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La guerra en Afganistán

El último patinazo de Obama

Fuentes: Estrella Digital

Resultó sorprendente -y no sólo en EEUU- observar en los informativos televisados cómo, en su reciente visita a varios países asiáticos, el presidente Obama efectuaba una solemne reverencia ante el emperador del Japón. Como no es creíble que viese en él al «enviado del Cielo» (según la antigua tradición del culto imperial japonés) y que […]

Resultó sorprendente -y no sólo en EEUU- observar en los informativos televisados cómo, en su reciente visita a varios países asiáticos, el presidente Obama efectuaba una solemne reverencia ante el emperador del Japón. Como no es creíble que viese en él al «enviado del Cielo» (según la antigua tradición del culto imperial japonés) y que eso le incitase a doblar la cintura y bajar la vista al suelo, hay que pensar que alguien de su séquito le informó exageradamente sobre el respeto que convenía mostrar ante quien ahora sólo es un simple símbolo constitucional de la nación japonesa. Recordemos, sin embargo, que Obama nunca ha dado tales muestras de respeto ante otros presidentes o jefes de Estado que ha visitado y que también son símbolos de su respectiva soberanía nacional.

Para algunos críticos de la política de Obama en Afganistán, el discurso con el que, por fin, el presidente definió el pasado martes la estrategia a seguir desde ahora en ese afligido país, ha sido otra señal de respeto y reverencia, pero esta vez ante la institución militar estadounidense y sus mandos superiores.

No se trata sólo de que para tan importante y esperada alocución al pueblo de EEUU Obama eligiese como escenario, en vez del Despacho Oval, la Academia Militar de West Point y como público selecto a los cadetes que serán los MacArthur o los McChrystal del mañana. El peor y más ominoso antecedente de este hecho es que también en el mismo escenario, y ante una audiencia similar, su predecesor en la Casa Blanca expuso hace siete años la alucinante estrategia de la «guerra preventiva» que tanta sangre ha hecho correr en el mundo y que tan desastrosa se ha mostrado en cuanto a sus resultados. Digamos, en descargo de Bush y en contra de Obama, que el primero pronunció su discurso en la ceremonia de graduación militar de los nuevos oficiales, como es habitual en West Point, y Obama lo ha hecho sin ningún motivo especial, lo que resulta aún más sorprendente.

No vamos a criticar aquí, una vez más, el grave error estratégico que supone pretender ganar una guerra y, por otra parte, establecer anticipadamente los plazos de tiempo en que las tropas victoriosas volverán a casa. No se puede satisfacer a la vez los anhelos de la población, cansada de una guerra interminable que padecen, sobre todo, los más bajos estratos sociales, y los de unos mandos militares que desean alcanzar todos los signos de la victoria y ninguno de la derrota, como aquella vergonzosa retirada de Saigón que todavía vive en la mente de muchos estadounidenses. Se deduce de esto que la fecha de julio del 2011 es un simple brindis al sol y que la retirada de las tropas de ocupación (también llamadas de reconstrucción, de democratización o de seguridad, a gusto de cada opinante) tendrá lugar, simplemente, cuando se pueda. Lo mismo que el cierre de Guantánamo, anunciado para fines de este año e imposible de cumplir.

El resultado es que en los próximos seis meses 30.000 nuevos soldados estadounidenses llegarán a Afganistán, con lo que en menos de dos años el contingente militar de EEUU se habrá triplicado, alcanzado unos 100.000 efectivos. Si a esto se suman los 38.000 de la OTAN (a incrementar en unos 7.000), el despliegue militar en Afganistán superará al de la URSS en los años ochenta, que tanto contribuyó a la descomposición final de la superpotencia soviética. ¿Logrará Obama lo que no pudo obtener el Kremlin soviético?

Pero ahora existe otro problema. En el citado discurso Obama dijo literalmente (traducción de la Embajada en Madrid): «Como Comandante en Jefe, he decidido que es vital para nuestros intereses nacionales el envío de 30.000 soldados estadounidenses adicionales a Afganistán. Después de 18 meses, nuestras tropas empezarán a regresar a casa. Éstos son los recursos que necesitamos para retomar la iniciativa, a la vez que ampliamos la capacidad de Afganistán para poder permitir una transición responsable de nuestras tropas y salir de Afganistán». ¿Qué es y en qué términos se define una «transición responsable»? ¿Cuándo estarán las fuerzas armadas y de seguridad de Afganistán en estado operativo para sustituir a las tropas extranjeras de ocupación? Eso no depende de la Casa Blanca ni de la OTAN. La incertidumbre es la misma que existía antes del discurso porque siguen sin definirse con claridad los objetivos concretos de esta guerra.

Obama explicó: «Tomo esta decisión porque estoy convencido de que nuestra seguridad está en juego en Afganistán y Pakistán. Ése es el epicentro del extremismo violento practicado por Al Qaeda». Prefirió no recordar que su antecesor en la Casa Blanca fue el verdadero catalizador de la propagación del terrorismo en esos y otros países, con su aberrante «guerra preventiva contra el terror». Por cierto, en el citado discurso olvidó mencionar a Madrid como víctima de Al Qaeda, aunque sí recordó los atentados de Londres, Amán y Bali.

Digamos, aun a riesgo de simplificar, que todo parece indicar que Obama se quita de encima el peso directo de Afganistán, poniéndolo sobre los hombros del Pentágono y la OTAN, para dedicarse a otras preocupaciones más inmediatas y rentables políticamente. Un paso más en la acostumbrada militarización de la política exterior de EEUU, que Obama no parece decidido a modificar.

http://www.estrelladigital.es/ED/diario/274297.asp

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.