada). Sin embargo, no nos preocupa la forma sino el fondo del espíritu tricontinental. Mientras la sustancia del espíritu de Bandung, era una insistencia en los ideales de soberanía y multilateralismo, en este dossier sostenemos que la sustancia se construye en torno a los ideales de la dignidad humana y la lucha de clases (Instituto Tricontinental de Investigación Social, 2025). El espíritu de Bandung y el espíritu tricontinental no eran contradictorios en 1966, ya que Cuba, que acogió la Conferencia Tricontinental, también fue miembro fundador del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) en 1961. El MNOAL, que Cuba albergó en 1979 y nuevamente en 2006, fue la encarnación institucional del espíritu de Bandung. Hoy, la soberanía, el multilateralismo, la dignidad y la lucha de clases configuran la política de gran parte del Sur Global, uniendo estos dos espíritus en un nuevo estado de ánimo.
Qué jóvenes eran
Cuando Fidel Castro, primer ministro de Cuba y primer secretario del Partido Comunista de Cuba, subió al escenario el último día de la Conferencia Tricontinental el 15 de enero de 1966, tenía solo 39 años. La Revolución Cubana, que lideró hacia la victoria en 1959, cuando tenía 32 años, acababa de celebrar su séptimo aniversario. Sus compañerxs, que entraron en La Habana después de dos años en la Sierra Maestra, eran igual de jóvenes, entre ellxs Camilo Cienfuegos (26), Che Guevara (30), Juan Almeida Bosque (31), Asela de los Santos Tamayo (37) y Celia Sánchez (38). Para 1966, Castro ya tenía una seriedad que se manifestaba en la profundidad de su voz y la compostura de su figura. Él y sus compañerxs habían liderado la victoria de la Revolución Cubana sobre Estados Unidos y su Agencia Central de Inteligencia en la Invasión de Bahía de Cochinos de 1961, y Castro había frustrado personalmente muchos intentos de asesinato. “El imperialismo será inevitablemente derrotado”, les dijo a lxs más de 500 delegadxs que llegaron de toda Asia, África y América Latina (De los Santos, por publicar). Nadie en la sala lo dudó.
Muchos de quienes asistieron a la Conferencia Tricontinental eran tan jóvenes como Fidel. Entre ellxs estaban Alice Badiangana (27) de la Unión de la Juventud Congoleña (UCJ, por su sigla en francés) y la Unión de Mujeres Africanas del Congo (URFC) y Mário Pinto de Andrade (38) del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA). Amílcar Cabral del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC) tenía 41 años, y Eduardo Mondlane del Frente para la Liberación de Mozambique (FRELIMO) tenía 45 (Instituto Tricontinental de Investigación Social, 2022). Los jóvenes estaban al frente de organizaciones juveniles a las que la brutalidad del imperialismo portugués en África les había impuesto la lucha armada. Habían intentado la vía civil, reclamando más derechos tanto en Portugal como en África, solo para ser recibidos con balas de 8 mm del Mauser 98k. Por eso dejaron a un lado sus libros de leyes y empuñaron AK-47, que les llegaron de la Unión Soviética y la República Popular China. El imperialismo era intolerable para estxs jóvenes. Coincidían con la evaluación de Castro de que el imperialismo sería inevitablemente derrotado.
En Vietnam la edad promedio a mediados de la década de 1960 estaba entre los 18 y 20 años, como resultado de las bajas incurridas durante su guerra revolucionaria contra un enemigo irreductible (los franceses desde 1946 y luego Estados Unidos y sus aliados desde 1955). Para 1966, el país había perdido al menos un millón y medio de personas debido a la violencia, alrededor del 6% de la población (Hirschman, Preston y Vu, 1995). Lxs representantes vietnamitas que llegaron a La Habana también eran jóvenes, como Nguyen Van Tien del Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur (también conocido como Viet Cong), aunque su seudónimo hace imposible determinar su edad exacta, y Tran Danh Tuyen, de la República Democrática de Vietnam, que tenía menos de 40 años. La energía juvenil en la conferencia era palpable.Arriba
¡Basta!
