Pocas cosas, a nivel de dignidad personal, son tan vergonzantes como ver a un coro de sacristanes ser más papistas que el Papa y hacer más alharacas de campanas que el Vaticano cuando anuncia a un nuevo Pontífice.
Tal está ocurriendo con la cuestión de Ucrania, en la que los europeos atlantistas están resultando más gringos que los gringos, con la –inteligente- excepción de Alemania. Ese país, en vez de hacer el ridículo de mandar fragatas a contaminar más las aguas, ha enviado cascos y un hospital de campaña, cosas que de verdad hacen falta en Ucrania, los primeros para protegerse de los rifles de madera; los segundos para apoyar al derruido sistema de salud ucraniano, el más deprimente de Europa, como corresponde a un país corroído por la corrupción.
No entraremos a inútiles polémicas, sino a dar un paseo por el debate sobre Ucrania y la OTAN en EEUU –han leído bien-, debate ausente en los medios periodísticos españoles y europeos (con escuálidas excepciones), convertidos estos medios en simples cajas de resonancia de las consignas de políticos mandantes y mangantes. En ese circo de alaridos, bramidos y cilicios, los análisis pies en tierra son desconocidos y la rampante ignorancia es disfrazada con pastiches, demagogia y amenazas histéricas, como si un tema tan serio se fuera a resolver con el chipote chillón del Chapulín Colorado.
Ha sido notable y numeroso el número de expertos y analistas estadounidenses que, desde sus inicios, han considerado un grave error la expansión de la OTAN al este. Quienes han opinado y opinan así no son militantes de izquierda, sino todo lo contrario. Individuos procedentes de sectores conservadores, anticomunistas y educados en la escuela del realismo político, es decir, para tranquilidad del personal, ‘personas libres de toda sospecha’ (algo casi desconocido en periodistas europeos), pero sabedoras de que la política mundial no es cuestión a manejar con alharacas, sino con los pies en la tierra y midiendo las consecuencias de cada decisión a corto, mediano y largo plazo.
El primero en dar la alarma sobre los peligros de la expansión de la OTAN fue George Kennan, el artífice de la política de la contención contra el comunismo y uno de los estrategas conservadores más venerados en EEUU. Kennan expresó su desacuerdo en un artículo publicado en The New York Times, el 5 de febrero de 1997, con el título Un error fatídico, en el que expresaba:
“Pero aquí está en juego algo de la mayor importancia. Y tal vez no sea demasiado tarde para presentar una opinión que, en mi sentir, no es solo mía, sino compartida por otras personas con una amplia y, en la mayoría de los casos, más reciente experiencia en asuntos rusos. La opinión, expresada sin rodeos, es que expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la guerra fría. […]
“Los rusos están poco impresionados con las garantías estadounidenses de que no abrigan intenciones hostiles. Verían su prestigio (siempre lo más importante en la mente rusa) y sus intereses de seguridad como afectados negativamente. Por supuesto, no tendrían más remedio que aceptar la expansión como un hecho militar consumado. Pero seguirían viéndolo como un rechazo de Occidente y probablemente buscarían en otra parte garantías de un futuro seguro y esperanzador para ellos.”
Seguirá en esta línea crítica y disidente otro de los jerarcas de la geopolítica en EEUU, también más conocido. Hablamos de Zbigniew Brezinski, un ‘halcón’ de la Guerra Fría y ex asesor de seguridad del presidente Jimmy Carter. En 2017, con 89 años y poco antes de fallecer, Brezinski, viendo la deriva política de EEUU, afirmó que “analizando las amenazas a los intereses estadounidenses, el escenario más peligroso sería un gran coalición de China y Rusia, unidas no por ideología, sino por agravios complementarios… [Esta coalición] recordaría en escala y alcance el desafío que una vez planteó el bloque chino-soviético, aunque esta vez China probablemente sería el líder y Rusia el seguidor”. A este escenario de alianza sino-rusa se le llamó, en EEUU, “la pesadilla de Brezinski”. El lector inteligente habrá captado –como un Sherlock Holmes de la geopolítica- el hilo que une el artículo de George Kennan y la pesadilla de Brezinski: Rusia ha buscado “garantías de un futuro seguro” en China, y China, a su vez, ante el acoso creciente de EEUU, un aliado sólido y seguro en Rusia.
