Con la profesión médica y otros trabajadores de la salud ya en huelga para protestar contra el golpe, el sistema sanitario birmano puede ceder ante el brote.
Tres días antes de ser detenida por los soldados, la líder civil de Myanmar, Daw Aung San Suu Kyi, recibió su primera dosis de la vacuna contra el coronavirus. Su inoculación, de gran repercusión, formaba parte de una campaña nacional para combatir el virus mediante pruebas, uso de mascarillas, aislamientos y vacunación.
Pero, al igual que el gobierno civil que dirigía Aung San Suu Kyi, su programa para contener el Covid-19 fue desechado por el ejército en la toma de poder del golpe de estado del 1 de febrero.
«Había habido un verdadero impulso hacia las pruebas, la vigilancia y la vacunación, y todo eso se desmoronó después del uno de febrero», dijo Alessandra Dentice, la jefa de la oficina de UNICEF en Myanmar.
Ahora el país, que sufre una brutal represión militar y está paralizado por una huelga nacional de un mes de duración, está pagando el precio de la negligencia de la junta militar durante la pandemia. Según los datos comunicados por el Ministerio de Sanidad del régimen, el número de casos de Covid-19 notificados diariamente ha aumentado considerablemente y, con las escasas pruebas que se están realizando, la tasa de positividad se disparó hasta casi el 22% el jueves. Personas expertas sanitarias creen que hay muchos más casos sin detectar.
Lo más preocupante son los brotes en las tres comunidades más grandes cerca de la frontera con India, el país donde se identificó por primera vez la variante Delta, altamente contagiosa. La variante se ha detectado entre los casos.
A partir del jueves, 20 municipios de seis estados y regiones han sido puestos bajo órdenes de permanecer en casa. También se han registrado brotes en Rangún, la ciudad de mayor tamaño, y en Naypyidaw, la capital. Los siete municipios de Mandalay, la segunda ciudad más grande del país, recibieron el jueves la orden de permanecer en casa. Los seis hospitales de la ciudad que aceptan pacientes con coronavirus están llenos desde la semana pasada, según una organización médica local benéfica.
El régimen no ha impuesto órdenes de permanencia ni para restringir los viajes desde las zonas con brotes crecientes.
El gobierno derrocado de la nación del sudeste asiático había adquirido 3.5 millones de vacunas de la India antes del golpe. La junta se apropió de la mayoría de las dosis, pero ignoró los planes de dar prioridad a la inoculación de las personas mayores. Algunas dosis se utilizaron para vacunar a soldados, según un médico de un hospital militar de Rangún. Como protesta, muchas personas profesionales sanitarias se negaron a recibir su segunda dosis por parte del régimen.
La falta de voluntad de los militares para proporcionar detalles sobre su programa de vacunación hizo que COVAX, el programa mundial para la gestión de las vacunas, retrasara un envío de 5.5 millones de dosis en marzo, informó el Dr. Stephan Paul Jost, representante de la Organización Mundial de la Salud para Myanmar. No se ha programado ningún envío nuevo.
El sistema de atención sanitaria de Myanmar puede verse afectado por el brote. La profesión médica y otras personas trabajadoras sanitarias ya se han puesto en huelga para protestar contra el golpe y los soldados han ocupado docenas de instalaciones médicas, lo que ha hecho que muchas personas enfermas se mantengan alejadas por miedo a ser detenidas o disparadas. Algunos profesionales médicos estiman que cientos de pacientes mueren cada semana por no poder recibir la atención que necesitan.
«Las autoridades de facto tienen que crear un entorno en el que la gente pueda trabajar sin miedo y los pacientes puedan recibir atención sin miedo», dijo el Dr. Jost. «Se está creando el último dilema para las personas que trabajan en el sistema de salud: servir al país del futuro o a pacientes del presente».
Una comunidad muy afectada por el coronavirus es la ciudad de Kalay, a 65 millas de la frontera con la India. En abril, soldados que disparaban ametralladoras y granadas propulsadas por cohetes atacaron a manifestantes antigolpistas que se habían atrincherado en las calles de Kalay, matando al menos a 11 personas. Los líderes de la comunidad dicen que el régimen está proporcionando poca ayuda para combatir el brote.