Mehdi Ben Barka de la Unión Nacional de Fuerzas Populares de Marruecos (UNFP), entonces en sus 40 años, pasó más de dos años planeando la Conferencia Tricontinental. El 30 de septiembre de 1965, en una conferencia de prensa en La Habana durante las primeras etapas de la preparación, definió a la Tricontinental como la reunión de las dos corrientes de la revolución mundial: la corriente de la revolución socialista y la de la liberación nacional (Prensa Latina, 1965).1 Esta fue una evaluación precisa de la política de la Conferencia Tricontinental y lo que aterrorizó al bloque imperialista.
Pero la historia no avanza en línea recta. Tiene sus giros y vueltas. El 29 de octubre de 1965, Ben Barka fue “desaparecido” por fuerzas oscuras en París (muy probablemente los servicios de inteligencia francés y marroquí con la ayuda de la Mossad israelí). Muchxs otrxs que sí asistieron sufrieron el mismo destino: Mondlane fue asesinado en 1969 y Cabral en 1973.
En los años posteriores a la conferencia, surgieron más oportunidades para la liberación nacional, pero los Estados recién independizados se vieron debilitados por siglos de dominio colonial y el drenaje de su riqueza social. En febrero de 1966, solo semanas después de la conferencia, los servicios de inteligencia occidentales incitaron al ejército de Ghana a derrocar a Kwame Nkrumah, cuyo libro Neocolonialismo: la última etapa del imperialismo (1965) exponía claramente la estructura que continuaba aniquilando las ambiciones articuladas en La Habana en 1966 (2009). La Conferencia Tricontinental encendió un faro para que el mundo lo viera: “estamos aquí, los que ustedes han colonizado. Lucharemos hasta que nuestra emancipación sea completa, y esa lucha traerá el socialismo al mundo”. Como Fidel Castro declaró en su Segunda Declaración de La Habana (1962): “Esta gran humanidad ha dicho ‘¡Basta!’ y ha echado a andar”. Aunque ese faro aún no podía opacar al imperialismo, seguiría siendo una luz guía para las luchas en curso en todo el Sur Global.

Dos, tres, muchos Vietnam
Cuba está a menos de 150 kilómetros de Estados Unidos. Después de ser arrebatada a España en 1898, se convirtió en un patio de recreo para las élites estadounidenses. Bajo el dominio del aparato financiero de Nueva York y los gánsteres de Las Vegas, la clase trabajadora cubana soportó condiciones miserables durante las siguientes seis décadas. La Revolución de 1959 fue acogida por la mayoría del pueblo cubano, que no iba a permitir que sus logros fueran revertidos por el derrocamiento del gobierno revolucionario. Cualesquiera que fueran las privaciones que Estados Unidos impusiera a Cuba, su pueblo permanecería firme. Esto le dio a Fidel la confianza de que el adversario de Cuba, el imperialismo, sufriría una derrota total.
Fidel se paró en el podio de la Conferencia Tricontinental con su uniforme militar, que vestiría hasta el final de su vida. En Los condenados de la tierra (1961), Frantz Fanon reflexionó sobre la vestimenta de Fidel: «Lo mismo que Castro al acudir a la ONU con uniforme militar, no escandaliza a los países subdesarrollados. Lo que demuestra Castro es que tiene conciencia de la existencia del régimen persistente de la violencia. Lo sorprendente es que no haya entrado en la ONU con su ametralladora. ¿Se habrían opuesto quizá? Las sublevaciones, los actos desesperados, los grupos armados con cuchillos o hachas encuentran su nacionalidad en la lucha implacable que enfrenta mutuamente al capitalismo y al socialismo. (1963: 38)».
