Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Es imposible ganar una guerra que no se puede definir. Esa parece ser la principal lección que se puede sacar de Afganistán, donde una supuesta victoria parece cada vez más inalcanzable. Es también la conclusión de varios expertos en la región, que temen que las fuerzas estadounidenses estarían atascadas para siempre en ese país injustamente castigado.
Los civiles a veces pueden ofrecer conocimientos sobre una situación de guerra que los combatientes profesionales no pueden dar. En 2001, el escritor estadounidense Philip Caputo ofreció una visión única de la psicología afgana. Había pasado un mes en Afganistán con los muyaidines, como reportero, durante la guerra de los afganos contra los soviéticos.
En algún momento de la década de 1980 acompañaba a un pelotón de muyaidines que escoltaba a 1.000 refugiados hacia Pakistán. Tenían que cruzar un torrente de montaña en un puente muy primitivo, consistente esencialmente en dos troncos colocados uno al lado del otro. Frente a él estaba un niño de 10 años, separado de su familia, con los pies hinchados por varios días de marcha descalzo.
Cuando Caputo se dio cuenta de que el muchacho estaba aterrado por la posibilidad de caer abajo en los rápidos con consecuencia de muerte segura, lo llevó al otro lado. Con la ayuda de su intérprete encontró al padre y le entregó al niño. El padre, en lugar de darle las gracias, le dio una bofetada en el rostro y le dio un puñetazo en el pecho gritándole airadamente. Caputo estaba obviamente sorprendido.
Le preguntó a su intérprete sobre la reacción del padre y el intérprete le explicó: «Está enojado con el chico por no cruzar por su cuenta, y enojado con usted por ayudarlo. Ahora, dice, su hijo esperará que alguien que le ayude cuando tenga dificultades.
Caputo concluye: «Bueno, ese niño probablemente aprendió. No sé qué fue de él, pero en mi imaginación, veo a nuestras tropas toparse con él: ahora con 31 años, acostumbrado a las dificultades y acostumbrado al combate, sin temor a la muerte y con un ejército de hombres como él a su lado».
En pocas palabras Caputo capturó magistralmente la fuerza del soldado afgano, capaz de luchar con las armas más primitivas contra los más grandes imperios de la tierra. Cuando estos soldados sienten su tierra usurpada por fuerzas extranjeras, su fuerza se multiplica. Y este es sólo uno de los obstáculos que enfrentan las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán.
Hay cada vez más dudas de que un simple aumento en el número de soldados que combaten en Afganistán pueda conducir a una victoria progresivamente más difícil de definir. Matthew Hoh, exfuncionario del Servicio Exterior y excapitán del Cuerpo de Marines, primer funcionario estadounidense que dimitió en protesta por la guerra de Afganistán, declaró al Washington Post: «Al llegar a Afganistán y servir en el este y en el sur (y particularmente hablando con los afganos locales) encontré que la mayoría de los que luchaban contra nosotros y el Gobierno central afgano estaban luchando contra nosotros porque se sentían ocupados».
Mientras tanto los costos de la ocupación siguen aumentando. Según algunas estimaciones, el gasto total en Afganistán es ahora de más de 2 billones de dólares, sin contar los costos futuros del interés por el dinero prestado para financiar la guerra. Esos costos adicionales podrían agregar billones de dólares en el balance total.
A esos costos se deben agregar los pagos médicos y de invalidez de los veteranos durante los próximos 40 años, que podrían ser más de 1 billón de dólares. Linda Bilmes, profesora de finanzas públicas en la Escuela Kennedy del Gobierno de Harvard, dice: «El costo de cuidar a los veteranos de guerra suele ser de 30 a 40 años o más después de un conflicto».
Desde el comienzo de la guerra, más de 2.350 soldados estadounidenses han muerto, además de miles en las fuerzas aliadas. Las pérdidas en Afganistán han sido aún mayores, con decenas de miles de civiles y militares afganos que murieron en el conflicto. Afganistán ha sido llamado el cementerio de los imperios. Debería llamarse más bien el cementerio de las ilusiones.
El doctor César Chelala es consultor internacional en salud pública y ganador de varios premios de periodismo .
Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/47900.htm
Esta traducción se pude reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a l traductora y Rebelión como fuente de la traducción.