La expulsión de una delegación cubana del hotel María Isabel Sheraton en la capital mexicana confirma la exacerbación de peligrosas tendencias en la administración de George W. Bush. Se trata de una acción injerencista sin precedentes en cualquier tiempo y lugar toda vez que la cadena estadunidense actuó en México sujetándose, como es público y […]
La expulsión de una delegación cubana del hotel María Isabel Sheraton en la capital mexicana confirma la exacerbación de peligrosas tendencias en la administración de George W. Bush. Se trata de una acción injerencista sin precedentes en cualquier tiempo y lugar toda vez que la cadena estadunidense actuó en México sujetándose, como es público y notorio, a las leyes de su país de origen y en cumplimiento expreso de instrucciones del Departamento del Tesoro de Washington. Si pudiera caber alguna duda así se manifestó respecto al incidente el vocero del Departamento de Estado: «La ley de Estados Unidos se aplica a cualquier…subsidiaria estadunidense sin importar donde está, ya sea en la ciudad de México, en Europa o en Sudamérica»
El hecho encaja en una constante del gobierno de Bush, que es la vulneración de toda legalidad en casa y en el mundo, pero se inscribe en una forma aún más desfachatada y prepotente de ejercerla, como un recurso desesperado para escapar a sus graves problemas económicos, políticos y sociales internos, a su descrédito en el exterior y al empantanamiento en Irak. Se inserta también en el odio sin límites que genera Cuba en la oficina oval por haber hecho fracasar sus inauditos intentos por doblegarla.
La reunión del Sheraton tenía una sola peculiaridad: la de realizarse entre empresas y entidades estadunidenses interesadas en asociarse con Cuba en la producción de petróleo y funcionarios isleños del ramo, pero el Departamento del Tesoro había sido notificado sobre su celebración con anterioridad y medios de prensa internacionales estuvieron informando antes y durante la cita sobre lo tratado. Encuentros entre empresarios estadunidenses y emisarios cubanos se habían celebrado en México en los últimos años en hoteles pertenecientes a empresas de la gran potencia sin que Washington recurriera a medidas punitivas. De modo que la acción contra la delegación cubana habla de una agresividad redoblada, también explicable a partir de las delirantes declaraciones del secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el jefe de los servicios de espionaje John Negroponte contra Cuba y Venezuela, que implicaron al flamante gobierno de Evo Morales en Bolivia y, por extensión a todo intento de abogar en América Latina por políticas distintas a las que son del agrado de Estados Unidos. Tampoco se puede separar del fascista informe de Bush «sobre el estado de la Unión». Ese documento refleja a un gobernante frustrado y en una posición políticamente débil pero también empecinado en no escuchar crítica alguna y dispuesto a perseverar en las misma conducta que lo ha conducido a esa situación. No se debe perder de vista que Estados Unidos posee la supremacía militar, que aunque haya sido puesta en solfa varias veces con la guerra popular, como en Vietnam en su momento o en Irak desde hace tres años, conserva una incalculable capacidad de destrucción, hoy aumentada y en manos de la fanática e inescrupulosa pandilla bushista.
Volviendo a la hostilidad contra Cuba, lo que acaba de ocurrir en México se eslabona con un conjunto de acciones anteriores de Estados Unidos, ya explicadas en este espacio, en las que el norte revuelto involucra cada vez más a la Unión Europea, cuyo parlamento recién aprobó una moción de condena a la situación de los «derechos humanos» en la isla. El fariseísmo de esta condena es más notorio cuanto que no incluyó, aunque fuera como hoja de parra, la menor censura al campo de concentración instalado por Estados Unidos en el territorio cubano ilegalmente usurpado de la Base Naval de Guantánamo.
Como antes de la Segunda Guerra Mundial asistimos a la irrupción del fascismo, pero ahora en Estados Unidos, y se repite la ceguera y la cobardía de las mayores potencias ante el hecho. El peligro es enorme porque el Pentágono, en un cambio brusco a su doctrina militar, ha pasado a contemplar en sus planes de campaña el uso «preventivo» de las armas atómicas. No les falta razón a investigadores serios y bien informados como Michel Chosudovsky, quienes argumentan que la eventual agresión a Irán se llevará a cabo con ese tipo de armas. Pensándolo bien, Estados Unidos no dispone en la actualidad de fuerzas terrestres capaces de ocupar la antigua patria de los persas.
No se ha de subestimar el incidente del Sheraton. En el brutal acto se encuentra una expresión meridiana del nuevo fascismo atómico.