Fidel y el pueblo cubano estuvieron siempre preparados para la guerra híbrida continua, el bloqueo, la guerra económica y otras formas de ataques que continúan hasta el día de hoy.
En el último día de la Conferencia Tricontinental, Fidel preguntó: “El imperialismo será inevitablemente derrotado. ¿Quiénes nos han enseñado esa lección?” Sin perder el ritmo, respondió: “Nos la han enseñado los pueblos. ¿Quién entre los pueblos nos ha dado en estos tiempos la más extraordinaria lección? El pueblo de Viet Nam“. Aunque Estados Unidos desplegó todo su arsenal, incluidos los bombardeos aéreos y las armas químicas en el sur de Vietnam, Fidel continuó: “los imperialistas yankis no han podido aplastar a esa parte del pueblo de Viet Nam” (Prashad, en prensa (2026): xix).
En los años previos a la Conferencia Tricontinental, el pueblo revolucionario de Vietnam llevó su lucha directamente a objetivos estadounidenses en el Sur, incluyendo una base aérea estadounidense en Biên Hòa (1964) y el Campamento Holloway cerca de Pleiku (1965). En respuesta, Washington intensificó el bombardeo del Norte, incluida Hanoi, mientras que el número de tropas estadounidenses ascendió a casi 200.000 a fines de 1965. La presión sobre la Revolución Vietnamita era inmensa. El “Mensaje a la Tricontinental” del Che Guevara, publicado en Tricontinental (la revista de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina, OSPAAAL) en abril de 1967, llamaba a las fuerzas revolucionarias a “crear dos, tres, muchos Vietnam“, como él había esperado hacer en el Congo y más tarde en Bolivia, donde fue asesinado en octubre de 1967. Para el Che, la hidra de la revolución tenía que distraer a Estados Unidos de su enfoque en ese confín de Asia.
A lo largo de la década de 1960, las repercusiones de las luchas anticoloniales en lugares como Vietnam y Argelia producirían estallidos estudiantiles contra la guerra en todo el Atlántico Norte, impulsados igualmente por las luchas por los derechos civiles dentro de las propias fronteras de esos Estados. Las consignas del movimiento estudiantil se definían por sentimientos antibélicos y antirracistas. En Francia, el detonante fue la masacre de 1961 de hasta 200 argelinas y argelinos que protestaban contra la guerra colonial en el norte de África. En Estados Unidos, lxs estudiantes antibélicos se organizaron en el Students for a Democratic Society [Estudiantes por una Sociedad Democrática] y canalizaron el sentimiento popular contra la guerra hacia una serie de campañas a partir de 1965. Estos esfuerzos fueron moldeados por el Comité Nacional de Movilización para Poner Fin a la Guerra en Vietnam de 1966, que organizó la Marcha sobre el Pentágono en 1967 y la protesta en la Convención Nacional Demócrata de Chicago en 1968. En toda Europa, el tono en 1968 era contra de la participación de esos gobiernos en las guerras coloniales, especialmente la guerra contra Vietnam. El mayo francés de 1968 no comenzó en la Sorbona, sino en Nanterre, donde lxs miembros del Comité Nacional de Vietnam fueron arrestadxs el 22 de marzo mientras protestaban frente a una oficina de American Express. Este fue el inicio del Mouvement du 22 Mars [Movimiento del 22 de Marzo], que pasó de criticar la guerra a denunciar la universidad y el sistema capitalista en general.2
La determinación de Vietnam y su eventual victoria sobre el imperialismo inspiró a revolucionarixs de todo el mundo, que tenían muy presente el llamado del Che a crear “muchos Vietnam”. La noche del 31 de diciembre de 1964, con las imágenes de las revoluciones cubana y argelina y la lucha vietnamita aún frescas en sus mentes, lxs fedayines (combatientes) palestinos de Fatah, el principal movimiento nacionalista palestino, lanzaron al-Asifa (La Tormenta), su primera operación guerrillera contra Israel. Lxs fedayines vincularon directamente su lucha con Vietnam. Abu Jihad, quien planeó Al-Asifa, viajó a Argelia, China, la República Popular Democrática de Corea y Vietnam entre 1963 y 1965 (Abu Amr, 2013). Uno de los principales teóricos de lxs fedayines, Ghassan Kanafani —que había viajado a China en 1965 y 1966— escribió el principal texto programático del Frente Popular para la Liberación de Palestina, La estrategia para la liberación de Palestina (1969), en diálogo directo con los textos del líder vietnamita general Võ Nguyen Giap y de Mao Zedong (Brehony y Hamdi, 2014).
