Hace unos días los médicos del Ministerio de Salud (MINSA) iniciaron una Huelga Nacional Indefinida; el día de seis de marzo, los demás profesionales de la salud (obstetrices, odontólogos, nutricionistas, etc.) han anunciado un Paro Nacional de dos días; los técnicos asistenciales de ESSALUD (El Seguro Social de Salud) llevan más de 100 días en […]
Hace unos días los médicos del Ministerio de Salud (MINSA) iniciaron una Huelga Nacional Indefinida; el día de seis de marzo, los demás profesionales de la salud (obstetrices, odontólogos, nutricionistas, etc.) han anunciado un Paro Nacional de dos días; los técnicos asistenciales de ESSALUD (El Seguro Social de Salud) llevan más de 100 días en huelga, y el panorama se empieza a parecer al de hace menos de un año en que por sucesivas huelgas y paros -de todos los gremios profesionales y no profesionales- prácticamente se paralizó el sector salud; y el mecanismo que desencadenó ambas paralizaciones fue el mismo. Lamentablemente, la naturaleza corporativa de este mecanismo y las limitaciones de las plataformas reivindicativas y de los planes de lucha no han sido superadas; y el movimiento sindical del sector está nuevamente enfrascado en una lucha fraticida por las migajas del sistema.
El mecanismo desencadenante hace menos de un año:
Los médicos del ESSALUD (los profesionales mejor pagados del sector salud), consiguen, a través de sus medidas de lucha, un sustancial aumento en sus remuneraciones, lo que las sitúa -en la mejor de sus categorías- en cerca de los 4000 soles (casi 9 veces el sueldo mínimo vital.)
A la luz de esta conquista, y amparados por la Ley del Trabajo Médico (la cual nació ultrajada y a la cual nadie ha podido hacer respetar) los médicos del MINSA iniciaron sus medidas de lucha para conseguir la «Homologación de los sueldos con ESSALUD» (igual función, igual remuneración), además del nombramiento de los médicos contratados por servicios no personales, entre otros. Luego de largas jornadas de protesta consiguieron interesantes compromisos por parte del estado, que brindaban parciales pero aceptables conquistas.
Inmediatamente después, y en paralelo a éstas luchas, todos los demás profesionales del sector salud (enfermeras, nutricionistas, obstetrices, odontólogos, tecnólogos médicos, psicólogos, asistentes sociales, etc.) y también los nos profesionales (técnicos asistenciales y administrativos de ESSALUD, entre otros) hicieron paralizaciones y/o iniciaron huelgas nacionales indefinidas para exigir que se les atienda sus reivindicaciones (aumento de sueldos y nombramiento de contratados por servicios no personales) tal como se les atendió a los médicos; denunciando contundentemente que un técnico asistencial de ESSALUD, o un profesional (ni médico ni enfermera) del MINSA, contratados por servicios no personales, gana a penas 500 soles, lindando con el sueldo mínimo vital -que en realidad no le asegura la vitalidad a nadie-; mientras que los médicos ya ganaban entre 1000 a 2500 soles, y ahora les aumentaron hasta más de 3000.
Los Motivos de la Paralización hoy:
Como es costumbre, los compromisos con los médicos no fueron respetados, y no se materializó el aumento prometido aunque sí se consiguió el nombramiento de una cantidad de profesionales. Con renovada dirigencia reinician Huelga Nacional Indefinida para conseguir el incremento efectivo de sus remuneraciones; y los demás profesionales de la salud nuevamente salen a denunciar la inequidad en el trato, la precariedad absoluta de algunas ramas profesionales -más aún de aquellos que se encuentran laborando por servicios no personales-, y anuncian un paro nacional.
La estructura del sector como la mayor limitante de la lucha:
Es conocido por cualquier miembro de un «equipo de salud» (retórica común de nuestros tecnócratas, aunque inexistente en la práctica) que el sector salud tiene, al igual que la evolución del pensamiento médico en la historia de la humanidad, una estructura completamente patriarcal, donde las subestructuras de mayor poder están completamente diseñadas para los médicos, dejando a los demás profesionales del sector sin capacidad decisoria real a ningún nivel importante. Dentro de esta estructura, las luchas de las enfermer@s, l@s han colocado en un lugar privilegiado con respecto a los todos los demás profesionales -que tienen en realidad una formación profesional del mismo nivel que ell@s-, habiéndoles logrado arrancar a los médicos algunos cupos de poder. Por tanto en la pirámide del sector salud encontramos en la punta a los médicos, siguiéndoles las enfermeras, aunque algo de lejos, y mucho más lejos tenemos al grueso de todos los demás profesionales de la salud, constituyen
do una masa indiferenciada y desprovista de capacidad real de influenciar en la estructura del sector. No es necesario mencionar que los trabajadores no profesionales no tiene lugar en esta estructura, y no poseen prácticamente ningún cupo de poder, lo cual se refleja claramente en la tercerización de un sector de los mismos, la cual avanzó mucho en los 90, y no hay intención alguna de revertir.