En EEUU, la crisis de Ucrania ha hecho recordar a estos dos tótems de la geopolítica estadounidense, por cuanto hay cada día más claridad sobre el error que ha sido ampliar la OTAN, empujando a Rusia a una política de desafío y de “asociación estratégica” con China. Como esto es un artículo, no una tesis doctoral, de las decenas de artículos que aparecen recurrentemente, hemos seleccionado unos pocos, por el prestigio del medio en que aparecieron y por el prestigio y experiencia de sus autores. Nada de basurita.
El primero está firmado por Katrina vanden Heuvel y James Carden. Katrina vanden Heuvel es directora editorial y editora de The Nation y escribe una columna semanal para The Washington Post. James Carden fue asesor de la Comisión Bilateral EEUU-Rusia con la administración Obama y trabajó con Hillary Clinton, cuando fue secretaria de Estado. Algo, pues, saben del tema, y lo comentan en un artículo titulado Hang up the magical thinking and try strategic empathy on for size (Deja el pensamiento mágico y prueba la empatía estratégica), publicado el 17 de diciembre de 2021 en la revista Responsible Statecraft. En ese artículo afirman:
“Putin ha llegado incluso a trazar una línea en la arena: la expansión de la OTAN para incluir a Ucrania es inaceptable para el Kremlin. La justificación de la seguridad nacional para tal posición parece bastante racional, ya que, como señaló Putin el 30 de noviembre, “si aparecen sistemas de ataque con misiles en Ucrania, el tiempo de vuelo hasta Moscú será de siete a diez minutos, o cinco con armas hipersónicas”. […]
“Considere: ¿Nuestra derogación del tratado ABM, el INF, los cielos abiertos y la expansión de la OTAN hasta las fronteras occidentales de Rusia, con repetidas garantías de que Ucrania y Georgia «se convertirán» en miembros de la OTAN en el futuro, hizo que Estados Unidos, sus aliados en Europa del Este y Rusia estuvieran más o menos seguros? ¿Hizo a Rusia más o menos proclive a la cooperación, el diálogo y la diplomacia?”
Ross Douthat, en un artículo en The New York Times, de 22 de enero de 2022, titulado How to Retreat From Ukraine (Cómo retirarse de Ucrania), nos dice lo siguiente:
“[El] intento de sacar a Ucrania de la órbita de Rusia, la puerta entreabierta a los ucranianos que preferían alianzas con Occidente, fue un estúpido compromiso, excesivo incluso cuando el poder estadounidense estaba en su apogeo. […]
“Pero en geopolítica las buenas intenciones siempre van a remolque de las realidades del poder. Sean cuales sean sus deseos o los nuestros, el gobierno de Ucrania simplemente nunca ha estado en condiciones de unirse plenamente a Occidente: es demasiado débil económicamente, está demasiado dividido internamente y simplemente está en el lugar equivocado. Y las acciones de las administraciones de Bush y Obama -y a pesar de todas las simpatías personales de Trump por Putin, algunas acciones de la administración de Trump también- nos han dejado desbordados, y nuestro abrazo de poder blando a Kiev está mal preparado para manejar las contramedidas de poder duro de Moscú.”
Sigamos. En The American Conservative, Rod Dreher, columnista que fue en el diario ultraconservador The Washington Times, en el artículo titulado US Blunders, Ukraine’s War (Los errores de EEUU, la guerra en Ucrania), de 23 de enero de 2022, afirmaba:
“Nuestro verdadero desafío estratégico es China, en el este de Asia. Eso exige todo nuestro enfoque. No tenemos otra opción realista que ceder al menos en algunas de las demandas de Rusia, incluido el reconocimiento del hecho de que Ucrania nunca será parte de la OTAN. Como dice Douthat, estaríamos locos si pensáramos en arriesgarnos a una guerra nuclear por el Donbass. […]
A los conservadores que están pisando fuerte listos para ir a la guerra con Putin por Ucrania, permítanme recordarles que nosotros, los estadounidenses, no permitimos que Nicaragua, en la década de 1980, hiciera lo suyo al aliarse con los soviéticos. Se podría argumentar —nuestro lector de izquierda Hector St-Clare sí argumenta— que Estados Unidos debería haber respetado la soberanía de Nicaragua. Pero en el mundo real, EEUU no podía permitir que otro país alineado con la Unión Soviética entrara en nuestro patio trasero.”
