El maremoto de fines de 2004 está poniendo en crisis al modelo de dominación neoliberal, y por todo lo que significa es un desafío para los pueblos de todo el mundo. 1. El tsunami, o sucesión de olas gigantes producidas por el movimiento sísmico que tuvo su epicentro en Banda Acech (Sumatra) la mañana del […]
El maremoto de fines de 2004 está poniendo en crisis al modelo de dominación neoliberal, y por todo lo que significa es un desafío para los pueblos de todo el mundo.
1. El tsunami, o sucesión de olas gigantes producidas por el movimiento sísmico que tuvo su epicentro en Banda Acech (Sumatra) la mañana del 26 de diciembre, que de confirmarse las informaciones sería el tercer terremoto más devastador de la historia (tras los acaecidos en Sanshi en 1556 y en Tangshan en 1976) -ya que destruyó una docena de países del océano Indico, con más de 200 mil muertos, decenas de miles de desaparecidos, medio millón de heridos y millones de damnificados- está poniendo también de relieve cuál es la naturaleza del llamado modelo neoliberal que el gran capital trasnacional tratan de imponer al mundo, y de paso está desnudando a los gobiernos de Estados Unidos y de las potencias occidentales.
2. El tsunami modificó el eje de rotación de la Tierra, arrasó islas enteras, devoró pueblos, redujo archipiélagos a la mitad y cambió la geografía de varios países, pero sobre todo dejó una estela de hambre, de epidemias y de desolación que cuestiona a los poderes políticos y económicos trasnacionales, que si fueron incapaces de advertir del desastre no han respondido tampoco ante sus dimensiones.
3. El maremoto no pudo haberse evitado, desde luego, pero sí sus efectos, que pudieron ser menores si la información de que dispusieron los gobiernos, y en especial la administración de Bush, se hubiera hecho del conocimiento de los pueblos. ¿Por qué la base militar estadunidense en la isla británica de Diego García recibió el aviso del Centro de Alerta de tsunamis de Hawai y su personal fue puesto a salvo mientras la población civil era devastada, según informaron The New York Times y la BBC de Londres el 30 de diciembre? ¿Y por qué ningún responsable del gobierno indio hasta ahora ha explicado el motivo por el cual si la propagación de la cadena de olas tardó entre tres y cuatro horas en llegar a las costas de India no se alertó a los pobladores -mismo caso en que se hallan las autoridades de Sri Lanka-, lo que hubiera permitido salvar decenas de miles de vidas?
4. El modelo neoliberal ante una tragedia de estas dimensiones estalla hecho pedazos: no tiene respuesta para los seres humanos. El gobierno de Bush decidió invertir más en su fiesta de investidura que en la ayuda a Asia hasta que la crítica de algunos medios y la presión de los legisladores lo hizo reaccionar y darse por enterado asignando más fondos, que pasaron de 35 a 300 millones de dólares (1º de enero), aunque aun así otros países, como Australia y Japón, sigan aportando más que Estados Unidos. Y la explicación fue clara: son las grandes empresas, y si éstas no pueden son los ciudadanos los que deben afrontar la situación y no el gobierno, y para subrayarlo demandó la complicidad de dos ex presidentes, su padre y Bill Clinton, para que lo ayuden a una colecta que desresponsabiliza a su administración.
5. Y es eso mismo lo que Kofi Annan, el secretario general de Naciones Unidas, está haciendo: en vez de exigir a las grandes potencias y a los poderosos intereses trasnacionales que actúen corresponsablemente, pretende que sean los países con menos posibilidades, como los de América Latina, quienes lo hagan. De ahí que 10 días después del maremoto, y cuando los topos de la ciudad de México llevan allá días trabajando en los rescates, Vicente Fox se da por enterado y repite las mismas palabras de Bush y de Annan en un deplorable acto publicitario más de los que acostumbra (6 de enero).
6. La reacción tardía de Colin Powell, el saliente secretario de Estado estadunidense, ante la tragedia no ha hecho más que evidenciar aún más lo que históricamente ha significado «la ayuda» para el gobierno estadunidense, y cuáles son las nuevas amenazas que se ciernen sobre esa región, donde a todas luces la Casa Blanca no piensa en las víctimas, sino en sus intereses en la lógica de dominación. Powell no ocultó que el gobierno de Bush pretende utilizar el tsunami para alcanzar de manera menos complicada en el sureste asiático lo que ha estado buscando en Afganistán y en Irak tras costosísimas guerras: ampliar su hegemonía en la región; de ahí que vea fundamental estrechar sus vínculos con el que es el gobierno más represivo de la región, y el que enfrenta amplia oposición armada.
7. Tras sobrevolar Banda Acech, Powell justificó que su gobierno esté ayudando a Indonesia de manera prioritaria señalando ante las cámaras de televisión que este «apoyo militar» se debe a que Indonesia es el país musulmán más populoso del mundo (5 de enero), por lo que Washington espera que en retribución a su «generosidad» se entiendan cuáles son los valores americanos y mejore la imagen de Estados Unidos entre los pueblos musulmanes a los que, olvidó decir, sigue exterminando en Fallujah y otras ciudades iraquíes o en las montañas afganas. Por eso ya algunas voces empiezan a alertar sobre el hecho de que la ayuda pueda no servir para salvar vidas y reconstruir la infraestructura esencial de los miles de pueblos de pescadores y campesinos de esos países, sino para fortalecer gobiernos espurios, modificar las relaciones de producción e imponer valores culturales que faciliten la expansión del modelo neoliberal.
8. El hecho de que los gobiernos occidentales y la administración de Bush estén engañando a sus pueblos sobre el número de sus connacionales muertos no es sino una evidencia más de su noción de lo que es «la globalización», y de que buscan presentar el desastre como algo que afecta a los pueblos asiáticos, pero no a ellos (que sólo van a prestar «ayuda generosa»). En un principio se hablaba de 20 mil estadunidenses desaparecidos: ahora sólo son 4 mil, aunque nada más se reconozcan 16 muertos.
9. El desastre anuncia de esta manera una recomposición de las zonas de influencia hegemónica en la región. Y si hasta ahora esos países siniestrados, supuestamente independientes, habían estado bajo la influencia británica, no en balde la infraestructura de consulados y agencias responsables de informar sobre los desaparecidos sigue siendo la inglesa, como informó El País (2 de enero), Estados Unidos está empezando a tomar el relevo.
10. La depredación causada por el tsunami de 2004 no tiene paralelo, pero las hambrunas, las enfermedades y las epidemias que se ven venir, y sobre todo la desolación que amenaza a esos pueblos de no poder reconstruir su propio mundo, podría ser algo mucho peor. El maremoto de Lisboa de 1755 conmocionó a las inteligencias del Siglo de las Luces; el de ahora exige una reflexión global.