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El papel estratégico del pueblo soviético en la victoria contra el nazi-fascismo

Fuentes: Vocesenlucha

«¿Qué pretendían los gobiernos de Estados Unidos, Francia e Inglaterra con esta velada complicidad con la Alemania fascista de la preguerra?»

En este 9 de mayo que se celebra el 80 aniversario del triunfo sobre el nazi-fascismo, es necesario reconocer el papel determinante del pueblo soviético en esta gesta histórica. En las actuales circunstancias políticas, económicas y sociales en el ámbito mundial, esta conmemoración cobra un significado especial ya que como nunca antes después de la última guerra, los pueblos se enfrentan a la amenaza real de una nueva contienda bélica que, de ocurrir, sería la última que la humanidad librase.

Por ello, es inminente retomar la experiencia histórica de la segunda guerra mundial y extraer las conclusiones necesarias que permitan luchar de manera efectiva contra los enemigos de la paz y la libertad de nuestras naciones. La historia debe ser un instrumento de lucha y una fuente de inspiración y reflexión de las tácticas y estrategias de nuestras acciones transformadoras.

En este sentido es ineludible reiterar una verdad histórica que no puede ser ocultada: la segunda guerra mundial tiene como responsables no sólo a los fascistas alemanes, italianos y japoneses, quienes, deseando un nuevo reparto del mundo, desencadenaron la tragedia bélica más terrible que registra la historia; también es preciso destacar la responsabilidad manifiesta de los imperialistas ingleses, estadunidenses y franceses en el estallido de la guerra. Los gobiernos de Inglaterra, Estados Unidos y Francia estimularon y permitieron el rearme de Alemania; solaparon el crecimiento vertiginoso de sus fuerzas armadas e invocaron una pretendida neutralidad frente a las agresiones fascistas a Etiopía en 1935, a España en 1936, a Austria y Checoslovaquia en 1938 y a Polonia en 1939.

Los mexicanos sentimos con especial dolor el crimen que los fascistas cometieron contra la República Española y recordamos, con indignación, el Comité de no Intervención que los gobiernos de Inglaterra, Francia y Estados Unidos crearon para encubrir su clara complicidad en el crimen. En España, los fascistas pusieron a prueba sus nuevas armas, sus métodos masivos de exterminio y toda la experiencia española se constituyó así en la advertencia de lo que sería el «orden fascista» en Europa. También, España se convirtió en la clarinada que alertaba a los fascistas sobre el indoblegable espíritu de lucha de un pueblo y la fraterna solidaridad combativa de los internacionalistas de muchos pueblos del mundo. Rendimos homenaje a los y las patriotas españoles que nutrieron de espíritu antifascista y de amor por la causa popular a toda una generación de militantes revolucionarios que lucharon en varios países en los destacamentos de la resistencia contra el nazi-fascismo.

Todas las agresiones nazi-fascistas de la preguerra quedaron impunes y, con ello, se permitió que los sueños de expansión mundial de las potencias del eje se tornaran cruel realidad. Los gobiernos inglés y francés pasaron por encima de acuerdos internacionales de mutua defensa con Polonia y Checoslovaquia, y de la voluntad de sus pueblos, permitiendo desvergonzadamente la ocupación nazi de estos países:

Ponemos de relieve estos acontecimientos históricos porque la historiografía imperialista se ha encargado de propagar una imagen tergiversada sobre las causas que provocaron la segunda guerra mundial, pretendiendo colocar la responsabilidad en la psicopatía de un individuo. Recurriendo, como lo hacen frecuentemente, al psicologismo, procuran hacer creer que Hitler y el apetito de poder de una camarilla de fanáticos desequilibrados, fueron el origen de la guerra. Hoy como ayer, los responsables de la guerra son los capitalistas, los monopolios que lucran con la muerte de millones, las compañías productoras de armamentos, las sociedades anónimas que invierten en el pingüe negocio de la guerra. Socios alemanes, ingleses, franceses y norteamericanos se beneficiaban por igual con la matanza de los pueblos.

“Las instalaciones para las cámaras de gas en las «fábricas de muerte» fascistas fueron vendidas por firmas alemanas estrechamente ligadas a monopolios yanquis. Los «carros de la muerte» se produjeron en las fábricas alemanas pertenecientes a la Ford y a la General Motors. El Bank of International Settlements de Basilea, cuyo director era el banquero neoyorquino Tomas Mackitric, compraba al Reich Bank Alemán el oro robado por los hitlerianos, así como los dientes de oro de las personas asesinadas en los campos de concentración”. [I. Nicolaev, V. Israelian, La segunda guerra mundial, México, Editorial Cartago, 1980, p. 104.]

¿Qué pretendían los gobiernos de Estados Unidos, Francia e Inglaterra con esta velada complicidad con la Alemania fascista de la preguerra? En primer lugar, se buscaba dirigir la maquinaria bélica alemana hacia el Este, hacia la Unión Soviética. Se quería realizar lo que no fue posible en los años que siguieron a la Revolución de Octubre, cuando todas las potencias imperialistas asediaban a la joven república de los soviets: planeaban destruir el socialismo; derrocar el poder de los trabajadores. Este era el objetivo esencial que buscaban los intervencionistas. Todos coincidían en su odio de clase hacia el socialismo. El antisovietismo y el anticomunismo estuvieron presentes a lo largo de toda la contienda bélica y fueron el factor subyacente en la singular conducción de la guerra por parte de los aliados occidentales de la Coalición Anti hitleriana. El retraso en la apertura del Segundo Frente hasta el año 1944 (cuando ya el curso de la guerra se había decidido en el frente soviético) y la sistemática política de las acciones militares pequeñas, tenían por objeto lograr el desgaste y la derrota de la Unión Soviética.