En los años posteriores a la conferencia, estallaron luchas armadas en la India (Naxalbari, 1967), Irak (1967-1968), África meridional (iniciadas con la campaña de Wankie de 1967), Malasia (1968-1969) y Sri Lanka (1971). No es casualidad que el diseño de la OSPAAAL, que nació en la conferencia de 1966, a menudo incluyera imágenes de las luchas en Palestina, Sudáfrica y Vietnam (como ilustra el diseño de este dossier) (Instituto Tricontinental de Investigación Social, 2019). Las películas del cubano Santiago Álvarez, como Hanoi, martes 13 (1968) y 79 Primaveras (1969), documentaron la lucha vietnamita y su conexión con el mundo. La necesidad de luchas de liberación en todo el Tercer Mundo proporcionó el vínculo emocional para la solidaridad internacional.
La declaración política general de la Conferencia Tricontinental, leída por María Amelia Lopes Fonseca del Movimiento de las Colonias Portuguesas, proclamó “el derecho inalienable de los pueblos a la total independencia política y a recurrir a todas las formas de lucha que sean necesarias, incluyendo la lucha armada, para conquistar este derecho.” (1966). Seis años antes, el 14 de diciembre de 1960, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la Resolución 1.514 sobre la Declaración de la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales. Ésta señalaba “que el proceso de liberación es incontenible e irreversible y que, a fin de evitar crisis graves, es preciso poner fin al colonialismo y a todas las prácticas de segregación y discriminación que lo acompañan”. La resolución afirmaba además que “deberá cesar toda acción armada o toda medida represiva de cualquier índole dirigida contra ellos, y deberá respetarse la integridad de su territorio nacional.” (1960). La ONU no criticó la lucha armada de los pueblos ocupados y colonizados. Por el contrario, la crítica de la resolución a la fuerza armada se dirigía a los imperialistas, cuya violencia impuso el camino de la lucha armada a los pueblos colonizados. Esta fue la experiencia de Cabral y el PAIGC, que se vieron obligados a tomar las armas debido a la represión punitiva portuguesa contra su lucha civil. Desde el podio en La Habana, Cabral dijo a sus compañerxs revolucionarixs: «Las experiencias pasadas y presentes de varios pueblos, la situación actual de las luchas de liberación nacional en el mundo (especialmente en Vietnam, el Congo y Zimbabwe), así como la situación de violencia permanente, o al menos de contradicciones y levantamientos, en ciertos países que han ganado su independencia por la llamada vía pacífica, nos muestran no solo que los compromisos con el imperialismo no funcionan, sino también que la vía normal de la liberación nacional, impuesta a los pueblos por la represión imperialista, es la lucha armada» (Tricontinental, 1966).
La palabra clave aquí es impuesta. La lucha armada no es una elección, como argumentaba Fanon en Los condenados de la tierra. Esta fue la lección que dejó el asesinato de Patrice Lumumba el 17 de enero de 1961, apenas un mes después de la Resolución 1.514 de la ONU, cuando el intento de una lucha pacífica por la libertad del Congo fue detenido por la imposición de la violencia del imperialismo.