Lo que tenemos finalmente es una lucha fraticida por las migajas del sistema. Lucha donde los médicos «no se juntan con nadie» para resolver sus reivindicaciones; las enfermeras también luchan por separado denunciando constantemente su posición subordinada excesivamente con respecto a la de los médicos; y el resto de profesionales del sector denuncian a ambos, aunque no tienen ellos mismos una unidad, pues esta es débil, no orgánica y coyuntural.
Lo que podría (y debería) ser:
Tenemos en nuestro país un aparato estatal organizado en gran parte para asegurar el lucro de la burguesía trasnacional -con la burguesía peruana históricamente subordinada a aquella- en donde el abandono de las funciones del estado sirve como mecanismo previo -y subsiguiente justificación- de la privatización de los servicios públicos. De esta realidad no se abstrae el sector salud, pues ya se ha avanzado en la privatización de los mismos abriéndole camino a la inversión privada y disminuyendo sistemáticamente el presupuesto sectorial con respecto a las crecientes necesidades de la también creciente población peruana.
En éste sentido, y en total congruencia con la legislación laboral peruana, la más flexible del Latinoamérica -léase funcional a las exigencias del capital trasnacionalizado y de nuestra burguesía subordinada,- la tendencia de los salarios de todos los trabajadores del sector salud -profesionales y no profesionales- siempre va ser a la baja; y cualquier aumento o mejora en las inmorales condiciones de trabajo tendrá que ser producto de una dura batalla de los trabajadores organizados.
Si aceptamos esta premisa como cierta, obviamente junto con el fortalecimiento interno de nuestras debilitadas organizaciones (débil militancia sindical, divergencias de línea donde prima el corporativismo, primacía de la ideología liberal, escasez de cuadros con una formación sistemática etc.) pasa a primer plano el establecimiento de una agresiva y sólida política de alianzas.
En términos estrictamente reivindicativos, las exigencias principales de todos los gremios son aumento salarial (lo cual implica aumento presupuestal para el sector salud en su conjunto) y lucha contra los contratos por servicios no personales; y la unidad para la lucha por estas reivindicaciones es exigencia histórica.
En términos morales, para cualquier profesional del sector salud -al igual que deberían serlo para todos los trabajadores del sector- el poder brindar una atención de calidad a la población peruana es prioridad ética. En ese sentido, y al ser los intentos sistemáticos de privatización del sector la principal amenaza al acceso universal a esta atención de calidad, es la lucha contra esta privatización, en todos sus rasgos, lo que debiera ser motivo principal de unidad de todos! los gremios de trabajadores profesionales y no profesionales.
Por ende, la constitución de una estructura orgánica que tome como prioridad y eje central «la defensa del derecho a la salud de todos los peruanos» en la que la lucha contra todos los mecanismos de la privatización y de la concepción neoliberal de la salud (abandono presupuestal del sector, bajas remuneraciones, contrataciones por servicios no personales, tercerización, políticas de medicamentos funcionales al lucro del capital trasnacional, etc.) es una exigencia tanto Histórica como Moral.
Si partimos con este esclarecimiento, no habría razón para que todos los gremios ya existentes no se articulen un gran frente que luche por la defensa de la salud de las personas y los intereses colectivos de todos los trabajadores del sector, nivelando remuneraciones y beneficios obviamente hacia arriba y no hacia abajo.
Sin embargo, no podemos obviar nuestro análisis previo sobre la estructura del sector. Es imposible lograr esta unidad sin avanzar hacia una mayor equidad en las relaciones de poder dentro de la misma. Es necesario romper con esa estructura patriarcal y piramidal, donde esos cupos exagerados de poder que detentan los médicos imposibilitan la concreción en la praxis de cualquier equipo de salud. Y dado que no es posible calidad de atención sin atención multidisciplinaría, esta estructura atenta directamente contra los principios mismos de la profesión médica en particular, y el fin primero de cualquier trabajador de la salud en general.
Avances hacia el sindicalismo que necesitamos: ¿Dónde está la vanguardia?
Los médicos y enfermeras -que tienen los lugares privilegiados- no avanzan hacia ésta unidad, los demás profesionales -por necesidad- están avanzando. Un gran problema es que al no existir partidos o movimientos políticos reales con miradas totalizantes que superen el corporativismo (poner los intereses del grupo por delante de los intereses comunes a todos), la lógica gremial se estrecha en ésta mirada. Sin embargo, las exigencias históricas y morales son las que determinan las formas orgánicas que toma la lucha, si no es posible lograr una articulación y fortalecimiento de la misma con la naturaleza estrictamente corporativa de los gremios en la actualidad; habrá o bien que reformar esta naturaleza corporativa o crear nuevas formas orgánicas. No será el primer lugar donde se haga.
En julio del 2004, en Quito, pude encontrarme con numerosas organizaciones sindicales del sector salud de todo el hemisferio en el marco del encuentro en defensa de los servicios públicos de calidad. En dicho evento me contaba el dirigente sindical brasileño -el paulista Jocelio Onummoud- que el tuvo que estudiar 7 años medicina para al terminar crear un «sindicato de salud», no de médicos, no de enfermeras, no de obstetrices, sino de salud, donde cualquiera de los anteriores pudiera participar.