El Hospital General de Kalay, único hospital público en la zona, se ha visto desbordado por el aumento de casos. Todas sus camas están ocupadas por personas en estado crítico, comentaba Lal Puia, un líder voluntario del Centro Comunitario Ate Sut, que se ha convertido en un hospital de campaña. Más de 250 personas que han dado positivo se alojan allí, dijo, y muchas otras se quedan en casa, donde corren el riesgo de infectar a sus familiares.
La ciudad ha sido sometida a una orden de permanencia en el hogar y sus calles están vacías, salvo por las personas que compran alimentos y medicinas o intentan alquilar bombonas de oxígeno, que escasean.
Según la junta militar, 138 personas han muerto en todo el país a causa de Covid-19 en los últimos dos meses, incluidas 13 el jueves. El Sr. Lal estima que casi 400 personas han muerto únicamente en su comunidad en ese mismo periodo, aunque la cifra no ha podido ser confirmada de forma independiente.
«El gobierno militar no está haciendo nada por Covid, así que la gente tiene que cuidar de sí misma», informó Lal. «Ahora, la situación es muy mala. En todas las casas hay pacientes de Covid porque no hay suficientes lugares donde aislarse».
La situación es tan grave en Kalay que una mujer embarazada con Covid-19 murió el mes pasado porque no pudo recibir tratamiento, según sus familiares.
Bual Cin Par, de 37 años, luchaba por respirar y estaba a punto de dar a luz cuando un soldado la echó del hospital, falto de personal, a punta de pistola y la amenazó con disparar si no se iba, dijo un familiar que la acompañaba. A la madre de cuatro hijos también se le negó la atención en el hospital militar de la ciudad. Alquiló una botella de oxígeno, pero murió poco después de volver a casa. Su bebé también murió.
Myanmar sufrió un importante brote entre septiembre y enero, con más de 140.000 casos y 3.100 muertes. El Ministerio de Sanidad de Aung San Suu Kyi, que realizaba pruebas a más de 20.000 personas al día, casi había contenido el virus el 1 de febrero, según datos gubernamentales.
A algunas personas expertas sanitarias les preocupaba que las grandes manifestaciones callejeras celebradas en contra del ejército provocaran un aumento de las infecciones. La mayoría, entre las personas de las manifestaciones, llevaba mascarillas, lo que puede haber ayudado a mantener la transmisión relativamente baja, dijo el Dr. Jost. El toque de queda impuesto por el ejército también ayudó. Pero cuando las pruebas cayeron en picado tras el golpe, se hizo difícil verificar el número de casos en el país.
En los últimos días, las pruebas han aumentado gradualmente hasta llegar a 9.400 al día, según el Ministerio de Sanidad. Pero la tasa de positividad también ha ido en aumento, duplicándose en las últimas cuatro semanas, dijo el Dr. Jost. A mediados de junio, el ministerio confirmó la presencia de las variantes Delta, Alfa y Kappa del virus.
Personal experto sanitario internacional había alabado en su día el programa de vacunación de Myanmar. Aung San Suu Kyi se apresuró a conseguir una promesa de 3.5 millones de vacunas de la India, cuyo primer lote llegó a finales de enero. El gobierno vacunó a 105.000 trabajadores de la salud, y a muchos altos funcionarios, en los días previos al golpe.
Una portavoz del Ministerio de Sanidad de la junta, la doctora Khin Khin Gyi, dijo que ya se han administrado los 3.5 millones de dosis, y que muchas de ellas se pusieron a disposición del público en los centros de vacunación de todo el país. China ha donado desde entonces medio millón de dosis de su vacuna Sinopharm, de las cuales 200.000 están destinadas al ejército, informó.
Aung San Suu Kyi, que se enfrenta a media docena de cargos penales, recibió su segunda dosis de la vacuna bajo custodia. Está recluida en aislamiento y esta semana se enteró de los recientes brotes de coronavirus en Myanmar a través de su abogada, Daw Min Min Soe. «Estaba muy preocupada», dijo la abogada. «Quiere que toda la gente sea consciente de Covid y se cuide».
Richard C. Paddock ha trabajado como corresponsal extranjero en 50 países de los cinco continentes, con destinos en Moscú, Yakarta, Singapur y Bangkok. Ha pasado casi una docena de años informando sobre el sudeste asiático, región que cubre desde 2016 como colaborador de The New York Times.
Fuente original en inglés: https://www.nytimes.com/2021/07/01/world/asia/covid-myanmar-coup.html