Zigzags
Vietnam, Palestina, Guatemala, el Congo, Zimbabwe, estos, y muchos otros, fueron los contornos del espíritu tricontinental. La era del espíritu tricontinental comenzó con la victoria de la Revolución Cubana en la mañana del año nuevo de 1959 y fue parcialmente definida durante las dos décadas siguientes por una serie de victorias revolucionarias: Etiopía (1974), Vietnam (1975), Laos (1975), Guinea-Bissau y Cabo Verde (1974-1975), Mozambique (1975), Santo Tomé y Príncipe (1975), Angola (1975), Afganistán (1978), Granada (1979), Nicaragua (1979) y Zimbabwe (1980). Lxs revolucionarixs comunistas y las fuerzas de liberación nacional libraron batallas prolongadas, como en Vietnam y Nicaragua o bien se encontraron en una posición de fuerza cuando el sistema estatal colapsó tras una crisis política y abrió la puerta a su victoria, como en Etiopía y Granada. Lo que unía a estas fuerzas era el deseo de independencia y soberanía completas, como lo expresaba la Resolución 1.514 de la ONU, junto con diversos niveles de compromiso con la revolución socialista en cada contexto. En otros lugares, como Palestina, Sudáfrica y el Sahara Occidental, el proceso de liberación fue bloqueado durante este período. Sin embargo, ya sea en territorios victoriosos o aún subyugados, la energía de estos movimientos de liberación nacional cobró fuerza en los salones de la ONU, lo que llevó en 1974 a la aprobación de la Resolución 3.201 de la Asamblea General de la ONU sobre el Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI), una visión para un presente más humano.
A la mayoría de estos avances revolucionarios no se les permitiría respirar. En 1979, Estados Unidos inició la Operación Ciclón para financiar a los muyahidines y paralizar al gobierno comunista en Kabul. A principios de la década de 1980, Washington minó el puerto de Managua y financió a los contras, la variante nicaragüense de los muyahidines, para sofocar al gobierno sandinista. Fidel y sus camaradas en la conferencia de 1966 eran muy conscientes de la política de asfixia perseguida por las potencias imperialistas. En La Habana, discutieron sobre el archipiélago de bases militares retenidas por las viejas potencias coloniales, desde la base británica en Diego García hasta la base francesa en Dakar, y por la potencia imperialista más fuerte, Estados Unidos, que eventualmente crearía 900 bases militares en muchos países alrededor del mundo (Instituto Tricontinental de Investigación Social, 2024).
Aunque las amenazas imperialistas contra Cuba no tuvieron éxito, los golpes de Estado imperialistas en una serie de países obstaculizaron el avance de la humanidad. Los golpes en el Congo (1961), Brasil (1964), Indonesia (1965) y Ghana (1966) destruyeron la izquierda en estos países clave durante al menos una generación, creando un modelo para los golpes contra los movimientos de liberación nacional que se llevó a cabo en todo el Tercer Mundo. No obstante, en 1978, el asesor de Seguridad Nacional estadounidense, Zbigniew Brzezinski, escribió una evaluación crítica de los límites del poder de Estados Unidos en un memorándum secreto para el presidente Jimmy Carter: «Estados Unidos estaba muy desconectado con el Tercer Mundo3, con poca conciencia de la necesidad de un cambio económico, político y social o simpatía por la diversidad ideológica. Hubo un énfasis excesivo en la realpolitik y una preocupación exagerada por la amenaza soviética. En todo el Tercer Mundo, había un sentimiento generalizado de antiamericanismo» (United States Government Printing Office, 2014).
A pesar del debilitamiento de las insurgencias y del espíritu tricontinental, estaba claro que se estaba gestando una ola de oposición contra Estados Unidos. Aunque esta ola no tenía la fuerza para superar la estructura neocolonial establecida después de 1945, permaneció presente. Durante un tiempo, las guerras encubiertas y los golpes de Estado respaldados por Estados Unidos se extendieron por América Central y del Sur, así como el sur de Asia (notablemente en Pakistán en 1977). La Revolución Iraní de 1979 perturbaría esta aparente estabilidad durante las décadas siguientes, pero en general, Estados Unidos consideró que había manejado eficazmente el espíritu tricontinental a pesar del persistente antiamericanismo.
