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El secreto del sargento Bales y la partida final afgana

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


A pesar de la insistencia de Washington en que los crímenes de Kandahar de hace una semana fueron la desaforada acción de un sargento estadounidense «al parecer trastornado» o «probablemente trastornado», el pueblo afgano se cree las conclusiones de la investigación de sus parlamentarios de que en la masacre participaron entre 15 y 20 soldados estadounidenses. El presidente afgano Hamid Karzai también estuvo de acuerdo en que la versión de EEUU «no es convincente».

Incluso dentro del establishment militar afgano, prevalece la opinión públicamente aireada del jefe del estado mayor afgano, Sher Mohammad Karimi, condenando a las tropas estadounidenses. El teniente general Karimi, que visitó la escena del crimen, calificó la acción de masacre premeditada perpetrada por un grupo de soldados estadounidenses.

Esto va a hacer que la firma del pacto estratégico entre Washington y Kabul, que debería producirse antes de la celebración de la cumbre de la OTAN en Chicago el próximo mes de mayo, se convierta en un asunto muy dificultoso. Washington espera que Karzai ponga su firma en la línea de puntos antes de mayo y Karzai sabe que su futuro político depende de que lo haga.

En un comentario extraordinario efectuado la pasada semana, el influyente mediador francés Bernard Kenry-Levy amenazó diciendo que la comunidad internacional nunca debería haber «dependido ciegamente del gobierno corrupto de Hamid Karzai».

Haciéndose eco de los puntos de vista de muchos comandantes estadounidenses, arremetió contra la planeada fecha de retirada de 2014 calificándola como «una admisión de fracaso e impotencia», pero dijo también que prolongar la presencia militar más allá de esa fecha es también difícil «considerando el coste humano». Por tanto, la única vía disponible es «irse y quedarse», es decir, retirar las tropas de combate «pero dejar bases militares e instructores».

Levy tiene esta respuesta: «Admito que no se puede reducir a Afganistán… a una confrontación desesperada entre los asesinos talibanes y los corruptos integrantes del régimen de Karzai… En Kabul… allí están, además, los herederos de Massoud [el difunto comandante de la Alianza del Norte, Ahmad Shah]. Y tal vez, antes de retirar la escalera, sería recomendable intentar recurrir a ellos, en un intento final, como una última oportunidad».

A Karzai se le está de nuevo amenazando con que su potencial sucesor está ya vestido de gala y esperando en el salita. La cuestión es, a través de todos los sucesos destacados de las últimas seis a ocho semanas -los soldados estadounidenses orinando sobre cadáveres de talibanes, la quema del Corán o las masacres a civiles-, que la constante ha sido la firma de un pacto estratégico con Kabul que asegure una presencia militar a largo plazo.

El presidente de EEUU Barack Obama repitió el pasado martes, con ocasión de su conferencia de prensa conjunta con el primer ministro británico en visita David Cameron, que a Karzai se le había dejado todo muy claro. Pero después de los sucesos de Panjwayi, esto ya no puede solo reducirse a una batalla de mordacidades entre Obama y Karzai.

Moscú entra en escena: En el cuso de una entrevista en exclusiva de 30 minutos de duración transmitida por un canal de la televisión afgana la pasada noche, el ministro de exteriores ruso, Sergey Lavrov, repitió no menos de cuatro veces que Rusia confía en un Afganistán «neutral», contraseña de ausencia de tropas extranjeras.

La política rusa se está moviendo por dos vías. Primera, Moscú espera trabajar estrechamente con Karzai. «A diferencia de otros [léase Washington], no le dictamos al gobierno [de Kabul] cómo debe construir el proceso de reconciliación nacional. Sabemos que hay pastunes, uzbecos, tayicos y hazaras. Todos ellos deben encontrar su camino en el sistema político para que todos se sientan parte del proceso y no se quedan aislados. Ese es el principio general; cómo llevarlo a la práctica no es algo que nosotros tengamos que dictarle a las autoridades afganas».

Por otro lado, Lavrov cuestionó que la administración Obama o la OTAN puedan decidir unilateralmente en asuntos tales como «transición» o poner fin a las «misiones de combate». Exigió que la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés) confirmara en primer lugar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que ha cumplido su mandato antes de precipitarse y proponer la retirada de los contingentes de EEUU y la OTAN.

