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El mal ejemplo del Papa

Fuentes: Alai

La actitud del Papa Benedicto XVI está provocando justificadas iras entre las comunidades islámicas a  causa de la infeliz cita de un emperador bizantino del siglo XIV, según la  cual «Mahoma defendía cosas malas e inhumanas, tales como su orden de  difundir la fe por la espada». Pero también causó escándalo y vergüenza a  los […]

La actitud del Papa Benedicto XVI está provocando justificadas iras entre las comunidades islámicas a  causa de la infeliz cita de un emperador bizantino del siglo XIV, según la  cual «Mahoma defendía cosas malas e inhumanas, tales como su orden de  difundir la fe por la espada». Pero también causó escándalo y vergüenza a  los cristianos. La citación es totalmente inoportuna. Sabe muy bien el  Papa del enfrentamiento ahora existente entre el Islam y el Occidente que  hace guerra a Afganistán y a Irak y que abiertamente apoya la causa  israelí contra los palestinos, de mayoría islámica. En ese contexto la  citación alinea el Papa a las estrategias bélicas del Occidente. ¿Como no  irritarse contra esta actitud?

Para nosotros cristianos, la actitud del Papa nos deja perplejos porque es de la esencia de la fe cristiana perdonar y rezar como el pobrecito de  Assis: «donde hay ofensa que yo lleve el perdón». No queriendo perdonar, el  Papa legitima a todos aquellos que no quieren pedir perdón ni en la vida  cotidiana, ni a los negros que esclavizamos por siglos, ni a los  sobrevivientes de los indígenas que diezmamos. Si el Papa no hace  oficialmente un acto de disculpa, nos da un mal ejemplo. No cumple el  mandato del Señor de «confirmar los hermanos y las hermanas en la fe».

Pero su gesto no es aislado. Como Cardenal, se opuso a la entrada de Turquía en la Comunidad Europea por el simple hecho de que este país es  mayoritariamente musulmán. Hace poco suprimió en el Vaticano la instancia  que promovía el diálogo Cristianismo-Islamismo. En el documento Dominus Jesus de su autoría, del 15 de septiembre de 2000, uno de los textos más  fundamentalistas de los últimos siglos, afirma que «la única religión  verdadera es la Iglesia Romana Católica» y que «los seguidores de otras  religiones objetivamente se encuentran, con referencia a la salvación, en una situación gravemente deficitaria». No tiene sentido encuentros con  otras religiones porque «es contrario a la fe católica considerar la  Iglesia como una vía de salvación al lado de otras». Con este trasfondo, no causa extrañeza su discurso en la Universidad de Ratisbona. ¿Sin  embargo, no sería más digno del Papa pedir claramente perdón por las  incomprensiones que provocó incluso involuntariamente? ¿Por qué no lo  hace?

Para entenderlo, se necesita comprender la ideología infalibilista que  sigue vigente en el Vaticano y en general en la Iglesia. Según ella, el  Papa no puede errar, aunque el dogma de la infalibilidad sea muy limitado.  Afirma que el Papa es solamente infalible en situaciones bien delimitadas, gozando entonces, personalmente, de aquella infalibilidad que es de toda  la Iglesia. Pero la ideología infalibilista atribuye de forma ilegítima  infalibilidades a todas palabras del Papa. Si al pedir perdón, confiesa  que erró lo que no es permitido por el infalibismo.

Funciona en la cabeza del Papa Benedicto XVI el despotismo papal formulado  ya en 1302 por Bonifacio VIII que rezaba:» para cada criatura humana es  absolutamente necesario para su salvación estar sometida al Papa en Roma».  Eso no fue abolido siquiera por el Concilio Vaticano II en 1964. Fue  introducida en los textos una «Nota explicativa previa» donde se reafirma  que el Papa puede siempre actuar «según su parecer personal» como nombrar  obispos, establecer normas y establecer políticas eclesiásticas. En otras  palabras: Un Papa puede autónomamente decidir todo; mil millones de  católicos juntos no puede decidir nada. Ese absolutismo nos hace entender  las razones del Papa para no pedir perdón.

(Traducción ALAI)