El regreso del espíritu de Bandung
La arrogancia del bloque imperialista liderado por Estados Unidos solo creció después de 1991 con la desintegración de la Unión Soviética y del sistema estatal comunista de Europa del Este, y el debilitamiento del proyecto del Tercer Mundo como consecuencia de una persistente crisis de la deuda. Estados Unidos buscó imperiosamente construir un mundo unipolar que pudiera contener sus propias contradicciones. Una cosa era destruir Yugoslavia (1999) y crear la Organización Mundial del Comercio (1995), los dos pilares de la guerra y el comercio, pero otra muy distinta era aniquilar los sueños de emancipación de la humanidad. Incluso en el apogeo de este orden unipolar, se produjo un avance en Venezuela en 1998, cuando la Revolución Bolivariana llegó al poder, liderada por Hugo Chávez. Estados Unidos se excedió al intentar librar una Guerra Global contra el Terror mal definida, mientras vaciaba su propia capacidad industrial para construir una cadena de acumulación globalizada que beneficiaba al capital privado.
Las guerras, la desindustrialización, la financiarización y la falta de inversión neta de capital fijo condujeron a un aumento astronómico de la desigualdad social en el Norte Global, que se transformó en polarización política y una crisis de legitimidad. Ignorando la crisis dentro de sus países, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el ejército estadounidense comenzaron a ejercer presión sobre lo que consideraban los dos obstáculos serios restantes para el poder occidental en la nueva era: China y Rusia. Estados Unidos comenzó unilateralmente a desmantelar el régimen global de control de armas, retirándose del Tratado sobre Misiles Antibalísticos en 2002 y del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio en 2019. Intervino en los asuntos internos de Ucrania en 2014 y cerró un importante acuerdo de armas con Taiwán en 2015. Si bien la correlación de fuerzas había prevalecido contra Yugoslavia en 1999, la situación global había comenzado a cambiar. Ni Rusia ni China permitirían que el Norte Global extendiera su alcance militar hasta sus fronteras.
Lo que parecían ser las brasas moribundas del espíritu de Bandung fueron avivadas durante este período, cuando el término “Sur Global” apareció en las discusiones entre altos mandos de países de África, Asia y América Latina. Lxs altxs mandatarixs hablaron de “Cooperación Sur-Sur”, una frase que anteriormente solo aparecía en informes menores de la ONU y en reuniones para conmemorar el legado del Tercer Mundo. En la V Cumbre de los BRICS, celebrada en Durban, Sudáfrica, en 2013, la cuestión del papel del Sur Global en el fortalecimiento del multilateralismo volvió a plantearse y no haría más que fortalecerse en la década siguiente. Esto fue ampliamente reconocido, aunque no completamente, en la mayoría de los debates como resultado del resurgimiento de China y Rusia en el escenario mundial.
La industrialización le permitió a China acumular grandes superávits comerciales que reinvirtió en la Iniciativa de la Franja y la Ruta y en su compromiso de industrializar África. Rusia recuperó parte de su industria pesada de la oligarquía y utilizó esos activos para reconstruir su infraestructura estatal, incluida la militar. Sancionadas por Occidente, China y Rusia resolvieron su disputa fronteriza y aumentaron su comercio, lo que condujo a un acuerdo de asociación “sin límites” en 2022. El liderazgo chino y ruso en el proceso de los BRICS y en otros procesos Sur-Sur ha contribuido a avivar nuevamente el espíritu de Bandung en el Sur Global. En la XVII Reunión de los BRICS de 2025 en Río de Janeiro, el presidente de Brasil, Lula da Silva, afirmó que “los BRICS son la manifestación del Movimiento de Países No Alineados de Bandung. Los BRICS mantienen vivo el espíritu de Bandung” (2025). Pero, ¿es el espíritu de Bandung lo mismo que el espíritu tricontinental?

