El brazo derecho del papa salió el miércoles a defender el complejo proceso diplomático de acercamiento con China, país con régimen comunista, respondiendo a las críticas acerbas de un cardenal de Hong Kong. La Santa Sede relanzó hace tres años interminables negociaciones que había iniciado con Pekín en lo años 1980. Aún no se vislumbra […]
El brazo derecho del papa salió el miércoles a defender el complejo proceso diplomático de acercamiento con China, país con régimen comunista, respondiendo a las críticas acerbas de un cardenal de Hong Kong.
La Santa Sede relanzó hace tres años interminables negociaciones que había iniciado con Pekín en lo años 1980. Aún no se vislumbra algún acuerdo concreto.
En este contexto, dos obispos chinos reconocidos por el papa tuvieron, a petición de la Santa Sede, que ceder su plaza a prelados elegidos directamente por Pekín, uno de los cuales había sido excomulgado por el Vaticano en 2011.
La información fue revelada en enero por AsiaNews, publicación del Pontificio Instituto Misiones Extranjeras. El lunes la confirmó el cardenal chino Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong e importante adversario al acercamiento entre el Vaticano y Pekín.
El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, no desmintió el miércoles la información en una entrevista con la página internet Vatican Insider, pero colocó en su lugar al ‘rebelde’ de Hong Kong por su «punto de vista personal».
El cardenal Zen había estimado el lunes en su cuenta de Facebook que el Vaticano «está vendiendo la Iglesia Católica en China» y subrayado que «el gobierno comunista está instaurando nuevas reglas más estrictas para limitar la libertad religiosa».
Para Pietro Parolin, «no existen dos Iglesias en China, sino dos comunidades de feligreses que deben avanzar progresivamente en el camino de la reconciliación hacia la unidad».
Esta búsqueda de la unidad, en el centro de la diplomacia vaticana, pasa obligatoriamente por una solución al «crucial» y delicado tema del nombramiento de los obispos.
La docena de millones de católicos chinos están divididos entre una «Asociación patriótica», cuyo clero es elegido directamente por el Partido Comunista, sin que se respete así la regla de obediencia al papa, y una Iglesia no oficial, cuyos obispos nombrados por Roma son tolerados pero no reconocidos por Pekín.
El Vaticano y China no tienen relaciones diplomáticas desde 1951.
Dos Iglesias
El acuerdo en negociación ultrasecreto es sobre todo sobre el reconocimiento del Vaticano de los obispos de la Asociación patriótica, a cambio de una actitud más indulgente del gobierno comunista.
La última palabra sobre el nombramiento de los futuros obispos la podría tener el papa, después de sugerencia de la Conferencia Episcopal china, dijo un cardenal hace un año.
El objetivo es, según Parolin, abolir la distinción entre obispos «clandestinos» y «oficiales», pidiendo a veces «sacrificios» a algunos.
«La Iglesia no olvidará jamás los sufrimientos pasados y presentes de los católicos chinos», insistió llamando a «construir un futuro más sereno».
AsiaNews había publicado hace una semana una seguidilla de reacciones de feligreses y religiosos de la Iglesia clandestina, divididos entre tristeza y enojo. «Me queda ahora hacerme agricultor», comentó un cura.
En medio de la polémica se encuentra el obispo chino Peter Zhuang Jianjian, de 88 años, ordenado por el Vaticano y a quien se le pidió en dos ocasiones que dejara su cargo en el sureste de China al obispo Joseph Huang Bingzhang, nombrado por Pekín y que fue excomulgado en 2011 por el Vaticano.
Otro prelado chino, de 70 años, encarcelado durante una semana en 2017, según AsiaNews, sería retrogradado a número dos en su diócesis, dejando el cargo a otro obispo del régimen chino.
En este contexto, el 3 de enero el obispo Peter Shao Zhumin, retenido sin motivos por las autoridades chinas, fue liberado al cabo de siete meses de una detención por la que la Santa Sede estaba «gravemente preocupada».