Lavrov señaló que hay una contradicción importante en la posición de EEUU. Por una parte, Washington está asumiendo que el mandato de la ISAF se ha cumplido ya y está retirando las tropas de Afganistán, pero, por otra parte, está discutiendo con gran determinación con Kabul «el establecimiento de cuatro o cinco bases militares para el período posterior a 2014». Con lenguaje contundente, resumió así la posición de Moscú:

«No creo que deba hacerse de esa forma porque si necesitas de la presencia militar, entonces tienes que proseguir con el cumplimiento del mandato del Consejo de Seguridad. Si no quieres cumplir ese mandato o crees que ya se ha cumplido y, no obstante, pretendes establecer y mantener una serie de bases militares, no parece que sea una actuación muy lógica. Creo también que no debería utilizarse el territorio afgano para crear emplazamientos militares que puedan causar preocupación a terceros países.

No creo que sea lógico pensar que la tarea habrá concluido en 2014 y sin embargo pienses permanecer en las bases militares por un período mucho más prolongado. No entiendo el propósito de las bases militares y, además, EEUU está negociando con los países centroasiáticos para pedirles una presencia militar a largo plazo. Queremos poder entender las razones de lo que está haciendo y por qué lo considera necesario. No obstante, pensamos que todo eso no ayuda a estabilizar la región».

Después, Lavrov afirmó que Moscú mantiene lo siguiente:

  • Uno, en Afganistán no ha disminuido el terrorismo;

  • Dos, se está «empujando» a los terroristas a las regiones del norte, desde donde se están infiltrando en los «países de Asia Central vecinos de la Federación Rusa y eso no añade precisamente estabilidad a la región»;

  • Tres, la ISAF está utilizando la denominada Red de Distribución del Norte y «nosotros [Rusia] creemos que esa es nuestra contribución para cumplir el mandato que las fuerzas internacionales recibieron del Consejo de Seguridad» y, por tanto, «tenemos derecho a exigir» que el mandato se ejecute antes de que termine lo que la ISAF considera «misión de combate».

En resumen, Moscú ha hecho saber que la administración Obama no puede seguir dictando la trayectoria de esta guerra. La entrevista de Lavrov fue cuidadosamente programada porque es esta semana cuando el Consejo de Seguridad debe revisar el mandato de la ISAF.

Moscú está añadiendo a Afganistán a la letanía de temas sobre los cuales va adoptar una posición de «firmeza», además del planeado sistema de defensa antimisiles, Siria e Irán. La pasada semana, Moscú reveló que podría ofrecer a la OTAN una base militar en Ulyanovsk, en el Volga, como enclave de transporte para el transporte de suministros para la guerra.

La peculiar oferta rusa sitúa ante un dilema al Pentágono y a la OTAN. Desde un punto de vista logístico, es un ancla vital de salvación, pero desde el punto de vista geopolítico, puede que Washington tenga que pensárselo dos veces. La alternativa es volver a Pakistán y conseguir que se abran las dos rutas de tránsito. El presidente de la junta de jefes de estado mayor, Martin Dempsey, acaba de hacer precisamente eso.

Dempsey dijo en el Charlie Rose Show que Washington está comunicándose «directa y privadamente» con Rawalpindi y «me siento personalmente optimista de que podamos recomponer la relación de forma que ambos países satisfagamos nuestras necesidades». Mencionó al jefe del ejército pakistaní, Ashfaq Kayani, como alguien con quien había tenido las «más francas y sinceras conversaciones» y que éste le había comunicado que «haría lo que pudiera».

Dempsey jugó incluso la «carta india», subrayando que el principal desafío para EEUU era conseguir que el ejército pakistaní cambiara su arraigada creencia en que «la India supone su mayor amenaza existencial». (No reveló cómo Washington piensa disipar los temores pakistaníes.)

Queda completamente claro que esta semana hay varias directrices solapándose. Rusia intenta arrojar el guante sobre la estrategia afgana de Washington cuando se produzca la renovación del mandato de la ISAF ante el Consejo de Seguridad. EEUU, a su vez, espera ansiosamente un resultado positivo de los procesos parlamentarios en Islamabad que puedan llevar a recuperar la asociación entre los dos países.

Mientras tanto, un tercer vector cuelga en el aire: la ira afgana por los asesinatos del Panjwayi. Lo mejor sería que los afganos aceptaran la versión del sargento Bales. Pero el mismo Bales está encerrado en confinamiento solitario en Kansas en Fort Leavenworth, donde para colmo de ironías, Dempsey y Kayani fueron en otro tiempo compañeros en la Escuela de Estudios Avanzados Militares estudiando actuaciones a desarrollar en escenarios bélicos.

El embajador M. K. Bhadrakumar fue diplomático de carrera del Servicio Exterior de la India. Ejerció sus funciones en la extinta Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanka, Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía.

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/South_Asia/NC20Df04.html