El espíritu tricontinental
Durante los últimos dos años, el Instituto Tricontinental de Investigación Social ha destacado la importancia de dos conceptos relacionados: la soberanía y la dignidad (2023). Puede decirse que la soberanía, junto con el multilateralismo, es el ideal central del espíritu de Bandung, mientras que la dignidad, basada en la lucha de clases, es la categoría definitoria del espíritu tricontinental.
Tanto la Conferencia de Bandung (1955) como la fundación del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) (1961), citados por Lula, fueron reuniones de jefes de Estado y, por lo tanto, encuentros interestatales. El amplio frente en las reuniones de Bandung y del MNOAL se unió en torno al concepto de soberanía: la idea de que un Estado debe tener control soberano de su territorio, poder disponer de sus materias primas y estar facultado para gestionar sus asuntos internos a su manera, según su desarrollo cultural y político. Pero la soberanía es un concepto limitado. En el derecho internacional, por ejemplo, la soberanía se reduce en gran medida a un principio negativo de no injerencia en los asuntos internos de un Estado (como en el Artículo 2 de la Carta de la ONU de 1945), que en términos populares equivale a “ninguna intervención extranjera”. Sin embargo, el concepto de soberanía sigue siendo una propuesta radical debido al control del Norte Global sobre las instituciones internacionales y sus intervenciones políticas y militares en el Sur Global. Esto proporcionó la base para una amplia alianza antiimperialista que lucharía por crear el multilateralismo y democratizar el orden internacional. Sin embargo, la soberanía, por sí sola, no garantiza el fin de la explotación del ser humano por el ser humano. Solo puede diluir la violencia del imperialismo.
El concepto de soberanía no solo es limitado, sino también anacrónico. Refleja una dinámica interestatal que surgió en la era premoderna, cuando los Estados elaboraron varios mecanismos para evitar conflictos interestatales imposibles de ganar. Varios tratados y alianzas premodernos comenzaron a establecer la idea de soberanía en una época anterior al reconocimiento de que todas las personas deben ser tratadas como fundamentalmente iguales. Algunos ejemplos incluyen:
- La Carta del Mandén en la fundación del Imperio de Malí (1235).
- La Triple Alianza Azteca, que reunió a los pueblos de Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopán (1428).
- La formación de la Confederación Iroquesa (1400-1450).
- La Paz de Westfalia, que puso fin a la Guerra de los 30 años y la Guerra de los 80 años en Europa (1648).
- El Tratado de Nerchinsk, que puso fin al conflicto entre la China Qing y la Rusia zarista (1689).
- El establecimiento de la Confederación Ashanti (1701).
Si bien cada una de estas formaciones desarrolló la idea de soberanía, lo hicieron únicamente para proteger la paz entre Estados. Estas ideas eventualmente serían codificadas en los escritos del jurista francés Jean Bodin (1530-1596) y del filósofo holandés Hugo Grocio (1583-1645), cuya obra constituyó la ideología del Congreso de Viena (1814-1815) y la base de la ciencia política moderna del Atlántico Norte. Bodin y Grocio no sabían sobre la Carta del Mandén o la Triple Alianza Azteca, pero las ideas que desarrollaron —como las expuestas por Grocio en Sobre la ley de la guerra y la paz (1625)— habrían resonado con lxs malíes y lxs aztecas. Estas eran ideas sencillas sobre la no interferencia en los asuntos de un Estado vecino. Fueron articuladas por una serie de contemporáneos, como el intelectual mogol Abu’l Fazl (1551-1602) en su Akbarnama (1596), cuyo concepto de sulh-i Kul (paz con todos) podría compararse fructíferamente con los escritos de Grocio. No obstante, estos pensadores premodernos no se extendieron más allá de la amistad interestatal. No había ningún propósito para esta no interferencia más allá del deseo de evitar la guerra y la dominación interminable.