Terminamos con Stephen Walt, columnista de Foreign Policy, y su artículo Liberal Illusions Caused the Ukraine Crisis (Las ilusiones liberales causaron la crisis de Ucrania), de 19 de enero de 2022:
“La gran tragedia es que todo este asunto fue evitable. Si Estados Unidos y sus aliados europeos no hubieran sucumbido a la arrogancia, las ilusiones y el idealismo liberal y confiado en cambio en las ideas fundamentales del realismo, la crisis actual no se habría producido. De hecho, Rusia probablemente nunca se habría apoderado de Crimea y Ucrania estaría más segura hoy. El mundo está pagando un alto precio por confiar en una teoría defectuosa de la política mundial.”
Walt llega a una conclusión que resultará familiar: la índole del pensamiento que en EEUU llaman liberal, pero que no sería más que una prolongación del pensamiento imperial, de honda raigambre en esto que llamamos Occidente:
“[El liberalismo] divide el mundo en «buenos Estados» (aquellos que encarnan los valores liberales) y «malos Estados» (prácticamente todos los demás) y sostiene que los conflictos surgen principalmente de los impulsos agresivos de autócratas, dictadores y otros líderes antiliberales. Para los liberales, la solución es derrocar a los tiranos y difundir la democracia, el mercado y las instituciones basadas en la creencia de que las democracias no luchan entre sí, especialmente cuando están unidas por el comercio, la inversión y un conjunto de reglas acordadas.”
Walt comenta esa visión de ‘buenos¡ y ‘malos’ en estos términos:
“Si esta visión halagüeña hubiera sido acertada, la difusión de la democracia y la extensión de las garantías de seguridad estadounidenses a la esfera de influencia tradicional de Rusia habría planteado pocos riesgos. Pero ese resultado era poco probable, como podría haber dicho cualquier buen realista. De hecho, los opositores a la ampliación se apresuraron a advertir que Rusia inevitablemente consideraría la ampliación de la OTAN como una amenaza y que seguir adelante envenenaría las relaciones con Moscú. Por eso, varios destacados expertos estadounidenses —incluidos el diplomático George Kennan, el autor Michael Mandelbaum y el ex secretario de defensa William Perry— se opusieron a la ampliación desde el principio.”
No hay, en este artículo, intención ninguna de plantear tesis o conclusiones. El propósito es dar una pequeña muestra de los análisis en EEUU sobre la crisis de Ucrania, que no es una crisis con Ucrania. Es una crisis con EEUU y la OTAN por un tema tan antiguo como la humanidad: la necesidad de los Estados –y de las personas- de sentirse seguro y libre de amenazas. También mostrar la diferencia entre debates con conocimiento de causa y la charlatanería de estos lares. No estamos, en la presente crisis, ante una confrontación entre democracia y autoritarismo; tampoco plantea Rusia volver al pasado. El problema es la OTAN, el problema es EEUU. Lo decimos nosotros, pero lo dicen también grandes expertos, conservadores y liberales, en EEUU. Si no se resuelve ese nudo gordiano habrá guerra, y no por culpa de Rusia. Es lo inverso. La paz depende, no de Rusia, sino de EEUU. Al menos ir a las trincheras informado. Nosotros ya tenemos finquita en Nueva Zelanda, vecina al Señor de los Anillos.
Augusto Zamora R. Autor de Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos (3ª edición, 2018); Réquiem polifónico por Occidente (2018) y Malditos libertadores (2ª edición 2020).
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