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Sales y soles

El mundo porvenir

Fuentes: Gara

¿Y si fuéramos un boceto? El borrador de un inédito cosmos. La escritora Ana María Shua plantea esa hipótesis en uno de sus turbadores relatos: «Seis millones de eones tardó en construirse el universo verdadero. El nuestro es sólo un proyecto, la maqueta a escala que el gran arquitecto armó en una semana para presentar […]

¿Y si fuéramos un boceto? El borrador de un inédito cosmos. La escritora Ana María Shua plantea esa hipótesis en uno de sus turbadores relatos: «Seis millones de eones tardó en construirse el universo verdadero. El nuestro es sólo un proyecto, la maqueta a escala que el gran arquitecto armó en una semana para presentar a los inversores. El universo terminado es muchísimo más grande, por supuesto, y más prolijo. En lugar de esta representación torpe, hay una infinita perfección en el detalle. Y sin embargo, como siempre, los inversores se sienten engañados. Como siempre, realizar el proyecto llevó más tiempo, más esfuerzo, más inversión de lo que se había calculado. Como siempre, recuerdan con nostalgia esa torpe gracia indefinible de la maqueta que usaron para engañarlos. No deberíamos quejarnos».

¿Y si fuéramos un prototipo? Un modelo desfasado, vasto y decadente. Astrónomos de la Universidad de St. Andrews, en Escocia, acaban de descubrir por primera vez, y a unos 5.000 años luz, una versión reducida de nuestro sistema solar. La estrella sobre la que orbitan esos planetas, su sol, ocupa y calienta la mitad que el nuestro. Un mundo chiquito, mínimo, básico, esencial… sin seres humanos.

¿Y si fuéramos un sueño? «Quien no descubre el mundo todos los días no lo ha visto nunca», aseguraba el filósofo presocrático Tales de Mileto. Un alumbramiento diario. La creación continua. Una utopía. «El mundo que otros llaman sueño, es lo que nosotros llevamos dentro del pecho», cuentan los zapatistas. «Ahí donde ustedes llevan el corazón, nosotros llevamos un mundo por venir. Si pudiéramos hablar lo que ese sueño contiene, o pintarlo, o cantarlo, o bailarlo, aparecerían niños y niñas, y sonreirían, es seguro. El agua sería limpia, los árboles y las flores vivos, y el aire una pista de baile para pájaros y cantos. Las cárceles serían bodegas de alimentos, los juzgados, centros de actividades artísticas, y las patrullas y camiones de policías, monstruos prehistóricos».