En la era moderna, sin embargo, cuando la idea de la dignidad humana da forma a los discursos de libertad, igualdad y derechos sociales, no es suficiente prevenir guerras y destrucción. Debe haber una articulación positiva de la obligación de los Estados no solo de proporcionar seguridad a sus habitantes, sino también de mejorar sus vidas en términos materiales y culturales. Este es el resultado de diversas rebeliones masivas, desde las revoluciones francesa y haitiana (1789 y 1804), la Comuna de París (1871) y la Revolución de Octubre (1917), hasta las revoluciones china y cubana (1949 y 1959). Esta es la unidad, como dijo Ben Barka, de las dos corrientes de liberación nacional y revolución socialista. La expectativa establecida por estas revoluciones en cascada es que la vida humana debe ser mejorada más allá de las miserias del pasado y que el control sobre los avances materiales debe ser democratizado entre las masas. En otras palabras, los Estados deben estar obligados a luchar por la dignidad plena de su ciudadanía y, de hecho, a través de conceptos como el internacionalismo, de todos los pueblos del mundo. Con la dignidad emergiendo como un concepto clave, consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, la idea westfaliana de la soberanía como concepto fundacional de las relaciones interestatales tuvo que ser actualizada. Era insuficiente prevenir la guerra y la interferencia extranjera. Era necesario mejorar las condiciones materiales de la humanidad.
La Conferencia Tricontinental de 1966 absorbió el espíritu de Bandung y buscó radicalizarlo. Un Estado puede reclamar soberanía sobre su territorio, incluso expulsar al capital extranjero, y sin embargo, no defender la dignidad de su pueblo al permitir que el capital doméstico continúe explotándolo. El espíritu de Bandung, en otras palabras, se limita a la independencia nacional y no profundiza la idea de emancipación para incluir la libertad de las atrocidades básicas del capitalismo. El espíritu tricontinental, por otro lado, lucha por democratizar el orden mundial y sostiene que esta batalla debe trabajar junto con la lucha por democratizar los proyectos de liberación nacional. Reconoce la importancia del frente amplio para establecer el multilateralismo, pero va más allá de esto, reconociendo la necesidad de la lucha de clases y el socialismo. Nuestras luchas por el socialismo, vinculadas directamente a la Conferencia Tricontinental y su era, emergen no como un ideal a establecer en el mundo, sino del movimiento real que busca abolir el estado actual de las cosas. (Marx y Engels, 1976). Esa percepción, y el estado de ánimo contenido en ella, sigue siendo tan cierta hoy como cuando fue escrita. Es lo que resonó con Cabral y Castro en la década de 1960. Nuestro movimiento no nace de una elección. Es una necesidad.
Mientras el espíritu de Bandung augura el acto futuro de la emancipación mediante la lucha por la soberanía nacional, el espíritu tricontinental nos llama a democratizar y radicalizar los proyectos de emancipación humana que los movimientos sociales ya están construyendo hoy. Nuestra búsqueda exige que tales principios no permanezcan como meras ideas; deben volverse vitales y reales en el mundo. La emancipación, literalmente “sacar de la mano”, significa liberar a los seres humanos del yugo de la opresión.

Notas
Para más información sobre su importante obra, véase Ben Barka, 2021.
Existe una amplia bibliografía sobre este tema. Como introducción, véase Kalter, 2016.
3Cursivas en el original.Arriba
Referencias bibliográficas
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Nota de Rebelión: nos permitimos añadir a las referencias bibliográficas el excelente libro de Said Bouamama, La tricontinental. Los pueblos del tercer mundo al asalto del cielo, Boltxe liburuak, 2029, traducido del francés por Beatriz Morales Bastos.
Fuente: https://thetricontinental.org/es/dossier-conferencia-tricontinental-60/