Es también significativa para la lucha actual de nuestros pueblos una experiencia histórica que se presenta durante la segunda guerra mundial: la traición nacional de la mayoría de los gobiernos capitalistas de Europa ante el ataque y la ocupación fascista. La entrega que la burguesía hace de sus propias naciones en aras de proteger sus intereses de clase es una constante durante la guerra. El mariscal Philippe Pétain, el colaboracionista jefe de gobierno que entrega Francia a los alemanes, representa cabalmente la política seguida por la mayoría de los gobiernos europeos establecidos que, uno a uno, fueron sometiéndose dócilmente a los nazis, instalándose gobiernos de ocupación en los que estos colaboracionistas desempeñarían un importante papel en la represión y en la dominación de sus propios pueblos.

Los ejércitos burgueses ofrecieron una resistencia mínima o simbólica y se desmoronaron ante el ataque fascista. Esta actitud capituladora y entreguista de los regímenes capitalistas europeos muestra nítidamente la tendencia histórica de nuestra época, en el sentido de que la burguesía hace tiempo dejó de representar el interés nacional y, por el contrario, se convierte, en función de sus estrechos intereses de clase, en una fuerza antinacional que va en contra del progreso y el bienestar social de la mayoría dentro de la Nación.

Por el contrario, durante el inicio y el desarrollo de la guerra, las clases trabajadoras, en particular la clase obrera, se lanzan en forma resuelta al combate antifascista. La participación activa de los pueblos en la resistencia patriótica nacional y el peso decisivo de la Unión Soviética en la contienda, van cambiando la naturaleza misma de la guerra: de imperialista se transforma en una guerra popular, antifascista, cobrando de este modo el carácter de una guerra justa y necesaria hasta la derrota del fascismo.

En esta guerra de los pueblos contra el fascismo, los comunistas intervienen de manera resuelta y consecuente; organizan destacamentos guerrilleros y de resistencia; efectúan labores de sabotaje y de ajusticiamiento en la retaguardia de los fascistas, mantienen viva la identidad y la dignidad nacionales frente al invasor.

Asimismo, los comunistas integran ese otro ejército de combatientes anónimos que efectuaban inapreciables trabajos de información y de inteligencia en las mismas filas del enemigo. Rendimos un homenaje especial a esos cientos de hombres y mujeres que les tocó luchar en ese singular «frente interno», en el que la mayoría cayó en manos de los torturadores y los asesinos. Evocamos con admiración la memoria del comunista alemán Richard Sorge y la del comunista polaco Leopoldo Trepper; y la de todos aquellos que como ellos no eran espías profesionales a sueldo, mercenarios de los aparatos de inteligencia y subversión capitalistas, sino modestos y valerosos revolucionarios que lucharon y murieron por la causa del pueblo y del socialismo.

En el seno de nuestros pueblos, diariamente y desde hace muchos años, vienen trabajando los poderosos medios de comunicación, y, ahora, las redes sociales, influenciados o controlados por la concepción imperialista del mundo. Se produce película tras película, serie tras serie de televisión en las que se presenta al ejército estadounidense como la fuerza militar que derrotó a Alemania. La acción militar que se inicia con el desembarco aliado en Normandía aparece como el acontecimiento más importante de la segunda guerra, intentando, con estas distorsiones, ignorar la contribución soviética.

Reiteramos que la Unión Soviética constituyó, sin lugar a dudas, el factor decisivo en la derrota del fascismo. Sus fuerzas armadas se enfrentaron a lo largo de la guerra al grueso del aparato militar nazi fascista y después de las victorias de Moscú, Stalingrado, Kursk y Leningrado, se puede afirmar que los fascistas habían sido estratégicamente derrotados.

Pero, ¿cuál es el factor que puede poner en claro el secreto de esta extraordinaria hazaña de las fuerzas armadas soviéticas?: el carácter socialista del régimen. El Ejército Rojo fue, indudablemente, un ejército de nuevo tipo, un ejército del pueblo, con una retaguardia fuertemente organizada y, en palabras de Lenin, «con los hombres más leales a la causa de la Revolución, pero además bien armados, bien abastecidos y bien adiestrados»

El socialismo cohesionó a los pueblos y a las naciones de la Unión Soviética en un solo ejército de obreros y campesinos. Los ideólogos burgueses auguraban la ruptura nacionalista de los pueblos y las naciones que conformaban la Unión Soviética ante el embate de los fascistas. La victoria en la Gran Guerra Patria probó que un nuevo tipo de pueblo se había consolidado durante la experiencia revolucionaria de la URSS: el pueblo soviético, una nueva comunidad multinacional unida por el internacionalismo socialista, que, pese a la desaparición de la URSS, no deja de ser una reivindicación programática vigente para el caso de comunidades multinacionales unificadas en un Estado plurinacional.

De la misma manera, es importante señalar que la Unión Soviética no sólo llevó sobre sus espaldas el peso fundamental del esfuerzo bélico, sino que, a partir del triunfo sobre el nazi-fascismo, se inclina la correlación de fuerzas en favor de las luchas revolucionarias y de liberación nacional. A partir del fin de la guerra se desmorona el sistema colonial de los imperialistas y surgen a la vida independiente decenas de nuevas naciones.

A 80 años de la victoria contra el fascismo, es necesario mantener viva la memoria de esos hombres y mujeres que lucharon y murieron por un mundo mejor.

Fuente: https://vocesenlucha.com/papel-pueblo-sovietico-victoria-contra-nazi-fascismo/

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