Obviamente las ventajas de un gremio de éstas características son extraordinarias, pues por ejemplo, un sindicato de enfermeras tiene por fin máximo la defensa de los derechos de las enfermeras, y en la praxis eso constituye su mayor limitante, pues es imposible una mayor riqueza programática que implicaría la subordinación de aumentos salariales a la mejora global del sistema de salud; igualmente, el fortalecimiento del gremio queda truncado al no poder establecer alianzas reales -y en término de igualdad- con otros gremios, pues cada uno de ellos siempre tirará para su lado. En un sindicato de salud todos los profesionales -y no profesionales- en conjunto defienden el derecho de todas las personas a recibir una atención de salud de calidad, lo cual implica obviamente adecuadas remuneraciones para los que brindan estos servicios.
Esto genera no sólo un movimiento sindical sectorial único y poderoso, sino que el mismo se articula de tal manera con la población -pues el fin máximo del sindicato es defender los derechos de la misma- que obtiene de ella un apoyo increíble a la hora de luchar por sus reivindicaciones. Que diferencia con nuestra realidad donde la población desaprueba contundentemente el accionar de los médicos que anunciaron que abandonarán incluso las emergencias.
¿No les parece señores que es momento de articularse verdaderamente a la población, renovar estructuras orgánicas y métodos de lucha?; no para hacernos más tibios y condescendientes con el sistema, ni para trivializar nuestras medidas de fuerza, sino para radicalizar nuestra lucha, es decir, llevarla a la raíz misma del problema y actuar efectivamente sobre el mismo. En vez de abandonar los hospitales, en vez de dejar de atender a la sufriente población peruana porqué no atenderla todo el día en el hospital sin que nadie tenga que pagar por ello ni un sol. Que contundencia ganarían si logran movilizar a otros sectores de la población al mostrarles lo que debería ser la atención si el Estado asignara el presupuesto necesario -lo cual está como primer punto en la plataforma de los médicos pero que jamás se ha conseguido ni conseguirá.- Sin lugar a dudas, las posibilidades reales de triunfar en sus reivindicaciones aumentarían mucho. Y si todos los trabajadores de la salud -lite
ralmente- tomaran el hospital y atendieran como debe ser a la población, ¿que haría el estado al perder el completo control del sistema y privarse de los recursos que ingresan?
Las posibilidades de generación de un movimiento social que luche por la reivindicación del derecho a la salud – incluyendo remuneraciones justas a los trabajadores del sector – son enormes al igual que las nuevas posibilidades de lucha que se abren al enriquecernos programáticamente en la coalición de todos los trabajadores. Una medida de lucha como la que he propuesto es impensable en la actualidad, con una lógica estrictamente corporativa -donde las reivindicaciones del sistema público no pasan de la retórica- y el chantaje -me pagas mas o no trabajo- ha demostrado ser el mejor medio para conseguir aumentos salariales, pero sólo eso puede conseguir; mientras tanto, el derecho colectivo a la salud sigue siendo ultrajado con nuestra complicidad.
Para terminar, y responder a nuestra pregunta de ¿dónde está la vanguardia?; es muy interesante señalar que son los gremios de trabajadores no profesionales -con el ocultamiento mediático que sufren al no tener el status social de los médicos- los que se han acercado más a esta figura. Sindicatos que agremian a trabajadores de diferentes áreas, incluso algunos profesionales; sindicatos como el del hospital Loayza que articulado a la Internacional de Servicios Públicos (ISP) está tomando la defensa del sistema público de salud como prioridad efectiva de su gremio, el sindicato de trabajadores del hospital del niño que como primer punto de su última huelga de hambre tenía que el hospital atienda mañana y tarde a la población y que junto al sindicato de trabajadores del hospital dos de mayo el día de ayer marchó contra la firma del Tratado de Libre Comercio con EEUU -que atenta contra el derecho a la salud de la población-. Con mucha pena he de reconocer que no me imagino a la gloriosa Federación Médica Peruana marchando por este último motivo, tan urgente ante la inminente firma de este engendro del imperio, y donde es vergonzoso que los médicos no se pronuncien contundentemente.
Hasta ahora lo que tenemos es una «Coordinadora de Gremios Profesionales de la Salud»; pero obviamente los médicos no están ahí. En realidad a los médicos les correspondería, en aras de esta unidad, entrar a esta coordinadora en igualdad de condiciones con cualquiera de los otros gremios. Prácticamente vemos un bloque conformado por 15 sindicatos profesionales, y otro conformado sólo por los médicos, e ilógicamente este último tiene más poder. Cualquiera que conozca minimamente la situación sabe que a los médicos jamás se les ocurriría articularse en estos términos, pues obviamente significaría el abandono de su posición privilegiada para pasar a ser un gremio más, como es y debe ser compañeros. Si no tenemos un trato justo e igualitario entre nosotros, la unidad jamás será conseguida y seguiremos peleándonos entre nosotros por las migajas que nuestros débiles gremios logren arrancar a un sistema que ya dio su veredicto sobre nuestro sistema de salud: Abandono y privatización.